En el momento en el que volvió a conocerlo, parecía una persona completamente diferente. El niño asustadizo estaba muriendo al un niño valiente y más frío estar naciendo en ese mismo cuerpo, mientras que el hombre se volvía cada vez más misteriosamente reservado.

Se había vuelto un ser fascinante, la horrible situación en la que todos vivían lo había hecho madurar antes de tiempo, pero aún, en su interior, seguía siendo Carl. Las ganas de ambos de conocerse a fondo habían crecido. Aún así, sabían lo suficiente sobre el otro; en su corazón sabían que podían confiar en el otro, sabían que eran amigos.

Rick, un día, dejó a Carl a cargo de Daryl, debido a que era uno de sus hombres de mayor confianza de entre todos los humanos en pie.

"Oficialmente, eres su 'niñero'".

Dixon golpeó levemente el brazo del Grimes mayor.

"No juegues" dijo, con una sonrisa apenas notable, pero carismática.

Rick caminó hacia la puerta de la casa en la que se encontraban, se detuvo en seco y dio media vuelta para poder mirar a ambos. Sin duda, no era un par tan distinto.

"Cuídalo" demandó, con una mirada seria.

"No te preocupes" respondió Dixon, algo nervioso por estar a segundos de quedarse solo con el pequeño Grimes.

Escuchada su respuesta, Rick se retiró sin decir nada.

Y el silencio reinó entre ambos.

Querían mirarse a los ojos, pero sólo seguían mirando la puerta, que apenas había sido cerrada, en vano.

"¿Tienes hambre?" rompió el hielo Daryl.

Carl se miró los zapatos con algo de timidez.

"Un poco".