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Aparentemente

            Estaba científicamente comprobado que, a diferencia de lo que muchos creen, las personas calladas, recatadas, o sencillamente introvertidas, cambiaban por completo al entrar en confianza con algunas personas.

            Pasaban de ser algo reprimidos a muy parecidos a una persona extrovertida.

            En el caso de Sayaka, era muy diferente. Ya que, tanto con Yoshiko, Akutsu, Fuki, Inui y las "Gals", ella nunca demostraba cambio alguno en su forma de actuar.

            Era tranquila, precavida, siempre evitando hablar más de lo necesario, o evadiendo toda participación en algún tema que pudiera ser un ‘’campo minado’’.

            No era muy descabellado, ya que siempre hay temas que deben omitirse para evitar conflictos o entrar en innecesarias polémicas.

            Así era ella, así era Sayaka Suminoe.

            O, al menos, eso era lo que había estado pensando nuestro buen amigo Ryuuichi, hasta éste día.

            El día en que su forma de apreciar el usual comportamiento de la rubia sufriría ligeros cambios.

            No sabía por qué, pero, desde el primer momento en el que el sol asomara su brillante e incandescente rostro en el horizonte, el rubio había empezado la mañana con la imperiosa necesidad de confesar sus sentimientos a su amiga rubia.

            Apenas tuvo la oportunidad, tras localizarla y acercarse a ella, la citó en un lugar bastante privado del instituto y, finalmente, se confesó.

            Eso había ocurrido hacía tan sólo unos dos minutos, y aún seguían besándose con la misma energía que al principio.

            Porque, pasados unos pocos segundos desde que se confesara, Sayaka, sin pensarlo mucho, se había lanzado a besarlo.

            Aferrada a él, y apenas respirando, la rubia no podía romper el contacto de sus labios con los ajenos por más de unos pocos segundos.

            Era como si ella tuviera aquellos sentimientos muy reprimidos y hubiese estado aguardando, muy pacientemente, a que Ryuuichi le diera alguna señal de que le correspondía. Y, de ésa forma, poder dar rienda suelta a sus bien escondidos impulsos.

            De hecho, así era.

            Ella misma se lo hizo saber:

            —Tardaste...mucho... Ryuuichi-san —murmuró ella, haciendo acoplo de un notable esfuerzo. Ése era uno de los pocos momentos que se habían tomado para respirar.

            —Lo...siento... mucho, Sayaka-chan... —fue lo único que atinó a decir como respuesta a lo manifestado por ella.

            —Oh, no,no.  Eres tú quien debería disculparme, Ryuuichi-san~. —lo miraba fijamente con sus oscuros ojos chocolate—. Mira que besarte, así tan pronto, no es algo que se vea muy bien... —a pesar de sus palabras, y de que él no era el más perceptivo del mundo, el joven de doradas hebras pudo apreciar que ella no estaba del todo arrepentida o siquiera apenada por sus acciones.

            Algunos introvertidos pueden cambiar radicalmente su comportamiento cuando adquieren la suficiente confianza para ello.

            En cambio, las personas más cerradas, más pacientes, las que suelen afrontar lo que sea y soportar todo con una sonrisa, pueden llegar a reaccionar de una forma bastante inesperada ante ciertos eventos, estímulos o situaciones, ante las cuales se les llegue a presentar la oportunidad de liberar una determinada carga.

            Eso lo aprendió Ryuuichi Kurosaki aquél día, cuando entendió que Sayaka Suminoe tenía, como cualquier otra persona, deseos ocultos que pugnaban por salir.

            Que si no los demostraba, era gracias a su enorme aguante y voluntad, desarrollados por el hecho de soportar constantemente a todas y cada una de las locuras de su amiga Yoshiko. Siempre sonriente, amable y paciente.

            Y que, además, fue  también por su tardanza para declararse que estos deseos habían estado creciendo día a día, derivando en su inesperado comportamiento que, a decir verdad, tampoco le molestaba.

            Siempre ocultándolos, siempre con amabilidad y siempre con una tímida sonrisa, Sayaka aguantaba las ganas de estar con él todo el tiempo.

            Aún faltaba un poco para que acabara la hora del descanso. Debían darse prisa y aprovechar al máximo antes de retomar las clases y tener que separarse obligatoriamente horas.

            Con esto en mente y sin perder más tiempo, reanudaron su recién estrenada sesión de besos.

Fin

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