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3 - La Jugada.


Namjoon






¿Cuánta gente puede decir que ha mirado a los ojos a un asesino?

Para la mayoría, eso nunca es una realidad con la que lidiar. Es una ficción experimentada solo a través de la televisión, alejado de manera segura de cualquier amenaza o corrupción. 

El primer par de ojos que recuerdo haber mirado albergaba el alma de un asesino. Y ese era mi padre.

El segundo par de ojos son los que miro ahora, que puedo discernir claramente como el más oscuro, gris acero, me miran fijamente. La mirada de conocimiento de JungKook refleja su verdad, y cada molécula de mi cuerpo se rebela en aceptación. 

Mueve sus pies del piso y camina en nuestra dirección, sólo miro hacia él, tratando de darle sentido a esa mirada. O tal vez la culpa que he albergado durante tanto tiempo simplemente está tratando a forzarme a creer en él.

Me siento más derecho, tomando respiraciones pequeñas y agudas 
para aliviar la presión en mi espalda.

Ubico mi arma sobre la mesa, pero la mantengo a corta distancia de mi agarre, solo por precaución.

—Eso no es necesario,Sr. Kim—me dice James Woolrich, agravado y suspicaz—. El hombre aquí, está desarmado e indefenso, no podría hacernos daño.

Taehyung se atraganta con una pequeña risa, incluso yo casi me reí de eso.

―¿De verdad acaba de decir eso―comienza Jimin―, usted, un  hombre involucrado en las operaciones del gobierno secreto, acaba de asegurarnos que este hombre de aquí, al que conocemos más que usted, no podría hacerles daño solo por qué está desarmado? ―Sacude la cabeza con sorpresa e incredulidad―. Eso es gracioso para mí, Sr. Woolrich. De verdad que lo es. 

JungKook se inclina hacia delante y cruza las manos sobre la mesa curvando su boca en una sonrisa discreta.

—Entonces estamos aquí como reclutas — añade Taehyung iniciando con lo importante.  James asiente —. Y asumo que si lo ayudamos a atrapar a su asesino también beneficiaría al nuestro—Hay acusación en su voz. Pero conozco a Tae y solo está usando la acusación para ir al punto— Usted mismo dijo que había una gran similitud en su modo operandi. Entonces ¿Qué le hace pensar que no era JungKook el hombre al que están buscando?

Alejando el malestar, James sonríe animadamente de nuevo.

―Las víctimas ―dice Woolrich―, a todas les faltan sus dientes, aunque no fueron extraídos de las bocas de la víctima, fueron arrancados; las encías siempre están abiertas y destrozadas, ningún indicativo de una extracción limpia. ―Tae parece querer decirle algo pero James alza su dedo índice para indicar que tiene más para decir―. Y como si los dientes faltantes no fueran lo suficientemente familiares, todas las víctimas son encontradas atadas a sillas, toda clase diferente de sillas, la tortura es su modo operandi, ahí tienes la similitud con tu asesino. Pero luego de atrapar a Jeon, solo tres meses después, el vuelve a aparecer. Mismo modo operandi. Definitivamente Jeon no podía ser el hombre al que buscamos. 

―¿Y cuántas víctimas hay en este momento? ―pregunta Jimin.

―Trece ―responde―. Todos ellos hombres.

—¿Cuánto vale para ustedes atrapar a este asesino serial?—pregunto— ¿Y estoy asumiendo que no lo quieren muerto? 

―Veinte millones ―dice James.―Y definitivamente no lo queremos muerto. Solo encuéntrenlo y llévennos hacia él y nos ocuparemos del resto.

—¿Qué pasa con todos los demás? —Habla Hoseok—. Los agentes trabajando para este caso. 

—Estarán aquí en dos días—anuncia Woolrich—, solo ustedes en esta sala y tres de mis agentes están actualmente en el campo. Todos los demás continuarán en la oscuridad pero vamos a estar en contacto uno con otro a través de medios seguros.

—No estamos todos los que deberíamos en esta sala Sr. Woolrich—corta JungKook, mira hacia James, enojado. Resplandor censurable en sus ojos y se que se refiere a Maggi—. Lo correcto sería…

—Sabes…—interrumpe Taehyung dirigiéndose a JungKook— que la única cosa correcta que deberías hacer después de fingir tu muerte es dejarla en la oscuridad―dice sin pausa― porque, francamente, no eres el único aquí quien se preocupa por ella.

Miro a los ojos duros de JungKook, su mandíbula se tensa. Mantengo mi mirada por un momento, dejando que mi mente se aclare por la reacción inesperada que acaba de tener Taehyung.

JungKook ladea su cabeza hacia un lado y luego hacia el otro, estudiándolo y dice:

—¿Qué te hace pensar que necesito tu aprobación? 

— Eres la razón —dice Taehyung fríamente —. ¿De verdad crees que eres prescindible para nosotros o para ella? 

Una sonrisa se profundiza en el rostro de JungKook; y una luz siniestra destella en sus ojos.

—Creo que todo el mundo se vuelve prescindible cuando su utilidad se agota, ¿Te preocupa no poder manejar que tienes sentimientos por ella?

Levanto la mirada al instante. Siento un cambio de estado de ánimo en la sala, aunque no estoy muy seguro de cuál. 

Taehyung aprieta los dientes, y sus fosas nasales se ensanchan mientras inhala un respiro.

La rabia de ambos se trenza.

¿Por qué siento que hay algo más que un ajuste de cuentas entre ellos? Nada de lo que acaba de suceder me dice que éste enfrentamiento tenga algo que ver con qué Taehyung no me haya matado cuando la orden de hacerlo, fue directa. 

¿Deberíamos confíar en JungKook?

¿Por qué entonces se dejaría atrapar por la policía?

Nada tiene sentido.

—¿Y por qué deberíamos confiar en ti? —pregunta Yoongi como si leyera mi mente. Taehyung parece satisfecho con la entrada de Yoongi.— Quiero decir, nos has hecho creer que estabas muerto. ¿Y ahora esperas que, exactamente Daimon?

Miro hacia JungKook; su ceja izquierda se curva. 

Entonces sonríe oscuramente y se inclina hacia atrás en su silla de nuevo, sus manos desdoblándose y deslizándose lejos de la mesa.

—Tengo que decir, esperaba más de ti, y todo lo que obtengo es una rabieta. ¿Así serán las cosas entre nosotros?

—Así es como elegiste que sean—replica Yoongi.

JungKook asiente con la cabeza, sonriendo ligeramente pero no dice nada.

—Yo estoy a tu disposición, Daimon— anuncia Hoseok y mira alrededor de la mesa— Creo que todos deberíamos hacerlo— hay un silencio—¿Qué? No me miren así…

—Tiene razón —digo—. Todos saben que he tenido mis diferencias con mi hermano, pero deberíamos…

JungKook se pone de pie rápidamente, sus manos apretadas en puños en sus 
costados. Inmediatamente estiro mi mano aferrándome a la culata de mi arma sobre la mesa.

— ¡Jeon! Siéntate, ahora—le ordena Woolrich— No me hagas arrepentirme de no haberte colocado unas esposas.

JungKook me mira directamente, rostro rígido, inexpresivo. No dice nada, después de unos segundos solo vuelve a tomar asiento con la espalda recta y la mirada fija examinando expertamente cada emoción dentro de la habitación. Pero nadie parece notarlo excepto yo. El hombre que entró a la mansión con JungKook está de pie en las sombras al lado opuesto del pasillo con un arma escondida y lista para disparar. 

Tres hombres más entran y se detienen justo detrás de JungKook con rifles en las manos. Y aunque él no los mire a la cara, se que ve más de ellos de lo que ellos ven de él.

―¿Podemos seguir con esto? ―espeta James mientras se mastica el interior de la boca―. Sus archivos estarán aquí en cualquier momento…

La puerta de la sala de la mansión vuelve a abrirse y entra un hombre con una carpeta de archivos, mucho más delgada de lo que esperaba, la carpeta, no el hombre.

―Ah, ahí están ahora ―dice James.

El hombre le da la carpeta y James la desliza a través de la mesa dejándola en el centro.

―¿Dónde está el resto? ―pregunto, mirando hacia una pila de unas sesenta hojas recién impresas de papel. Comienzo a desplazarme a través de ellas, escudriñando el texto en busca de palabras clave; luego voy a leer todo más a fondo.

―Eso es todo ―insiste James Woolrich.

Levanto la mirada sólo con mis ojos; mi mano en pausa sosteniendo una hoja de papel sobre la pila.

―Él está diciendo la verdad ―dice el hombre a su lado con una inclinación de cabeza. Señala la carpeta―. Todo lo que tenemos de su Orden está ahí. ―Está mintiendo, pero lo dejaré pasar por ahora.

―Pero dijeron que nos han estado siguiéndonos desde hace años—dice Hoseok.

―Sí ―responde James―, tenemos un pequeño archivo de ustedes, de cuando Jeon entró a la Organización y trabajó para la señora Hye Lee, pero nada tan extenso como lo que hay ahí ―señala la carpeta de nuevo―, sólo algunos de sus éxitos; información sobre con quién ha trabajado en estrecha colaboración. Ustedes, sus contactos y por supuesto ― me mira―, el Sr. Kim Namjoon.

Dejo caer la hoja en la parte superior de las demás.

―Pensé que la CIA había hecho algo más de… trabajo externo, ¿por así decirlo? ―digo―. ¿Pensé que perseguir a asesinos era más del interés del FBI? 

―Sí, pero Jeon trabajó para Hye Lee y Lee era para cada cuenta una amenaza externa. Jeon era su asesino de mayor rango; pero usted trabajó más tiempo para ella. No podíamos encontrarlo, así que nosotros vamos donde Jeon va. 

―Y además ―dice el hombre que aún no sé cómo se llama―, no somos técnicamente la CIA; estamos en una división completamente diferente.

―¿Y qué división sería esa exactamente? ―le pregunta Taehyung.

―La División de Actividades Especialmente Especiales ―dice James, misteriosamente.

Interesante. Algo tan subterráneo como lo que somos nosotros, de lo que nunca he oído hablar. Sé lo que es SAD, pero de acuerdo con el Sr. James y su énfasis clandestina en el"especial" adicional, supongo que SSAD no representa a los Defensores de la Seguridad Social para las Personas con Discapacidad.

―Nos vimos sorprendidos ―habla James―, cuando Jeon acabó  terminando en un hospital. Un llamado que nos brindó su verdadera identidad; sentimos que habíamos dado con el premio gordo cuando mi compañero Ware, aquí presente—señala al hombre de las carpetas—descubrió quién era él.

Parpadeo una vez, como encendiendo el interruptor de la luz, y la realidad del momento se precipita otra vez en mis ojos como el flujo de una cegadora luz. ¿Hospital? ¿Lo entregaron? No solo eso, sino que se aseguraron de informar quién era.

Pienso en ello un momento, dejando que la evidente verdad en las palabras de JungKook se hunda en mi mente. 

“Fuiste quien me entrenó por años no solo para ser duro, implacable y cruel con nuestros enemigos, sino para darme cuenta cuando algo no andaba bien.”

Puede que nunca haya sabido qué pasó realmente luego de dejarlos en aquella habitación en Italia. Pero todo lo que vivimos después no tiene explicación.

Me doy cuenta que estoy casi sentado en el borde de la silla ahora; mis dientes están presionados juntos, abrasivamente, visibles como si hubiera estado descubriéndolos todo el tiempo como un perro rabioso. Miro a mis manos, están en un puño cerrado. Lentamente mis dedos se relajan y alejo mis manos, colocándolas sobre mi regazo. Jungkook me observa, mientras permanece callado. Sus ojos mantienen una conversación con los míos, como siempre. Estoy totalmente entendiéndolo todo ahora.

Mi postura se relaja y se derrite de vuelta a la calma. Trago y lamo mis secos, agrietados labios, desesperados por la humedad.

―Ustedes fueron como una especie de  fantasmas ―dice Ware―. Incluso con algunos archivos de ustedes cuando estaban en La Orden de Hye Lee, nunca pudimos encontrarlos.

―¿Cómo consiguieron en absoluto cualquier información sobre nosotros en ese entonces? ―les pregunto, subiendo la mirada para poder ver los ojos de JungKook. Ambos esperamos que contesten.

Woolrich y Ware se miran el uno al otro. 

Luego miran hacia nosotros.

―Permítanme expresar la pregunta con otras palabras ―digo―. ¿Quién fue su espía en La Orden de Hye Lee? 

―Aún no tenemos un acuerdo, Sr. Kim ―dice James, sonriendo―. No estamos en libertad de darle esa información. Ni siquiera con un acuerdo. 

Miro a Ware, el más servicial de los dos.

―Lo siento, Sr. Kim―dice Ware con pesar―, pero no podemos revelar la
identidad del agente. Estoy seguro de que lo entiende. Y él o ella está fuera de su misión, así que no tiene nada de qué preocuparse.

Miro a JungKook. 

―¿Y tienes algo que decir sobre esto? ―le pregunto―. Has estado terriblemente callado, aunque no tan callado como ellas. ―Asiento hacia Leslie y So-jung que no han dicho una palabra.

―El tampoco lo sabe, Sr. Kim―dice James Woolrich, mirándome intensamente ― .No me importa quién era él para ustedes o quién eres tú, o qué quieren como parte del trato… no estamos renunciando a la identidad de nuestro topo. 

Sin decir una palabra, miro hacia los archivos y comienzo a leer para mí.

Todo. 

Y mientras estoy tomando nota en mi memoria, también archivo mis propios archivos de los hombres que desean asociarse con nosotros.

James Woolrich: está interpretando al “policía malo”, su herramienta es la 
intimidación; quiere hacerme sentir como que debería estar de acuerdo en trabajar con ellos, que si no lo hago me hundirán, todo sin tener que recurrir a las amenazas directas. Pero Ware, desesperadamente quiere nuestra cooperación y no es probable que me entregue si me niego a su oferta; nos necesita. Cree que somos la clave para atrapar al asesino serial más buscado; nosotros detrás de las rejas, o en el corredor de la muerte, no haría nada para ayudarlo.

Pero si, tengo que ayudar a JungKook. No tengo idea como se las arregló todo este tiempo sin ayuda de nosotros. Pero de algo estoy seguro, él nos necesita y aunque una vez le fallé, ahora es el momento para remediarlo.

Con todo, me comprometeré a trabajar con ellos, pero lo que no saben es que solo trabajaré con ellos para tener a JungKook fuera de las rejas. Necesito descubrir quién tuvo la estúpida idea de entregarlo.

Yo seré el que acabaré con el pedazo de mierda y la información que tengan sobre el informante. Tomaré el control de esta nueva Orden y después ya sabré a quiénes tengo que matar, liquidándolos uno por uno y sacando sus garras de nuestro equipo.

Hoy volveremos a unirnos.

Coloco ambas manos en la mesa y anuncio:

―Aceptaré su oferta: Les ayudaremos a atrapar al asesino, y a cambio, su 
organización va hacer la vista gorda a nuestras operaciones y su vigilancia sobre Jeon JungKook indefinidamente. Ningún miembro de mi Orden será abordado por cualquier miembro de la suya sin antes pasar por mí. Y si en algún momento me entero que no han mantenido su parte de nuestro acuerdo, no tendré opción más que terminar nuestra relación inmediatamente y lidiar con ustedes… a nuestra manera. 

―¿Eso es una amenaza, Sr. Kim?―dice en voz alta Woolrich, entrecerrando los ojos. 

―Sí, lo es, Sr. Woolrich. Y no tengo la costumbre de hacer amenazas que no soy capaz de llevar acabo. ―Enderezo mi saco y luego doblo mis manos sin apretar sobre la mesa. 

El hombre que estaba en las sombras del pasillo, me mira. Escucho sus botas golpear contra el piso mientras camina hacia nosotros.

―Los tenemos…―me advierte―. A todos— Ahora mira a JungKook con desprecio—. Esta basura trabajaba para una mujer que vendía armas a terroristas y drogas a niños. Es el hijo de un hombre que secuestraba mujeres inocentes para venderlas, violarlas y asesinarlas―Le escupiría en la cara si no fuera porque terminaría de inmediato con esta reunión y posiblemente su vida. Se inclina sobre la mesa, ahora mirándome a la vez que sonríe mostrando sus dientes amarillos―. No te pases de listo. Los podemos atrapar ahora mismo, podríamos matarlos ahora mismo.

Sintiendo que esto ha llamado algo más que la atención de todos, miro hacia arriba cuando veo a So-jung ponerse de pie a mi lado.

Me encuentro sorprendido, ¿qué carajos está haciendo?

―Por favor, agente Michaels—dice abriendo su pequeña mano con la palma hacia arriba. —Por qué no le hace a su hijo, el que está en Maine, una llamada, antes de seguir abriendo su asquerosa boca.

La confiada sonrisa de Michaels desaparece de su rostro. Traga saliva y se endereza con torpeza, aunque trata de conservar algo de confianza sobre la situación. Mira a Woolrich nerviosamente, luego de vuelta en dirección a la castaña que acaba de echarle una amenaza delante de todos. 

James respira pesadamente; su mandíbula rechina detrás de sus mejillas sin afeitar. 

Ware saca su teléfono y parece asustado.

Los ojos de James se cierran suavemente y sacude la cabeza como un hombre deseando que su contraparte bocaza dejara caer ya las amenazas. 

El hijo de Michaels contesta el teléfono.

―¿Estás bien, Danny?

―¿Por qué no lo pones en el altavoz? ―sugiere So-jung— Así todos podemos escucharlo, agente.

—Oh, maldición— Dice Jimin luciendo impresionado—. Ella es realmente buena en esto.

Una pequeña sonrisa, admito que es impropia de mí, levanta los bordes de mi boca.

Mis ojos se disparan hacia JungKook, preguntándome si él tiene idea de lo que está haciendo su pequeña hermana. Pero no me mira, sus ojos están clavados en So-jung evaluando su táctica y postura como un maestro a su alumna.

¿Él armó esta jugada? 

Vacilante, Michaels pone su teléfono en la mesa y pasa su dedo sobre la pantalla. 

Estoy bien, papá ―viene de la voz de su hijo―, él no me ha lastimado. 

Los dos siguen hablando del hombre sentado en la sala de Michaels, su hijo le explica que había un hombre sentado ahí, en la oscuridad, cuando Daniel llegó a casa de la escuela hace horas; que el hombre le dijo a Daniel que no lo lastimaría y que lo único que quería que Daniel hiciera era esperar por esta llamada telefónica.

Y entonces James Woolrich llama a su esposa y pasan por la misma conversación sobre la mujer sentada con ella en su cocina. 

Ella incluso me dejó preparar la cena. ―Viene de la voz de la mujer a través del altavoz―. No es que tenga hambre después de llegar a casa para encontrar una mujer en nuestra casa con un arma en su cadera, pero estaba tan asustada que quería… hacer lo que normalmente hago, supongo; hacerme sentir como si estuvieras regresando a casa. ¿Estás volviendo a casa, cariño? ―Su voz es temblorosa. Woolrich me mira por una respuesta. 

―Sí, voy a casa, Abby ―le dice, la esperanza de que esté viva cuando llegue ahí está escrita por todo su rostro―. Estaré tarde para cenar, pero estaré ahí. 

Michaels mira directamente a JungKook.

—¡Tú!—escupe Michaels, espuma blanca se acumula en las comisuras de su boca, apunta a JungKook con su dedo índice— ¡¿Crees que no lo sé?! Planeaste todo esto tú.

—¿Yo?―dice JungKook, poniendo su mano en defensa— Su interés obsesivo por mí ya roza el acoso, agente. ¿O acaso se siente atraído por mí?

—¡Hijo de…

—¡Agente Michaels!—vocea James, furioso— Vuelva a su lugar ahora mismo.

—Señor, yo…

—No desacate mi orden, agente. Vuelva a su lugar, ahora.

Su cara cae con un velo de rabia y se da la vuelta, encaminándose hacia la salida.

―¿Estás amenazando a nuestras familias,niña? ―Ahora es Ware quién bulle de ira. Sus manos se convierten en puños, y comienza a acercarse a So-jung pero Woolrich lo detiene.— ¿Quién te has creído? Apuesto a qué has estado unas largas horas practicando frente al espejo cómo parecer una niña astuta y valiente, ¿Eh? Dime…

—Quizás lo llevo en la sangre, ¿no le parece, Sr. Ware?

—Si tocas a mi familia, perra estúpida…

James se pone de pie y apoya su mano en el hombro de Ware cuando éste intenta avanzar hacia So-jung.

―El Sr. Kim nos está amenazando ―dice Woolrich―, del mismo modo en que la estás amenazando a ella, así que cálmate, y siéntate; nadie va hacer daño. ―Me mira a través de él con más de esa esperanza en sus rasgos. Mira a sus hombres y dice: ―. ¿Qué esperaban, que entrarían en esta reunión sin estar totalmente preparados? Recuerdan por qué hemos establecido esta reunión para empezar, ¿verdad? Kim Namjoon sabe lo que está haciendo, y ―me mira directo a mí―, no me avergüenzo de admitir que es mejor en esto que nosotros. 

Siempre un paso adelante, te doy eso, hermano.

James se vuelve de nuevo hacia un enojado Michaels.

—Pero es por eso que están aquí, 
así que vamos a poner esta asociación en marcha, echemos la desconfianza y las amenazas a un lado y vamos a empezar de nuevo. Sin problemas. ¿Está bien? 

JungKook me mira. 

―Tiene razón, Sr. Woolrich ―digo―. Nadie va a hacerle daño a su familia. 

La carta que acaba de jugar JungKook es su manera de dejarles saber a todos ellos que si alguna vez nos traicionan o arreglan matarnos, habrá la más grave de las consecuencias. Protegió a todos, incluso a mí. Tal vez no tenga información de Ware, Michaels o James Woolrich aún, pero la tendré después de que esta reunión termine, ahora sé quiénes son y he visto sus caras.

James se desliza muy lentamente de nuevo en su silla. Una vez que se ha 
calmado me mira y asiente. 

―Está bien ―dice―. Tenemos un trato.

Sonrío.

Buena jugada, Daimon.



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So-jung


Hay momentos en la vida donde la determinación supera las circunstancias. Donde la fuerza de voluntad gana sobre lo que se debería 
hacer.

Durante once años había vivido en ese punto.

Luché mis batallas en silencio. Viví en una zona de guerra, sin una palabra. No lo hice conscientemente; lo hice porque no tenía otra opción.

Mi idiota voluntad de sobrevivir me mantuvo viva, incluso cuando deseaba morir. Me aferré a la esperanza, incluso cuando no existía.

Dispárale, puta.”

“Golpea con más fuerza. ¡Más fuerte!”

—¡Señorita So-jung! ¿Se encuentra bien?

“Te follaré a ti la siguiente, coño. Ah, sí, te partiré por la mitad. Me importa una mierda que estés a la venta”

—¿Señorita?

“Ves, niñita. Nadie te quiere más. Muere ya.”

— ¡Señorita si no me responde me veré en la obligación…

“¡Tú la mataste! ¿Cómo pudiste? ¡Mereces morir!”

No podía respirar.

“Eres fuerte, niñita, pero tienes sangre debajo de las uñas.”

¡No puedo respirar!

—¡Señorita So-jung! Voy a …

​Salgo corriendo hacia la puerta en posición vertical, inmediatamente caigo hacia abajo de nuevo. Me caí de lado, sacudiéndome las palpitantes estrellas, obligando a mi cuerpo a ponerse como obstáculo contra la puerta. Los nervios me apuñalaban con la sospecha de que César le dijera algo a mi hermano. 

—E-estoy bi-bien, César—inhalo profundamente para llevar aire a mis pulmones—Solo… solo dame unos segundos, por… por favor.

Sin obtener respuesta por parte de César me pongo de pie para entreabrir la puerta y que se cerciorara que estoy diciendo la verdad. Las rodillas me temblaron, amenazando con enviarme al suelo de nuevo.

El rostro de César aparece en mi visión nublada pero sonrío forzadamente cuando sus rasgos se endurecen.

—¿Se lo llevaron?—pregunto ingenuamente.

Sus ojos miraron hacia otro lado antes de que se acercara un poco más.

—Mañana lo traerán aquí ya con sus cosas, pero me pidió que usted me diera… eso.

Mis ojos se abrieron de golpe y llevé mi mano temblorosa al bolsillo trasero de mis pantalones a la vez que César me inspeccionaba lentamente.

—Aquí está—Empujé el envoltorio hacia César.

Él lo cogió, pero no se movió. Finalmente, levantó la vista y mi corazón se abalanzó hacia mis pies.

— ¿Qué hará? 

César se mordió el labio antes de contestar:

— Él estará bien. Sólo necesita hacer esto. Mañana estará contigo aquí en la mansión.— Asentí con la cabeza, el impulso de cerrar la puerta y que me dejara sola me invadía pero no podía hacerle eso a César— Mire, no es cosa mía, pero …creo que no debería pasar la noche aquí sola. 

Sonreí débil. César y yo habíamos tenido un vínculo estrecho, es decir cuidaba de mí pero había más que eso. Él me enseñó cómo cuidar mis espaldas cuando muchas veces me escapaba de él. Estar en vigilancia todo el tiempo me sofocaba. Dijo que prefería enseñarme cómo hacerlo en vez de correr tras de mí.  

“Estoy viejo para eso, pequeña” me decía. 

Pero por mucho que quisiera resolver mis problemas para hablar de lo que yo había vivido, no podía. No iba a hablar de la desesperación que sentía cuando tenía que enfrentarme a ciertas situaciones que mi hermano no podía. Tenía que ayudarlo, él había pasado por todo para encontrarme.

Necesitaba que la niebla me llevara lejos, muy lejos, así mi mente no se agrietaba.

—Estaré bien, lo prometo. 

La promesa apestaba de culpa. Era una promesa que había hecho antes y nunca cumplí. Mis emociones ya no eran accesibles, estaban escondidas detrás de esa barrera de espesor, y me sentía allí sin sentir nada. Nada.

—¿Segura que se encuentra bien?—Susurró mientras estiraba su mano. Su acercamiento no me afectaba. 

Después de mucha paciencia por parte de César comprendí que no habría ataques ni puñetazos. Sin risas o amenazas. Solo una sonrisa amable y un gesto de aliento.

Su mano en mi cara era tan familiar, pero su caricia nunca fue suave. Era tosco y bruto pero esa era su naturaleza.

—Lo estoy, César.

La presión dura aterrizó sobre mis hombros; no me gustaba mentirle. El dolor estaba grabado en sus ojos mientras tragaba saliva fuertemente, él lo sabía. Sé que siempre sabía cuando le mentía.

Su mandíbula angulosa estaba cerrada y apretada, y la frente estaba surcada con abrumadora preocupación.

—Pelea. No cedas. ¿De acuerdo?

La orden obligó a algún tipo de energía en mi cuerpo, sólo para amplificar mis heridas y revigorizar recuerdos horribles.

Asentí mecánicamente. Rendido, me guiñó un ojo y su mano viajó a la manija de la puerta cerrando la gruesa madera ante mi.

Una falsa calidez me dio la bienvenida y suspiré, dejando que mi cuerpo se hundiera más profundamente y más rápido.

Me senté en el frío suelo e intenté tranquilizarme, cada respiración me perforaba los pulmones, dejando que la acumulación goteara líquido fuera,llenando mi cuerpo con dolor.

Yo... pensé que podía hacer esto. Pero no puedo. Pensé que podría decirle a mi hermano lo que él me hizo hacer. Pero no lo haré. 

Su idea de bienvenida incluía cosas que nunca quería volver a experimentar. Duele. 

Muchísimo, tanto. Apenas puedo sentarme sin querer gritar en agonía.

“Cada vez que le dices a Ignacio que pares, te golpearé. ¿Me oyes? Tienes que aprender que hablar sin permiso es igual a dolor. Tienes que aprender que obedecer es lo único que queda para ti. ¿Entiendes, niña?”

Cerré mis ojos pesados, luchando para que las voces se silenciaran en mi cabeza. 

“Estoy aquí para violarte, niña"

Basta.

Golpeala hasta que abra sus piernas"

No. No… por favor.

“No podemos tocarla, ya escuchaste al jefe”

Basta. No me toques.

Sujeta su cuerpo con las cuerdas, si no puedo follarla, ella lo hará con su boca"

—¡Basta!— ​Grité.

Al instante, una voz suave y masculina que provenía detrás de la puerta me hizo abrir los ojos.

—Está bien, solo quería saber si puedo usar el baño.

Mis ojos recorrieron la pequeña habitación como si tratara de hacerme saber dónde me encontraba. Bajé mi mirada. Quería soledad para poder unir las piezas faltantes de las últimas horas. 

Los ojos de aquel hombre cuando intentó acercarse a mi. Nadie había notado mi miedo, nadie se había dado cuenta que mi mente había vuelto al pasado.

—¿Estás bien?

Él volvió a hablar. Su voz. Como melaza y caramelo. Sabía a quién pertenecía.

No respondí. 

La desobediencia era mi trofeo. 

Mi visión se volvió vidriosa cuando las lágrimas furiosas se desataron. Quería que todo esto fuera olvidado.

No quería llorar, ni siquiera me di cuenta de que lo hacía hasta que las lágrimas se arrastraron por mis mejillas. No pude detener las gotas, al igual que no pude evitar el latido errático de mi corazón.

Pasaron largos minutos donde me olvidé de la persona en el pasillo y me refugié en mi interior. 

El silencio creció demasiado y escuché como se aclaró la garganta. 

—Lo que sea que te haya sucedido ya se acabó. No dejes que los recuerdos te persigan, ¿de acuerdo? Estás a salvo.

Levanté mi cabeza de golpe. El rápido ataque de pánico se detuvo, girando con el conocimiento de que finalmente alguien lo había notado.

¿Cómo lo sabe?

¿Tenía tantas cicatrices como yo?

¿Por qué me molestaba?

No tenía ni idea.

—No sé de qué hablas— gruñí abrazándome a mí misma.

Él suspiró pesadamente, de repente mis oídos se agudizaban a cada movimiento proveniente detrás de la puerta. 

—Si, si que lo sabes. Yo sí, te ví.

Me quedé helada.

Me ahogué.

El acto de bondad amenazó con enviarme a otro ataque de pánico. Mi corazón latía con vapor y carbón, pero gané la guerra. Mis ojos permanecieron firmes en el suelo.

—Déjame en paz. ¿Acaso no sabes que hay otros baños en la mansión?

Bajando el tono de su voz embriagadora, él respondió: 

—Si, hay cuatro baños más. Pero necesito usar este baño en particular. Puedo esperar, tengo todo el tiempo del mundo hasta que abras está puerta.

Espera ¿qué?

No me importaba lo que entendía. Lo que me importaba era que me dejara sola. 

—No voy a abrir— estaba siendo infantil pero me importaba una mierda.

No iba hacerlo. No porque le tuviera miedo sino porque su proximidad disparaba toda clase de advertencias en mi sangre.

—Comprendo. Y yo te he dicho que puedo esperar. Todo el tiempo que necesites.

Me puse rígida.

¿Por qué?

¿Para qué?

¿Cómo sabrías lo que necesito?

Aun cuando mis preguntas se solidificaron, dudé de mi convicción. Sobreviví en aquel mundo con metas diminutas que me mantenían fuerte. Me complacía evitar un brazo roto haciendo tareas antes de que me lo pidieran. Me concedían horas extras de sueño o ganaba cenas con mucho esfuerzo cuando ocultaba exitosamente mi odio.

Hacía todo eso porque necesitaba algo con qué recompensarme. Si no lo hacía, los susurros de terminarlo nunca permanecerían lejos. Si me concentraba en cosas pequeñas, podía ignorar el tirón de la libertad.

Pero si no lo hacía... la muerte.

Me había convertido en una seductora vengativa y calculadora. 

Mentía. 

Trabaja para mí hermano. 

Era un asesino.

Y un muy buen observador ya que se encontraba aquí intentando sacarme de mi caparazón.

Quería enojarme, pero no me quedaba más que indignante aceptación.

Cómo pude, caminé hasta la puerta y la abrí de un tirón queriendo terminar con esto.

Sus ojos se movieron hacia los míos, sus infinitas profundidades me quitaban luz. Tragué saliva, obligando a mi mirada a lucir indiferente y no a centrarme en el hombre que tenía enfrente. 

Nuestros ojos se encontraron.

El mundo una vez más dejó de girar y se volcó. 

Sus ojos negros, almendrados y regios, atraparon los míos. Su cuerpo emanaba un poder fuertemente reinado con una letalidad a fuego lento. Su mandíbula se tensó en tanto lo estudiaba de la misma forma que él a mí. 

Mis labios hormiguearon cuando mi mirada se dirigió a su boca. Esa boca gruesa, hinchada y rosada. Mis ojos siguieron su cuello, siguiendo los contornos de su impecable piel hasta que desapareció debajo de una camisa blanca con el cuello desabrochado.

Una sombra cayó sobre sus ojos a medida que cruzaba los brazos, resaltando los músculos a través de su camisa blanca.

—Veo que estás tan motivada aquí como lo estabas allí.

Mis ojos se iluminaron; Mi mandíbula sobresaliendo en cuestión.

¿Qué demonios significaba eso?

Sus zapatos de vestir color grafito hicieron clic en el suelo de baldosas blancas mientras avanzaba. Mis ojos se dirigieron a sus piernas musculosas enfundada en unos pantalones azules a medida.

Di un paso atrás por inercia conforme avanzaba. 

Quería estar sola.

Segura.

Lejos de los hombres.

—Me siento igual que tú respecto al espacio personal —Su voz tomó prestado el poder que su cuerpo tenía sobre el mío, deslizándose por mis oídos—. Es desagradable cuando lo hacen.

Piensa que puede leer mi lenguaje corporal tan fácilmente. 

Odiando la persuasión que tenía sobre mis tímpanos, me encorvé. He estado con  horribles monstruos durante años.

No tengo nada más que decir. Nada más que dar.

Solo me hace querer esconderme profundamente, muy profundo, cuando hace solo unos minutos quise mirarlo a los ojos y preguntarle por qué se había quedado.

Me había acostumbrado a tolerar a los hombres en mi espacio, incluso cuando grité que no lo hicieran.

Se pasó una mano por el cabello rubio ceniza. La agudeza de su mandíbula, la profundidad de sus ojos y la dolorosa presencia me intimidaron. Park Jimin era el epítome de lo calculador y lo hermoso. Un hombre con quien no debías meterte. Un asesino al que nunca faltarías al respeto.

Echando un rápido vistazo, me encontré con su mirada mientras me observaba descaradamente. 

No era justo que este hombre tuviera ojos tan hechizantes y era doblemente injusto que entrara en mi dura existencia y la volviera mucho peor.

Bajé la mirada deliberadamente, dejándolo ganar en esta batalla de miradas que habíamos comenzado.

Pasó por mi lado, sin rozarme y a continuación bajó la tapa del váter y se subió en ella. 

—¿Q-que haces?

Fruncí el ceño. No tenía idea de lo que estaba haciendo.

—Buscando a mi chica.

¿A quién?

No me gustaban las cosas que no podía entender.

—Dame un… segundo y verás.

¿Acaba de responder mi pensamiento?

¿Cómo lo hizo?

Él era una contradicción. Un enigma. Algo fascinante que no podía entender.

Resopló y alzó los brazos tanteando el cielorraso blanco, uno de los cuadrados al parecer era desmontable y se puso aún más de puntillas mientras metía la mano en la abertura. Su camisa se elevó y una parte de su abdomen quedó al descubierto. La piel pálida y tonificada se asomó en un pequeño fragmento.

Mis mejillas se calentaron al instante. Bajé la mirada justo para el momento en que sus pies aterrizaron al suelo.

—Te presento a mi chica—dijo con tono cantarín.

Elevé mis ojos. Una pistola descansaba entre sus manos, cromada en un dorado brillante. Pude ver unas iniciales de su nombre grabadas en el mango de la pistola y algunos desgaste en el material me hicieron saber que era antigua o muy usada.

— Te dije que tenía que ser este baño—El costado de su boca se curvó.

Las burbujas de una sonrisa aparecieron en mi rostro ante su emoción por hallar a “su chica" en el lugar donde la había dejado después de todo este tiempo.

Me encontraba sorprendida de que había sonreído sin que lo actuara.

— Escucha, iremos a casa de Yoongi… Ya sabes que hay mucho de qué hablar. —Jimin arqueó una ceja—. Supongo que sí te pregunto si quieres unirte a mi…—Sonrió, atrapándose a sí mismo— a nosotros, me dirás qué no.

Me dió una sonrisa suave por su corrección.

Moví mi cabeza, negando.

Asintió.

—Es lo que pensé. Puedo quedarme, entonces—Mis músculos se tensaron. — Oye, hay muchas habitaciones vacías… y baños. No voy a molestar… soy silencioso, como tú.

Se me erizaron los pelos, saboreando la trampa, sintiendo ya las frías pinzas de una trampa alrededor de mi cuello.

—¿No quieres compañía?

No, no quiero.

— Está bien, haremos esto…—. Sus ojos negros se estrecharon— Me iré solo si me prometes que tendrás esto contigo, siempre.

Una repentina oleada de miedo y rebelión se estrelló sobre mí cuando su mano se movió tomando la mía y enredando mis dedos alrededor de su pistola.

—Tienes dos opciones. Te la quedas o me quedo. —Sonrió con dureza, sus ojos recorrieron la habitación como si esperara compañía en cualquier momento—. Tú eliges.

Parpadeé.

No entendía por qué hacía esto. No me di cuenta de cuánto mantenía la esperanza de que sus intenciones fueran protegerme.

Baje mi cabeza y guarde el arma detrás de mi espalda baja. Mantuve mis ojos en el suelo blanco. No lo dejé ver la destrucción que tenía en mi interior.

Dió un paso adelante, elevándose sobre mí. Mi corazón hiperventilaba, intensamente consciente de su volumen atrapándome. 

Levantó mi barbilla con su dedo. Mi piel se tensó y calentó bajo su toque.

—Hay algo que no me estás diciendo.

No te estoy diciendo muchas cosas.

—Creo que sé lo que es.

Lo dudo.

—Crees que te comportas y haces lo que se espera de ti, pero he estado observando. —Bajó su voz—. Te veo. Veo tu odio. Lo siento.

Temblé, odiando la manera en que mis ojos me delataban por sí mismos, haciéndome más pequeña, más endurecida, invisible.

Cómo lo sabía, no tenía ni idea. 

Cómo podía leerme, no lo entendía.

Y me aterrorizaba tanto como me intrigaba.

El tiempo se extendió.

Finalmente, suspiró pesadamente y dijo:— Sabes, hay poder en escuchar, analizar y observar—Su aliento me besó—No quiero tu obediencia. No bajes la cabeza nunca más.

Clavé mis ojos en su rostro. Se lamió los labios mientras algo tácito y no reconocido se arqueaba de su cuerpo al mío. No tuve más remedio que dejar que su electricidad corrupta brillara por mis venas.

Alejé mi mandíbula de su agarre incluso cuando sus dedos se aflojaron para dejarme ir.

—Hasta que nos encontremos de nuevo, silenciosa. Cuida bien de mi regalo.—Con una última mirada persistente,se movió de forma elegante y tranquila a medida que salía del baño, cerrando la puerta. 

Apenas escuché su susurro cuando dijo—: De nada.

Lamenté la pérdida de calor y confort de inmediato.

Lo odiaba por tomarse libertades. No quería que mi piel se avivara. 

No quería que mis sentidos florecieran.

Quería permanecer entumecida.

Distante.

Y la audacia de Jimin para hacerme notar las cosas otra vez, para que mi corazón latiera y mis papilas gustativas se encendieran... no era justo.

Todo este tiempo, me sentía asustada, era la que contenía la respiración cada vez que alguien entraba en la habitación, la que se encogía de hombros cuando ellos decían que había sobrepasado mis límites. Aquí, en el mundo de ellos, no existía el miedo.

Debajo de mis cicatrices y recuerdos, todavía era So-jung. Una niña que quería ir a casa y abrazar a su madre. Pero me lo habían quitado.

¿Siquiera soy ya esa niña? No lo sé. Todo lo que conozco es el dolor.

Mi vulnerabilidad se hallaba tergiversada, cambiando. Tras años siendo el objeto de otra persona, el mismo mal que hirió a JungKook, me infectó. Ya no era blanda ni optimista, sino dura y cínica.

No quiero morir por ser débil.

Deseo vivir porque es lo último que puedo hacer para ganar esta batalla.

Y en mi mente solo se encontraba una persona que lo había logrado. 

—Maggi.
















_____________________________________

¡Hola bellezas!

He vuelto.

Perdón la demora pero el bloqueo vino para quedarse varios días. En cuanto el cosquilleo de escribir volvió, me puse en ello.

¿Qué me cuentan de este capítulo?

Les aseguro que me ayudan mucho sus opiniones, críticas ( siempre y cuando sean constructivas) y sus votos para saber si les gusta el contenido.

Así que no se abstengan de eso.

En fin... Cómo siempre digo:

Muchas gracias a los lectores que se toman el tiempo en leer,votar y comentar.

¡Nos leemos pronto!

CIAO•

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