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Diferencia de altura

Merida rio divertida ante la situación, Hipo sólo hacía una mueca disgustado y avergonzado.

Sabía que Merida podría ser muy burlona cuando se presentaba la oportunidad, no entendía a veces qué encontraba de divertido en ello.

Hace días se había sentido muy cercano a ella, llegando incluso a considerar probabilidad de que ella correspondiese sus sentimientos.

Hasta había pensado en la posibilidad de declararle su amor, pero esta situación le hacía cuestionarse sobre ello.

Parecía que nunca lo tomaría en serio, y no podía culparla ya que en verdad era muy...

— ¡Perdón, vikingo! —decía la princesa de DunBroch intentando contener su risa cubriendo su boca con su mano—. En verdad eres muy bajito. ¿Seguro que tienes 15?

—Ríete todo lo que quieras —el castaño resolpló con molestia mientras cruzaba los brazos.

Sentía sus mejillas arder, pero aún más cuando Merida se acercó a depositar un beso su mejilla derecha, inclinándose un poco en el proceso.

Por un momento eso le pareció ridículamente tierno.

—Eres tan adorable —declaró la princesa de DunBroch aún riéndose de la situación.

—C-como sea —dijo el jinete de dragones huyendo la mirada de la joven, aún avergonzado.

—Prometo que podrás burlarte de mi como tú quieras... —dijo la princesa con seriedad pero no pudo contener una pequeña risa haciendo un ademán con su mano para señalar sus diferencias de estatura—. Si me alcanzas.

Hipo le vio alejarse aun ruborizado.

~5 años más tarde~

Deseaba que la tierra se la tragara.

Sabía lo ridícula que debió lucir cuando se quedó sin habla al verle por primera vez.

Se regañaba a sí misma por su comportamiento, sentía que estaba quedando como una idiota.

Sí, siempre le había interesado Hipo, y no precisamente de una manera amistosa. Y aunque habían pasado muchos años desde la última vez que se habían visto, sus sentimientos hacia él no habían cambiado.

Pero vaya que él sí había cambiado. Y bastante.

Sintió como sus mejillas se teñían de color carmesí conforme el joven vikingo de veinte años caminaba hacia su dirección con paso decidido.

Su cabello lucía un poco más largo, y ya no estaba tan delgado como antes.  Parecía que un poco de barba comenzaba a crecer en su barbilla. Incluso sus facciones parecían más varoniles que antes.

Merida sintió sus piernas temblar. Diablos, estaba segura de que sus reacciones la delatarían.

Su corazón latía cada vez más rápido en cuanto el joven se acercaba. Lo peor es que no podía desviar su vista de él, estaba como hipnotizada por él.

El joven tenía una sonrisa enorme.

—Es un verdadero placer volver a verte, princesa —dijo el castaño con un tono seductor.

La pelirroja tenía sus mejillas ardiendo, mientras que escalofríos recorrían cada centímetro de su piel.

—Hey... —respondió Merida con los brazos cruzados sobre su pecho. Intentó no mostrar expresión de asombro.

—Vaya que ha pasado, el tiempo —dijo el vikingo con una sonrisa coqueta—. No has cambiado nada en verdad.

—Si bueno, no puedo decir lo mismo —respondió la pelirroja alzando una ceja mientras mantenía su posición.

Esta vez Hipo inclinó su rostro hacia ella mientras le sonreía completamente divertido.

Merida sintió la respiración del joven contra la suya.

Sus ojos se conectaron en ese momento. La pelirroja pudo apreciar que, a pesar de esa sonrisa llena de coquetería que el vikingo mantenía en rostro, sus ojos verdes reflejaban una calidez tan especial que había observado cuando estaban cerca.

— ¿Sabes? —comenzó a hablar Hipo—. Podría aprovecharme de la situación y burlarme un poco de ti, pequeña Meri.

La princesa de DunBroch hizo un puchero pero inmediatamente se ruborizó en cuanto el joven tomó su cintura entre sus brazos, apenas sosteniéndose en las puntas de su pie.

—Pero Dioses, mi lady. En verdad te extrañé... —declaró el castaño acercando sus labios hacia ella, llegando lo dulce e inevitable.

La princesa accedió al roce de sus labios, importándole poco si tenía que ponerse de puntillas para alcanzar la boca del vikingo. Anhelaba ese beso desde hace años, así que no iba a desperdiciar la oportunidad una vez presente.

Suspiró mientras aferraba sus brazos en el cuello de Hipo, y él por su parte, presionaba aún más el diminuto cuerpo de la princesa contra él suyo.

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