9
—¿Dónde te esconderías si fueses perseguida por toda la zona sur? —preguntó Luca Barbato.
Ambos rubios se movían por las calles del vecindario donde una vez vivió Frenkie. Un lugar que en su momento estaba lleno de peligro, nada que ver con la situación en la que los habitantes se encontraban.
Dicho vecindario estaba dividido a la mitad por los territorios que estaban repartidos entre Humberto Laporta y otra persona igual de importante.
Luca y Rebecca esperaban que las calles de la colonia Chúpamel Asbolas fuera un lugar abandonado por los dioses, al menos la colonia por completo. En vez de encontrar maleantes, calles con baches y casas en deterioro con grafitis en las paredes; todo parecía tan limpio que fácilmente podía ser coordinado a un lugar de la zona norte, al menos por la mitad que no le correspondía a Humberto. Pues su mitad era un contraste con la otra parte.
—Si fuera alguien del montón —respondió Rebecca— le hubiera pedido ayuda a la persona que más confianza le tengo. Pero estamos hablando de alguien que puso a toda la zona sur a sus pies.
Los postes sin luz les ayudó a movilizarse con mejor facilidad al momento de llegar al edificio donde Frenkie vivía. Ahora, con ayuda de la gente encargada de la electricidad de la zona sur fue que pudieron entrar, todo gracias a Monserrat que cobró unos cuantos favores para que cortaran la luz por todo el vecindario que estaba cerca del centro, justamente a diez minutos del club Pit'Ochico.
—Todo sigue igual que en las fotos que los policías tomaron—comentó Luca al ver la escena del crimen—. La policía del sur es más mediocre de lo que pensaba. No hacen el mínimo esfuerzo por buscar pistas, ni porque un supuesto gánster se los pide.
—No sirve de nada buscar pistas cuando ya se sabe quién es el culpable —musitó Rebecca.
—¿Entonces qué hacemos aquí? —volvió a decir Luca, tapándose la nariz—. Este cuchitril huele a mierda. La casa de Frenkie no nos llevará a él.
—No venimos por pistas —añadió ella.
—¿Entonces? —preguntó Luca—. Frenkie no debe ser tan estúpido para volver al lugar en donde todo empezó.
Rebecca caminaba de un lado a otro, moviéndose con sigilo y delicadeza para no mover nada del cuarto, pudiendo ver con claridad debido a los lentes oscuros que tenían visión nocturna. Lo mismo aplicaba para Luca.
—Tampoco esperamos que Frenkie esté aquí —tomó fotografías del suelo ensangrentado, la mesa rota, y el estante donde se encontraban los títulos académicos de Frenkie—. Venimos para encontrar el motivo que nos puede llevar a él.
—Eso es bastante obvio —suspiró—. Solo tiene tres opciones: se queda en ésta pocilga para ser torturado, se va con Zurita para ser un arma sin sentimientos, o viene con nosotros para quitarle la correa que tiene en el cuello.
—Correcto —asintió ella, siguiendo con las mismas acciones—. ¿Qué es mejor: una víctima que puede actuar con la cabeza abajo hasta tener de frente a Humberto para acabar con su vida y la de él? ¿Ser un agente que será enviado a misiones suicidas y, en el mejor de los casos, sobrevivir hasta escalar de rango para que cuando llegue el momento: tengas la influencia para matar a tu padre? ¿O ser la mascota de una mujer cuyo objetivo es entretenerse con tu crecimiento?
—No debemos ser los genios del milenio para saber que lo mejor sería crecer rodeado de lujos —contestó Luca—. Es lo que todo hombre quiere en la vida: vivir sin la necesidad de trabajar para conseguir lo que quiere.
—Es lo que todo bueno para nada, sin aspiraciones a la grandeza quiere —objetó ella—, pero estamos hablando de un primogénito que desde pequeño supo que estaba destinado a heredar un trono que le costaría sangre y sudor. Si yo fuera Frenkie, sería un insulto que me dieran algo regalado.
—¡Nadie en el mundo se negaría a recibir un trono regalado! —farfulló Luca, mirando el entorno a detalle—. Sería como rechazar la lotería por ganártela con un billete que encontraste en la calle.
—Es lo que tus ojos ven, lo que quieres que a ti te pase —Rebecca se acercó a la fotografía de la boda de Frenkie y Cherry que estaba tirada en el suelo—. Lo que sabemos de Frenkie es que desde pequeño tuvo una fuerte adicción al dinero. Para él todo era negocio. No por nada era un monstruo con los números.
—Ni que lo digas, el bastardo era el favorito de los profesores —masculló Luca con desprecio—. A los trece años lo llevaban a tomar clases de universitarios. Compartí salón con él más de una vez. Todavía recuerdo su sonrisa de estúpido cuando resolvía los problemas antes que nosotros.
—También me pasó lo mismo —Rebecca le dio la razón—. Su defecto era pecar de soberbia. Y tener de dote de ser uno con los números lo hacía superior a muchos, eso alimentaba su ego.
—¡Un momento! —irrumpió Luca—: ¿No habías estudiado gastronomía? Según sabía que las pocas sirvientas de los Ackerman que destacaban solo se les tenía permitido estudiar para ser cheff.
—Tengo un título, si. Pero después de eso llevé contaduría. —Suspiró, teniendo malos recuerdos que aplastaban su orgullo—. Fuí criada para ser una sirvienta, pero no cualquiera. Terminé la carrera en dos años. Para alguien que estuvo en la cocina desde la infancia, con cocineros de alta calidad no les es difícil pasarse una carrera de esas. Pero pasar de una destacada cocinera que pudo trabajar en los mejores restaurantes del país, a ser una mediocre estudiante opacada por un niño de diecisiete años... —vaciló—. Frenkie jugaba en otra liga.
—Entonces...
—Mi señora quería que fuera más que una simple sirvienta. Ella quería que fuera diferente, por eso me mandó a estudiar contabilidad —recogió la fotografía de la boda de Frenkie—. Ahí lo conocí, al ambicioso Frenkie Laporta.
—¿Eso en qué nos beneficia? Que lo conozcamos no nos llevará a él.
—De hecho si, pero no de la forma que tú piensas. Conocerlo, y que el nos conozca nos da más ventaja que el resto —comentó ella—. ¿Qué crees que pasará cuando los agentes del delegado Zurita y los hombres de Humberto se encuentren con Frenkie? ¿Cómo reaccionará? Ahora: que vea a dos conocidos dándole la oportunidad de tener más probabilidades de escapar de la zona sur, y de paso endulzarle el oído con decirle que puede volver a la cima y, solo tal vez llegar a ser tan importante para el consejo que estos decidan darle la herencia de los Laporta. La cosa cambia para nuestro favor.
Rebecca tomó la foto de marco roto en el suelo, los diplomas de Frenkie y lo metió en uno de los tantos compartimientos en el estuche para guitarra que ocultaba sus armas que llevaba en la espalda.
—Tenemos todo lo que necesitamos —concluyó—: vámonos.
Cuando Rebecca se dispuso a retirarse junto a Luca, su cien sintió el gélido cañón de la pistola con la que era apuntada, segundos después de que la luz del departamento se encendiera, sin darle el tiempo suficiente para reaccionar antes de quitarse los lentes, tomar su arma y ponerse en guardia.
Se suponía que no había luz. Entonces: ¿cómo fué que Frenkie pudo haber encendido el foco?
—Resuelvan el acertijo —dijo Frenkie Laporta, satisfecho de sentir la tensión que les había generado—. ¿Qué hacen dos rubios husmeando en el cuarto de un rubio?
Rebecca no tuvo de otra que darle la pistola en sus pantalones, sintiendo el cuerpo de Frenkie detrás suyo, mientras que Luca trataba reaccionó más rápido, con algo de molestia por el repentino cambio de luz, pero pudiendo apuntar a Frenkie después de quitarse los lentes.
—Haz algo estúpido y la perra se muere —aseveró Frenkie—. Baja el arma.
Aprovechando que el duo se encontraba en desventaja, usó a Rebecca de escudo, después de quitarle el estuche de guitarra y las pistola en su bolsillo, teniendo el atrevimiento de tocarle alguna que otra parte privada.
—Los rumores decían que Rebecca Hamilton era la versión mujer del honorable ex coronel Michael Hamilton, pero aquí estás, siendo la rehén de un bastardo —dijo Frenkie, sentándose en una de las dos sillas de madera, con la joven mujer recargada entre sus piernas—. El viejo Michael debe estar muy decepcionado de ti.
Los rubios mayores no esperaban la presencia de Frenkie, lo que los llevó a bajar la guardia en cuanto la conversación entre ambos se tornaba interesante. Se arrepentían de ello, ya que conocían de lo que era capaz, del entrenamiento que lo volvió inhumano y, para desgracia de ambos; con las posibilidades de perder la vida antes de que pudieran evitarlo.
—Es irónico que hables de decepciones, Frenkie —farfulló Luca, sin dejar de apuntar al rubio menor—. Mírate. La vida te ha cambiado mucho. No te ví venir, me he oxidado.
—Estaban diciendo algo interesante —sonrió—. Sigan hablando, quiero oir más.
—Afuera hay personas que te quieren hacer daño —comentó Rebecca, guardando toda la calma que podía.
—Dime algo que sepa —le susurró al oído.
—No solo es Humberto —Rebecca volvió a tomar la palabra—. El líder del consejo: el delegado Claudio Zurita se unió a la búsqueda. Sus agentes entraron a la zona sur, no piensan ser amables contigo. Pero...
—Ustedes son el tercer bando, la tía Monserrat los envió —irrumpió Frenkie entre risas—. ¡¿Es un chiste?! Hablamos de la zona sur, un lugar que controla Humberto, y agentes de la FMK que cuidan a Zurita. Personas que venderían a sus padres con tal de salirse con la suya, ¿Y Monserrat decide enviar a dos sirvientes de pacotilla?
—¡Segunda ironía del día! —escupió Luca, ensanchando su sonrisa—. Un esclavo despreciando a unos sirvientes. El mundo está cada vez más loco.
El comentario hirió el orgullo de Frenkie, ejerciendo fuerza en el agarre sobre Rebecca.
—Somos los sirvientes que tratan de sacarte de aquí sin tanto sufrimiento —acotó Rebecca, sin moverse—. El resto te llevará con vida, pero les ordenaron inmovilisarte, sabes lo que eso significa.
—¿Qué vas a hacer si la matas? —preguntó Luca—. Yo te mato a ti, y sin ustedes no puedo decir que salga vivo de éste lugar de mierda. Y si lo hago, no tendré un final feliz si no escapo con ustedes. Tampoco puedo matarte antes de que le dispares a Rebecca, si lo hago nuestro esfuerzo de venir por ti habrá sido en vano.
—No sé cómo le hiciste —dijo Rebecca— pero te escondiste bien, tampoco entiendo cómo hay electricidad. Escuchaste lo que dijimos, sabes lo que te conviene.
—Claro que los escuché —contestó Frenkie—. No podrás ser tan hábil como el viejo Mike, pero heredaste su cerebro. Felicidades, Rebecca.
—El tiempo corre —añadió Luca—. Debemos salir de aquí antes del amanecer. De noche tenemos más ventaja sobre ellos.
—¿Qué proponen? —preguntó Frenkie—. ¿Una hasta que salgamos de la zona sur? No creerán que iré de buenas a primeras con la tía Monserrat.
—Ellas están arriesgando mucho por ti —comentó Rebecca—. Eres bueno con los números, pero muy estúpido para comprender a los demás.
—¿Ellas? —preguntó Frenkie, curioso.
—La señora Croda no es la única que quiere sacarte de aquí —siguió ella—. Mi señora, tu madrina: Angela Ackerman me mandó para apoyar a la señora Croda, incluso si eso me cuesta la vida. ¿Harás que el sacrificio de Angela sea en vano?
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