Introducción: Una cosa por otra.
La música trap predominaba en el pequeño espacio de piedras en el suelo y paredes de dibujos estilo barroco para asemejar algo ambiguo y, de cierta manera racista, con las cortinas metálicas que cubrían todo el local cerrado. Esto ponía de buenas a las personas en las tres mesas juntas con botellas de alcohol, ceniceros y exceso de humo encima, sin contar el espacio del rincón, donde se encontraba el joven hombre que necesitaba estar solo. Los gritos eran fuertes, pero llevaderos, con toques de felicidad gracias a lo ingerido mientras coreaban una canción demasiado sexista para el grupo de estúpidos ignorantes que exigían respeto a la mujer, pero que celebraban el escaso ritmo de un supuesto cantante detallando las cosas que hacía en la cama.
El angosto lugar con diez personas era suficiente para que el calor corporal de los presentes pudiese contrarrestar el frío de fuera.
En cuanto al joven rubio que ignoraba a todos, simplemente le daba igual que el resto de las personas latinas impregnaran el área de la calidez que tanto les caracterizaba desde su llegada como inmigrantes a la zona sur de Ishkode, dado que la vida no le podía importar menos desde saber que su mundo se había derrumbado por segunda vez, orquestado su padre que no lo reconocía como su hijo.
La cabeza de Frenkie Barbato Tijerina era una bomba kamikaze con límite de tiempo antes de explotar en mil pedazos que distribuirían su cordura hasta hacerse añicos, en cuanto seguía reproduciendo el vídeo que hace un par de horas le habían enviado, donde sin pena ni pudor su progenitor profanaba a su esposa de hace dos días de casados.
—Siento que tengas la desgracia de enterarte de esta forma —la voz de la chica de piel morena se invocó por ella misma para no ser ignorada por el chico—. Tu hermana me dijo que era mejor que lo supieras ahora, antes de vivir el resto de tu vida engañado.
—¿Te gusta así? —dijo el hombre que grababa en primera persona, en cuanto la palida pelirroja de afro devoraba el miembro del hombre, entre lágrimas y toses que le hacían escupir cantidades de saliva espesa y viscosa. Actos que ni el propio Frenkie le había hecho.
Por mucha discreción que Frenkie tuviese, lágrimas amenazaban con salir de esos cristalinos ojos azulesz como muestra de lo quebrado que su corazón estaba. Pena, dolor, cansancio, era lo que sentía por darse a la idea que poco más de ocho años de noviazgo se habían echado a la basura, y el cabello peinado hacia atrás no ayudaba a ocultar su pesar.
—Es lo menos que puedo hacer por ti —no era una novedad que Leticia Trujillo le diera un trato parecido al de una hermana mayor al chico con el que había convivido desde la infancia. Lo tomó de la mano y dijo lo más amable posible—: sé lo mucho que la amabas —su sonrisa complicada lo decía todo, por tanto que amaba arruinar los días del resto con malas noticias, le disgustaba hacerlo con el rubio de mirada inocente, tanto que por unos momentos se había olvidado del resto de gente que mataba sus cuerpos con alcohol, tabaco y estupefacientes.
Su casi trabajado cuerpo se movió por inercia al abandonar el asiento para incertidumbre de la chica que rondaba su edad —por encima de los veinte años—, que se disponía a evitar que el chico saliera del lugar. En cuanto a Frenkie, tan destrozado que apenas y lograba mantener una expresión de cortesía, miró los rasgados ojos café oscuros de Leticia que se paró junto a él, denotando que el chico la superaba en estatura cuando fue a él para intentar abrazarlo.
—Nunca imaginamos que esto pasaría —dijo Leticia cuando rodeó la cintura del chico con los brazos e hizo que la rubia cabellera llegará hasta sus narices para hundir el ahora decaído rostro de su amigo—. Conocemos a tu padre, y la relación que tienes con él, pero jamás creímos que llegaría a meterse con tu mujer.
Frenkie se mantuvo en silencio para adentrarse a sus pensamientos, haciendo que las palabras de la morena entraran por un oído y salieran por el otro. Dió un largo suspiro como señal de rendición al compás de ser consolado por Leticia que acariciaba su cabello.
—Él siempre decía que no saqué ningún parecido de la familia —dijo Frenkie entre susurros audibles— al menos de la suya, porque cargo con los mismos rasgos del hermano de mi madre, el hombre que tanto desprecia. Desde que tengo memoria ha tratado de hacerme la vida imposible. Incluso se negó a darme su apellido. Me podía esperar cualquier cosa de un hombre que no siente amor por sus hijos, pero de Cherry —se refirió a su esposa con la voz temblorosa—. Ella y yo nos conocimos cuando el hombre que me dio la vida me abandonó en la zona muerta. Creí que estábamos hechos el uno para el otro. Ella fue la primera persona que me demostró lo que era amar de verdad.
—Frenkie —dijo Leticia, triste y disgustada— lo siento tanto.
La vesania que amedrentaba a Frenkie le gritaba que saliera del lugar, tomase un cuchillo para ir en dirección a su padre y esposa para terminar con sus vidas. Deseaba llorar, romper todo a su pasó, morir mientras llamaba toda la atención posible, explotar el lugar. Ni el suave tacto de su amiga —hermana de palabra—era suficiente para apaciguar su tormenta interna.
—Él me dijo que si prometía estar lejos de él, fuera de los asuntos que mueven la capital, si no buscaba venganza por la persona que mató a la mujer que me críó en su lugar... dijo que podía vivir en paz junto a la mujer que amo —el llanto no quiso esperar, al instante de sentir más fuerza en el abrazo de Leticia que inmediatamente fue correspondido, aunque él no cedió a ese deseo de mostrar debilidad—. Me prometió no meterse conmigo, que si estaba lejos de su familia, yo... yo...
—Todo estará bien, lo prometo —aseguró ella—. Tu hermana y yo nos encargamos de esto. Duele, claro que duele, y lo seguirá haciendo porque es la virtud de estar vivo. Pero así como duele, también existe el tiempo que puede sanar ésta gran herida. Por favor, no te derrumbes por un tipo tan asqueroso que no vale la pena, y una zorra que dijo amarte sin hacerlo.
—Agradezco lo que mi hermana y tú hacen por mí —dijo el rubio, ya estabilizado, después de unos minutos de consuelo—. Pero de ahora en adelante me haré cargo. Ustedes me han apoyado demasiado, suficiente tengo con evitar que me fuera del país. —Vaciló, luego se apartó de ella con un rostro más reservado, pero con atisbos de aflicción—. Gracias por todo.
—No puedo dejar que hagas una locura, se lo prometí a Peack cuando ella me dijo que te enviaría lo que esa mujer hace con tu padre —masculló Leticia—. Ella se hará cargo de Humberto Laporta, y todo lo que nos hace daño. Por favor, confía en nosotras. No hagas nada, continúa con tu vida y no te metas en algo que en el futuro te arrepentirás.
—Es cierto que Cherry era quien me mantenía alejado de las cosas podridas que ustedes hacen. Era por ella que había decidido a cambiar —dijo con seriedad— a olvidar que Humberto Laporta me arrebató la felicidad que construí sin él. Pero ahora que incluso me arrebató a Cherry, no... que ella decidió irse con él, puedo hacer lo que durante éstos tres años que llevo en la capital he querido empezar.
La manía rara del rubio en expresar todo con naturalidad, una calma demasiado peligrosa, sin remordimientos era lo que alertaba a Leticia.
—La venganza no te traerá lo que perdiste, Frenkie.
—¿Venganza? —en vez de pregunta, era una forma irónica de responder a la chica—. No me interesa la venganza, al menos, por ahora no. Dije que haré lo que quiera. Y lo que ahora quiero, es salir a tomar aire fresco.
Cuando se quiso apartar de Leticia, ésta intervino en su camino al ponerse de frente, haciendo lo mismo en simultáneas ocasiones para evitar que Frenkie saliera del lugar en donde se encontraban.
—Te dije que le había prometido a tu hermana que no harías una locura —repitió Leticia, más autoritaria—. No estás en tus casillas. Si vas a salir, te llevaré a tu habitación, tomarás una ducha mientras te preparo algo de cenar y dormirás. Si te incomoda ir a casa, te llevaré al hotel donde me hospedo.
—Leti, Leti, Leti —Frenkie parecía un loro en cuanto sintió las manos de la chica sobre su plano abdomen—. Quizás y porque he estado encerrado en éste comedor de quinta te has olvidado de lo que soy capaz de hacer.
Para incredulidad de la chica, el rubio había alzado la muñeca hasta su rostro mientras dejaba caer unas cuantas balas al suelo que pertenecían al arma que guardaba en el mandil puesto. Gracias a los gritos y la música que ambientaba a los ya alcoholizados latinos que no les prestaban atención, dichos objetos de plomo no hicieron ruido al impactar contra las piedras en el suelo. Ella abrió los ojos de la sorpresa, en cuanto Frenkie se mantenía desinteresado en seguir la conversación.
Leticia no supo en qué momento habían tomado su arma, o si solo estaba jugando, así que metió las manos en el delantal para sentir que su Walther PPK 380 estaba demasiado ligera a comparación de hace unas horas, cuando rectificó que estaba cargada.
—Si te hace sentir segura, pienso que sería una pésima idea ir a vengarme de Humberto, porque como dices: me arrepentiré de ir tras él sin antes haber cumplido alguno de mis objetivos de vida antes de morir —siseó Frenkie—. Lo que no pienso es seguir conteniéndome. Ya lo hice mucho tiempo al vivir de una forma tan sencilla. Es honrado trabajar para subsistir en el día a día, pero me niego a vivir sin haber alcanzado la gloria. Y sin nadie que me dé motivos para seguir viviendo en la miseria, pienso ser alguien en la vida. Alguien que no volverá a ser pisoteado por mi padre, ni nadie en el mundo. Así que por favor, Leticia, no te metas en mi camino.
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