31. El miedo
Derrick
Aplasto el cigarrillo en el cenicero del señor Miller. Ahora su pequeña oficina es mía. Se encuentra en la parte más céntrica del pueblo. Me mantengo sentado cuando veo entrar a Lorenz al despacho.
—He visto tu edificio, será enorme —opina satisfecho.
Al final este tipo olvidó por completo que le quemé la cara. No solo por el miedo a desafiarme sino que también por la codicia. Sabe que conmigo puede ganar mucho dinero.
—El negocio conmigo siempre crece. —Me río.
—Hablando de negocios, tu angelito estuvo hurgando en los camiones y no me avisaste.
—Déjala, no puede hacer mucho. Si me delata se irá conmigo atrás de las rejas.
—Así que... —Agarra la silla del frente y se sienta con mucha seguridad—. Ella no es ella —afirma y asiento, así que continúa—. Bueno, tú haces algo parecido, solo que con una identificación falsa y con cordura. —Se ríe.
—No abuses de mi confianza —advierto.
—Está bien, ya entendí que no se habla mal de tu angelito y tú puedes hacer lo que quieras con la mujer que desees en tu cama, pero...
—¿Pero? —Enarco una ceja.
—Te traerá problemas, lo dejo ahí, así no te enojas.
—En eso te equivocas. Por ejemplo, mi hermano era un desquiciado y yo borraba todos sus errores, nunca me atraparon.
—Te dispararon y caíste al río —me recuerda.
—Ese no fue error de mi hermano, fue mío. En vez de esperar el momento justo, disparé en el equivocado. Uno aprende de sus errores, no te preocupes.
—Me preocupo por mi dinero.
—Obviamente.
Hace una pausa y se atreve a hablar.
—Entonces... —Traga saliva—. ¿Cuidarás de la desquiciada? ¡Ay! —chilla cuando apoyo el cigarro en el dorso de su mano—. ¡Ay, ya entendí, perdón! —La agita, adolorido.
—No hables así de mi ángel.
—¡Perdón, sí, pero no es un ángel! —Bufa—. Mató a una chica y finge ser ella, eso no es ser un ángel de ninguna manera posible.
—¿Y quién soy yo para negárselo? ¿Su padre? Que ni siquiera es su padre. —Refunfuño—. Lo quiero muerto y no puedo matarlo.
—Hazlo ¿Cuál es el problema? Ya tienes el dinero, ¿no? —dice sin importancia.
—No puedo, es el pilar de la vida de Sandy. Si ese viejo se muere, no sé a dónde iría a parar la estructura que ella creó en su cabeza.
Se ríe.
—Me causa gracia porque, ¿cómo no distingue a su propia hija? —Hace una pausa—. ¿Acaso se burla de ella y lo sabe? ¿Se aprovecha? Curioso, ¿no?
—Sandy dijo en sus delirios que se encontraba enfermo, quizás también está loco, es bastante viejo el hombre, no lo descartaría.
—O solo quería una hija y ya. —Mueve los hombros sin importancia—. Me hubiera gustado ver eso, parece un mal thriller de bajo presupuesto. —Ríe otra vez.
—Sí, como sea. —Me levanto de mi silla—. Encárgate de lo que falta aquí, yo iré de camino a casa y revisaré algunas cuentas. —Me dirijo a la puerta.
—Y a tener sexo con la rubia —agrega.
—Con los ángeles no se tiene sexo —lo corrijo.
—Ah, ¿no? —Apoya su codo en la silla y se gira a mirarme—. ¿Y qué se tiene?
—No se tiene, se corrompe.
Sandy
Camino por el bosque, se oyen los pájaros, el viento mueve mis trenzas y cuando se escucha el crujir de una rama me detengo. Han pasado días de lo ocurrido con Derrick en el faro, pero creo que ahora tengo el valor de venir aquí, sin pensar que me están vigilando. Bajo mi vista a la piedra y pongo la flor allí.
—¿Sabes? Cuando lo golpeé con esa piedra, me acordé de ti. —Hago una pausa y mojo mis labios, luego muevo mi mano a mi cicatriz—. Me pegaste muy fuerte.
Hace 15 años.
Huyo, corro lo más que puedo. Tengo tanto miedo. Veo un faro a lo lejos y una vez que estoy en el centro del bosque me freno, mi mirada se cruza con otra niña de mi edad. Ella es muy parecida a mí, solo que ella se ve decente.
Tengo envidia.
—¿Y tú quién eres? —le consulto.
—Sandy, ¿y tú? —Se mantiene sentada en el suelo.
Camino hasta la chica y me siento a su lado.
—Cindy.
Se ríe.
—Nuestros nombres se parecen.
—¿Qué haces aquí? ¿Te escondes? —pregunto curiosa—. Es peligroso.
—Hace frío.
—Sí. —Miro el cielo—. Se va a hacer de noche.
—Papá se enojará —opina triste.
—Yo no tengo papá —aclaro.
—Yo sí, él me molesta —expresa enojada y hace puchero—. Me dice todo el día lo que tengo que hacer, así que me escapé.
—Yo también me escapé.
—¿Por qué? —consulta.
—Mamá da miedo.
Actualidad.
Continúo observando la tumba mal hecha que hice para la verdadera Sandy, la miro muy fijo, bastante perdida en mis pensamientos.
—Tú no sabes lo que es el miedo, Sandy.
Por eso ahora soy tú.
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