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32-¿Izquierda o Derecha?

JungKook






Callahan me estrecha la mano mientras me presento y luego sus ojos se dirigen a Maggi.

—Es un placer conocerlo, señor Callahan— le digo en un tono de voz estrictamente profesional.

—Llámame Arthur—ofrece, una sonrisa apenas levanta una esquina de su boca.

El hombre se ve aún mayor de lo que se ve en su foto. Y más pesado. Estimo que debe estar en los finales de sus sesenta, de altura media, pero no llega a los uno ochenta de alto y no menos de ciento treinta kilos.

—Mi asistente me comentó lo sucedido en el restaurante de Robert, ¿Han hablado con él sobre eso?—pregunta.

—Si —le digo, tirando a Maggi más cerca de mí con un brazo alrededor de la parte posterior de la cadera, mi mano descansando en su hueso pélvico. Los ojos de Callahan se desvían para verla allí—. Robert Choi se disculpó personalmente conmigo hace un momento.

Él parece intrigado.

—Es raro, no lo he visto por aquí aún —dice.

Respondo confiado.

—Puedo llevarlo con él, si quiere.

Él niega con una sonrisa. Luego mira a Maggi.

Maggi se mantiene en silencio esta vez.

—¿Ella es tu...? —él busca en su mente la forma más segura de hacer la pregunta.

—¿Mi propiedad? —digo por él, haciéndole saber que es perfectamente aceptable hablar de las cosas de algún modo tabú—. Sí, lo es. Y en su mayoría, ella lo disfruta.

Él levanta una ceja oscura y tupida.

—¿En su mayoría? —pregunta con curiosidad—. ¿Qué pasa con el resto de su pensar?

Él mira a Maggi, una leve sonrisa en los bordes de sus labios envejecidos.

—El resto de mi tiene una mente propia —dice Maggi como Beth.

Suspiro y sacudo la cabeza, rozando mis dedos a lo largo del hueso de su cadera.

—Sí, así es, lo admito —le digo—. Prefiero una mujer que da pelea.

—Si, también prefiero eso —Ah, dulce melodía para mis oídos, Callahan— Así que, ¿ya han estado por el otro camino, lo entiendo? —pregunta y sé que él se está refiriendo a la sumisión completa, ser dueño de una mujer que hará cualquier cosa y todo lo que le dicen sin que se agriete la más mínima expresión de malestar o rechazo.

—Así es—le respondo—. Estoy contento con Beth, independientemente de su
boca a veces.

Callahan la observa con más atención ahora, así como a mí. Le gustan tanto las mujeres y los hombres, después de todo. Y él también le gustan las mujeres que dan pelea, como Beth. La única diferencia es que los que él ha disfrutado fueron forzados aquí en contra de su voluntad.

De repente, Callahan levanta la barbilla con orgullo y dice—: Me gustaría mucho hablar con usted en privado. En mi suite. Si está interesado en ofertas lucrativas.
Usted está interesado en ofertas lucrativas, ¿no es así? —Sonríe y moja sus labios brevemente con su lengua.

Pienso en ello un momento, jugando con su cabeza, haciéndole saber sólo por la mirada en mis ojos que me interesa, pero no estoy desesperado.

—Estoy dispuesto a escuchar la oferta, por lo menos —le digo.

Sus ojos se iluminan. Se vuelve hacia el hombre del traje a su lado, le susurra algo al oído y se vuelve de nuevo a nosotros mientras el hombre toma el ascensor de cristal hasta la planta superior.

—Caminen conmigo—dice Callahan y los dos lo seguimos hacia el ascensor.

Callahan nos habla de la construcción de su mansión mientras esperamos a que el
ascensor de cristal regrese hacia abajo vacío.

Y él divaga sobre la cantidad de dinero que ha puesto en ella como si me explicara de forma encubierta que él puede prescindir del que sea mi precio. Puedo sentir a Maggi ponerse más nerviosa a medida que nos elevamos hacia el piso superior. En un momento dado, ella agarra mi mano y mira hacia abajo para ver sus delicados dedos enredados en los míos.

Aprieto su mano suavemente, haciéndole saber que estoy aquí y que voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para mantenerla a salvo. Que nada de lo que vivió antes en Garden Barón o en Italia, le sucederá de nuevo.

Le echo un vistazo para ver sus ojos y ahora mismo lo único que veo es a Maggi mirándome, la chica valiente que una vez llegó a Soley, aquella chica ansiosa y complicada de la que de un momento a otro me volví su protector.


Caminamos por un pasillo enorme donde adelante está la entrada a su habitación, intrincada y exagerada como el resto de la casa. Dos hombres de traje montan guardia fuera de ella.

Cada uno de ellos, como los de la planta baja, llevan armas ocultas bajo la ropa. Pero yo no. No esta vez. Porque sé que Maggi y yo seremos revisados antes de que entremos y encontrar una en cualquiera de nosotros, dos individuos ricos pero por lo demás comunes que no tienen ninguna razón para estar portando armas de fuego, cambiarían las hipótesis iniciales de Callahan sobre nosotros.

Él podría sentirse amenazado y cambiar de opinión acerca de dejarnos entrar.

Nos detenemos en la entrada y levanto mis brazos extendidos a los lados para permitir que uno de los guardias me registre.

Maggi hace lo mismo, pero no es tan silenciosa en esta ocasión.

—¿Es esto realmente necesario? —Sisea mientras el otro guardia la registra.

—Lo siento, querida —Callahan dice mientras abre las puertas de su suite—, pero sí. No se puede ser demasiado cuidadoso.

Cuando los guardias no encuentran nada, se hacen a un lado y justo antes que Callahan nos encierre a los tres de nosotros dentro de su habitación, él dice a los guardias:

—Pueden irse. Voy a necesitar un poco de privacidad para la próxima hora más o menos.

Los dos guardias asienten en reconocimiento y dejan sus puestos fuera de su habitación.






___________________________________




Jimin




—¿De qué color son sus tarjetas?—Pregunto a Yoongi desde mi pingadillo colocado en mi oído. Camino a través de la gran sala una vez que ví a Maggi y JungKook subir al ascensor.

Mihai y Nikki están detrás de mí, cómo mis guardias. Miro hacia ellos para asegurarme de que mantienen el ritmo y no hacen nada que me haga quedar mal.

Son rojas—responde Yoongi—Cada uno de ellos la tienen, según Choi, es su manera de identificarse entre ellos.

—¿Por qué nosotros no utilizamos esa estrategia?—me burlo, mientras observo a unos de ellos asentir a otro y luego desaparecer lejos de la fuente.

Hago un gesto con mi cabeza a Mihai y a Nikki.

Porque eso es una mierda de exploradores—me responde Yoongi y asiento en acuerdo con él aunque no pueda verme.

Ralentizo mis pasos cuando una mujer pasa junto a mí y me sonríe. Ella hace un gesto hacia mí. Me acerco y me paro a su lado pero mis ojos permanecen en la gran fuente de mármol.

—Tal vez sea solo yo—le digo a Nina—pero prefiero estar cerca de personas que no ocultan quiénes son, de esa manera sabes exactamente qué esperar.

Nina se encoge de hombros.

—Probablemente tienes razón, pero ¿qué puedo decir? Me agrada lo que me agrada.

—De acuerdo. Entonces, estás trabajando para alguien, bajo circunstancias realmente jodidas que debería señalar, pero no perderé mi tiempo en ello, y a quién seguramente tienes que matar. Confiar en mí es imprudente. ¿Y exactamente qué esperas que haga? Más importante aún, ¿qué obtengo de esto?

Ella sonríe.

—Justo eso es lo que he venido a buscar—me señala de nuevo— así es como sé que eres perfecto para esto, Jimin. Estás más preocupado por lo que obtendrás, que con lo que
conlleva el trabajo. Y lo que puedo darte, estoy segura que aceptarás y terminaras este trabajo por mí.

—Lo dudo mucho. ¿Cuánto?

Nina se pone frente a mí; su vestido, atado con un cinturón de seda alrededor de su cintura delgada, cae justo por encima de sus rodillas.

—Diez mil.

Muerdo un lado de mi boca, reflexionando.

—Hmm. Ok lo admito, tienes mi
atención.

Nina sonríe.

—¿De verdad?

Suspiro dramáticamente, miro hacia arriba a la araña que cuelga del alto techo encima de mí, y pretendo tomar todo esto en seria consideración pero ambos sabemos cuál es mi respuesta.

—No. Adiós Nina.

Paso de ella y sigo de regreso a la misión mientras la escucho susurrar maldiciones en mi nombre.







Una vez que llegamos a las escaleras de emergencia, doblamos una esquina y mi pecho se oprime a medida que avanzamos.

Después de un par de minutos, no hay más sonido que nuestra respiración.

No hay señales de nada ni de nadie.

Sin guardias.

No hay cámaras, al menos ninguna que sea visible a simple vista. No sale ningún sonido de ninguna de las habitaciones.

Siento que algo se cierra dentro de mí. No sé si es un órgano o simplemente mis ganas de vivir, pero sea lo que sea, se que algo está mal aquí.

Mis instintos me están pateando en la nuca con una bota con punta de acero de repente.

Me detengo en el centro del pasillo.

Mihai prácticamente choca conmigo por detrás, Nikki detrás de él.

—¿Qué pasa?—él pide—¿Escuchas algo?

—No, me acabo de dar cuenta de algo.

Giro la cabeza lentamente para mirarlos a ambos, nuestras voces resuenan levemente en el espacio confinado.

Mihai y Nikki esperan impacientes a que yo lo escupa ya; cada uno me hace caras inquietas.

—Es una mierda de exploradores...—susurro y Mihai me mira como si una pieza de mi cabeza acabara de soltarse.

—¿Eh?

—Rojo para direccionar, el resto para ejecutar.

Ahora más que nunca, estoy seguro de que mis instintos estaban jodidamente acertados.

Aprieto mi mano contra mi oído.

—Es una fachada, Yoongi. Envía a Taehyung a la escalera de emergencia, ahora—termino y me arranco el pinganillo por qué desde aquí ya estamos solos en esto y digo:— Nos hicieron una encerrona.

El rostro de Mihai se oscurece.

—Carajo—ruge—¡Nos metiste en una mierda jodida, Park!

Nikki pasa a Mihai y me mira a los ojos, sus labios se juntan a un lado.

—Esta misión se volvió mucho más interesante—dice en broma—Cincuenta dólares a que no hay manera de que salgamos de aquí de la misma manera que
entramos.

Le sonrío, pensando en ello.

Saco mi pistola y miro a Nikki asintiendo.

—¿Izquierda o derecha?




(***)









Siguiente pasillo. Se siente diferente aquí que en el resto de este maldito laberinto, más fresco como si el aire hubiera entrado en acción. Y las luces parecen más brillantes, aunque también podría ser mi imaginación. Pero definitivamente hay algo diferente.

Los tres llegamos al final de un largo tramo, justo cuando doblamos a la derecha, una bala golpea la pared medio segundo antes de que mi cabeza la pasara.

—¡Mierda! ¡Mierda,mierda, mierda!

Me agacho en la esquina; Nikki y Mihai presionan sus espaldas contra la pared a mi lado, con las armas listas en sus manos.

—Siempre es la izquierda, estoy perdiendo mi toque—dice Nikki.

—Probablemente.

Pongo mi mano alrededor del borde de la pared y en el pasillo el tiempo suficiente para escuchar otro disparo; una bala golpea la pared frente a mí, enterrándose en el yeso.

—Y ahora sabemos en qué dirección, al menos. Y afortunadamente, ese, en particular, es un mal tiro, o de lo contrario podría haber perdido una mano.

—¿Tienes un plan?— pregunta Mihai.

—No —digo y ruedo rápido por el suelo hacia el pasillo, disparando al mismo tiempo en dirección al tirador. Golpeo al agente y cae muerto al final del pasillo—Pero vámonos de todos modos— grito—¡Porque no tenemos tiempo para sentarnos aquí y pensar en uno!

—¡Deberías haber tenido uno antes de entrar en esta puta trampa mortal!

Escuché a Nikki decir detrás de mí.

Nos apresuramos por el pasillo, y antes de llegar a la mitad del camino, dos agentes más doblan la esquina más adelante, las balas recorren la distancia para encontrarse con nosotros. Me caigo, ruedo hacia adelante y disparo dos tiros.

Nikki cae boca abajo y se acuesta, su arma apuntando delante de él, disparando tres tiros rápidamente. Eliminamos a ambos agentes, pero no a tiempo para salvar a Mihai de una bala perdida, y él es golpeado y se derrumba contra la pared.

—¡Oh, mierda!

El carmesí rojo brillante brilla y se acumula en el suelo de baldosas blancas debajo de él.

Nikki alcanza su brazo, con la intención de arrastrarlo con él, pero en el segundo en que su mano se derrumba alrededor de su codo, otra bala perdida en la dirección
opuesta se entierra dentro de su sien, matándolo instantáneamente.

—¡No! ¡Nooo! ¡A la mierda esto!

Nikki suelta el brazo de Mihai y empieza a disparar. Vacía su arma en el tirador que mató a Mihai, luego recarga torpemente, apenas sacando el cargador del bolsillo de su pantalón a tiempo.

Más disparos me ensordecen cuando pasa en la dirección en la que nos dirigíamos antes, y dispara con temerario abandono a los agentes que vienen hacia nosotros.

—¡Hijos de puta!

Vuelve a vaciar el arma, luego busca a tientas en su otro bolsillo por más.

—¡Nikki! ¡Baja! ¡Agáchate, idiota!

En una posición agachada junto a la
pared, trato de agarrarlo por los pantalones y tirar de él hacia atrás, pero se mueve fuera de mi alcance.

A medida que avanza, más disparos perforan mis tímpanos, arrojando más hombres delante de nosotros y algunos más detrás de nosotros. Saco uno que viene detrás de Nikki, a quien no ve a tiempo, pero guardo mis malditas balas en su mayor parte. Nikki puede hacer lo que quiera. Sabía que traerlos aquí era un error.

No podían ser controlados o incluso razonados cuando estaban enojados, así que no tiene sentido tratar de razonar o detenerlo ahora. Si muere, muere; al menos habrá eliminado varios operativos por mí antes de retirarse.

De todos modos, todo era parte de un plan, incluso si al principio no estaba tan seguro. No fue hasta que me di cuenta de que JungKook me había utilizado que deduje que era precisamente lo que estaba haciendo con Mihai y Nikki.

Llegamos al final del pasillo y, de repente, todo vuelve a estar en silencio. Puedo escuchar débilmente el zumbido de un teléfono celular contra el piso de baldosas, probablemente en el bolsillo de uno de los agentes muertos, pero es todo lo que puedo escuchar.

Bueno, eso y a Nikki respirando como si acabara de correr un maratón con rabia.

—¿Qué diablos pasa contigo?—Le pregunto mientras recargo mi arma,
colocando el cargador en su lugar—No puedes vengar a Mihai si estas muerto, maldito imbécil.

Me pongo de pie y me preparo para doblar la esquina de nuevo.

—No es venganza—dice y hace una pausa para recuperar el aliento; sus ojos se arremolinan con... bueno, venganza.

—¡Vamos!

Doblo la esquina y me encuentro con más disparos. Sé que me estoy quedando sin balas, Nikki se quedará sin balas antes que yo, pero tengo que usarlas o morir. A diferencia de Nikki, disparo con precisión, asegurándome de que cada bala cuente.

Una.

Dos.

Tres.

Siento un pellizco en medio del muslo. El pellizco se extiende debajo de mi piel, profundamente en el músculo, para convertirse en un dolor punzante, y la pierna me traiciona.

Veo que el suelo se eleva para encontrarme antes de darme cuenta de que me estoy cayendo.

Otro pellizco me golpea en el hombro, pero este se convierte en un dolor punzante más rápidamente que la primera herida de bala.

Pierdo movimiento en todo mi brazo,mi arma cae de mi mano y se desliza por el suelo liso, dentro de mi alcance, pero no puedo mover mi brazo para recuperarla. Intento con mi otro brazo y me la pongo en la mano.

Finalmente, me las arreglo para controlar mis sentidos, aunque mi oído suena embotado y mi vista está borrosa: estoy perdiendo demasiada sangre y demasiado rápido.

Taehyung aparece como un fantasma detrás de ellos y acaba con tres hombres en una velocidad inimaginable.

Más agentes salen por el mismo lugar y doy con uno de ellos.

Veo a Taehyung sacar otra arma, alzando sus manos al nivel de sus hombros y disparar consecutivamente. Su puntería, gracias al cielo, sigue siendo exacta.

Arrastrando mi brazo bueno por el suelo, sigo arrastrándome aunque no tengo ni puta idea de hacia dónde.

Mis párpados se abren y se cierran, se abren y se cierran, parpadeando una y otra vez.

Y entonces veo el rostro ensangrentado de Nikki muerto a pocos metros de mí, sus ojos abiertos en mi dirección.

Te dije que bajaras.

El sonido de los disparos se detiene, dejando solo nuestras respiraciones agitadas, con mi dedo en el gatillo, pero a nadie a quien disparar.

Taehyung miró el cuerpo de Nikki muy tenso.

Nina se asomó. Entró con paso firme, observando todos los cuerpos en el suelo. Le lanzó algo que Taehyung tomó al vuelo y se sentó a mi lado.

—Está hecho—dice con el teléfono en su oído—. Reune a todos los hombres que estén en primera línea, no tenemos tiempo. Salimos de aquí.












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