Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 19

Os dejo una foto de Minerva en mm :)


Capítulo 19


—¿Tienes un condón? —preguntó Sophie.

—No —respondió Poncho.

Sophie trató de besarlo de nuevo, pero él se apartó una vez más. Comenzaba a resultarle bastante molesta esa chica que, hasta apenas hacía una hora, le parecía extremadamente elegante y delicada. Se puso en pie, dejándola sola sobre su cama doble.

—¿Dónde vas, Poncho? —preguntó la francesa, con sus ojos azules y su expresión de inocencia. Eso no había cambiado.

—Sophie... no quiero ofenderte, pero has bebido muchísimo. Deberías dormir un poco.

—¿Peroooo, y la fiesta?

—La fiesta ha estado muy bien, pero creo que volveré a casa.

Sophie no insistió. Estaba tan borracha que seguro que ni se acordaría al día siguiente. A Poncho no le extrañaba, la Sophie de ese día era distinta a la que había conocido durante todo el curso. Quizás se había desesperado porque se iba en un par de días y, tras nueve meses allí, no habían pasado de solo besarse en contadas ocasiones. Poncho sabía que, de ser por ella, se estarían acostando en ese mismo momento sobre su cama. Pero debía admitir que no tenía el menor interés en hacerlo, y no solo porque estuviera borracha como una cuba. Si no había sentido la necesidad de acostarse con ella en todo el curso, a pesar de haber tenido numerosas oportunidades, ¿por qué iba a hacerlo en ese momento? Sophie era el modelo de chica que él quería: dulce, educada, inteligente, hermosa... pero era tan cuadriculada como él y, demonios, hasta él mismo se aburría de su propia formalidad.

Nando caminó hasta la puerta y antes de abrirla ya se dio cuenta de que Sophie se había quedado dormida en la habitación.

—Hasta pronto, Sophie —susurró, sabiendo que era muy probable que no volviera a verla nunca más. La sensación fue extraña, pero no se sentía realmente triste ni molesto.

Tan pronto salió de esa habitación, se chocó con Minerva, que caminaba con Marina Gómez colgada del hombro. Marina compartía con ellos algunas clases, aunque se había quedado retrasada en muchas otras porque la mayoría de los días se saltaba las horas lectivas y se las pasaba rondando el campus, hablando con todo el mundo y compartiendo canutos y cervezas. ¿Resultado? Marina tenía cien amigos cercanos con los que se llevaba genial y todo el mundo la adoraba, pero, a la vez, tan solo aprobaba dos o tres asignaturas por semestre.

—¿Qué haces? —preguntó Poncho.

—Llevarla al baño para que vomite. Ayúdame.

Sin comerlo ni beberlo, Poncho se colocó al otro lado de la joven alcoholizada y la sujetó con fuerza. Minerva suspiró, aliviada al quitarse esos sesenta kilogramos de encima de golpe.

—Hay un baño ahí.

Abrieron una puerta de madera que los condujo a un pequeño cuarto de baño. Marina se arrodilló automáticamente frente a la taza y comenzó a vomitar todo el alcohol que había bebido ese día, que era demasiado para su cuerpo.

—Madre mía, ¿desde qué hora lleva bebiendo? —preguntó Poncho, sorprendido.

Al momento, otra joven apareció por la puerta con semblante preocupado.

—Marina, ¡ay, Marina! ¡Estás aquí!

Se lanzó al interior del baño y la joven alcoholizada hipó como contestación al escuchar su nombre. El baño era demasiado pequeño como para que todos cupieran allí y la nueva muchacha les dijo con total seriedad que ella se encargaría de Marina y que ellos dos podían marcharse.

Poncho y Minerva obedecieron, saliendo de ese cuarto de baño cuyo olor era repugnante tras tantas horas de fiesta. Se encontraron a un montón de jóvenes corriendo y gritando por los pasillos de esa segunda planta, cada vez más afectados por el alcohol. Minerva giró el pomo de una habitación y se coló dentro de ella, a fin de evitar a sus compañeros de clase más radicales. Poncho la siguió automáticamente. La habitación en la que entraron no era muy grande y solo contaba con una cama deshecha y un armario desordenado. No tenían ni idea de a quién correspondía, solo esperaban que esa persona no fuera a entrar ahí inmediatamente.

—¿Dónde has dejado a mademoiselle Curvoisier?

Poncho fingió que no le hacía gracia ese nuevo apelativo, pero no fue muy eficaz y se le escapó una pequeña sonrisa.

—¿Qué te pasa con Sophie? —gruñó, aunque divertido—. Es la primera vez que la veo beber en todo el curso. Y ahora está dormida.

—¿No ha podido seguirle el ritmo a su propia fiesta? —se mofó Minerva.

—¿Cuánto has bebido tú?

—Menos de lo que habría querido. Marina me ha jodido un poco el plan y me ha tocado ser su niñera durante un buen rato.

Poncho asintió con la cabeza al tiempo que se sentaba sobre la cama, apartando ligeramente las sábanas.

—Si el dueño de la habitación entra ahora, nos mata. ¿Has visto a Sandra?

Minerva se dejó caer junto a su amigo, sin importarle golpear al pobre Poncho con su hombro. Él produjo un quejido sonoro, pero la rodeó con su brazo con ternura.

—Está con Krystian, así que no hay nada de lo que preocuparnos —respondió Minerva—. ¿Cómo ha ido la cosa con Sophie? ¿Te la has...?

—¡Minerva! —exclamó él—. Lo primero: ¿por qué eres tan morbosa? Y, lo segundo: menuda lleva encima... seguro que no sabe ni en qué país se encuentra ahora. ¿Cómo voy a hacer algo con ella así?

La joven alzó su rostro unos centímetros para poder contemplar los ojos castaños de su amigo, había en ellos un reflejo verde que siempre le había parecido de lo más interesante.

—Quizás es mejor que no haya pasado nada.

—¿Por qué? —preguntó él con curiosidad.

—¿No te parece que todo con ella es... demasiado perfecto?

Poncho frunció el ceño al escuchar esas palabras, pues no terminaba de entenderlas bien.

—¿Qué quieres decir con eso? Que sea perfecto es bueno, ¿no?

—Bueno. Según en qué momento. Desde el principio habéis dado la impresión de ser perfectos el uno para el otro: guapos, listos, educados, repeinados... —Poncho la golpeó ligeramente en el brazo, en una fingida señal de protesta, pero la dejó seguir hablando—. Es como si todo el mundo se esperaba que os liarais. Era muy previsible. Y ya lo has visto, nunca os habéis peleado ni habéis discutido... pero tampoco te he visto nunca hablar de ella con esa chispa con la que Sandra hablar de Krystian, por ejemplo.

—Es como si todo entre Sophie y yo fuera plano. ¿No?

Minerva se sorprendió cuando fue el propio Poncho quien exteriorizó los pensamientos que le rondaban la mente. Ella se quedó mirándolo unos segundos.

—No quería ofenderte.

—No lo has hecho. Y tienes razón, a veces me gustaría hacer algo que se saliera de mi línea, sorprenderme a mí mismo.

Los labios de Minerva se curvaron en una pequeña sonrisa mientras se imaginaba a su amigo haciendo algo que no fuera lo más previsible del mundo.

—¿Faltar a una clase para quedarte en la cafetería haciendo un crucigrama?

Él se rio.

—No seas boba, lo digo en serio.

—¿Fumarte un porro?

—Pues mira, sí, por ejemplo.

—Espera, espera —le pidió ella—, bañarte desnudo en la piscina de...

No pudo terminar de hablar. Antes de que sus palabras abandonaran su boca, Poncho se acercó a ella y besó sus labios de repente, como un impulso. Minerva no se separó hasta unos segundos después, cuando se quedó observando al joven con los ojos muy abiertos.

—Lo siento mucho, Minerva —se apresuró a disculparse él—, no sé qué demonios me acaba de pasar por la cab...

Y tampoco él fue capaz de terminar la frase, pues un instante después, ella se acercó a él y lo besó con un gemido ronco. Un gemido de frustración, de contención. Él era su mejor amigo, una de las personas más importantes de su vida y... no lo había sabido hasta ese momento, pero besaba bien, besaba muy bien.

Cerraron los ojos, como si eso pudiera ocultar los primeros instantes de vergüenza que estaban atravesando en ese momento. Y cuando ésta pareció remitir, Minerva se encontró a sí misma metiendo sus dedos por debajo de la camisa del joven, instándole a desabrocharse los botones. Él lo hizo sin abandonar los labios de ella ni un instante y cuando, acto seguido, ella lo imitó, deshaciéndose de la parte de arriba de su ropa, Poncho se estremeció al sentir la piel suave del abdomen de Minerva contra sus dedos. No podía decir que nunca se había imaginado algo así, pero nunca lo había hecho de un modo tan real.

Cuando Poncho comenzó a besar su cuello, Minerva creyó que se derretiría de un momento a otro y sus suspiros se hicieron cada vez más intensos. Antes de siquiera ser conscientes de ello, ambos se encontraban desnudos sobre la cama de a saber quién.

—¿Tienes un condón? —preguntó Minerva en un susurro.

Era exactamente la misma pregunta que Sophie le había hecho un rato antes, una pregunta que le había parecido incluso ofensiva cuando se la hizo la joven francesa. Pero no en ese momento, ahí, con Minerva, tenía sentido.

—No —respondió, frunciendo el ceño.

Sabiendo que estaban rompiendo todas y cada una de las barreras respecto a la propiedad privada y el respeto ajeno, Poncho abrió el primer cajoncito de la mesita de noche y, ¡bingo!, tres preservativos en su envoltorio salieron de él. Tomaron solo uno y él se colocó torpemente, nervioso por la situación y, especialmente, nervioso por Minerva.

Ella volvió a besarlo mientras se colocaba sobre su erección. Ambos se estaban dejando llevar por encima de cualquier pensamiento que alguna vez hubieran albergado... y en ese momento no les importaba. Minerva gimió cuando él entró en su cuerpo y se movió contra él, tratando de prolongar esa sensación lo máximo posible. Poncho la acarició, con suavidad y profunda dedicación. Como si tocarla fuera un mundo nuevo, y en cierto modo, lo era.

Cuando volvieron a besarse, sin dejar de moverse de forma insistente el uno contra el otro, algo pareció desbloquearse en la mente de ambos y durante un segundo, solo uno, se observaron: plenamente conscientes de lo que estaba sucediendo, de lo que estaban haciendo. Minerva mantuvo la mirada durante varios segundos y de nuevo retomó su movimiento al cabo de un instante, cerrando los ojos para sentir por completo el placer que Poncho le estaba dando. Ninguno de los dos quería pensar en ese momento.


¿Os gusta esta pareja? <3 ¡Gracias por pasar!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro