Derrick

Camino por el pasillo de la casa de los Miller, espío que no haya nadie en el pasillo y entro a la habitación de Sandy.

Tengo que encontrar una distracción para la rubia curiosa, ya van varias veces que debo cambiar el día de la entrega del cargamento por su culpa, y la verdad no me puedo dar ese lujo solo por una entrometida.

Abro el armario, no veo nada interesante o relevante que pueda hacerme entender a esa chica. Igual no sé qué quiero encontrar, solo es una campesina, no debería ser tan difícil. Lo más simple tendría que ser la opción más acertada.

Levanto una caja de música del estante y cuando voy a darle cuerda soy detenido.

—¡No se toca! —Llega Sandy a quitármela—. ¿Qué haces aquí? —expresa indignada y guarda el objeto, para acto seguido cerrar el armario—. ¿Vas a responder? —Se pone delante del mueble como de si una barrera se tratara.

Mantengo mi tranquilidad y le sonrío, lo que la inquieta. Bueno, a varios les asusta mi calma ante escenas en las que debería parecer nervioso. Muchas veces mi actitud sosiega me ha salvado de problemas y esta no será la excepción.

—Ya que no me invitas a tu cuarto, pues entré —contesto a su pregunta.

—Eso no es muy caballeroso de tu parte —opina.

—Quizás tienes una idea equivocada de mí. —Enarco una ceja—. ¿Qué te hace pensar que soy un caballero?

—Tus... tus modales. —Se sonroja.

Me río.

—No creo que sea muy caballero de mi parte estar en el cuarto de una mujer sin su permiso.

—¡Es lo que dije! —se queja.

—Entonces pensamos lo mismo, qué bien.

—¡Ay, me confundes!

—Lo siento —me disculpo.

—¡¿Ves?! —Alza la mano—. Esos son modales.

—No se señala —la reprendo.

Se sobresalta y baja su dedo.

—Yo... ¿Por qué hablas así? —Hace puchero.

—Me educaron bien, ¿y a ti?

—Obviamente —dice con la cabeza en alto—. Papá es un gran hombre.

—El mío no —acoto tranquilo.

Se queda tildada.

—¿Eh?

—¿Quieres saber de dónde vienen mis modales? De la mujer que me cuidaba, ella hablaba muy culta. —A pesar de ser una prostituta.

Eso demuestra que puedes tener un oficio de mierda y ser alguien inteligente.

—¿Y dónde estaba tu padre?

—Trabajando. —Matando gente por ahí, era un matón muy temido, aunque no tenía modales.

—¿Y tu mamá?

Está curiosa la chica.

—Murió, no la recuerdo —digo sin importancia.

—Oh, qué triste —expresa avergonzada—. Mi mamá está muy lejos y lo único que me queda de ella es esa cajita de música —revela.

—Ah, por eso los nervios —acoto.

—¡Sí! Y porque no se tocan las cosas de los demás.

Me da una lección de vida que no me interesa, pero igual le doy la razón.

—Verdad, lo lamento, no volverá a ocurrir, la próxima pediré permiso. —Hago una pausa—. Y hablando de preguntar, habrá una fiesta esta noche, justo al aire libre, perfecto para tu vestido ¿Quieres venir?

—Mi... ¿Mi vestido? —Vuelve a sonrojarse.

—Sí, el que te regalé.

—¿Me estás invitando? —consulta.

—Eso hice.

—No creo, papá no me dejaría, ni vestirme así, ni salir contigo —aclara.

—Ya estás grande para pedirle permiso a tu papi —le recuerdo.

—Aun así, no me parece correcto.

—¿Tienes miedo de que te ataque? —me burlo.

Es probable, aunque el objetivo de la salida es más para descubrir sobre ella y que me diga cosas que pueda usar a mi favor.

—Yo... yo...

—Bromeaba con arrancarte el vestido —aclaro para tranquilizarla, pero es mentira.

Su rubor va en aumento.

—¡Yo no estaba imaginando nada sucio! —se defiende.

No le creo, tampoco me importa.

—¿Vas a venir o no? —vuelvo al tema anterior—. ¿No te gustaría romper las reglas por una vez?

Mira hacia un costado, triste.

—Ya lo hice y no salió muy bien.

Curioso.

—Que haya salido mal una vez, no significa que vuelva a pasar.

Duda, pero al final acepta.

—Está bien

Te atrapé.