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·• PRÓLOGO •·


Book Trailer



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Qué locura es esperar el mal
antes de que llegue”







Horas. Cinco horas veintiún minutos. 

Los empleados de la estación están 
hablando entre ellos acerca de la extraña mujer distante que ha estado sentada en la misma silla durante más de cinco horas. 

Ella no mueve nada más que su cabeza; sus ojos siguen a la gente mientras pasan caminando, con maletas de rueda rodando a su lado, equipajes de mano colgados sobre los hombros. 

Un hombre se acerca a ella, vestido con su uniforme; otros empleados detrás del mostrador de boletos observan desde lejos. 

—Señorita— comienza, con inquietud en su voz—¿Qué tren está esperando?

La dama levanta los ojos. Ella nota los pequeños pelos de su cuello erizarse 
cuando ella lo mira sin expresión, sin parpadear. Ella inclina su cabeza, estudiándolo como si fuera un espécimen intrigante. 

Después de un momento, y sin respuesta: 

—¿Señorita?—El empleado da un pequeño paso atrás, necesitando poner más distancia entre ellos. 

Y entonces... ella sonríe. 

El hombre parpadea, confundido por la extraña mujer. 

—Estoy esperando el tren que regresa de Sans Soley—responde amablemente. 

El hombre asiente. 

—¿Sabe cuál? Yo podría ayudarle; parece que ha estado esperando mucho tiempo. 

Otra sonrisa, sutil, más alrededor de sus ojos que de su boca; sus movimientos son todavía escasos, pero para el hombre, parece ser menos amenazadora que antes. 

—Llegué temprano— dice ella—No quería perderlo, así que llegué temprano.

El hombre asiente de nuevo; como la mayoría de las personas, instintivamente sabe que hay algo raro en esta mujer, pero también como la mayoría de la gente, lo ignora. 

Porque ella está siendo amable. 

Porque ella es bonita. 

Y aparentemente inofensiva. 

Finalmente, él le devuelve la sonrisa. 

—Bueno, ¿hay algo que pueda hacer para que su espera sea más cómoda? ¿Le gustaría algo de beber? Un café ¿Tal vez?

Él mira a través del ancho pasillo hacia la cafetería. 

—No, pero gracias—. Ella cruza sus delicadas manos en su regazo. 

—Bien, bien, solo déjeme saber si necesita algo—. Él asiente con la cabeza hacia el mostrador de boletos—. Simplemente estaré por allí; al menos hasta que mi turno haya terminado en unas pocas horas.

—Gracias—dice la mujer. 

El hombre comienza a alejarse, pero la mujer lo detiene. 

—Señor—. Se da la vuelta— ¿Le gustaría... que tomáramos un café juntos? 

Su postura cambia. Saca su celular del bolsillo de sus pantalones y comprueba la hora. 

—Creo que puedo tomar mi receso antes—dice y desliza el teléfono de nuevo en el bolsillo—. Déjeme decirles lo que está pasando y le acompañaré allí— sonríe. 

Ella también sonríe, y luego observa al hombre regresar al mostrador de boletos dónde están esperando las mismas tres mujeres que los observaban desde lejos. Unos segundos más tarde, después de que él les informa de su receso antes de hora – y sin duda les da la primicia sobre el extraño intercambio– se acerca a la mujer de nuevo, manteniendo las manos a los lados y solo para mantener el encuentro profesional. 

—¿Vamos?—Dice. 

La mujer se para a su lado; su única posesión es su bolso, pequeño y hecho de piel sintética, de color rojo brillante, con suficiente espacio interior para hacer que un hombre se pregunte qué está escondiendo allí. 

Caminan lado a lado hasta la cafetería.






La extraña mujer frota continuamente la yema de su pulgar contra el lado de la taza de café de poliestireno; rara vez bebe de ella, y cuando lo hace es solo cuando un hombre pasa, y sus ojos lo siguen de manera escalofriante hasta que él se va. 

Al empleado de la estación le gustaría terminar este incómodo encuentro, pero lo que había comenzado como un gesto amable se ha convertido en una forma de observarla más de cerca. No le gusta la sensación que percibe de ella; ni tampoco las mujeres detrás del mostrador de boletos que se mantienen mirándolo desde lejos. 

Ella podría ser mentalmente inestable y necesitar una escolta policial para sacarla del aeropuerto; ella podría ser una terrorista. O, solo podría ser diferente, y el hombre se sentiría mal por llamar a la policía porque ella no encaje en el molde de lo que se considera normal en la sociedad. 

—¿Estás esperando a un miembro de la familia? 

El hombre sondea, tratando de hacer conversación: ella ha estado callada desde los tres minutos que hace que se sentaron juntos. 

—Tienes un buen rostro— dice la mujer.

El hombre parpadea un par de veces, luego toma un sorbo de su café como una distracción. 

—Gracias ... —Él mira al mostrador de boletos; las mujeres se ríen suavemente cuando ven la mirada desconcertada en su rostro. 

La mujer se mueve hacia su bolso, y él se tensa brevemente. 

—Te lo mostraré—dice ella, su voz siempre desconcertantemente tranquila, sin emociones. 

Cuando la mujer abre su bolso sobre la mesa, el hombre aprovecha la 
oportunidad para mirar dentro disimuladamente. 

No ve nada que pueda ser usado 
como un arma, solo un pequeño paquete de pañuelos, una billetera, una botella de desinfectante de manos tamaño muestra y otras cosas aleatorias que generalmente terminan en los bolsos para mujeres. 

Ella saca un pequeño espejo. 

—Echa un vistazo— dice ella, y le tiende el espejo para que él lo tome. 

A regañadientes - y después de otra mirada desconcertada a sus compañeros de trabajo- él toma el espejo y lo sostiene, sin estar seguro de lo que ella quiere que haga con él. 

—Mira— ella insta, asintiendo ante el espejo. 

El hombre traga nervioso y luego sostiene el espejo frente a él. 

—¿Qué se supone que debo estar mirando?

 —Tu rostro.

—Yo uh ... —sigue mirando, su expresión se hace más incómoda cada segundo— Bien, estoy mirando. Pero todo lo que veo es un tipo guapo.

Él fuerza una sonrisa, intentando fingir estar cómodo con la situación.

La mujer se acerca y pone su delicada mano en su muñeca, bajando su brazo y el espejo en su mano. 

—Tienes un buen rostro—repite ella. 

Ella toma el espejo de su mano, escondiéndolo dentro de su bolso de nuevo. 

Entonces ella se pone de pie. 

—¿Adónde vas?—El hombre se queda sentado allí, confundido por todo el 
intercambio, pero aún más, dado que ahora, ella aparentemente decidió alejarse. 

—El tren ha llegado— dice ella sin mirarlo, y luego se escapa entre la multitud. 

El hombre, y las mujeres detrás del mostrador de boletos, la observan hasta que ella sale de la estación por las puertas principales.











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Querido Lector 

Esta historia está categorizada en los géneros como:
Crimen, Suspenso, Thriller, Misterio, Thriller psicológico y Romántico; sí, la historia tiene elementos de amor, romance y erotismo, pero no lo suficiente como para caer en alguna de esas categorías.

Todo lo que pido es que antes de leer, por favor asegúrate de que es del género del humor que estás
para leer.

Eso te librará de estar decepcionado de que no era lo que esperabas, y me librarás de recibir comentarios “decepcionados”

Dicho esto, bienvenidos a:

REVIVING CHACAL

¡Nos leemos pronto!

Ciao•·

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