30. Buenos días
Derrick
Mantengo la serenidad a pesar de que tengo un tiro en el hombro y que me arde por culpa del barro, entonces me dirijo al baño de mi habitación. Me quito la camisa, viendo aquel desastre, tengo toda entumecida la zona. Abro el agua de la ducha, enjuago la lesión y me aguanto de gritar cuando utilizo un cuchillo para sacarme la bala. Mi mandíbula se tensa, pero suspiro al quitarme esa diminuta molestia. Tiro el cuchillo y voy a buscar aguja e hilo. No, espera, tengo que cauterizar primero. Busco los líquidos en mis cajones y mojo la herida estando irritado. Luego me siento en la cama y me pongo a coser como si uniera una tela normal.
Alzo la vista, entonces veo a Sandy en la puerta con cara de sorprendida, así que le sonrío.
—¿Quieres hacerlo tú? —le consulto.
—Qué asco, ve a un médico.
Corto el hilo con los dientes, dejo los objetos allí, para luego levantarme y dirigirme hasta ella. Apoyo la mano en el borde de mi puerta.
—Si iría a un doctor, tendría que explicar cómo llegó la bala ahí y te acusarían de intento de secuestro, y la verdad no quiero ver esa hermosa carita tras las rejas, los ángeles no deberían estar encerrados. —Bajo el brazo y toco un momento su barbilla—. ¿A qué viniste, angelito?
—¿De verdad dejaste la puerta abierta para que te matara? —dice tranquila y miro su trenza que sigue desarmada—. ¿Qué? —expresa molesta y algo avergonzada porque la estoy mirando mucho.
—Me alegra que no le hagas caso a tu papito y no te hayas ido a duchar cuando él dijo. Te queda bien el look del barro. Ha sido un día duro, deberías ir a dormir. Mañana seguiremos con la guerra. Te ofrecería pasar, pero en este lugar nos interrumpirían y nuestros encuentros fogosos no merecen eso.
—No sé de qué me estás hablando. —Ignora mis comentarios y mantengo la mirada en su cabello suelto, así que vuelve a hablar—. Si vas a decir algo, pregúntalo ahora.
—Solo tengo curiosidad, ¿qué va a pasar cuando ates tu trenza? Opino que toda tu cabecita adorable gira en torno a esta.
Se forma un silencio, luego de un rato responde:
—Papá tiene razón, debo ducharme e ir a dormir —expresa pensativa, pues mira a la nada, luego reacciona—. Buenas noches. —Se gira para retirarse, pero la detengo, tomando su mano—. ¿Qué? —expresa en tono bajo.
—Buenas noches. —Beso sus dedos.
La suelto despacio y se retira. Doy un giro, entonces entro a mi habitación y cierro la puerta. Sinceramente no me molesta en absoluto que haya perdido algunos tornillos. Solo estoy intrigado por mañana. Me detengo y me miro al espejo. Otra cicatriz a la colección en mi torso.
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Sandy
Se escuchan los pajaritos de la mañana. Ato mis trenzas al mirarme al espejo y sonrío. Observo mi vestido que es debajo de las rodillas y me pongo mis zapatillas simples antes de salir de mi cuarto. Llego al living y veo a Derrick que toma un té, sentado en la silla de siempre.
—Buenos días. —Sonrío.
—Buenos días —responde él—. Despertando temprano, veo —opina.
—Tendré un día productivo hoy —aclaro y agarro mi cartera que está en el perchero—. Dile a papá que iré a visitar a Ulysses, así que no podré desayunar con él.
—Claro, yo le aviso. —Me sigue con la vista y me detiene con su voz cuando vuelve a hablarme—. Sobre ayer...
Me giro a mirarlo.
—Ayer llovió mucho, sí —lo interrumpo—. Pero por suerte hoy salió el sol, eso es bueno.
—Sí —susurra—. Sandy ¿A dónde vas?
—De Ulysses, ya te dije. —Ladeo la cabeza, confundida.
—No cometas una estupidez.
—No sé de qué me estás hablando. —Me río. Se levanta de su silla y me sobresalto, retrocedo cuando se acerca, entonces siento mis mejillas arder—. ¿Qué? ¿Qué pasa? —digo nerviosa.
—Me gustan tus trenzas —acota.
—Gracias.
—¿Las desatas? —Aproxima su mano.
—¡No! —Me alejo, alterada.
—¿Recuerdas qué pasó ayer?
—Sí ¿Por? —Entrecierro los ojos.
—¿Y qué es eso?
Lo miro de arriba abajo.
—Ayer... —Hago una pausa y mojo mis labios—. Había sangre —me limito a decir.
—Oh, eso es correcto, ¿y por qué?
Doy un paso hacia atrás.
—Lo ignoro. —Observo hacia un costado—. No me provoques.
Lo va a arruinar.
—No lo hago, solo me pareció rara tu actitud —opina.
Alzo la vista a verlo fijo y sonrío.
—Mi actitud es la de siempre, el ayer está muerto, vive el hoy.
Me giro y me voy corriendo rápido, evitando así mi alteración.
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