Desde lejos
Parecía ser la noche más fría del año, y eso que apenas la nieve comenzaba a hacer acto de presencia. Sin embargo, el viento soplaba con fuerza, como si así pudiese llevarse las penas de los demás.
La pelirroja miró hacia el cielo con detenimiento desde su ventana, acariciando el cristal con la llema de sus dedos. Respiró hondo y exhaló, provocando que su aliento chocara contra la ventana.
¿Sería que acaso él estaría pensando en ella?
Su cuerpo estaba en DunBroch, pero su corazón y su mente estaban en Berk, preguntándose si Hipo estaría celebrando sus nupcias con Astrid, a pesar de todo.
Y con todo se refería a pesar de decir que existía una conexión especial, que iba más allá de ser amigos entre la princesa de DunBroch y el próximo jefe de Berk.
Suspiró abrazándose a sí misma.
—Oh Hipo... ¿qué hice?
Si tan sólo hubiese sido más valiente para poder decirle lo muy enamorada que estaba desde hace unos años, si no se dejara guiar por las ideas de su padres sobre el hecho de ser clanes enemigos, podría tal vez haber impedido esa boda a tiempo.
Abrió un poco la ventana asomándose mientras el viento le producía un escalofrío. Su vista se dirigió a las estrellas, aquellas que le encantaba admirar con Hipo tras una buena aventura explorando los alrededores.
Una lágrima traicionera se deslizó por su mejilla izquierda.
Maldición, en verdad lo extrañaba y la ausencia de él sólo crearía un enorme vacío en ella. En el fondo sabía cuanto le haría falta contemplar esa sonrisa nuevamente, acariciar ese rostro lleno de diminutas y adorables pecas, sentir la suavidad de su cabello.
Apretó los puños en su camisón, cerrando y alejándose de la ventana.
—Y-yo te amo, de verdad te amo— susurró como si el viento de esa fría noche pudiese llevar sus palabras hacia el lejano lugar donde el jinete de dragones se encontraba
¿Por qué había sido tan cobarde? ¿Por qué no lo había intentado?
Se limitó a limpiar sus lágrimas mientras sollozaba y se dejó caer en su cama. En el juego del amor había perdido, lo había perdido a él.
Una idea cruzó por su mente. Tal vez, solo tal vez, aún no era tarde.
♡♡♡♡
—Yo-yo en verdad lo siento Astrid... —Hipo dijo con sinceridad y un brillo de arrepentimiento ante la que se había vuelto su amiga con el paso de los años. Por eso mismo no podía engañarla ahora.
La rubia respiró hondo mientras cerraba los ojos. Ella era fuerte, sabía que podría reponerse a un golpe como este en menos tiempo de lo que cualquiera creería.
Y la verdad había preferido que fuera ahora a diez años más tarde.
Los vítores y aclamaciones de todo el pueblo de Berk resonaban en sus oídos, pero eso no le haría cambiar de opinión.
—Está bien, Hipo —dijo la rubia con tranquilidad y a la vez mirándole con entendimiento— Véte, yo me las arreglaré con el resto.
Quizá no había una sonrisa en su rostro, pero tampoco había reproche en su mirada.
El castaño le observó con inmensa gratitud y corrió mientras se quitaba con rapidez los ornamentos del vestuario para matrimonio.
Ya había perdido demasiado tiempo de su vida por ser un cobarde, no iba a perder más. Ahora estaba completamente seguro de que lo sentía y sobre todo a quién amaba.
—Rápido amigo —dijo el jinete mientras se apresuraba subir en en el furia nocturna.
El dragón entendió su intención y se apresuró a tomar impulso y volar sobre el cielo iluminado por la Luna llena.
Su corazón latía como si estuviera a punto de salir de su cuerpo.
Se sentía como un idiota por casi cometer el error de alejarse para siempre del amor de su vida.
Pero a partir de ahora eso jamás pasaría otra vez. No se alejaría de Merida ahora que había comprendido que era aquel que llamaban, su verdadero amor.
Tomó su pequeño catalejo para asegurarse de que faltaba menos camino para llegar a ella.
Ya no le importaba si pertenecían a clanes difetentea, si en el pasado habían sido enemigos o si los padres de ella no lo aceptaran.
Si Merida aceptaba sus sentimientos bastaría para él.
Pudo distinguir entre la niebla la figura del castillo de DunBroch.
—Deprisa, viejo. Creo que ya casi llegamos.
♡♡♡♡
Tomó la primera capa que encontró y el carcaj que estaba en su mueble.
Sabía que huír por la puerta principal no sería la mejor opción, sería muy posible que la descubrieran debido a la cantidad de guardias.
Quizá era arriesgado bajar por una de las torres del castillo, pero necesitaba intentarlo por lo menos.
Intentó tomar todas las mantas posibles para comenzar a crear una cuerda con ellas. Debía estar muy desesperada para recurrir a esto, ¿pero qué importaba?
Escuchó un suave golpe en la ventana y contuvo la respiración. ¿Acaso él...
Dirigió su mirada hacia la ventana, contemplando la dulce sonrisa del joven vikingo, quien desde su dragón le saludaba con la mano.
Corrió hacia la ventana abriéndola, tratando de asimilar la situación. La pelirroja no pudo ocultar su sonrisa.
—Hi-hipo, creí que estarías casándote ahora mismo —habló la princesa acercándose con su ritmo cardíaco acelerado.
—No podía casarme, porqué la chica que amo no se encontraba ahí —dijo el castaño extendiendo su mano hacia ella—. Pero ahora ya podría casarme sin objeción.
Un lágrima rodó por la mejilla de Merida, esta vez de felicidad.
—Oh Hipo... —la joven pelirroja se lanzó a sus brazos sin pensarlo un instante.
El jinete la recibió tomándola con fuerza entre sus brazos. Pudo aspirar su dulce aroma mientras ella le acariciaba el cabello.
—Perdóname por ser una cobarde.
Hipo sonrió aún estrechándola entre sus brazos.
—No tengo nada que perdonarte, mi lady...
Chimuelo sonreía con burla, pero totalmente satisfecho de ver a su mejor amigo tan feliz.
El castaño se separó un poco.
—Huye conmigo, Mer —pidió tomando las manos de princesa con dulzura.
La pelirroja rio en voz baja pero asintió.
—Sí —accedió separando una de sus manos para acariciar el rostro del castaño con suavidad.
Poco a poco ambos jóvenes acercaron sus labios uniéndolos en un reconfortante y anhelado beso.
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