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Occupy

            Sayaka nunca fue muy buena para disimular. De hecho, era terriblemente mala para ocultar sus verdaderos sentimientos, emociones, sensaciones e intenciones.

            Cuando estaba avergonzada, a pesar de lo mucho que lo intentaba, sus expresiones y sus enrojecidas mejillas la delataban por completo.

            Cuando estaba feliz, su incontrolable sonrisa, el aura que la rodeaba  —la cual era muy brillante y parecía emitir una especie de resplandor dorado— expresaba aquella emoción que la embargaba.

            Cuando estaba triste, la oscuridad que la rodeaba y sus ojos llorosos eran algo casi imposible de ocultar.

            Si estaba molesta, lo demostraba mediante una fórmula muy sencilla: escapando de cualquier situación que se le presentara. Como cuando Yoshiko se ponía muy intensa con algo y ella, queriendo evitar una discusión, salía huyendo de inmediato.

            En resumen, Sayaka no era la mejor para ocultar lo que sentía, simplemente no podía mentirle a nadie. Sus palabras podían decir algo, pero su cuerpo la contradecía cuando llegaba el momento de la verdad.

            Así era ella, así era Sayaka Suminoe.

            Y, aún superando la mayoría de edad, todo lo ya mencionado permaneció igual.

            Pero, a pesar de lo obvia que podía llegar a ser la amable rubia, había personas que, aunque el lenguaje corporal de Sayaka superara sus límites y enviara señales tan ridículamente visibles, eran incapaces de entender que era lo que realmente sucedía con ella.

            Una de esas personas era, nada más y nada menos, que Yoshiko Hanabatake.

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            Hacía un tiempo que Sayaka había comenzado una relación con Ryuuichi. Y, esa noche, en casa de Sayaka —sólo estaban ellos dos—, a eso de las diez y treinta, mientras ambos prácticamente se comían a besos y aprovechaban de tocar todo lo que pudieran el uno del otro con manos inquietas y juguetonas, escucharon sonar el timbre con inusitada insistencia.

            Se trataba de Yoshiko.

            —¿Es la jefa? —Inquirió el rubio al darse cuenta de que solo había una persona capaz de llegar a esa hora y casi destrozar el timbre de esa forma—. ¿Por qué está aquí?

            —No lo sé... —murmuró la rubia con una, muy poco usual, cara de pocos amigos.

            De mala gana —de muy mala gana a decir verdad—, tuvo que quitarse de encima de Ryuuichi, acomodarse la ropa y dirigirse a la puerta con la buena disposición de atender a Yoshiko y no dejarla afuera como lo merecía.

            —¡Sayaka-chan! —Gritó la más tonta de su grupo, al tiempo que se le tiraba encima para abrazarla—. ¡Buenas noches!  ¡Creí que nunca me abrirías!

            —Buenas noches, Yoshiko-san. —Devolvió el saludo mientras correspondía el abrazo—. ¿Cómo crees que podría hacer algo así?

            ‹‹Ganas no me faltaron››, pensó la rubia, inconsciente de la venita que se le había marcado en su sien.

            —¡No era mí intención dudar de ti, Sayaka-chan! —Acabó de ingresar a la estancia mientras sonreía tontamente.

            Al ver a Ryuuichi cómodamente sentado en uno de los muebles del lugar, la expresión de Yoshiko cambió a una de sorpresa.

            —¡No puede ser! ¡Un tipo que nunca he visto en toda mi vida!

            —¡Soy Ryuuichi, jefa! —suspiró—. ¿Cuántos años llevamos conociéndonos?

            Yoshiko dudó un momento antes de responder.

            —Eh... No tengo ni la menor idea.

            —Increíble. —El rostro en blanco del rubio le sacó una pequeña carcajada a la joven de largas coletas.

            —Por cierto... —la mujer de rojizas orbes dirigió su atención a la rubia y puso los brazos en jarra, sonriendo tontamente—. ¿Interrumpí algo?

            La vena en la sien de la rubia pareció palpitar con mayor fuerza.

            —Oh, ¿cómo crees? —Sayaka sonrió aún más luego de responder—. ¡Para nada! No interrumpiste absolutamente nada, Yoshiko-san.

            —¡Fiu, menos mal!

            No pareció notar el pequeño tic en la ceja derecha de su amiga.

            —¡Bueno, a lo que vine! —Se despojó de la mochila rosa que llevaba en la espalda para luego depositarla en el suelo y abrirla con inusual cuidado—. Hace un rato, estaba viendo la televisión mientras comía una banana, cuando recordé algo... —extrajo un racimo de la ya mencionada fruta del interior del bolso y lo colocó en la mesa—. No les había dado a probar las últimas bananas que me había enviado Sato-san como agradecimiento por ayudarlo y colaborar con él en su nuevo proyecto.

            Sonrió ampliamente, extendiendo una banana a cada uno. El tic en la ceja derecha de la rubia se hizo un poco más intenso.

            —¿Éso era todo? —Preguntó Sayaka, mientras apretaba los dientes. A pesar de todo, aún sonreía—. ¿Viniste hoy, a ésta hora y en éste preciso momento, sólo para darnos bananas?

            —¡Así es! —Yoshiko no terminaba de caer en cuenta del peligro que corría en ése momento.

            Sayaka hizo todo lo posible por mantener la calma, respiró profundo y trató de relajarse. Meditó durante unos instantes lo que iba a decir.

            Eligiendo cuidadosamente las palabras que iba a emplear, de forma tal que no fuera a sonar tan brusca, molesta o algo así, Sayaka habló:

            —No es que no me importe, ni que no esté de acuerdo con esto, Yoshiko-san... —miró fijamente la banana que acababa de entregarle su mejor amiga—.Pero, ¿no pudiste esperar un poco y venir en la mañana? —Era increíble la cantidad de paciencia que Sayaka podía llegar a emplear para con Yoshiko—. Lo digo porque es muy tarde y, bueno, puede ser muy peligroso andar deambulando por las calles a estas horas.

            —¡No te preocupes por eso, Sayaka-chan! —Su mirada brilló con suficiencia—. ¡Vine por ustedes y eso es más que suficiente para no temer a nada ni nadie! —Levantó su puño, determinada— ¡Era muy necesario!!

            Ryuuichi comenzó a sudar frío ante la repentina oscuridad que envolvía a su novia.

            —Pero, igual sería peligroso salir a estas horas a las calles... —opinó Sayaka, tomando una banana y retirando su cáscara con rapidez—. Gente peligrosa hay en todas partes, y más si interrumpes ciertos momentos. —la malicia en sus palabras no fue detectada por la tonta favorita de todos—. Nunca sabes cómo puedes reaccionar alguien molesto ante una interrupción.

            Luego, desviando la mirada un momento en dirección al rubio, introdujo con mucha lentitud la pálida fruta en su boca. Sus castaños, oscurecidos y sugerentes ojos chocolate, no se despegaban del Ryuuichi que, parado a un lado de Yoshiko, comía una banana con despreocupación.

            —¿Por qué lo dices? ¡¿No me digas que sí interrumpí algo aquí...?!

            —No,no, Yoshiko-san. —Sayaka movió las manos con energía para enfatizar sus palabras—. No dije eso, sólo fue un caso hipotético.

            —¿Hipo... qué? —La observó un momento—. Sayaka-chan, comes las bananas de una forma muy extraña.

            —¿Ah, sí? —Puso su mejor cara de inocencia—. No lo había notado, Yoshiko-san. —sonrió—. Siempre las he comido así.

            —Es una manera incorrecta. No se comen así, ¿crees que es una paleta o algo? No se gastará porque la chupes. Es más simple morderla y ya, ¿no crees?

            —Lo siento mucho... —sonrió—. Es que el tipo de banana al que estoy acostumbrada a consumir se come de ésa forma.

            Al escucharla, Ryuuichi casi se atraganta con la banana que comía en ése momento. ¿Qué diablos?

            —¿Uh? —Yoshiko se cruzó de brazos con una expresión de confusión plasmada en su rostro—. ¿Qué clase de banana se chupa y lame antes de comerla?

            —Una muy especial. —Fue la simple respuesta por parte de la más baja—. Por cierto, Yoshiko-san... Eh... ¿Por cuánto tiempo te quedarás? Me imagino que tendrás otras cosas que hacer.

            —¿Irme? ¿Yo? ¿A dónde? —Preguntó—. ¿No estás viendo la hora? —Le señaló con la mirada el reloj que colgaba de la pared.

            Sayaka la miró con una expresión vacía.

            —¿Cómo?

            —¡Que ya es muy tarde para irme!

            Otros segundos de incómodo silencio y mirada fulminante.

            —¿Dónde quedó todo eso de que nadie podía contigo? —Sin notarlo, su voz fue adquiriendo un tono áspero y cargado de ligera hostilidad.

            —¡Por esta vez, escucharé tú consejo y no saldré más hoy! —Levantó el pulgar con energía—. ¡Me quedaré con ustedes lo que queda de noche!

            —Oh, no... —murmuró el rubio, quién no había participado en toda la conversación.

            ¿La razón de estas palabras?

            Simple, ahora Sayaka estaba realmente furiosa. Desde que Yoshiko llegara al departamento, interrumpiendo lo que estaban haciendo y trayendo sus tonterías, su novia había estado intentando mantener la calma, buscaba eliminar la hostilidad que amenazaba con invadirla por completo.
Y Yoshiko no se la estaba poniendo fácil.

            —¿Qué? —preguntó la anfitriona con voz de ultratumba.

            Nada de eso correspondía a la Sayaka de siempre.

—Amor... —Ryuuichi la tomó por los hombros desde atrás. Yoshiko los miró confundida.

            —¿Pasa algo?

            —Yoshiko-san... —en ése momento, el aura asesina que rodeaba a Sayaka creció rápidamente—. ¡Tú...! —en un último movimiento desesperado, su novio le tapó la boca con su mano derecha, impidiendo soltar cualquier palabra hiriente, grosera o rara para Yoshiko.

            —¿Alguien me puede explicar qué...? —La pregunta no llegó a ser completada debido a que fue interrumpida por el insistente ruido, el cuál era producido por el móvil de Yoshiko—. ¡Denme un instante, por favor! —Se apresuró a atender al ver quién llamaba.

            Luego de una pequeña conversación de, aproximadamente, cinco minutos, la mujer de cabellos naranjas se apresuró a volver junto a sus amigos.

            —¡Lo siento mucho, Sayaka-chan, Ryuuichi-san! —Hizo una apresurada reverencia, tomó la mochila rosa repleta de bananas que había traído, dejó unas cuantas en la mesa, abrazó a sus amigos y salió disparada hacia la puerta—. ¡Akkun me necesita!

            Y, de ésa forma, tal como había llegado, así mismo se había ido.

            —Se fue... —murmuró el rubio como si nada. Tomó otra banana y empezó a comerla—. Bueno, tengo sueño y ya es algo tarde.

            —¿Tarde para qué? —No lo había notado, pero, de repente, su novia lo miraba como a uno de esos bocadillos que ella adoraba comer. Y que nunca dejaba pasar por alto.

            Había hambre y deseo en su mirada chocolate.

            Ante la imagen, Ryuuichi sólo atinó a retroceder unos dos pasos.

            —¿A dónde crees que vas? —Y, sin darle tiempo a nada más, Sayaka le saltó encima y atrapó sus labios con los suyos con la intención de saborearlos y continuar, a muy buen ritmo, lo que la tonta de Yoshiko había interrumpido con su inoportuna visita.

Fin

            Notas Finales: Algunos dirán que el comportamiento de cada personaje difiere mucho de la obra original o algo así. Pero, deben entender que las personas cambian un poco ante el paso del tiempo y que todo tiene un límite.

            Incluyendo la paciencia de nuestra querida Sayaka, la cual supera la mayoría de edad en esta historia :3

            Reconozco que tal vez Yoshiko estuvo muy inocente en esta historia, pero era necesario para la trama :v

            En fin, con esto, concluyo esta serie de One Shots sobre ésta bonita pareja.

            Muchas gracias a quienes se tomaron un tiempo para leer ésta pequeña obra, a los que votaron y a los que se animaron a comentar. ¡Gracias, de verdad gracias!

            ¡Se les quiere y hasta la próxima!

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