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29. Una puerta abierta

Sandy

Una melodía suena en mi cabeza, es la cajita de música que aquí no está. Acá solo hay árboles, lluvia y un revólver. Aun así escucho la risa de mamá. Se ríe de mí, se ríe. Entender esta arma es complicado, mis dedos tiemblan.

—¡Sandy! —Oigo a Derrick y me sobresalto, volviendo a la realidad—. ¡Ya estoy aquí! ¡Ya sal, ven a matarme!

Seguro tiene otra arma y por eso quiere que salga. No voy a caer. Me quedaré detrás de este tronco hasta que sepa cómo disparar esto bien.

—¡Sandy! —vuelve a hablar—. ¡Sé que estás por aquí! Será el asesinato perfecto, la lluvia está de tu lado.

¿Por qué baja la voz? ¿Sabrá que estoy cerca?

—Bueno, parece que no me quieres matar, hablemos entonces, todavía podemos ser cómplices, la puerta está abierta.

¿Cómplices? Que no diga bobadas, él no encaja para nada en todo lo que sucede a mi alrededor. Si tan solo me entendiera, pero no me comprende, nadie lo hace.

Mamá no lo hace, Sandy no lo hace, nadie lo hace.

¡Me explota la cabeza de tanto pensar! Necesito volver a casa, formular un plan nuevo y arreglar este horrible cabello. Miro mi reflejo en los charcos que generó la lluvia. Estoy llena de barro, empapada y mi trenza ya no es una trenza. Sin contar que puedo sentir mi alteración en todo mi cuerpo, la tensión me está matando, la respiración es insoportable y los murmullos no se callan porque todo está mal.

Él lo arruinó, todo estaba bien hasta que llegó.

—¡¡Es tu culpa!! —grito e intento dispararle, pero esta vez no me sale.

No entiendo esta maldita cosa y la confusión en mi cerebro no me deja pensar. Le mostré donde estoy, intentando hacer una ataque fallido, maldición.

Eres un desastre.

—¡No lo soy! —me respondo y le lanzo el arma a Derrick otra vez sin pensar, aunque él la esquiva.

—Cálmate, angelito, le pusiste el seguro —explica y señala el objeto en el suelo—. Por eso no disparó antes.

—¡¿Qué quieres?! —grito frustrada—. ¡¡Déjame en paz!!

—¿Vas a avisarle a la policía? —consulta de repente—. Calculo que la inocente Sandy lo haría, ella es muy moral y no piensa en las consecuencias ¿Cómo le explicarás a la gente sobre la corrupción en el pueblo? ¿Dirás que secuestraste a un hombre para que hable? ¿Cómo hubieras explicado mi muerte? Todas esas son preguntas que debes hacerte antes de asesinar a alguien, no te tiene que quedar ni un cabo suelto.

—¡¡Cállate!!

—Me pongo a pensar un poco y si me descubrías antes ¿Cómo ibas a explicar todo cuando la policía se pusiera a investigar? Tus ideas deberían estar lejos de incluir a la ley, pero claro, Sandy es honesta, no podría.

—¡¡No te hagas el que me comprende, porque no es así!! —sigo gritando por la alteración que es lo único que puedo sentir—. ¡¡Tú no entiendes nada!!

—Entiendo que querías un compañero de vida caballeroso y amable, que combinara perfecto con la imagen de la Sandy que creaste en tu mente, pero hay un problema con esa ecuación, ese hombre ideal solo te hubiera entregado a las autoridades.

—No... —expreso con una tonada nerviosa—. No... porque él nunca se enteraría ¡Nunca! —repito.

—Ahí está tu segundo error. —Se acerca y retrocedo, pero logra agarrar mi mano—. La cicatriz en tu cabeza te altera bastante, te delata. Francamente ese hombre se preocuparía mucho e iría a averiguar. No obstante, es cuando te alteras más, entonces decides matarlo. —Sonríe con malicia—. Y luego solo se repite la historia, pero esta vez con un pobre inocente muerto.

—¡No puedes engañarme! —Lo empujo, pero como estamos en el barro nos caemos—. ¡Quítate de encima!

—¿Y ahora cómo vas a escaparte, angelito?

—¡Así! —Le pego un rodillazo en su entrepierna y hace un gesto de dolor, entonces aprovecho para salirme y arrastrarme para llegar hasta el arma, que ya no está tan lejos, pero Derrick termina agarrando mi tobillo—. ¡Ah, no me molestes!

Le pateo la cara, luego logro pararme, pero perdí el arma entre las hojas, así que no me queda otra que huir.

~~~

Llego a casa y veo a mi padre caminando con el bastón, así que corro hasta él, estando preocupada.

—¡Papá, todavía tienes que hacer reposo!

—¡Sandy! —Se sorprende—. ¡¿Qué te pasó?! —Mira todo el desastre que soy—. ¡¿Saliste así con esta lluvia?!

Bajo la vista, avergonzada.

—Lo siento mucho, papá, yo...

—Estaba conmigo. —Oigo detrás y me agarra un odio.

—Señor Lamarck. —Lo observa ofendido mi padre—. No me gusta que mi hija salga tan de noche y en esas pintas. Si va a ser su esposa, más vale que la cuide.

—Lo lamento, señor Miller, no volverá a ocurrir —expresa muy tranquilo, como si hace nada no lo hubiera intentado matar.

Me enerva, no necesito su ayuda.

—Bueno, ya me retiro. —Llega una mujer con bata azul—. Que tengan buenas noches. —Se va como vino, rápido.

—¿Y esa quién es? —consulto.

—Hija, así no se habla —me reprende papá—. Es la enfermera que Derrick contrató para cuidarme, nada que te importe, ahora que andas con tus jueguitos de mujer libre, y vete a bañar, estás hecha un asco.

Me titila un ojo, así que miro a Derrick de mala manera.

—Primero el personal de limpieza y ahora una enfermera, te gusta gastar —le recrimino.

—Sandy, así no se le habla a tu prometido, y vete ya a cambiar te he dicho.

—Sí, padre. —Bufo—. ¿Me permites? —consulto señalando a Derrick y cuando me da su aprobación para hablarle a solas, agarro de la manga al mafioso, para alejarnos un momento y acercarme a susurrarle—: Deja la puerta de tu cuarto abierta, así te mato mientras duermes —aclaro.

—Qué excitante. —Él también habla bajito.

—No, es asqueroso —lo corrijo.

—Asquerosamente excitante.

¡Agh, no lo soporto!

Me voy a retirar, pero él agarra mi brazo para detenerme.

—¿Nos bañamos juntos? —pregunta como si nada.

—¡No! —chillo.

—Sandy, no grites —me reprende papá.

—Lo siento. —Me avergüenzo.

—No sé por qué eres dependiente de él —susurra Derrick—. No te deja hacer nada.

—Cállate —hablo bajo también.

—¿Qué andan murmurando ustedes dos? —se queja papá.

—Nada, señor Miller —responde Derrick y vuelve a hablar bajo, solo para que yo lo escuche—. Voy a matarlo mientras duerme. —Hace una pausa y luego me mira—. Era broma.

Hago la sonrisa más falsa que tengo y le contesto:

—Qué gracioso, me estoy riendo de la emoción.

Ambos mantenemos las sonrisas hasta que me largo al baño.

Imbécil. 

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