Y tú ya sabes de mí que soy una nube
Y yo ya sé de ti que eres un sauce

2021-

Hotel Abu Dhabi

Al llegar al hotel en esa pequeña habitación del ahora campeón del mundo, Max sacó una botella de champán y la sirvió en ambas copas que había pedido al hotel. Las había lavado muy bien para asegurarse de que estuvieran impecables para la ocasión.

Mientras vertía el champán, no podía evitar pensar en lo que había logrado. Había ganado el campeonato del mundo de Fórmula 1, y ahora estaba celebrando en su habitación de hotel con... con alguien especial.

Miró a Checo, que estaba sentado en el sofá, sonriendo. Max se sintió un poco nervioso, pero también emocionado. Esta era una noche que nunca olvidaría.

—Bueno, dejando a un lado las tontas entrevistas, quiero saber de ti —dijo Max, regresando con ambas copas.

—¿Por qué? —interrogó Checo, mientras Max le daba la copa y él agradecía.

—Quiero saber cuánto provecho le sacaré a mi nuevo compañero de Red Bull —dijo Max, sonriendo.

Checo se rió y negó con la cabeza. —Más bien al revés, güerito—dijo, sonriendo.

—¿Qué es... güerito? —trató de pronunciar Max.

—Te falta calle, demasiada —dijo Checo, riendo—. Es un mexicanismo para referirse a los extranjeros de pelo rubio.

—Que bueno que no aprenderé español —dijo Max, sonriendo—. Más bien tú tendrías que aprender holandés si quieres ganarte a mi gente.

—Sueñas mucho, Max —dijo Checo, riendo.

—Oye, es una ofensa —dijo Max, lanzándole un cojín a Checo, quien lo recibió en la cara y dejó la copa a un lado. Ambos comenzaron a jugar y a reírse.

Después de cansarse, ambos cayeron a la cama y mirando el techo comenzaron a hablar de sus gustos. A Max le gustaba Martin Garrix, un DJ de su mismo país, y Checo le gustaba Alejandro Fernández un cantante de música ranchera del lugar donde nació,  compartiendo el gusto por la música de su gente.

La comida favorita de Checo era el sushi, lo adoraba. Max, sorprendentemente, había dicho tacos al pastor. Checo miró un poco incrédulo y se burló de él, pero Max dijo que sí, que adoraba la comida mexicana, pero no aprendería su idioma.

Luego cambiaron a un tema más profundo...

—¿Qué sentiste al ganar la copa, Max?—, preguntó Checo.

Max suspiró.—Bien, supongo. Mi padre siempre me forzó a ser el mejor y  nunca ser el segundo lugar. Es...difícil lidiar con eso—.

Checo tomó su mano y le dio una suave caricia. —Conozco algo de tu historia, Max. Verdaderamente lo siento que tuviste un padre así. Creo que ni a mi peor enemigo le deseo eso.

Max volteó a verlo y asintió con una lágrima. —Gracias...

—No agradezcas, güero—, dijo Checo con una sonrisa.

—Ya no me digas güero—, fingió molestia Max, sonriendo.

Checo se rió y se acercó a Max, —Lo siento, Max. No quería hacer que te sintieras "incómodo".

Max se sintió cómodo, y se permitió relajarse por un momento. —No es nada, Checo. Solo es que...no estoy acostumbrado a que la gente sea amable conmigo—, dijo, su voz baja y sincera.

Checo lo miró a los ojos, y Max vio una profundidad en ellos que nunca había visto antes. —Yo soy amable contigo, Max. Porque no tengo rencor en mi corazón.

Max se sintió como si hubiera sido golpeado por un rayo. Nadie había dicho algo así antes. Nadie había hecho que se sintiera visto y oído de esa manera.

Se sintió vulnerable y expuesto, pero también se sintió libre. Libre de la carga de tener que ser siempre el mejor, libre de la presión de tener que cumplir con las expectativas de los demás. Se sintió libre de ser él mismo, sin miedo a ser juzgado o rechazado.