Gigil
Desde que nació Milo tenía las mejillas y la nariz llenas de pecas.
La tía Beatriz las adoraba y adoraba aún más tocarlas y picarlas.
Cuando llegó de la escuela ya era de tarde.
Llevaba a Naomi pegada al brazo y la valija de ella en el hombro, junto a la suya.
—Ya vine—nadie respondió—. ¡Naomi también está aquí!
Su madre bajo inmediatamente.
Charlotte se restregó suavemente contra la pierna de la chica.
—¿A qué no adivinas que eh encontrado?—la mujer estaba llena de telarañas pero aún así sonreía con todos los dientes.
–¿Qué es?—pregunto Naomi curiosa.
—¡El viejo álbum de fotos de Milo!
Naomi lanzó un gritito.
Charlotte maulló para ella.
Y su madre alzó un viejo libro de tapas verdes.
Pasó toda la tarde viéndolas reír, incluso Charlotte se reía en su idioma gatuno.
—¿Esa es la señorita Bea?—pregunto Naomi.
—En efecto, le gustaba apretarle las mejillas a Milo cuando era un crío.
Naomi no lo pensó dos veces.
Se acercó a él y con un movimiento ninja, apretó sus mejillas.
—¡Eres adorable!
—No lo soy, ahora vete—bufó.
—Son tan suaves, me gustaría comérmelas, ¿No lo crees Charlotte?—la gata asintió con la cabeza.
Naomi se acercó a Milo y le beso/mordió, la mejilla.
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