Capítulo 14
¡Hola de nuevo, amores! Cuando leáis este capítulo yo estaré en España de vacaciones, tomando un poco el sol. ¡Os mando un beso grande y espero que os guste la historia!
Capítulo 14
La cafetería no estaba muy concurrida, detalle que Krystian agradeció. La idea de desahogarse con un amigo mientras consumían litros de café concentrado era mucho más atractiva en un local vacío en el que pasar las horas sin ser interrumpidos por el resto de clientes.
Óscar llegó puntual como un reloj, vestido de traje y con un móvil de ultimísima generación entre sus dedos. Su cabello oscuro y ensortijado, antaño tan largo que alcanzaba para hacerse una coleta, era ahora corto y a la moda. En los últimos años su amigo había pasado de ser un adolescente desorientado y mujeriego para convertirse en un abogado «serio y responsable»... pero igualmente mujeriego.
Krystian se levantó de su silla al verlo llegar y ambos se fundieron en un abrazo. A pesar de hablar todas las semanas por teléfono o al menos mandarse algún mensaje, llevaban sin verse desde antes de que Paula lo dejara.
—Te veo bien, tío. Te imaginaba arrastrándote por el suelo, sin duchar desde hace dos semanas y con un tatuaje de la cara de Paula en una nalga.
La sarcástica sinceridad de Óscar no le pillaba de sorpresa, conocía a ese hombre desde antes de que ninguno de los dos perdiera la virginidad y había sido un gran apoyo en todos los momentos de su vida desde entonces. Nando y Óscar eran para él la viva definición de la palabra amistad.
—Hace ya más de tres meses...
—Lo sé.
Ambos se sentaron y una camarera adolescente se acercó a ellos para tomarles la orden; ambos pidieron dos cafés americanos.
—¿Cómo te trata la vida? —preguntó Krystian.
—No puedo quejarme. Todo está tranquilo últimamente... he estado pensando en largarme a algún lugar un tiempo. Estoy algo agobiado.
—¿Agobiado por qué?
—Por todo. No lo tengo claro, pero hace demasiado tiempo que no hago algo nuevo, no salgo de la rutina... ¿entiendes?
Desde luego que lo entendía, más de lo que podía explicar con palabras.
—La rutina me comió ya hace tiempo —respondió Krystian—, me comió, me digirió y después me vomitó.
Óscar lo miró con su sonrisa algo enigmática. Era complicado saber en qué podía estar pensando, siempre lo había sido. Durante los siguientes veinte minutos, Óscar le puso al día de todo lo que había sucedido en su vida últimamente: su ascenso en el trabajo, su situación familiar y sus escarceos amorosos, tan frecuentes como cortos.
Escucharle le hacía sentir que vivían vidas totalmente distintas: Krystian se había casado pronto, se sentía atascado en su trabajo y desanimado en todos los aspectos de su vida. Óscar había triunfado profesionalmente, pero aun así se le veía cansado y no parecía tan feliz como habría esperado. Al cabo de un buen rato, Óscar se llevó su taza de café a los labios, bebiendo de un último trago su bebida. Después lo miró a los ojos.
—De verdad, Krystian, no sabes cuánto me alegro de verte bien. Nando me tenía preocupado.
—Nando se ha portado. Me ha acogido en su casa y me ha apoyado de un modo que ni te imaginas...
Krystian suspiró y Óscar lo observó con una expresión perspicaz. Sus ojos verdes se fijaron en los de su amigo.
—A ver, ¿qué quieres contarme?
Él enarcó una ceja.
—¿Por qué dices eso?
—Suéltalo. Me hablas de Nando como si fuera una monjita de la caridad, pero me pones esa cara... sabes que necesitas decírmelo, solo escúpelo.
—Óscar, no sé si...
—¿Llamas a Paula por las noches gimiendo y sin decir nada? —preguntó, bromeando—. Venga, cuéntamelo, seguro que puedo con ello. ¿Es eso? ¿O la vigilas debajo de su ventana? ¿Rebuscas en su basura?
Krystian tragó grueso.
—La hermana de Nando se ha enamorado de mí —soltó de pronto, interrumpiéndolo.
Óscar se quedó callado varios segundos antes de reaccionar, tras escuchar esas palabras que jamás habría imaginado oír.
—Vale, eso no me lo esperaba. Casi prefiero lo de la basura, tío.
Krystian se llevó una mano a los ojos, cubriéndoselos, al tiempo que bajaba la cabeza.
—Estoy jodido, no me lo puedo sacar de la mente. Siento que estoy traicionando a Nando.
—Espera... —le pidió Óscar, abriendo mucho los ojos—, ¿pero ha pasado algo? ¿Habéis follado?
—¿Eh? No, tío, joder. ¡No!
—Pero hay algo.
No era una pregunta, era una afirmación. Como si lo viera en su mirada, a pesar de conocerlo perfectamente y saber que él jamás habría hecho algo con la hermana de Nando... no, nunca se lo habría siquiera planteado, al menos no antes.
—El día de su cumpleaños me besó. Fue cuando me lo dijo... te juro que la rechacé de la forma más clara posible, pero de todas formas siguió intentándolo. Se plantó en la casa de Paula cuando fui a recoger mis películas y me defendió, no sabes cómo. Dio la cara por mí delante de ella... después volvió a la casa y me dijo otra vez que me quería, ¡en la casa de Nando, joder! ¿Qué se supone que iba a hacer yo en esa situación? Siento que le estoy traicionando y yo... yo no quería absolutamente nada con ella.
—Pero te has pasado, ¿no?
—Ni te lo imaginas. Discutimos y me dijo que Paula se está tirando a otro. Yo me enfadé y le contesté que nunca iba a tener algo con ella porque es una niñata. Después de eso me enteré de que Paula quiere divorciarse y en vez de largarse y mandarme a la mierda por decirle todas esas cosas, vino a consolarme.
Óscar tomó aire.
—¿Y qué pasó?
—Dormimos juntos, pero no ocurrió nada más. Te juro que no le toqué un pelo, solo dormimos.
Tenía tanta necesidad de hablar de eso, de narrarle lo sucedido a alguien, que sentía que habría explotado de no hacerlo. Llevaba más de un mes guardándose todo eso en la mente a la vez que veía a Nando cada día.
La respuesta de Óscar se hizo esperar varios segundos durante los cuales el pie de Krystian temblaba sin control por debajo de la mesa.
—No sé qué decirte.
—Sí lo sabes, los dos lo sabemos: que Nando va a matarme y que en qué cojones estoy pensando. Pero no puedo quitármela de la cabeza, no puedo.
—No es tu culpa, Krystian. Es ella la que se ha interesado por ti.
—¿Y qué que lo haya hecho? Tiene veinte años, Óscar, su historia de amor ideal es la de una adolescente que se enamora de un vampiro de... ¿cuántos? ¿Doscientos años? Y ambos luchan contra mil adversidades para poder acabar juntos.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Que soy un capricho. Que Sandra no entiende lo que implicaría en realidad estar conmigo. No le gusto yo, sino la idea de lo que cree que soy, porque no me conoce.
—¿Y por qué piensas eso? ¿Te ha dicho desde cuándo le gustas?
Krystian tragó grueso antes de contestar.
—Dice que siempre ha sido así.
—¿Entonces por qué piensas que es todo un capricho? ¿Por qué no puedes creer que sea de verdad?
—Porque si lo es todo será peor, Óscar. ¿Qué demonios voy a hacer yo con una niña como ella? Me aterra no poder sacármela de la cabeza cuando ni siquiera ha pasado nada entre nosotros, porque lo último que puedo soportar es que me jodan otra vez. Estoy muy confundido porque a pesar de todo, de todo, yo quiero a Paula. Pero no sé por qué no dejo de pensar en Sandra, creo que me estoy volviendo loco.
La sonrisa blanca de Óscar se dibujó en su rostro y al principio Krystian no comprendió qué le hacía tanta gracia. Llevaba semanas necesitando hablar eso con alguien y cuando por fin explotaba y se lo contaba a su amigo, este se reía, ¿en serio?
—¿Qué es tan gracioso? —murmuró con cara de malas pulgas.
—Que no me había dado cuenta hasta ahora, pero joder, tienes que darle las gracias a Paula por haberte dejado por fin. Tú eres el hijo de puta que me quitó a todas las chicas que me gustaban en el instituto, incluso sin querer. ¿Y ahora me estás diciendo que no entiendes por qué una mujer se ha enamorado de ti?
—No es una mujer, es una niña.
—Eso lo dirán sus padres y Nando, que todavía la miran y la ven con el uniforme del colegio y dos trencitas, pero sabes que en realidad no es ninguna cría, yo la vi en Navidad y ya era más alta que Nando. —La voz de Óscar era seria y calmada y Krystian no pudo más que asentir ante sus palabras—. Te lo digo de verdad, me alegro de que Paula te haya dejado. No me había dado cuenta hasta ahora de que estar con ella te hacía sentir tan... poca cosa.
De nuevo ahí estaba la sinceridad de Óscar. Sabía que no quería hacerle daño, pero la realidad en sus palabras dolía.
—Óscar, yo...
El teléfono de su amigo comenzó a vibrar sobre la mesa y los ojos oscuros de este se desviaron hacia la pantalla del móvil. Después, como en un acto reflejo se giró hacia la puerta de esa cafetería y lo que vio le hizo sonreír de lado.
—Tengo que coger la llamada, disculpa. —Señaló a la puerta—. Y llámalo destino, pero mira quién está allí.
Los ojos de Krystian se dirigieron hacia el lugar que su amigo le indicaba y el corazón le dio un vuelco al verla. Sandra llevaba un vestido holgado de flores y su cabello estaba trenzado en su nuca con varios mechones sueltos enmarcando su rostro. Estaba adorable y no dejaba de sonreír mientras entraba al lugar con sus dos inseparables amigos.
Óscar se retiró, saliendo a la calle para atender la llamada y los ojos de Krystian volvieron a dirigirse hacia Sandra, que acababa de sentarse en un mullido sofá al otro lado de la cafetería. La primera que reparó en su presencia fue su amiga morena, Minerva, a la que ya había visto en la fiesta de cumpleaños y el día que se mudó a la casa de Nando. La joven de cabello oscuro llevaba un pañuelo rojo en el cabello, creando un contraste que a Krystian le recordó a las imágenes de pin-ups americanas de los años cincuenta. Ella fue quien le indicó a Sandra que mirara en su dirección de forma disimulada y cuando la joven rubia se giró hacia él y sus ojos se cruzaron, no supo qué hacer.
Quiso levantarse e ir a saludar, por otra parte. era lo que se suponía que debía hacer... ¿no? Antes de que pudiera hacer ningún movimiento, fue Sandra quien se dirigió hacia él con una inmensa sonrisa en los labios pintados de un suave color melocotón. Krystian se puso en pie cuando ella llegó hasta él y se adelantó para darle dos besos cordiales, uno en cada mejilla. El contacto de su piel le puso la piel de gallina y su olor le recordó que hacía ya varias semanas desde aquella noche en la que ella se había quedado dormida a su lado. No había sabido nada más de ella desde entonces, misteriosamente, y una parte de él había esperado que, tras la discusión que habían tenido, ella se hubiera olvidado de su enamoramiento.
—Hola —dijo.
—Estás muy guapo.
Ese tipo de cosas lo desconcertaban, le hacían querer gritar, llorar y saltar eufórico al mismo tiempo sin siquiera saber por qué. La sonrisa traviesa de Sandra tras pronunciar esas palabras le recordaban que Paula jamás habría actuado así.
—Tú también —la halagó, tras un momento de duda.
Ambos se quedaron en silencio un segundo hasta que fue el mismo Krystian quien se forzó a hablar.
—¿Cómo estás? No te he visto últimamente.
Ella asintió con la cabeza.
—Exámenes finales de la universidad, hoy mismo hemos acabado todo... lo estábamos celebrando, o algo así. —Con el dedo señaló hacia sus amigos mientras se encogía de hombros. Ambos los observaban como si estuvieran viendo una película en el cine—. ¿Me has echado de menos?
Una sonrisa batalló por escaparse de sus labios.
—Sandra...
—Lo sé, lo sé. Me portaré bien, no te preocupes.
—Eso espero.
Sandra se mordió el labio, sin saber cómo seguir la conversación si en realidad no podía decir las cosas que realmente le pasaban por la cabeza. Le habría encantado sentarse con él ahí, hablar durante horas, acabar la noche en algún bar y retirarse a dormir, juntos... pero después de hablar con su madre había comprendido que los sentimientos no podían forzarse a surgir y que, si lo hacía, tan solo conseguiría arruinarlo todo. Krystian necesitaba tiempo y a ella no le corría ninguna prisa. Ella ya llevaba esperando muchos años.
—Me ha alegrado verte —le dijo, sonriendo de nuevo—. Cuídate.
Caminó un par de pasos hacia atrás, alejándose.
Krystian tomó aire, arrepintiéndose incluso antes de hablar... aunque en realidad era un arrepentimiento demasiado placentero. Verla había roto sus esquemas, su corazón latía con fuerza y la sangre fluía por todo su cuerpo, se le había secado la boca.
—Sandra, espera.
Ella se giró y su respiración comenzó a agitarse. No había esperado encontrarlo ahí y hacerlo era incómodo y doloroso, pero aun así no podía negar que cada vez que salía de su casa solo podía rogar en silencio que sus pasos se cruzaran de algún modo. Y ahí estaba, ese día había sucedido.
—¿Sí?
Él dudó antes de seguir hablando.
—¿Haces algo mañana?
—No, ¿por qué?
—Quizás... podríamos celebrar que has terminado el curso, ¿no? —preguntó y en su voz se hizo patente que llevaba sin ligar más de ocho años, ya ni siquiera sabía cómo hacerlo—. ¿Te apetece tomar algo por la noche?
Sandra volvió a morderse el labio, esta vez intencionadamente para evitar gritar de emoción en ese momento y lanzarse hacia sus brazos. Asintió con la cabeza calmadamente.
—¿A las once? —preguntó él.
—De acuerdo.
—Te mando la dirección.
La joven tomó aire una vez más.
—Sí, vale. Hasta mañana.
Después giró sobre sus pies y de nuevo regresó con sus amigos, controlándose para no comenzar a bailar en mitad de la cafetería. No entendía que toda esa gente no pudiera sentir lo que ella sentía en ese momento, que nadie pudiera ver que de repente quería llorar de felicidad y gritar a los cuatro vientos que tenía una cita. Que nadie bailara a su alrededor, o cantaran alguna canción de Queen al ritmo del latido de su corazón.
Krystian, por su parte, se sentó de nuevo y tan solo tomó un nuevo trago de su café. Si Óscar pensaba que hasta ese momento ya la había cagado bastante, solo le quedaba contarle lo que acababa de hacer.
Adoooro este capítulo <3 ¡Mil gracias por leerme! Nos vemos en el próximo.
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