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33-Nunca hubiera pasado

Maggi







En el segundo en el que las puertas dobles se cierran detrás de nosotros, 
siento mi corazón hundirse en el hueco de mi estómago. 

Mientras dejo que mi mirada barra el vasto cuarto, estoy sorprendida de lo rápido que Callahan llega directo al punto.

—Te diré lo que me gustaría y te daré la oportunidad de que me digas tu precio. —Señala para que JungKook se siente en la silla de cuero más cercana.

Jungkook se sienta y me encuentro siendo dejada de pie, sola.

Las máscaras se han caído ahora que los dos están juntos en la privacidad de este cuarto. Arthur Callahan ya no es el distinguido y encantador hombre que pretendió ser allá fuera frente a todos. 

No, es el malvado y enfermo bastardo por el cual dos organizaciones estamos aquí 
para matarlo. Ya no me está viendo como un invitado a su mansión quien merece copas de champán o la intrusa con su sirvienta en un cuarto de lavado; soy simplemente un peón en su juego sexual que ya no vale que la vean o que le saquen conversación. 

Solo Jungkook es digno de tales lujos. 

Jungkook es al que quiere. Ahora lo veo. Pero hay mucho más ahí de lo que sé. Y no toma nada de tiempo para que el resto de nosotros se entere.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunta JungKook calmada y astutamente.

Descansa su espalda contra la silla y sube su tobillo izquierdo a su rodilla derecha.

Arthur Callahan toma la silla que combina con la otra frente a JungKook, una diabólica sonrisa se desliza a través de sus agresivos rasgos.

—Te quiero a tí —le dice—. Pero se que no la dejaras fuera de esto así que…—Hace una pausa y luego añade—: Puedes follarme mientras ella se sienta en mi cara.

Sonríe, y por primera vez desde que entré aquí, sus ojos me rodean.

Mientras estoy teniendo un ataque de pánico en secreto, Jungkook reflexiona por un momento, haciendo que parezca que está tomando la oferta en consideración.

JungKook me mira.

—De ninguna manera —le digo en ese momento—. Él es asqueroso Jungkook. No estoy de acuerdo con esto.

JungKook se pone de pie y me agarra casualmente por el codo.

—Harás lo que te diga —dice.

Sacudo la cabeza de un lado a otro, mirándolos, tratando de no salirme del personaje, pero encontrando más y más difícil de lograrlo.

Puedo hacer esto, me digo mientras los fuertes latidos de mi corazón se elevan sobre la voz en mi cabeza. JungKook no me lastimará. De ninguna manera. Pero Callahan…

¿Por qué no solo mata al cerdo ahora? No lo entiendo…

Con mi codo aun agarrado en su mano, JungKook se voltea hacia Arthur y dice—: Es un trato.

Siento mis ojos agrandarse en mi cráneo.

—No —digo y trato de soltar mi brazo, pero entonces JungKook estrecha sus ojos hacia mí y me rindo.

—Inclínate sobre la mesa —dice JungKook.

Mira a la pesada mesa cuadrada de mármol a mi derecha, moviendo nada más que sus ojos.

—Ahora, Beth—demanda.

Vacilante, camino hacia la mesa y pongo mi estómago y pecho sobre ella de la cintura para arriba. Ya siento el aire del cuarto contra la tela de mis bragas. Trago duro.

JungKook viene encima de mí y levanta mi corto vestido hasta mi trasero, dejándolo en mi espalda baja. Una de sus manos aprieta mi nalga.

—Me agradan los juegos previos —dice Arthur desde la silla detrás de mí—. Tengo cosas que podrías usar si quieres.

—Puedo hacerla mojar sin ellas —dice Jungkook, bajando mis bragas y dejando que caigan alrededor de mis tobillos. Jadeo incómodamente mientras estoy expuesta—. Pero quizá las use. Ha pasado un tiempo desde que en verdad la lastimé.

Arthur Callahan hace un extraño sonido que nunca había escuchado antes. 

—Oh, sí, me gustaría mucho ver eso. —Golpea sus manos y añade con un 
espeluznante deleite—: ¿Qué tan chica es? Tengo un bate de goma.

Me congelo contra la mesa, su comentario sacando el aire de mis pulmones.

Maldición, ¿está de broma?

Mis manos comienzan a temblar debajo de mi pecho.

¿Por qué demonios estamos avanzando en esto? 

¿Dónde está la esposa de Callahan?

Entonces, de repente, como si ya no estuviéramos en este cuarto con este maldito bastardo enfermo, siento los dedos de JungKook deslizarse dentro de mí y me mojo instantáneamente. 

Jadeo bruscamente, el cálido aliento emanando de mis labios recubre la mesa a centímetros de mí con humedad. La observo aparecer y desaparecer con cada respiración rápida que tomo.

—Abre las piernas —instruye Jungkook.

Al principio, no lo hago, pero cuando mete ambas manos entre mis muslos y los fuerza a separarse, exponiéndome completamente, no peleo con él, solo agarro el borde de la mesa con la punta de mis dedos y enderezo mi espalda.

Mi mente lucha con lo que está mal con esto. Sé que está mal y es asqueroso porque ese hombre está sentado ahí, observando esto.
Pero la otra parte de mí, la parte que está comenzando a bloquear completamente de mi mente la presencia de Arthur, quiere que JungKook haga esto conmigo. 

Trato de cerrar mis ojos e imaginar 
solo a Jungkook en el cuarto y funciona por un minuto o dos hasta que escucho de nuevo la voz de Callahan.

—Sí, es bastante rosa. Muy pequeña —dice y aprieto los dientes.

JungKook comienza a detenerse. 

—Sabes —dice él—, tal vez podrías mostrarme lo que tienes. La follaré un poco primero, abrirla un poco, y luego…

—No digas más —dice Arthur con una sonrisa sádica en su voz.

Lo escucho levantarse de la silla y luego sus zapatos de vestir golpean contra el piso mientras camina. Veo que sus pantalones ya están desabrochados, su camisa fuera del pantalón, descuidadamente sobre su grotesco estómago. Ya se había estado tocando. 

Mientras se aproxima a lo que parece un gran closet, se detiene a medio camino y se voltea hacia JungKook. Parece estar contemplando intensamente hasta que dice—: ¿Estaría bien si permito que mi esposa mire conmigo?

¿Qué?

Después de una momentánea pausa, Jungkook responde.

—Una persona más no era parte del trato. —Reflexiona—. Pero supongo que estaría bien. ¿Está abajo?

—Oh, bien —dice Arthur, frotando sus manos. Continúa caminando 
hacia el closet, abriendo las enormes puertas para revelar una entrada más grande que la de una habitación promedio—. No, la mantengo aquí.

¿Eh? ¿La mantiene ahí?

Sintiendo que esto ha llamado algo más que la atención de JungKook, miro hacia arriba mientras pasa por mi lado. No tengo ni idea de lo que él está haciendo, no estoy segura de sí debería quedarme como estoy, o de hacer lo que preferiría hacer y levantarme para que mi vestido vuelva a caer sobre mi trasero. Espero unos cuantos minutos más.

—No estés tan sorprendido cuando la veas —dice Callahan. 

Parece que como si él estuviese presionando en una serie de números sobre un teclado plateado en la pared, en el interior del armario. —En cierto modo, mi esposa es como la tuya.

—¿En serio? — JungKook dice ingresando en el armario con él.

Otra puerta maciza se abre de la pared en el interior del armario para revelar otra habitación. 

—Sí —continúa Arthur—. Aunque ella es mucho más sumisa que la tuya. 

Entonces oigo un ruido fuerte y un disparo mientras los dos desaparecen en algún lugar dentro de la habitación oculta. 

Me doy prisa en subir mi ropa interior y me apresuro a cruzar el espacio para ver qué es lo que está pasando, casi tropiezo en mi camino debido a los tacones.

—¡Entra, Maggi, ahora! —le oigo gritar.

Una vez que pude abrirme camino más allá de los altos estantes dentro del armario e irrumpo en la habitación oculta, estoy sorprendida y confundida de lo que veo, incapaz de formar ideas mucho menos palabras. 

—JungKook que le…

JungKook tiene presionado la cara de Callahan contra la pared con una apretada corbata envuelta alrededor de su grueso cuello. Su cara se hincha sobre la restricción del tejido, su piel se está poniendo de un rojo oscuro y púrpura. 

Una mujer yace en un catre junto a la pared usando un transparente vestido largo de algodón blanco y está manchado de sangre y orina.

—En el armario —dice Jungkook, presionando su cuerpo contra el hombre que está luchando—, hay un maletín en el suelo con una pistola. Tómala.

Rápidamente corro de regreso al armario detrás de mí para buscar el 
maletín, encontrándolo en cuestión de segundos. Saco la pistola y corro de regreso al interior de la habitación.

Él libera una mano y se lo entrego.

JungKook empuja el cañón de la pistola contra la sien de Callahan y suelta su cuerpo. Él jadea por aire, haciendo sonidos desesperados de ahogamiento mientras intenta recuperar el control de su respiración.

Voy hacia él y chequeo, buscándole 
algún arma. Pero no tiene ninguna.

—Limpio—le informo a Jungkook.

JungKook alcanza el bolsillo de su pantalón y saca un par de guantes de goma y me los arroja.

Me los pongo rápidamente.

—Ahora las cosas van a suceder de esta manera —le dice Jungkook a Arthur—. Por desgracia, no voy a matarte. Si fuera mi elección, te hubiera dado muerte cuando te atreviste a tocarla. 

¿Qué. Está. Pasando? No puedo asimilar de este inesperado giro de acontecimientos.

—Si no viniste aquí a matarme —dice Arthur Callahan, su voz temblando de miedo pero mezclada con diversión—, ¿entonces para qué diablos estás aquí? ¿Dinero? Tengo un montón de dinero. Te daré todo lo que quieras. 

JungKook empuja a Callahan hacia el piso y mantiene la pistola apuntándole. El sudor mana de la cara y cuello del hombre, empapando su blanca camisa de vestir. 

Luego Jungkook busca dentro del bolsillo oculto de su chaqueta y me entrega un pequeño sobrecito amarillo.

—Ábrelo —indica.

Mientras estoy haciéndolo, Jungkook se vuelve hacia él.

—Tú muerte no me pertenece—dice JungKook y estoy todavía más confusa—. Ella dejó una nota firmada por su mano. Todo lo que tienes que hacer es esperar una hora después de que nos vayamos para que los llames.

—¿De qué diablos estás hablando? —espeta Arthur, a pesar de que una 
pistola le está apuntando.

No me puedo decidir a quién mirar más, al enfermo hombre en el suelo o a la pobre mujer acostada en el catre. 

De repente ella me mira con ojos tristes, débiles y atormentados y un escalofrío recorre mi cuerpo.

—Tranquila, voy a ayudarte —Comienzo a moverme hacia ella— Solo quiero ayudar, ¿está bien?

—No, Maggi—dice Jungkook—. Déjala.

—Pero… 

—Saca el contenido del sobre —interrumpe.

Saco en primer lugar una doblada hoja de papel, tratando de captar la sensación a través de los guantes de goma sellados firmemente en mis manos.

—Léelo —dice.

Con cuidado, lo despliego y miro hacia abajo a la bonita escritura de una rúbrica tinta azul. Y cuando empiezo a leer la carta en voz alta, empiezo a sentirme mareada y mi corazón duele.




A mi amado esposo:

Ya no puedo hacer esto contigo. He avergonzado a mi familia, a nuestros hijos, nos hemos avergonzado a nosotros mismos, Arthur. 

Ya no te amo. 

Ya no me amo. 

No amo a nadie porque no puedo. No he sido capaz de sentir una emoción valida en doce años de los treinta que he estado casada contigo. Ya no puedo vivir de esta manera. 

Muchas veces quise buscar ayuda, tal vez ser medicada. No lo sé, pero después de tanto tiempo, después de años de querer ayuda esto comenzó a no importarme. 

Siento tanto que tengas que verme de esta manera. Siento tanto que no pudiera acudir a ti en busca de ayuda. Pero no quería ayuda. 

Solo quería que terminara. 

Y eso es lo que estoy haciendo.

Lo estoy terminando.

Adiós, Arthur. 

El hombre no puede dejar de ver a su esposa. Su floja barbilla vibra mientras trata de retener las lágrimas. Pero todavía no siento una pizca de remordimiento por él. No solo porque todavía estoy luchando para entender que ha pasado, sino porque sé que es un hombre enfermo y no merece remordimiento.

—¿Por qué estás aquí? —pregunta él, su ronca voz estremeciéndose.

JungKook me mira.

—Dame la tarjeta SD —dice.

Saco la diminuta tarjeta cuadrada de la esquina en el fondo del sobre y la coloco en la mano libre de JungKook. La sostiene para Callahan metida entre su pulgar y su dedo índice. 

—Toda la información ya ha sido transferida a mi contacto. Los nombres de tu larga lista de clientes, las locaciones de tus operaciones subterráneas, el video de evidencia que tu querida esposa grabó del que no sabías nada. Todo está aquí. —Tira la tarjeta SD hacia el pecho de Callahan—. Te estoy salvando el culo, Callahan. Si alguien viene a buscarme a mí o a mi equipo, toda esa información se dará a conocer al FBI. Tenemos que salir de aquí sanos y salvos y tan bienvenidos como cuando entramos por tus puertas. ¿Está entendido?

Estoy temblando, tan confundida. 

Arthur Callahan asiente, el sudor sigue cayendo de su barbilla y cejas.

La mujer estira su mano, pero luego cae de nuevo a su lado. Dos jeringas vacías yacen cerca de sus piernas. Está fuertemente drogada. 

Mis ojos barren el resto de su cuerpo, viendo la curvas de sus brazos y alrededor de sus tobillos manchadas con marcas de agujas.

Ya no puedo evitarlo más, me apresuro hacia ella con toda la intención de ayudarla a levantarse. Pero JungKook se estira y me agarra por el brazo, deteniéndome. 

Me mira ferozmente a los ojos, el arma sigue apuntando a Callahan.

—Ella es el objetivo —me dice, jalándome cerca de él—. Ve al cuarto del baño, al pilar de toallas dónde está el arma que nos dejó Sabine. Y luego ve a la mesita de noche sobre el lado de la cama que está más cerca de la ventana. Hay otra arma en el cajón. 

Quiero preguntarle cómo obtuvo toda esta información cuando no es nuestra misión, cómo dió con Sabine, pero la postura que tomo solo va tan lejos como mi mente. Lo hago porque una parte de mí todavía confía tanto en JungKook como el resto de mi quiere evitar que esto vaya más lejos.

—Está bien —digo y corro al cuarto principal. Encuentro el arma justo donde Sabine dijo que estaría y la tomo del mango, hago lo mismo cuando encuentro el arma en la mesita de noche y vuelvo con JungKook.

Mis ojos se llenan de humedad.

Quizá es porque sé lo que va a hacer con ella. Se siente más pesada, más mortal, más ominosa que cualquier otra arma que he sostenido. Incluso la que usé para dispararle a Jung no se sintió así.

Siento mi corazón acelerarse en la planta de mis pies.

JungKook se hace a un lado para que yo tome su lugar. Está usando un par de guantes negros ahora.

Camino hacia él, tambaleándome en mis temblorosas piernas, y en ese momento mi corazón se estruja.

Se que JungKook le dará a esa mujer una muerte rápida pero también fría. Algo en ella me recuerda a mi tía y no puedo dejar que lo haga de esa manera.

Doy un paso atrás.

JungKook me mira, sus ojos intensos y con un poco de empatía.

—¿Estas conmigo en esto?—le pregunto.

Asiente.

—Hasta el final.

Sin otra palabra, camino hacia la mujer y me inclino hacia adelante, levantándola del catre a una posición sentada. 

—Shhh… Tranquila.

Su cuerpo está tan débil y desconectado que apenas puede mantenerse derecha por sí sola.

Sus ojos se abren y cierran aparentemente por cansancio o las drogas mientras pongo el arma en su mano, doblando sus dedos alrededor del mango y su dedo índice en el gatillo.

Siento una lágrima finalmente descender por mi mejilla mientras acaricio su cabello con mi mano enfundada en un guante.

Posiciono mi cuerpo frente a ella y meto el arma bajo su barbilla y aprieto el gatillo con su dedo. 

Oigo el disparo reverberar a través del cuarto con gruesas paredes, pero mis ojos se cierran antes de ver la sangre.

Arthur Callahan grita el nombre de su esposa y luego se desploma contra el suelo, su cuerpo de gran tamaño temblando con emoción.

Voy hacia JungKook y me paro detrás de él.

—Tienes una hora —dice JungKook—. Tal vez quieras salir de aquí antes que la organización de Norton te encuentre.

—¡Vete a la mierda! ¡Vete a la mierda! —grita Callahan, saliva sale de su boca. 

Nos señala, apenas levantando su rostro unos centímetros del suelo—. ¡ Vete a la mierda!

—Nunca hubiera pasado —añade JungKook. 

Luego envuelve un brazo alrededor de mis hombros y salimos del cuarto.

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JungKook







Detengo a Maggi en las puertas de la suite y la giro para encararla, mis manos están sobre sus brazos. La sacudo.

—Escúchame —digo y ella alza sus ojos—. Toda la explicación que necesites, te la daré pero ahora no es el momento. ¿Entiendes? —La vuelvo a sacudir.

Ella asiente erráticamente para después inhalar hondamente mientras yo pongo el cerrojo en el interior de la puerta de la suite antes de cerrarla. Cuán salvos salgamos 
de esta propiedad, yace todo en manos de Callahan. Si decide que nos quiere ver muertos más de lo que quiere permanecer fuera de prisión y perder toda su fortuna, 
entonces los siguientes cinco minutos serán muy complicados. 

Tengo un arma, la pistola de la maleta del armario. Nueve balas en la cámara. Tengo a Yoongi y Hoseok listos para mi señal. 

Y espero que Callahan sea un puto bastardo inteligente.

—Cabeza arriba —le susurro con dureza a Maggi a mi derecha.

Alza la barbilla y deslizo mi mano alrededor de su cintura a la vez que avanzamos casualmente hacia el elevador de cristal. Los dos guardias que están posicionados afuera de la habitación de Callahan no están a la vista, pero hay uno al final del pasillo. Al igual que los otros, éste lleva un auricular. Pasamos a su lado con desinterés y Maggi trabaja su encanto, sonriendo un poco viperina hacia él. 

Seducido por ella, él le sonríe como un idiota hasta que el elevador nos hace descender hasta debajo de su piso.

—Ah, allí están —dice Vince Shaw, el asistente de Callahan, cuando salimos del elevador en la planta baja—. ¿Ya se van? Deberían quedarse un momento más, Lucinda va a tocar para nosotros esta noche. —Está de pie con ambas manos 
dobladas meticulosamente frente a él.

Sonrío y meneo la cabeza.

—Me encantaría, pero tengo un vuelo a primera hora que abordar.

—Pero quiero quedarme —dice Maggi con un pequeño gimoteo en su voz.

—Esta vez no —digo—. Sabes que siempre pierdo los vuelos a primera hora de la mañana si no consigo dormir al menos seis horas la noche anterior.

—¿Por favor, amor? —Apoya su cabeza en mi brazo.

Ignoro sus esfuerzos artificiales y extiendo la mano para estrechar la de Vince.

—Fue un placer conocerlo —digo.

—A usted también. Quizá pueda disfrutar de la fiesta un poco más la próxima vez.

—Quizá.

Tiro de Maggi junto a mí a la vez que nos acercamos a la salida. Justo antes de lograr llegar a las altas puertas dobles, escucho la voz de Callahan llegar a través de la mansión desde el balcón del cuarto piso y nos detenemos en seco.

—¡Jeon JungKook!—grita por encima de la multitud.

Siento el corazón de Maggi latiendo en su mano cuando agarra la mía.

Me aparto un paso de la puerta y regreso a la luz para poder verlo completamente. Se ha limpiado bien en muy poco tiempo, su camisa de vestir metida dentro de sus 
pantalones, su cabello gris que había estado empapado por el sudor , peinado hacia atrás por encima de su cabeza probablemente con sus dedos en lugar de un peine.

El momento de silencio, aunque sólo fueron unos meros segundos a lo sumo, es tenso. 

Callahan nos sonríe desde arriba, sus manos apoyadas sobre la barandilla del balcón.

—Espero verlo nuevamente —dice.

Asiento.

—Hasta entonces —digo.

El portero gira un lado de la puerta para abrirla para nosotros cuando salimos de la mansión. 




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¡Hola bellezas!

Despedimos a Mihai y a Nikki de esta historia.

¿Que les pareció estos tres capítulos?

Recuerden que hay un grupo de WhatsApp en dónde conversamos sobre los capítulos actualizados y también nos conocemos un poco.

En fin, espero que les haya gustado tanto como a mí.

Siii, ya sé que quieren encuentros entre algunos personajes, y juro que prontito llegarán. Tengan paciencia, por favor.

Como digo siempre, gracias a aquellas personas que se toman el tiempo en leer, votar y comentar.

¡Nos leemos pronto!

CIAO

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