A la mañana siguiente me sentía completamente desconcertado, con la mente en blanco, a medio vestir, me sostenía la cabeza, mi mirada estaba fijada al suelo, y mi voz no salía en lo absoluto mientras mi corazón martillaba con fuerza por el dolor que sentía, mis sentimientos eran un remolino tortuoso que desordenaban más mis emociones.

¿Y eso por qué?.

Hoy por la mañana me desperté sintiéndome con un gran peso de conciencia, con los ojos llorosos y con el corazón roto, pero con la idea mentalizada de que mi amistad con Yugi cambiaría por completo.

Y eso era, justo cuando ambos nos  despertamos nadie dijo nada, únicamente nos quedamos en silencio  para después medio vestirnos.

Traté de entablar una conversación, pero mis intentos fueron envano, Yugi lo volvía difícil y no lo culpo, seguramente no recuerda nada. Seguramente está confundido. Seguramente piensa que yo lo... Que yo... Yo me aproveche de él.

Y Ese último pensamiento me destroza el alma y el corazón. Mis ojos se llenan de lágrimas y al creer que he acabado con la amistad que tenía con Yugi.

Sin embargo...

— ¿Estas Bien?. — Su pequeña mano toma de mi hombro en un gentil apretón que me reconforta profundamente, pero mi mente sigue invadida por malos pensamientos.

Quisiera hablar pero nada sale de mi dolorosa garganta.

— ¿Atem?. — Me insiste con voz tímida.

Luego de soltar un largo suspiro, me lleno de valor y respondo:

— Estoy bien. — Agarre mi camisa del suelo y me la coloque mientras me paraba, alejando el toque de Yugi de mi. — Tengo que irme. —

Largos segundos se mantuvieron entre nosotros para después que Yugi lo cortara.

— E-esta bien... Suerte en el trabajo...— Su voz se volvió más baja. Yo ya no aguantaba  estar a su lado. Debía salir de ahí. Sin embargo antes de poder largarme y tomar el pomo persiví un leve sollozo. — Perdoname. —

Al escuchar a Yugi sollozar de esa manera, me gire sobre mi mismo para regresar con él y abrazarlo fuerte, Yugi hizo lo mismo, solo que a diferencia de este oculto su rostro en mi pecho humedeciendolo.

— No llores, ¿por qué lloras?. — Le preguntó con voz gentil.

Yugi hipa, no me responde, solo sigue llorando, mientras trata de abrazarme más fuerte.

— Yugi. — Insistí.

— Tan sólo perdoname. No tenía intenciones de hacerte eso. Créeme, yo jamás te habría obligado a tener sexo conmigo. —

¿Qué?, ¿lo recuerda?.

Lo separó de inmediato de mi para verlo directamente a los ojos sin poder creer lo que decía.

— ¿Q-qué?. ¿L-lo recuerdas?. — Le pregunté.

Yugi aún me ve con su rostro lloroso y un tanto sonrojado, pero a final de cuentas asiente.

— ¿Q- qué... Qué recuerdas exactamente?. —

Mi pequeño desvía la mirada hacia otra parte y el rubor aumenta un poco más.

— Te me confesaste a noche. — Me dice quedito pero claro. — Me dijiste, que por una sola noche te permitiera pertenecerte. — Su rostro ahora estaba rojo más que nunca, luego noto como se toca sus preciados labios, aquellos que pude saborear con antelación anoche. — Tú... Tú... ¿Tú de verdad lo decías enserio?. — Ahora me mira. — ¿De verdad te gustó?. —

¿Qué debería de decirle?

*Continuará...