—¿Qué harías si pudieras guardar una estrella en un frasco? Dime, ¿La cambiarías por algo, cambiarías algo por ella? Y si la tuvieras en tus manos ¿La protegerías con todo tu ser, mi amada Thamara?

La inmensa noche estaba encima de la dulce pareja, escuchando cada uno de sus latidos, abrazando todos sus anhelos, haciendo que estuvieran más cerca de ellos, incluso sus miedos, pero, estando tan juntos todo eso parece desaparecer, así que se aferraron uno al otro para olvidarse de todo lo que no podían ver.

—Tú si que eres estúpido, jajajaja.

—¿Por qué? Yo solo quiero saber un poco más de tí y hacer que te enamores un poco más de mí. Amor mío, dime ¿eso es estupidez?

—Cállate y ven aquí— jaló a Caballo de su corbata y le dio un beso apasionado.

Estaban pasando la noche bajo las estrellas, por ninguna razón especial, solo por el placer de estar juntos, sin esperar que nada especial pase, nada más vivir un momento más juntos.

—Oh, dios mío, eres tan hermosa... — Susurró Caballo, justo después de que los fuegos artificiales empezaran a deslumbrar el cielo y sus rostros de tonos cálidos, iluminando instantes que parecían durar para siempre.

Después, en lo que parecía ser un mutuo acuerdo, dejaron de besarse, mientras Thamara derramaba lágrimas de felicidad, no es que quisiera hacerlo, era que, el momento gozaba de tal perfección que derramar unas cuantas lágrimas era algo que simplemente pasaba.

—Caballo, desde que estás a mi lado- —Caballo la interrumpió.

—Shhhh— Puso su dedo delicadamente encima de sus labios— No hables, a veces las palabras sobran, amor.

Se miraron por unos segundos, gritándose sin gritar cuanto se aman, porque eso es lo que pasa cuando tu mundo solo le pertenece a alguien que amas. Así se quedaron, hasta que las lágrimas en el rostro de Thamara desaparecieron, y la única evidencia de sus sollozos eran sus cristalinos ojos a la luz de los fuegos artificiales.

—Muchas gracias— Dijo Thamara en un susurro casi indetectable, pero el poderoso oído de Caballo podía escuchar lo que fuera, especialmente a la voz de su amada Thamara.

Ella se recargó en Caballo, y él, la recibió con todo su amor, porque todo lo que quería era que fuera feliz. De una manera mágica, un fuego artificial estalló justo en el momento en el que Caballo miró hacia delante; el cabello de ambos se movió dramáticamente, sus rostros se iluminaron de un hermoso color rosado y Thamara sonrió ante el espectáculo frente a sus ojos.

Caballo sacó una mullida cobija de su mochila, para que ambos se acurrucaran bajo ella, la extendió y la acomodó sobre ellos. Los fuegos artificiales sonaron de nuevo.

—A veces las palabras sobran, amor— Thamara supo que Caballo iba a decir algo, algo muy triste e inútil de recordar y ella solo quería lo mejor para él.

Ambos solo querían protegerse uno al otro, en ese momento más que en ningún otro...