Parte 1
Abrió sus ojos con calma. Se miró largo tiempo en el espejo que había al final de aquel gran, y a sus ojos, ya inservible placard confeccionado para dos, en madera de roble delicadamente tallado.
Se observó un poco. Estaba mas delgado, no hasta sus huesos pero no podía negarle a nadie su evidente perdida, tanto de peso como de algo de masa corporal.
Suspiró totalmente agotado cuando sintió algo caer al suelo, en la planta baja de su hogar. Miró sobre su hombro, esperando que llegará pero nadie se apareció. Algo ofuscado, tomó una camisa de entre las perchas y solo con eso bajó a ver lo que sucedía.
Se apoyo en el marco de la puerta de la cocina y observó la eterna secuencia de los domingos en la mañana.
-¿Qué significa esto?
El rubio se dió media vuelta e hizo una extraña gesticulación con su mano derecha, que se encontraba empapada de esa viscosa mezcla de desayuno.
-¿Y bien?
-Pues son las 9 de la mañana y estoy en la cocina, así que supongo que estoy haciendo el desayuno. Mira, a la avena le puse trocitos de chocolate y pasas, y a las tostadas francesas les puse canela.
Camus se extrañó y arqueo una ceja ante demasiada confusión.
-¿Pasas y canela? A ti no te gustan.
-Pero a ti si, mi sensual tomatito, además de que... Esto es un sueño que tiene que ser perfecto para que te despiertes un poco feliz.
-Pues será todo lo contrario y lo sabes.
Se abrazó fuerte a su rubio, en un acto muy impulsivo y poco propio de él, pero ya que mas daba.
Milo le correspondió ese tan necesario cariño, pero algo estaba mal... El cuerpo del rubio estaba frío.
Muy frío.
Tanto que podía sentirlo por sobre la ropa que ambos traían.
Al darse cuenta de eso, Camus se separó de él, Milo lo entendió y regresó a su labor.
El pelirrojo se sentó en una banca cerca de la mesada y se quedó viendo a su esposo.
-Aun no saben quien te mató.- Dijo directo y frío, cortando el silencio.
-Lo se.
-No parece molestarte.
-Y tu pareces bastante molesto.- Se le escapó una pequeña risita al decir eso.
-¡Te asesinaron Milo! ¡Un hijo de puta te apartó de mi lado de la manera mas horrible que pueda existir! ¿¡¿Cómo no quieres que este molesto!??
Milo quiso volver a abrazar a Camus pero este rechazó por completo ese gesto. No quería sentir frío en lugar de ese calor que amó durante años y que siempre le llenó el alma.
-¿Quién lo hizo? Tienes que saberlo. Tienes que decirme.
Los ojos del galo se llenaron de lágrimas pero Milo no hizo nada para que dejara de llorar, ya que sabía que le haría bien eso, aunque solo fuera un sueño.
-No lo se, Cam.- Dejó salir en un susurro. -Yo solo soy un recuerdo de un domingo en la mañana. No soy aquél Milo que perdió la vida hace casi un mes atrás.
-Necesito saber quien lo hizo, y cuando lo sepa voy a hacerle algo peor de lo que te hicieron a ti.
-Camus que ni se te ocurra.
Una voz dura y áspera que jamás escuchó de su blondo amante, le erizo la piel y le dió un tanto de pánico.
-No manches tus manos ni te rebajes a su nivel, Camie.- Sin siquiera pensarlo ni darle tiempo a algo, pegó sus labios a los de Camus y lo beso con devoción y amor. Camus lo siguió ya que esos labios si tenían aquel calor que añoraba mas que a nada. -No lo hagas amor, por favor.
-No me dejes.- Le susurró dolido y con los ojos nuevamente bañados en lágrimas.
-Siempre estaré a tu lado.
Unieron sus labios una vez mas, pero cuando Camus abrió sus ojos se encontró a si mismo en la cama que antes compartía con Milo y ahora debía ocupar solo él.
Con pereza se salió de la cama y se fue directo a la ducha.
Antes su apariencia era lo que mas cuidaba, pero ahora todo le daba igual. Ya nadie venía a verlo tan seguido como pasaba cuando Milo vivía.
En esos tiempos, la casa rebosaba de vida. Amigos tanto de su infancia como aquellos que conoció en la universidad, estaban siempre presentes y llenaban de murmullos y risas la sala y la cocina desde temprano en la tarde hasta ya casi la madrugada.
Pero ahora ya ninguna de esas personas ponían un pie ni en la vereda de su casa.
Su ducha no duró mucho. Tan solo unos 5 minutos o menos pero tenía, a sus ojos, cosas mas importantes que hacer que bañarse.
Salió del baño, se puso la misma ropa que usó el día anterior y ya después fue calmado a la cocina, en donde el corazón le dolió al recordar su sueño. Por un momento, algo egoísta para él, deseó caer en un profundo sueño y jamás despertar.
Si esa era la única forma de estar con su Milo, pues lo aceptaría.
Mas luego recordó que tenía algo mucho mas importante que hacer que caer en coma eternamente, y pensando en eso, se sirvió una taza de café negro, amargo y demasiado caliente y sin mas que eso en sus manos, se fue a su estudio.
Había permanecido allí todos los días desde el episodio.
Ese estudio, donde cabían mil historias entre él y Milo, ahora se opacaban por la tristeza, la oscuridad, el polvo y la suciedad.
Tomó asiento frente a sus dos únicas y enormes pizarras de acrílico, en donde poco a poco fue llenando con recortes de periódicos y copias del expediente policial sobre el caso de Milo.
Tuvo que extorsionar a varias personas pero finalmente lo consiguió.
Todos los días, veía una a una todas las fotos sacadas en la escena donde Milo fue hallado, incluso posaba sus ojos por largos minutos en aquellas fotos tomadas al cadáver de su rubio, y eso lo llenaba de odio y frialdad.
Esas cosas le daban mas determinación para vengarse.
Después de contemplar esa horrorosa imagen, pasó su visión a la imagen que mostraba un plano grande y completo del lugar del crimen.
Sin pensarlo, la arrancó de la pizarra y tomó una decisión.
Aunque la policía siguiera con la "investigación", sabía que tarde o temprano la abandonarían ya que parecía un crimen perfecto.
Pero para él no lo sería. Él empezaría a buscar la verdad por sus propios medios.
Y ese bosque apartado, sería el primer lugar al cual iría a buscar una respuesta.
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