Lenguaje Corporal
Kurosaki Ryuuichi era un chico lento, muy lento en lo que a desenvolvimiento mental se refiere.
Para nadie era un secreto que uno de los tantos defectos que el tonto rubio poseía era ser muy poco observador. No solía notar con facilidad algunas cosas que, para muchos, eran consideradas un poco demasiado evidentes.
Como el hecho de que estaba perdidamente enamorado de Suminoe Sayaka.
Para poder darse cuenta de sus propios sentimientos fue necesaria la intervención de Akutsu Akuru, quién al verlo un día recostado en uno de los tantos bancos del amplio patio del instituto, con la mirada perdida en algún punto del cielo, el rostro moteado con un tenue rosa y con la frente perlada de sudor, no tuvo más remedio que acercarse y preguntarle qué demonios le sucedía.
Luego de explicarle a su amigo peliazul que cuando estaba cerca de Sayaka se sentía mareado, nervioso, sudaba mucho, que percibía las típicas mariposas en el estómago y otra larga —además de variada— lista de obvios síntomas de enamoramiento, Akkun —dándose un sonoro golpe en la frente— pensó que, a pesar de no esperar nada de un idiota como ese, de igual forma conseguía decepcionarlo bastante.
—¿No será que Sayaka-chan tiene algún tipo de virus que sólo me afecta mí? —Preguntó el rubio unos instantes después de explicarle a su amigo todo lo anterior mencionado.
Akkun casi suelta una carcajada —lo cuál era cosa rara— ante semejante ocurrencia.
—No se trata de ningún virus, idiota —lo señaló con el dedo mientras hablaba—. Lo que realmente pasa contigo es que estás enamorado. Mejor dicho, estás perdidamente enamorado de Sumino —fue su respuesta, sonando como si fuera lo más obvio del mundo. Y era así, realmente.
Ryuuichi ladeó la cabeza.
—¿Enamorado? ¿Yo?
—No, el yoyo. —Bufó—. Por supuesto que tú —señaló—. Estás enamorado de Sayaka-chan, imbécil.
La afirmación de su amigo lo dejó anonadado por un buen rato. Vaya, ¿cómo era que no se había dado cuenta de algo tan obvio? Éstas y otras preguntas inundaron su ya cansada mente, provocando que cayera en un muy poco usual estado meditabundo.
Tras unas horas meditando al respecto, acabó por convencerse de que si estaba perdidamente enamorado de la pequeña rubia.
Ahora el problema era saber si ella sentía lo mismo por él
Pero, ¿cómo saber si el sentimiento era mutuo?
Según su lógica, no había prueba alguna que demostrara que lo que sentía era recíproco. Debía observar con cuidado y buscar esas pruebas de que la chica se sentía igual con respecto a su persona.
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Un día, mientras caminaba por los pasillos de su instituto, con aire distraído, ya que todavía pensaba en qué haría para saber si era correspondido —pensamientos que no lo llevaban a ninguna parte, cabe aclarar—, escuchó como alguien pronunciaba su nombre a unos cuantos pasos detrás de él. Se giró rápidamente, para encarar a la persona que lo buscaba, sintiéndose repentinamente embargado por una oleada de buen humor al saber ya de quién se trataba.
—¡Ryuuichi-san! —Llamó la joven rubia que nunca abandonaba los pensamientos del más alto.
—¿Si, Sayaka-chan? —Contestó el con una sonrisa tonta. Ella titubeó al tenerlo al frente y con su atención puesta totalmente en ella. No podía evitar sentirse algo intimidada por su presencia.
—Me preguntaba si... —empezó a jugar con sus dedos, cosa que le pareció adorable al chico que tenía enfrente—. Etto... ¿Más tarde, luego de clases, podríamos ir al parque un rato?
El corazón de Ryuuichi, que ya de por sí se hallaba algo agitado desde hacía unos segundos por culpa de esa pequeña, dio un vuelco, latiendo con más fuerza ante la emoción que lo llenaba.
—¡Claro! ¿Por qué no? —Ni siquiera sabía por qué ella preguntaría algo así. Era más que obvio que podría acompañarla hasta el infinito y más allá si se lo pidiera.
Tras despedirse, y habiendo acordado verse más tarde, el chico pensó —desanimado— que definitivamente no había nada que le demostrara que esa chica podría llegar a sentir lo mismo por él.
Definitivamente, era más tonto de lo que muchos pudieran llegar a pensar.
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—¡Ryuuichi-san! —Sayaka se acercó al mencionado tan rápido como podía, pero sin correr.
—¿Qué ocurre, Sayaka-chan?
—¡Hice este dibujo! —Le acercó una hoja dónde podían verse dibujados alrededor de diez perritos. Todos jugando, caminando o saltando.
Sin embargo, el rubio notó que había dos de ellos que no hacían lo mismo que el resto de sus hermanos. Porque sí, Ryuuichi había llegado a la conclusión de que esos cachorros eran todos hermanos.
Curiosamente, los dos perritos —situados justo en el medio de todos— eran de color amarillo, se encontraban uno al lado del otro y ambos a su vez estaban rodeados por un enorme corazón rojo.
El enorme músculo estaba dibujado con crayolas en su totalidad. Debido a un lazo rosa que llevaba pintado uno de ellos en torno a su peludo cuello, el rubio pudo diferenciar a la que debía ser la hembra del macho.
—Te quedó muy bien, Sayaka-chan.
—¡Muchas gracias!
—Por cierto, ¿estos perritos amarillos tienen nombre? —preguntó, señalando a la pareja de canes de inusual color. Sayaka enrojeció como reacción a su consulta.
—Etto... —se removió en su sitio, desviando la mirada y enrojeciendo un poco en el proceso—. Jejeje, el macho se llama "Ryu" y la hembra "Sayak".
—Oh —fue lo único que se le ocurrió decir—. Pues, te quedaron muy lindos.
Conversaron un rato más acerca de pintura, perritos y otras misceláneas.
Luego se despidieron y cada quien se fue por su lado. Mientras se alejaba de su crush, la mente de Ryuuichi comenzó a moverse de nuevo.
‹‹No, no, no y no››. Mientras pensaba y repensaba, no llegaba a nada. Tras unos minutos, llegó a la conclusión de que se hallaba mentalmente exhausto. De ninguna manera esa chica podría fijarse en alguien como él.
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—¡Ryuuichi-san! —Exclamó Sayaka, dando saltitos en su dirección—. ¡Me enteré que abrieron una nueva heladería por aquí cerca!
—¡Eso es genial!
—Opino lo mismo —sonrió ampliamente y, unos segundos después, sus mejillas se colorearon de un suave rosa pastel—. Uh, después de clases, ¿me acompañarías?
—¡Claro que sí, Sayaka-chan! ¡Estaré realmente encantado de acompañarte!
Y todavía no conseguía evidencia alguna —según él— de que la rubia estuviera sintiendo lo mismo por su persona.
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—Etto... ¿Ryuuichi-san? —llamó la más bajita del grupo con algo de nerviosismo y sin despegar su tierna mirada del suelo.
—¿Qué ocurre, Sayaka-chan? —Quiso saber, se encontraba igual de nervioso.
Por alguna razón, Sayaka se veía más linda que nunca. No entendía por qué ocurría, si llevaba su uniforme de siempre. Aunque, tras observarla un poco mejor, notó —sin saber que era lo que había notado exactamente— que había algo diferente.
—Solo quería pedir tu opinión. —Las palabras salían con más dificultad de la que le hubiera gustado— ¿Cómo se me ve? —Con sus dedos tanteó con suavidad la diadema que llevaba puesta; era de color azul, con pepitas brillantes de color rojo incrustadas en ella.
Kurosaki no pudo evitar enrojecer aún más ante la imagen.
—T-te ves muy bien, Sayaka-chan —ante esto, ella levantó la mirada y lo miró directamente a los ojos mientras sonreía.
—¡Muchas gracias, Ryuuichi-san!
Esa misma tarde, una vez libre del instituto, el chico casi se jala los cabellos a causa de la desesperación que sentía.
¿Cómo demonios iba a saber si su amor era correspondido? ¿Cómo debía hacerlo? ¿Había alguna especie de truco? ¿Acaso ella tenía que decirlo? ¿Era algún movimiento? ¿O acaso él...?...
—¿Y ahora qué pasa? —Interrumpió sus cavilaciones Akkun, acercándose a él con curiosidad.
Daba la impresión de que, en cualquier momento, la cabeza del ex delincuente acabaría echando humo por el tan poco acostumbrado esfuerzo mental que hacía.
—¡Akkun, eres justo a quien necesitaba ver! —el rubio se levantó de un salto para después tomar por los hombros a su amigo y sacudirlo un poco.
El peliazul se le quedó viendo con el rostro en blanco.
—¿Por qué siempre tengo que atraer a gente tan extraña?
—¿Eh?
—Nada, nada. —Suspiró—. Dime ¿Que necesitas?
—Bueno, estaba pensando...
—¡Milagro!
—¿Qué?
—Nada, continúa.
—Como decía —prosiguió—. Así como me ayudaste a darme cuenta de lo que sentía por Sayaka-chan, ahora necesito que me ayudes a saber si ella me corresponde.
Akkun lo miró cómo si se tratara de un bicho raro.
—¿Qué?
—¡Si¡ ¡Es que no sé cómo poder averiguar si yo le...!
—Es un chiste, ¿cierto?
—¿Cómo?
—¿Es enserio? —Akutsu lo miró con desdén—. ¿Acaso eres tan ridículamente tonto y lento como para no darte cuenta?
—¿Darme cuenta de qué? —por un instante Akutsu tuvo la impresión de ese sujeto intentaba vacilarlo, verle la cara de idiota.
Pero, al ver su tonta expresión, algo salpicada por una ligera preocupación y su más que evidente confusión, llegó a la conclusión de qué no sabía nada y que no estaba bromeando y —lo más importante— que era un idiota nivel superior.
Debía relajarse y hablar con la mayor tranquilidad posible.
Intentaría decírselo de la forma más sutil y menos violenta posible. Sería muy calmado, el no tenía la culpa de ser un completo imbécil.
—¡Sayaka está perdidamente enamorada de ti y tú no te das cuenta! —gritó Akutsu.
Ryuuichi se quedó muy quieto y su cerebro intentó procesar lo que acababa de decirle su amigo.
—¿Ah?
—Sí, pedazo de animal —prosiguió el peliazul con su ‘’amable’’ discurso—, Sayaka te quiere, está tan enamorada de ti como tú de ella. Demonios. ¿Es que no sabes lo que es lenguaje corporal?
—¿Len-qué?
—Lenguaje corporal, cuando alguien te expresa… —de repente Akkun recordó con quién estaba hablando y sacudió la cabeza—. Olvídalo, ¿no has visto algún tipo de comportamiento en ella que demuestre que está enamorada de ti? No lo sé, una invitación, un detalle... ¿Una mirada? —se rascó a la cabeza sin saber qué más decir para que lo entendiera de una buena vez— ¿Algo así?
Ryuuichi volvió a quedarse muy quieto y en silencio.
Ahora su mente trabajaba nuevamente. Estaba haciendo memoria.
Fue entonces que lo recordó.
¡Claro! Ahora todo tenía sentido. Las invitaciones, la necesidad de obtener la opinión personal del rubio sobre algo con respecto a su apariencia; sus gestos, su comportamiento general hacia él en las últimas semanas. Todo indicaba que ella le correspondía.
—¡Demonios!
—Parece que ya caíste en cuenta de todo, ¿eh? —Akutsu parecía divertido.
—Sayaka-chan... —Apretó los puños, entendiendo todo lo que estaba pasando— ¡También le gusto!
—Sí, bueno. —se encogió de hombros, satisfecho—. Ya terminé aquí. Me voy...
—¡Espera, Akkun! —Lo detuvo— ¿Y ahora qué hago?
Muy bien, había sido muy paciente con él. Adiós tranquilidad.
—¡¿Eh?! ¿Qué qué es lo que vas a hacer? —el rostro de Akuru enrojeció ¿Era en serio?—. ¡Yo te diré lo que harás! —Lo tomó por el cuello de la camisa con violencia—. ¡Escúchame bien, vas a ir allá y le dirás todo lo que sientes por ella, cuánto la quieres y todo eso...! —Tenía el ceño fruncido y una venita hinchada en la frente—. ¡En resumen, te le vas a confesar inmediatamente!
—S-si, Akkun.
—¡No quiero verte por aquí hasta que lo hayas hecho! ¡Vamos, lárgate ya, imbécil! —Lo soltó sin un mínimo de delicadeza para después darse la vuelta y seguir su camino.
Apenas se vio libre, el rubio se fue corriendo a cumplir la orden de su amigo.
Akutsu lo miró alejarse y suspiró. Al menos ya no tendría que estar aconsejando a ese bueno para nada. Ya estaba listo y, todo lo que ocurriera de ahora en adelante dependía del.
Ya se había librado de esa molestia llamada Ryuuichi Kurosaki.
¿O no?
Fin
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