Ángel
—¿Qué es éso, Yoshiko-san? —Preguntó la pequeña rubia con curiosidad, sin dejar de mirar la caja que su amiga tenía entre manos.
Ese día, Akutsu había decidido quedarse estudiando en la biblioteca después de clases.
En el camino de vuelta a sus hogares, Yoshiko, Sayaka y Ryuuichi se habían topado con una tienda que tenía un enorme y vistoso cártel encima.
Se trataba de una tienda de disfraces.
Sin perder tiempo, la más tonta del grupo entró y, luego de unos minutos dentro, salió con una caja de cartón blanco en sus manos.
—¡Je,je! ¡Apenas lo vi, de inmediato pensé en tí, Sayaka-chan! —Declaró ella con su característico entusiasmo.
La más baja parpadeó.
—¿Eh? —Un pequeño temor nació en ella—. ¿Para mí?
—¡Sí! ¡Vamos a tu casa para que te lo pruebes!
—¿A mi casa?
—¿A su casa? —Preguntó el rubio tan confundido como la rubia.
—Pe-pero, ¿no ibas a buscar a Akkun? —Sayaka intentaba de escapar de lo que sea que ella tuviera en mente.
—¡No importa, mi Akkun nunca me sería infiel! —dijo con orgullo —¡Vamos,vamos, vamos, vamos...! —Tomó a la pequeña por la muñeca para después comenzar a correr, arrastrándola en el proceso—. ¡Tú también, Ryuuichi! ¡Seguro que te va a gustar! —Esto último lo dijo con una voz pícara.
Ambos rubios enrojecieron.
—¡Entendido! —Y corrió detrás de ellas.
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—¡Relájate ya, chico desconocido! —Exclamó Yoshiko ante el nerviosismo de su discípulo.
—¡Soy Ryuuichi, jefa! —Corrigió para luego quedarse muy quieto en su sitio, justo como llevaba haciéndolo desde hace unos minutos.
Estaban en la mansión de los padres de la rubia.
Ambos se hallaban sentados en uno de los sofás de la sala mientras Sayaka, algo apenada y resignada, se probaba el disfraz que Yoshiko le había comprado.
Desde su llegada, el rubio se había quedado inmóvil en su sitio, muy derecho, con las manos empuñadas y puestas encima de sus rodillas.
—¡Vamos a prepararnos! —La chica sacó una videocámara de quién sabe dónde—. ¡Este momento debe quedar grabado para la posteridad! —Pulió la lente con la manga de su chaqueta de uniforme— ¡Te va a encantar, chico que nunca he visto en mi vida! —Le dio un suave codazo al rubio, quien tembló ligeramente.
—¡Que soy Ryuuichi, jefa, y solo estoy aquí porque usted me lo pidió!
—Sí, sí, claaaaaaro. —Casi podía palparse la ironía en su voz.
Quedaron en silencio unos segundos.
—Por cierto... —Empezó Kurosaki— ¿Que disfraz le compró a Sayaka-chan? —Trató de disimular su interés, fracasando en el proceso.
Era muy obvio que estaba interesado.
Yoshiko lo miró un momento con su tonta expresión cuando, de la nada, ésta cambió súbitamente a una astuta. Sonrió con malicia.
—Espera y verás. —Sus ojos carmesí brillaron con intensidad— Sólo te diré que… va muy bien con su forma de ser —el rubio solo asintió.
Mientras esperaba no pudo evitar pensar de qué tipo de disfraz se trataba. Habían muchas cosas que iban con la personalidad de ella, con su forma de ser.
Ella era muy linda, eso abre muchas posibilidades. Lastimosamente, no se le vino nada a la mente.
Trató de pensar con un poco mas de esfuerzo, estrujar su cerebro para conseguir respuestas fue su nueva tarea y trató de hacerla costara lo que costara.
Ella era muy dulce.
¿Un disfraz de golosina tal vez? ¿Algodón de azúcar? ¿Una piruleta? ¿Un caramelo?
Sacudió la cabeza, estaba empezando a dolerle.
Ella era muy tierna. ¿Un disfraz de peluche? ¿Un gatito? Su cara empezó a enrojecer nuevamente, pero, no era por emociones.
Su enrojecimiento era debido al esfuerzo mental que estaba haciendo.
Yoshiko dio un respingo al notar que algo empezaba a quemarse en la psique del ex delincuente; a la par con una enorme cantidad de humo que despedían sus oídos, todo esto como producto del desacostumbrado uso de su cerebro.
—¡Chi-chico desconocido! ¡¿Estás bien?! —Gritó mientras lo sacudía con fuerza. El rubio parecía estar próximo a desmayarse en cualquier momento.
<<¿Cuál era ese condenado disfraz?>>
Esa era la pregunta que estaba provocando aquel cortocircuito en su cabeza.
El hilo de sus pensamientos fue cortado por el sonido de una puerta abriéndose, dándole descanso a su agotada mente.
Finalmente, Sayaka había terminado de cambiarse.
Ingresó lentamente al amplio salón con pasos algo torpes debido a la vergüenza que sentía en ese momento. Con el rostro enrojecido, y mirando hacia cualquier parte que no fuera a los presentes, se plantó frente a ellos.
Ambos enmudecieron ante la vista.
Llevaba una túnica blanca que le llegaba un poco más abajo de las rodillas. Podían distinguirse un par de alas de un tono amarillo pálido sobresaliendo de su espalda y, finalmente, sujeta a una pequeña varilla para poder sostenerla en su sitio y que diera la impresión de que pendía sobre su cabeza, una aureola brillante a causa de la escarcha dorada que la cubría era lo que completaba todo el conjunto.
Llevaba un disfraz de ángel.
Decir que se veía linda era poco, estaba hermosa. Kurosaki no pudo evitar quedarse embobado, —más de lo que ya era— mirándola. Sentía que su cara estaba ardiendo. Sí, de verdad que Yoshiko supo hacer su jugada esta vez.
Sayaka sintió la intensa mirada del chico sobre ella y no pudo evitar que su nerviosismo incrementara.
—¡Qué linda!—Gritó con fuerza la más tonta del grupo—. ¡Pero si te quedó mejor de lo que pensaba! —Los ojos de Yoshiko brillaban de la emoción— ¡Sayaka-chan, te ves muy linda! —Dirigió su atención al rubio—. ¡Anda, chico extraño, dale tu opinión!
Los rubios se tensaron ante la sugerencia.
—Bu-bueno —se regañó mentalmente por tartamudear de forma tan lamentable—, y-yo, no creo q-que deba... —Ryuuichi estaba más que nervioso.
—¿Ah? ¿Que no debes qué? ¡No seas tímido y dile algo! —Yoshiko empuñó sus manos mientras las batía en el aire—. ¡Díselo, díselo, díselo, díselo, díselo...!
—E-en r-realidad... —Habló Suminoe por primera vez desde que había entrado a la sala—. Si-si m-me gustaría saber tu opinión, Ryuuichi-san. —Pidió sin despegar la mirada del suelo.
—¿Lo ves? —Insistió la de coletas— ¡Ahora di algo! —Había comenzado a grabar desde que la rubia entró en la sala.
Ante la presión, a Kurosaki no le quedó más remedio que decir algo.
—T- te... —respiró profundo—. ¡Te ves muy bien, Sayaka-chan! —las palabras le salieron algo atropelladas, pero lo suficientemente entendibles como para que la rubia las recibiera con éxito.
La aludida alzó la mirada y sonrió.
—Muchas gracias, Ryuuichi-san. —Kurosaki solo pudo quedarse en silencio, viéndola un poco más.
—Muy bien. Ahora que el momento incómodo ha pasado —una gotita resbaló por la nuca de los presentes. A veces Yoshiko se parecía mucho a su amor peliazul en cuanto al poco tacto que solía tener en algunas situaciones—, Sayaka-chan. —Llamó la de coletas con cámara en mano— ¡Quiero que digas "¡Te castigaré en el nombre de la luna!" mientras haces la pose de Sailor Moon! —El par de rubios la miraron anonadados— ¡Ella es mi personaje favorito de todo el anime! ¡Por eso me gusta peinarme así —Señaló sus dos coletas—. ¡Por favor Sayaka-chan, te verás muy linda si lo haces, vamos, vamos, vamos!
—¿Que su personaje favorito no era Perecure, Yoshiko-sama? —preguntó Kurosaki, con una mano en el mentón.
Yoshiko lo miró un momento sin cambiar su tonta expresión.
—Eres... ¿un acosador? —Preguntó la de coletas mientras ladeaba la cabeza.
—¡¿Eh?! ¡Claro que no! —Exclamó el rubio sacudiendo las manos— ¡Eso usted me lo dijo! —la señaló acusadoramente.
—¿Yo? ¿Cuándo? —lo miró con dudas un instante—. Por cierto... ¿quién eres tú?
—¿Que soy yo! ¡Su discípulo! —el rubio casi se arranca los cabellos al explicarle quién rayos era él.
—Creo que no te he visto antes —se congeló en su lugar—. Espera un momento. ¡¿Yo tengo un discípulo?! —Se llevó una mano al mentón—. Mi madre me decía que no hablara con desconocidos, así que, si no te conozco... no pude haberte dicho nada.
—¡Pero yo no soy un desconocido! ¡Soy Ryuuichi!
—¡Espera un momento! —Yoshiko pareció tener una revelación—. ¡Ya te recuerdo!—. Kurosaki suspiró con alivio.
—Menos mal, porque...
—¡Eres Taro-kun! —Interrumpió la más tonta del grupo, consiguiendo que a los presentes les bajara una gotita por la nuca.
Al ver que esa discusión no iba a prosperar y que, por ende, no iban a llegar a nada; la rubia decidió intervenir.
—Etto, Yoshiko-san —comentó Sayaka, logrando llamar la atención de los presentes—. No entiendo. ¿Qué tiene que ver Sailor Moon con este disfraz? —Preguntó con tacto, seleccionando cuidadosamente cada palabra, como siempre lo hacía—. Soy un ángel y ella es una sailor... Entonces, ¿cuál es la relación?
Por unos segundos reinó el silencio, hasta que Yoshiko habló.
—Pues... —Miró hacia el techo con su característica expresión—. No tengo ni idea —respondió con simpleza, provocando que los chicos cayeran hacia atrás—. ¡Pero me gustaría mucho que lo hicieras, Sayaka-chan! ¡Estoy segura de que lo harás incluso mejor que la original! —Sus ojos carmesí habían vuelto a brillar.
—Bueno, yo...
—¡Por favor, Sayaka-chan! ¡Por favor, por favor, por favor, por favor, por favor!
—Está bien, está bien. —Cedió con una gotita resbalándole por la nuca—. Pero lo hago y me cambio de inmediato. ¿Está bien?
—¡Sí! —Yoshiko se preparó para grabar.
El rubio tragó seco, en espera de lo que la más baja iba a hacer. Ella respiró hondo para tratar de calmarse y después de sonrojarse un poco, se dispuso a hacerlo.
Separó un poco las piernas mientras flexionaba sus brazos y sus manos adoptaban las señales que hacía la conocida sailor rubia de coletas del famoso poder lunar, todo esto en un intento por emular los movimientos de la heroína.
—¡Te castigaré en el nombre de la luna! —Intentó emular la firmeza con la que la Sailor decía estas palabras, sin embargo, su vocecita no lo consiguió y acabó sonando más adorable de lo que ya era. Eso sin contar el muy evidente sonrojo que teñía casi por completo a su pálido rostro.
Con lágrimas en los ojos, Yoshiko levantó el pulgar, clara señal de que para ella ésta actuación era lo mejor que había visto en su vida.
Pero la rubia se quedó congelada una vez hubo hecho su actuación.
Ahora su expresión era de shock total. Lanzó un pequeño chillido para luego salir corriendo mientras decía algo referente a que Ryuuichi era un pervertido y algo más que no entendieron. Un gran signo de interrogación apareció flotando encima de la cabeza de ambos.
Pero pronto todo quedaría claro. Yoshiko se giró a ver a su discípulo y allí fue que lo comprendió.
De la nariz del Ryuuichi estaba fluyendo una buena cantidad de sangre.
Lo más gracioso era que ni él mismo lo habría notado de no ser por la insistente y reprobatoria mirada que su "jefa" lanzaba en dirección a su nariz. Se llevó una mano al rostro y fue que lo notó. Sus ojos quedaron en blanco y su expresión en ese momento era todo un poema.
—¡Yoshiko-sama, no es lo que usted cree!
La reacción de Yoshiko no se hizo esperar.
—¡Pervertido! —Gritó ante la mirada apenada y algo asustada del rubio para luego, sin una pizca de duda en sus acciones, tomar el jarrón de una mesa cercana y lanzárselo con toda su fuerza.
Ryuuichi la esquivó por muy poco, el delicado objeto explotó apenas hizo contacto con una pared.
—¡Por eso Sayaka-chan huyó! —Continuó la joven de mirada carmesí. Ahora Yoshiko tenía la mirada ensombrecida—. ¡Porque albergas pensamientos impuros sobre ella! ¡Y... y...nadie tiene pensamientos pervertidos conmigo! —Un aura oscura de depresión la rodeó mientras caía al suelo de rodillas.
Una gotita resbaló por la nuca del rubio.
—P-pero no es tan malo, Yoshiko-sama. —Intentó consolarla, sin saber exactamente qué hacer o decir—. Ta-tal vez alguien...
—¿Has tenido malos pensamientos conmigo? —Preguntó ella con ojos esperanzados.
El chico se rascó la cabeza mientras miraba hacia otra parte.
—No, Yoshiko-sama —volvió a caer con el aura oscura rodeándola— ¡P-pero eso no significa que nadie vaya a tenerlos! —Intentó animarla.
—¿Es...enserio? —preguntó con lágrimas en los ojos. Ryuuichi parpadeó algo incómodo.
—Bueno...
—¡Ya lo tengo! —Exclamó de la nada, interrumpiendo a Ryuuichi en el proceso, para después sacar su celular y marcarle a alguien.
—¿Hola? —Preguntó una voz desde el otro lado de la línea.
—¡Soy yo! —Exclamó la joven con ojos brillantes.
—¡Yoshiko, sabía que tenía que haber visto la pantalla antes de contestar! —Gruñó la persona al otroa lado de la línea—. ¡Te dije que no molestaras porque iba a estar ocupado!
—¡Akkun, Akkun! —Habló con alegría mientras ignoraba la irritación del peliazul—. ¡¿Has tenido alguna vez pensamientos pervertidos conmigo?!
Silencio.
Eso fue todo lo que se escuchó desde el otro lado de la línea antes de que el más inteligente de su clase diera su respuesta.
—No. —Respondió secamente y luego cortó.
—¡¿Por qué no?! —Nada—. ¡Oi! ¡Akkun, Akkun, Akkun! —No obtuvo respuesta alguna.
Le tomó un momento darse cuenta de que su peliazul favorito había colgado.
—A...kkun...me colgó —Murmuró mientras caía de nuevo al suelo y se le ensombrecía la mirada.
—Eh, ¿Yoshiko-sama?¿Está bien? —Ahora el rubio se veía preocupado.
—No, no lo estoy. —su voz de repente era seria y distante.
Finalmente alzó la mirada.
La tonta expresión de Yoshiko había desaparecido para dar paso a otra que, a pesar de no ser muy común, si era conocida para Kurosaki. Sintió un pequeño escalofrío recorrerle toda la espina dorsal.
Era la misma expresión que tuviera cuando fue a cobrar venganza por su frapuccino de Banana.
—Si ninguno tiene pensamientos sucios conmigo... —Se levantó mientras un aura azul brillante la rodeaba—. ¡Entonces nadie los tendrá con Sayaka-chan!
—¡Asombroso! —exclamó el tonto ante el repentino cambio de su jefa, ajeno al peligro que corría.
—¡Impresionate, Yoshiko-san! —Se escuchó a lo lejos, provenía desde detrás de una puerta. Al parecer, a pesar de que Sayaka seguía escondida, no se estaba perdiendo nada de lo que ocurría.
—Te vengaré Sayaka-chan! —Elevó su puño en alto, con su espíritu de lucha ardiendo al máximo—. ¡Le daré su merecido a este pervertido!
Y se lanzó a perseguir al rubio.
—¡Oi, yo no soy ningún pervertido! —Se calló un momento al recordar que la primera vez que conoció a Sayaka-chan no se había comportado de la mejor manera— Bueno, ¡antes si me comportaba como uno, pero yo cambié!
—¡Ajá! —Yoshiko no parecía creerle una sola palabra— ¡Sí, claro!
—¡Pero si es la verdad, he cambiado! —Chilló él mientras corría por su vida.
—¡Cállate, pervertido! —le aventó una banana de procedencia desconocida, la cual Ryuuchi esquivó por muy poco.
La dichosa banana siguió su camino, hasta encontrarse con una pared.
La banana voladora, en lugar de —como cualquier otra banana normal— chocar con la pared y quedar estampada contra ésta en forma de crema, atravesó el grueso muro como si éste fuera de mantequilla.
Un agujero perfecto quedó en el lugar donde pasara el proyectil.
—¡¿WTF?! —Ryuuichi no daba crédito a lo que acababa de ver. Esa perforación era algo que nadie se esperaba— ¡Eso estuvo cerca!
—¡Eso es lo que te espera por andar de pervertido!
—¡Usted también es una pervertida por querer que alguien tenga malos pensamientos sobre usted! —Esquivó un enorme y pesado mueble que volaba en su dirección, cortesía de Yoshiko y su fuerza descomunal.
—¡No es cierto! —Se defendió. Por su rostro corrían lágrimas de frustración.
Y mientras se llevaba a cabo esta persecución, Sayaka, quién seguía escondida no pudo evitar pensar que era innecesario tratar a Ryuuichi de esa manera.
De acuerdo, tal vez fue incorrecto que pensara así de ella. Pero tampoco era para tanto.
<<Tampoco es que molestara o algo así, solo me sorprendí un poco>>, y entonces no pudo evitar sentirse culpable. Después de todo, Ryuuchi estaba siendo perseguido por su reacción.
Afuera, el rubio esquivó otra banana voladora que resultó ser diferente, ya que en vez de agujerear la pared, ésta hizo una pequeña detonación al hacer contacto con la estructura.
—¡¿Pero de qué están hechas esas bananas?! —Escuchó gritar al rubio desde afuera.
<<Yoshiko-san podía llegar a ser muy egoísta a veces>>, pensó y luego se reprochó mentalmente por pensar de esa manera.
¡Pero era cierto!
—¡No escaparás, chico desconocido! —Yoshiko no se rendía.
Al principio, Sayaka si se avergonzó de que el chico la mirara así. Pero tampoco podía negar que se había sentido halagada por éste comportamiento.
Después de todo, el hecho de parecerle atractiva al chico que le gustaba, hasta el punto de hacerlo sangrar por la nariz, no es tan malo, ¿cierto?
El problema era que no podía decirlo en ese momento, ¡quedaría en evidencia!
Por lo tanto.
<<Lo siento, Ryuuchi-san>>, suspiró. <<Rezaré para que sobrevivas, estaré dándote ánimos desde aquí>>. En ese momento, se escuchó, por enésima vez, el grito del rubio por toda la mansión.
—¡Nooooooooo!
Fin
Notas Finales: Éste fic se me ocurrió luego de ver el opening del episodio nueve, en él cuál aparece Sayaka con un adorable disfraz de ángel.
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