No es nuestra culpa querernos tanto
Amarnos nunca será malo

Brasil

La carrera había sido nefasta. El mal clima, los neumáticos, el auto... el jodido auto.

Todo parecía un sabotaje. Para el mexicano, era una total locura. Había quedado en la posición 11. Ya de por sí, el año no pintaba nada bien, esto era peor.

Checo se fue furioso, sin querer hablar con nadie, ni con su propio novio, Max, quien para ese punto estaba celebrando, dándole un beso a su novia, Kelly. Parecían muy enamorados, pero si en realidad supiera lo que pasaba entre ellos, tal vez lo sospechara o tal vez no. No le interesaba eso.

Había fallado en México, su propio país, y ahora era Brasil. ¿Qué seguiría? ¿Las Vegas?

Max llegó detrás de él, iba a cambiarse ya que estaba empapado de champán por la celebración. A este paso, ya iba a ser tretacampeón. Solo faltaba Las Vegas y sería coronado.

—¿Qué te sucede, Checo? —preguntó Max, acercándose a él.

—Nada, solo no me siento bien —respondió Checo, sin mirarlo.

—Sé que no fue una buena carrera, pero confía en mí, todo pasará y estará bien —dijo Max, besando su frente y luego sus labios, donde estaba su pequeño lunar.

—Max... —dijo Checo, con una voz suave.

—¿Sí? —preguntó Max, mirándolo con curiosidad.

—¿Crees que es mejor que me salga de Red Bull? —preguntó Checo, con una expresión seria.

—Estás loco, Checo. ¡Claro que no! —exclamó Max,  abrazándolo fuerte, intentando calmarlo.

—Shh, mi amor, no llores. Todo va a estar bien. Yo estoy aquí para ti —dijo Max, acariciando su cabello.

Lo mismo había pasado en México. Pero  Max  lo  llevo a comer elotes para que se calmara. No había querido celebrar mientras no estuviera su "pecas" a su lado. La preocupación y el amor de Max por Checo eran evidentes en ese gesto.

Checo se aferró a él, sollozando en su hombro. Max lo sostuvo, dejando que se desahogara, y le susurró palabras de consuelo en el oído.

—Max, me siento un completo desastre, me llaman "calienta asientos", que choco, que no trabajo... , hago todo y mira —dijo Checo, con la voz temblando.

—No lo eres, Sergio. No lo eres —dijo Max, con firmeza—. Y si la prensa estúpida vuelve a empezar como el otro año de rumores sobre tu salida , le cerraremos la boca, incluso a los ingenieros si te siguen molestando. No te preocupes, vamos a seguir adelante.

Checo asintió y se quedó así, abrazado al amor de su vida, su destinado, su amor de vidas pasadas...

Cambiarse de escudería no estaría jamás en sus planes, a menos que algo verdaderamente lo ameritara. Pero Max le había dejado claro que solo sería equipo con él, no con alguien más, y eso lo hizo sentir más amado que nunca. La promesa de Max de estar juntos en la pista y en la vida era todo lo que Checo necesitaba para sentirse completo.