Aquel día era el cumpleaños 11 de Charlotte.
Milo llevaba contado los años específicos en una serie de calendarios pulcramente colocados uno sobre el otro.

En la residencia no se permitían mascotas.
Lo que lo obligaba a ir a casa de vez cuando.
Sobre todo en ocaciones especiales.

—Charlotte—la llamo Milo.

Con pereza la gata le ronroneo.

–Estoy en casa—dijo para sí el muchacho.

—¡Feliz cumpleaños Charlie!—con el tiempo Milo se acostumbró a que le saltaran por detrás con confeti y bomba.

Naomi se sentó y la minina se acurrucó en su regazo.

—Le he horneado pastel de bayas—dijo la chica orgullosa.

—Ella no come pastel y tú no cocinas nada.

—Estoy aprendiendo porque quiero ser una buena ama de casa—Naomi lo agarro del brazo y lo empujó hacia ellas suavemente—. Quédate con nosotras.

—Voy a servir el pastel—Milo se revolvió el cabello.

Se disponía a irse, sin embargo Naomi cargando a la gata se le interpuso en el camino y lo acuno en sus brazos junto a Charlotte.

—Aveces creo que somos una familia—aventuró el—. Charlotte es nuestra querida pero creída hermana menor y tú eres la de en medio...

Naomi le beso la mejilla.
Muy cerca de la comisura de la boca, el lugar donde Milo guardaba celosamente el beso que nunca a nadie le dio.

Eso no era propio de una hermana.
Quizás Charlotte fuera más una hija,
Y quizás Naomi más una esposa.
No, definitivamente, no.