6
Tu eres la luz de la lámpara y yo tres soles fucionándose.
~Teorema.
La ostentosa mansión Croda, la vivienda de una de las familias más ricas e influyentes de todo el país de Helix. Reconocida por la arquitectura victoriana, fusionada con las plantas y árboles que hacían homenaje a los jardines colgantes de Babilonia sobre las paredes y las cuatro terrazas del exterior.
Sin duda un lugar de ensueño, al que todas las familias aspiraban a llegar mediante el compromiso de la actual líder de dicha familia. ¿La razón? Por la muerte de todos los miembros por envenenamiento. ¿Quién lo hizo? La misma mujer que se quedó con todo el poder de los Croda.
—Tranquila, Angie. Estoy bien —dijo Monserrat, con la respectiva elegancia en su tono cantarín—. No es necesario decírselo al concilio. ¿Recuerdas lo que casi le pasa a tu sobrino? Esos ancianos se mueren por tener a uno de los hijos de Trinidad a sus pies.
Monserrat Croda caminó de un lado a otro, pasando sus pequeñas manos regordetas sobre los finos muebles terciopelo, las botellas de whisky y las costosas piezas de arte sobre las pequeñas mesas dispersas por el lugar.
—Solo es un pequeño juego, no es para tanto —siguió Monserrat sin dejar su felicidad de lado—. Bueno, él no se lo está tomando tan a juego. Se veía como si le hubiera tapado el tercer ojo. ¡Humberto es todo un loquillo!
Monserrat corrió la mirada hasta quedar en la entrada al denotar la presencia de un joven bien parecido, vestido con el característico traje de mayordomo. Le hizo señas para que se mantuviera callado por unos momentos antes de atenderlo.
—Si, ya sé que no jugará limpio. Movió a toda la policía y le puso precio a su cabeza —rio a pesar de la situación, manteniendo la calma a comparación de su amiga al otro lado de la línea—. Por eso necesito pedirte un favor: ¿Me podrías prestar a tu cazadora? Sé que amas a Becca como si fuera tu hija, no te pediría que se arriesgara si no fuera necesario. ¿Que por qué lo hago?
Se sentó en el sofá individual cerca de la chimenea encendida, cruzando sus gruesas y suaves piernas, después de siete recorridos por la sala.
—Odio las infidelidades. ¿Recuerdas lo que mi ex marido me hizo? ¡Se acostó con la criada en mi propia cama! —dijo, empleando más seriedad en su habia—. Humberto obliga a la esposa de Frenkie a acostarse con él. Eso me recordó lo que sentí, quiero arruinar su fantasía. —Soltó un suspiro—. No, no solo es por eso. Conocí a Frenkie desde que era un niño, era muy cariñoso conmigo. ¿Recuerdas cuando me decía que de grande se casaría conmigo? ¡Era muy mono!
Se apeó para ir a la mesa de las botellas para vertir un poco de whisky en un vaso y darle un sorbo para humedecer su paladar.
—No olvides que es tu ahijado, Angela —volvió a beber—. El chico ha pasado por mucho, Humberto ha cruzado la línea. Debemos darle una probada de su propia medicina. ¿Me prestarás a Rebecca para ayudarme? Eso sí, no garantizo que salga con vida. Estamos hablando de infiltrarse en la zona sur. Nosotras no tenemos poder ahí.
Después de un largo discurso de aproximadamente tres minutos por parte de la mujer al otro lado de la línea, Monserrat puso una expresión de alivio y alegría a la vez.
—¡Gracias, Angi! Prometo que haré lo posible para que Becca regrese entera... O por lo menos que pueda caminar —clamó con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Qué haré con Frenkie? El pobre ya tuvo suficiente de éste país. No está hecho para ser como nosotros. Tal vez le dé el dinero suficiente para que pueda rehacer su vida. —vaciló—. En fin, espero a Becca en mi casa. ¡Estamos en contacto!
Monserrat se tomó su tiempo antes de volver al sofá, sirviéndose otro tanto de whisky y perderse en la flama evocada por la leña en la chimenea, ignorando por completo al mayordomo que, en una posición firme esperaba alguna orden.
—Lo que te voy a pedir no va a ser fácil, Luka —contrario a su amiga en el teléfono, el tono de Monserrat era frío, imponente—. No me gusta echar en cara lo que hago por los demás, pero quiero que recuerdes la ayuda que te di para que tus padres no te asesinaran después de lo que le hiciste a tu madre y a tus hermanas: ¿Estarías dispuesto a arriesgar tu vida por mi causa?
Luka Barbato, quien en su momento era el orgullo de su familia, era aquel que cargaba con el pecado que hace mucho debió haber pagado, antes que fuera desterrado por la poderosa familia Barbato en Italia.
Dicho pecado, cuyo castigo era la muerte no pudo ser evadido por alguien que no fuera Monserrat Croda, la mujer a la que le debía su vida, aunque él se dijera que no merecía seguir respirando.
—Desde ese día le juré lealtad a la casa Croda. Nunca olvidaré cuando me dio un motivo para seguir viviendo —se puso de rodillas en señal de lealtad—. ¿Qué puedo hacer por usted?
Monserrat sonrió, satisfecha con lo escuchado.
—De pie, Luka. No eres un sirviente, eres parte de mi familia —se puso de pie para levantar al rubio y abrazarlo—. También te dije que no uses esa ropa. Ponte algo digno de un Croda.
—Así me siento más cómodo —musitó Luka—. ¿Qué puedo hacer por usted?
—Necesito que te infiltres en la zona sur para traer a Frenkie Laporta —dijo ella al tiempo que acomodaba el traje del rubio—. Humberto le puso precio a su cabeza, no piensa matarlo. Lo quiere torturar.
—Meterse en la zona sur es igual de peligroso que un sureño quiera entrar al norte. No habría problema si alguien como usted entra —meditó—. Pero estamos hablando de traer a Frenkie Laporta. Ni la policía del sur, ni los hombres del señor Humberto lo dejarán salir. Primero nos matarían antes que lo saque.
—Por eso tendrás ayuda extra —sonrió—. Rebecca Hamilton te acompañará.
—¿La mano derecha de Angela Ackerman?
—En realidad dejó de ser su mano derecha desde que casi mata al legítimo heredero de las Ackerman —soltó una discreta risilla—. Llegará en quince minutos, después iremos al puente Cazones para reunirnos con Humberto.
—Pensé que sería una búsqueda clandestina.
—Si, y no —Monserrat pasó de Luka para abandonar la sala—. El consejo no sabe de lo que haremos, aunque no tardarán en enterarse. Y que sea algo entre Humberto y yo no quiere decir que uno entrará a la habitación del otro para matarlo. Somos adultos con modales.
La mujer que era un par de centímetros más alta que el rubio por los tacones lo guió hasta el piso subterráneo, ese que nadie tenía acceso salvo ella, sintiendo que la calefacción de arriba los abandonaba con cada escalón que bajaban hasta llegar a una pequeña puerta de metal.
Dicha puerta necesitaba muchos códigos de seguridad para poder abrirse, en los que consistían un escaneo de su ojo, su voz de mando y sus huellas digitales.
—¿Tengo que pelear con los hombres de Humberto?
—No exactamente. Se supone que será una especie de capturar la bandera y llevarla a cierto punto para ganar el juego —abrió la puerta para adentrarse con el joven—. Conociendo a Humberto, no jugará limpio. Por eso dije que vas a arriesgar tu vida. Ellos tratarán de matarte a ti y a Rebecca Hamilton por igual.
Ella encendió la luz al aplaudir dos veces, iluminando el inmenso cuarto con los focos morados, dejando ver todo tipo de armas. De todas las épocas. Pasando de espadas, dagas, arcos, rifles de asalto hasta algunas que parecían futuristas.
—No puedo pedirle a mis amigos que nos brinden una mano con el ejército del norte, porque eso traería una guerra civil. Pero no lo necesitamos para unos sureños sin cerebro que apenas saben apuntar un arma —dio unas palmadas a la espalda del rubio—. A diferencia de ellos, Rebecca y tú fueron criados para matar.
Monserrat le hizo señas al rubio para que se sintiera libre de tomar lo necesario, quien no desaprovechó la oportunidad de ir por un francotirador M40 que vio desde que las luces se encendieron.
»También tendrán que escapar de los policías de allá, y tal vez del ejército del sur —prosiguió—. Será una misión suicida. Las probabilidades son bajas.
—Eso es lo de menos —dijo Luka, comprobando que el arma estuviera en perfecto estado—. No se arriesgaría si no tuviéramos una oportunidad de ganar.
—Exacto. Humberto tiene muchos enemigos en el sur —afirmó ella—. Frenkie es uno de esos. Si Rebecca y tú son peligrosos, ese chico es el peligro en toda la extensión de la palabra. Pero en las manos de Humberto es como tener un dragón que pertenece a los cielos encerrado en las profundidades del mar. Ahora: ¿Qué pensarían los enemigos de Humberto si su hijo, su talón de Aquiles tiene la posibilidad de escapar de sus garras para que cuando llegue el momento, trate de matarlo?
—Así que lo tenía planeado —comentó Luka, sin ocultar la admiración que tenía por ella—. Usted es increíble, señora Croda.
Ella se acercó a Luka para volver a darle un abrazo, casi maternal.
—Después de haber cuidado a mi hija durante muchos años, sería incapaz de mandarte a una muerte segura —acercó el rostro del rubio para darle un beso en la frente—. Claro que pensé en todo.
—¿Quien más estará buscando a Frenkie?
—Además de Humberto, la policía... —puso su dedo índice en su barbilla—. ¿Qué va? Ya lo verás cuando entres en acción.
Frenkie.
Él sabía que andar por las calles estaba prohibido, tampoco podía quedarse en el estacionamiento por mucho tiempo. Las personas al mando de Humberto no tardaron en llegar poco antes de que pudiera salir, pasando desapercibido al portar arapos que lo hacían pasar por un indigente.
Nada menos que un gorro sucio y apestoso, una chaqueta desgarrada y pantalones rotos. Caminar descalzo y encorvado, manejando un carrito de supermercado que encontró en el estacionamiento, con una bolsa de plástico que contenía todo el dinero, algunas botellas de alcohol barato y el arma lo hicieron pasar desapercibido.
Ahora, meterse a un callejón y hablar con los vagabundos acostados entre cartones que usaban como cama fué el camuflaje perfecto para resguardarse hasta que fuera el momento necesario para dar su siguiente movimiento.
—¡Hey! —llamó la atención de todos, mostrándoles las dos botellas de vodka en mano—. ¿No van a celebrar conmigo?
Inmediatamente todos gritaron de alegría cuando vieron el alcohol que aceptaron, ignorando que Frenkie era un completo desconocido, tratándolo como uno más del montón, cosa que el chico quería.
Minutos después, muchas sirenas se escucharon a lo lejos, haciéndose más evidentes hasta llegar al estacionamiento situado a un par de calles de donde Frenkie estaba.
Momentos después: una fuerte explosión que colisionó todo el tercer y cuarto piso del estacionamiento retumbó por toda la redonda, llevándose la primera plana de las noticias.
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