Única parte
Mis tacones bajos repiqueteaban sobre los adoquines en mi camino. Adoquines grisáceos como las nubes sobre mí, sobre todos estos desconocidos.
Parezco oír un murmullo a mi alrededor, el mismo que se lleva el amaderado traqueteo de las ruedas a otra parte para dejarme ver a lo lejos el castillo, a donde me dirijo.
Como cada solsticio de estación busco internarme en los pasillos de este laberinto realista para volver a donde no pertenezco.
Para volver en algún punto de mi línea temporal, en alguna de todas mis vidas pasadas y futuras.
Luego de tocar, las grandiosas puertas de la entrada se abren y una fragante sala me recibe junto a una joven criada en particular.
Y como si ella me hubiera esperado por mucho tiempo, me recibe con la alegría acumulándose en sus verdosos orbes.
—Bienvenida, hechicera, ¿cómo está su salud? —Un cordial saludo, el único sincero que encontraría dentro de esta jaula dorada, recibido mientras nos poníamos en marcha.
—Estamos bien, Teressa. ¿Cómo estás tú? ¿ha mermado tu enfermedad?
—Sí, por supuesto. Lamento que ahora no podamos vernos más seguido para contártelo —expresó con un rostro cansino y genuino pesar.
—Y dime, ¿el rey ha vuelto de la caza planificada?
—Oh, no. De hecho, la reina es quien está a cargo ahora hasta que él vuelva —mencionó doblando por el pasillo.
Ella portaba un pulcro delantal sobre sus vestimentas, demasiado blanco para mi gusto...
—Tessa... ¿podemos ir un momento a la cocina por un poco de agua?
—Claro, espérame aquí, por favor —pidió señalando una gran puerta a nuestra izquierda antes de girar rumbo a la cocina.
Crucé el ya tan conocido umbral para tomar asiento en un cuidado sofá de tono bordó, junto a una mesa tallada. Admiré cómo los cuadros marinos se conservaban y lentamente sentí que era momento de irme.
Aventuré mi mano dentro de mi bolsillo para sacar el nuevo peso en él, revelando una fina cadena de oro con un dije que combinaba el zafiro y el diamante de una manera única, igual al que yo portaba, justo en el momento en que tocaban la puerta.
—Pase
—... Te he traído agua —anunció con ojos sonrientes.
—Gracias... Ven, Tessa —solicité extendiendo un brazo hacia el sofá al otro lado de la mesa, con el líquido pasando por mi garganta.
Ella se acomodó vagamente frente a mí, sin mucha distancia entre nosotras.
—Teressa, necesito irme... —el malestar subiendo por mi garganta, no podía siquiera sostenerle la mirada— para intentar no volver, pero quiero que sepas que estaré contigo pase lo que pase.
Extendí la alhaja, misma que brilló un momento entre nosotras antes de reconocer la oscuridad en sus manos.
—Tenemos que ir con la reina, cariño —musitó con dolor apartando la mirada.
—El final se acerca, ambas lo sabemos, mi niña —me recordé caminando hacia la galería del castillo.
La reina nos interceptó en el pasillo al abrir la puerta final y con un ademán despachó a mi escolta, para que entrara junto a ella.
—Buenas tardes, mi reina —Una queda reverencia que mostraba el respeto que no sentía.
—Saludos, hechicera. Procederemos con rapidez, tengo asuntos más importantes que atender que una banalidad como esta.
Una bienvenida más seca que el mismo desierto.
Aún después de todo este tiempo delegándome a contemplar diferentes escenarios del pasado y futuro, sigue siendo tan gélida como los glaciares.
—De ac...
—Sin embargo, —me interrumpió con dureza y soberbia—tengo algo planeado para ti: Una última travesía, Dagny.
—Una última vez para contemplar las plantas y los grandiosos cuadros en esta galería...
—Andando, hechicera.
>>El cuadro final.
Las montañas nórdicas se veían más allá del gran lago, donde se reflejaba la belleza absoluta de la luna.
Un particular brillo se desprendió del marco plateado de la imagen, como puerta temporal que era, pero singular como ninguna otra.
Repentinamente insegura, me acerqué al paisaje hasta sentir su aura como un murmullo frío de paz.
—Espero hayas aprendido la lección, y con un poco de suerte no verte en la próxima vida.
—Lo he hecho, Solar.
Y llegó a mí el valor que me faltaba para cruzar al otro lado, pero no para decirle que su deseo no se haría realidad.
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Una ventisca fresca me hizo abrir los ojos y mirar alrededor, buscando en la habitación de alguien que aún no vivía, y dentro de un armario que no me pertenecía.
Seguramente la noche afuera estaría gélida, como mi aura cada vez que volvía aquí.
Tomé un par de abrigos para volver a dejarlos y salí rumbo al lago que se veía a través de la ventana, como el cuadro en la galería. Aunque cuando bajé las escaleras y llegué al angosto pasillo lo vi.
Ya había perdido la cuenta de cuántas veces sentiría la angustia invadirme al contemplar el retrato de Ondina con esa soga en sus manos, que de algún modo parecía abrazar mi garganta.
Ella siempre reclama mis lágrimas en cada oportunidad como si fuera una fuente de su propiedad. Una que se refleja en el espejo al otro lado del pasillo, una que en esta vida lleva el nombre de Jung Ho Sook.
En esta vida el destino dijo una vez que viviría aquí o en Tromso con mis hijas y mi alma destinada, Min Yoon Gi, en alguna cabaña pintoresca como se mostrará en los futuros cortos cinematográficos.
Pero al igual que con todas mis vidas, mi alma gemela siempre se va de mi lado sin poder impedirlo.
Siendo entes añejos, presentes desde tiempos antiguos, hemos permanecido sabiendo de la existencia del otro sin poder hacer mucho al respecto.
En algún punto de nuestros veintiséis nos conocemos, somos felices con nuestra primer hija y nos separamos a la fuerza de un momento a otro sin poder oponernos a nada, antes de la llegada de nuestra segunda hija.
Años más tarde conservaría un poco de cordura para seguir por mis hijas, sólo para perderlas en alguna clase de accidente de época y seguir errante por, al menos, veinte años más.
Pero ahora es diferente. Ya no tengo más de treinta y vivo sola con mis hijas, sino que tengo veintiuno y parezco estar en el momento adecuado, en el lugar adecuado.
Con decisión giré el pomo de la puerta y salí de la cabaña, recibiendo los rayos lunares en mi rostro, acariciando mi cabello como si supiera de la esperanza en medio del sentimiento constante de languidez, como si se compadeciera de un alma que ha vivido más de lo que puede contar.
Las bajas temperaturas del lugar parecían no afectarme en lo absoluto, por lo que no sentía la necesidad de usar un abrigo.
Cerré la puerta detrás de mí, contemplando la morada un par de pasos más adelante. Observando las tablas de la madera algo desgastada, las luces anaranjadas del interior que transmitían una calidez que no sentía, las escaleras hacia el piso superior... y de pronto parecía un buen momento para dar un paseo.
El lago se presentaba frente a mí en la depresiva noche, reflejando el cielo cubierto por millones de estrellas y gobernado por el astro más hermoso, con el famoso conejo en él.
A mi alrededor se cernía un manto de un blanco imposible, que se extendía hasta donde no llegaba a ver. No tan lejos había un frondoso bosque que albergaba a las lechuzas en proceso de migración, y los animales que a esta hora seguramente se encontrarían descansando.
Me acerqué al lago y al contemplar mi reflejo volví a ver estos ojos no tan grandes de un azul imposible que vivieron siglos en la historia de la humanidad, que vieron la llegada y partida de imperios, reinados, personas y almas...
Más allá de mis rizos castaños y mejillas abultadas estaban mis hombros pobremente cubiertos, y el collar con el dije de zafiro y diamante, con el mismo tramado que el de Teressa...
Puede que esto esté pasando por alterar las líneas temporales alguna vez.
Tal vez y sólo tal vez Teressa y Dagny fueron almas destinadas, que reencarnaron como YoonGi y HoSook no tan lejos del reino medieval en el que vivían para servir a otros, no tan lejos uno del otro.
Tal vez y sólo tal vez tendrían la oportunidad de lograr lo que estuvieron esperando por tanto tiempo. Tan sólo tendría que esperar a medianoche para saberlo.
Mi corazón bombeaba lento, muy lento, como si estuviera calmada, pero mis pensamientos iban y venían. Estaba ansiosa por todo. Por ilusiones que quizás acabarían rotas otra vez, por saber si podríamos tener una historia diferente.
Poco después me perdí en mis pensamientos y es ahora que mis pies se mueven rítmicamente, para llevarme entre la nieve hacia lo más alto de una montaña cercana al lago, al horizonte de la cabaña.
Había caminado mucho hasta llegar aquí, y como por arte de magia, él parecía estar ahí, entre los nuevos copos de nieve que aterrizaban en el alto relieve.
Amor mío, ¿cuánto has esperado?
Las lágrimas se arrebolaron en mi vista y tropecé por una raíz al querer avanzar, pero eso no me quitó la emoción de tener a mi YoonGi tan cerca luego de tanto tiempo. Avancé cada vez más lento, por la cantidad de nieve a mi alrededor hasta llegar a la punta de lo que luego noté, no era una montaña cualquiera, sino el mirador de Trolltunga. La nieve no dejaba ver bien, pero estaba a solo unos pasos y cuando estiré mi brazo hacia él mi tacto recibió una superficie fría, casi tanto como el clima del lugar.
No podía estar pasando de nuevo, ¿cierto? No, tenía que ser otra cosa.
Sin salir aún del shock alejé el cabello de mi rostro y limpié mis lágrimas secas que tan rápido como se fueron volvieron, al ver que lo que había tocado no era él, sino una roca con musgo que aún se conservaba intacto sobre la superficie.
Los regueros de agua salada comenzaron otra vez y podría jurar escuchar un crujido en mi interior, pero ya no me importaba. Al parecer nunca tendríamos nuestro reencuentro y acabé por confirmarlo cuando los primeros destellos rojizos aparecieron en el cielo, anunciando la medianoche.
El rojo reinó con mis lágrimas, el amarillo arribó junto a mis sollozos, tornándose verdoso en torno a mis gritos solitarios y horas después el azul acompañó para traerme la valentía que necesitaba.
La piedra estaba increíblemente cerca del borde del mirador, tanto que si me apoyaba contra ella podría inclinarme un poco y ver mi reflejo, otro poco y ver a la luna detrás de mí, otro poco y... contemplar la paz en los remolinos de color sobre mí.
Realmente siempre supe que esto podría pasar y nunca lo acepté. También sabía que mi felicidad era como una aurora boreal, porque duraba tan sólo unas horas, y ahora estoy aceptando que quiero ser como una aurora boreal.
Me siento completamente rota. Viva, pero sin una razón para vivir. Estoy aquí, en noruega, pero no es donde quiero estar. quiero estar con él, pero él ya no está aquí.
Quiero ir con él, pero no puedo llevar a mis niñas conmigo, porque somos él y yo, porque mis niñas aún no están aquí.
Siento la aurora en mí: Los matices rojos de la ira en lo más alto, las caricias de la amarillenta envidia a todos aquellos que pueden ser felices con su alma gemela vida a vida, lo verdoso de la angustia, que como un veneno, me intoxica de a poco y me lleva, me invade; y por último pero no menos importante, el azulado de la culpa por las cosas que he hecho en todas mis vidas antes de que mi ciclo acabara.
El show de luces comenzaba a mermar y yo estaba sentada contra la roca cubierta de musgo y balanceando mis pies descalzos, arrepintiéndome para que esta vez, pudiera anhelar el descanso.
Porque aunque no lo parezca, hay una gran diferencia en cómo seguirá el camino de cada alma:
Si una persona decide terminar con su vida, la diosa Luna, entenderá el deseo por no querer seguir y se llevará tu alma para limpiarla y hacer un pequeño milagro con ella, pero si quieres seguir viviendo y mueres por alguna otra razón, Diosa Luna dejará el alma reposando como mariposas que revolotean en su jardín, hasta que tu destinado fallezca y sólo entonces, ambos renacerán para reencontrarse.
Actualmente, ya no hay lágrimas cayendo, no hay lamentos ni gritos resonando en la nada misma, no hay luces del norte, casi no hay estrellas brillando, no hay nada... Nada excepto la diosa Luna y yo, más cerca que nunca en lo alto de este mirador lejano de todo pueblo, lejano de todo ruido, lejano de todo sentimiento.
En este lugar no hay nada y nada siento dentro de mí.
Pronto todo fue lo que vi por última vez a lo lejos en el paisaje y todo el viento que sentí en mi rostro al descender.
No hubo tiempo para seguir lamentándome, no hay tiempo para nada, sólo ser.
Con un ruido sordo me estrellé contra la superficie y con la misma velocidad que había ganado en la caída me sumergí en las aguas de ese lago. Este profundo lago que debería sentirse helado, y bajo el cual puedo respirar.
Parecía uno de los tantos cuadros de la galería real, los cuales la reina Solar usaba para hacerme viajar a contemplar todas las atrocidades que hice y los finales de mi —algunas veces— prometido.
Pero un cuadro no se sentía real. Este panorama era dinámico, cambiante y colorido. Era feliz, o me parecía feliz.
Me aventuré un poco al fondo de ese algo, encontrando bellezas y no tanto. Detalles que a otras personas llenarían de regocijo, pero no a mí.
Y como si la luna oyera mis pensamientos, su brillo cegador fue haciéndose paso entre el leve oleaje de mi andar hasta alcanzarme, envolverme y llevarme consigo.
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~Dedicado a _colorfultears
Espero lo hayas disfrutado
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Ꮀ Ꮎ Ꮢ Ꭼ Ꮙ Ꭼ Ꮢ
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Montaña, aurora, lánguido,
desesperación, luna
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