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Un leve sonrojo adornaba sus mejillas al estar tan cerca de sus integrantes. Su muslo sin cubrir rozaba con el pantalón vaquero negro de Nayeon. Simplemente se sentía nerviosa con solo ese roce.
No estaban piel con piel, pero sentía que le quemaba.
Tragó duro y subió un poco su cabeza para mirar el perfil lateral de la coreana. La mayor extendió su brazo derecho y subió su manga, la pelinegra retiró su mirada cuando conectó miradas con ella. Se alejó lo más que pudo y posó su mejilla en la fría ventana que resbalaban gotas de lluvia. Di ahí vio la figura borrosa de Mina, que estaba al lado de Nayeon y tenía su tensionada su mandíbula; después, vio por el espejo retrovisor a Sana, que iba con sus brazos cruzados y mirando por la ventana; quien manejaba esta camioneta negra era Jihyo, quien también tenía su mandíbula tensionada e iba totalmente absorta en el camino. Atrás de su camioneta, las perseguían una blanca, donde iban las demás.
Somi les dijo que era una cabaña lujosa y grande, justo para las nueve chicas. Su ubicación era un lugar reservado que daba frente al mar. Había algunas otras cabañas, pero alejadas, así que aunque gritasen nadie las escucharía.
Gritos internos ocurrieron cuando el vehículo empezó a dar las curvas de la carretera. Por no estar preparada, chocó contra el hombro de Nayeon, haciendo que la coreana castaña tocara un poco con sus largos dedos su diminuta cintura. Jihyo logró ver esto, así que la siguiente curva la hizo más dura. El cuerpo de la pelinegra goleó contra la puerta, por ende el cuerpo grande de Nayeon estuvo casi encima de ella. La castaña, tratando de sostenerse y no caer con todo su peso en la menor, apoyó sus manos en el vidrio empañado. Gruñó y Dahyun se sonrojó de pies a cabeza.
—Maldita sea, Jihyo, ¿puedes ser más cuidadosa? —Exclamó mientras se volvía a ubicar en su asiento.
Dahyun carraspeó y se acomodó. Dio un pequeño grito cuando la castaña tomó su cintura entre sus manos y la hizo sentarse en su regazo por unos segundos, luego se hizo a un lado y la dejó en medio de las dos. Y es que, le fue inevitable no jadear al sentir por esos pocos segundos el bulto.
—Para que no te golpees. —Aclaró.
Asintió. —S-Sí, gracias.
Otra curva y ella no estaba lista, apenas estaba procesando lo anterior. Cayó sobre el pecho de Mina, que ya estaba preparada para sostener a la coreana entre sus brazos.
—Ah... gracias.
Dahyun se sonrojó y olió el delicioso perfume de la japonesa. Era maravilloso. Cuando se separó, peinó sus cabellos negros y volvió a su asiento. Tragó saliva al ver la mirada de Jihyo sobre ella por el espejo retrovisor, la apartó y bajó su mirada por ser intimidada.
El ambiente esta tenso, caliente. Era obvia la tensión sexual que había dentro de la camioneta.
—Ya era hora. —Refunfuñó Sana percibiendo la cabaña por fin.
Dahyun dejó de mirar sus manos y alzó su cabeza para ver la cabaña. Estaba algo apartada que las demás cabañas, pero era perfecta. Según Somi, la cabaña contaba con ciertas cosas que la sorprenderías, pero la rubia no quiso decirle qué exactamente.
Por parte de Mina, no podía dejar de mirar el hermoso perfil lateral de la coreana. Se sorprendía cómo esta chica la volvía loca con solo observarla. A sus ojos y los de las miembros, ella es un ángel caído del cielo. Su piel lechosa e hidratada se le hacía divina, tocarla o rozarla era como tocar las nubes. Le excitaba que gracias a la piel, las marcas que desea dejarle se harán más visibles y las personas podrán darse cuenta a quiénes le pertenece Dahyun.
Un sueño, sí, pero algunas veces los sueños se hacen realidad.
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