24- Moviendo fichas.
Taehyung
Dos semanas después.
El asiento de Namjoon en la cabecera de la mesa ha estado vacío desde la última vez.
No sabemos con exactitud si es parte de una estrategia su desaparición para llegar al asesino serial pero no puedo dejar nuestro trato con Woolrich sin alguna clase de estructura en su ausencia; si el trato cae, también caeremos el resto y esa clase de cosas.
Así que aquí estoy. Parado donde Nam por lo general se sienta, mirando unos cuantos rostros familiares, y un par de nuevos, también, todos sentados alrededor de la mesa de reuniones.
Leslie, a mi derecha, golpea sus
uñas contra la superficie de la mesa, desde meñique a pulgar, otra vez, y otra vez, y otra vez.
Yoongi se sienta a mi izquierda, al otro lado de la mesa frente a Leslie; está tan callado como siempre, con la mirada perdida en la pared. Últimamente no hemos contado con su presencia en Sans Soley después de dejar aquel mensaje en Bari para la Sacra Corona Unita. Ha estado paranoico desde entonces, el elemento sorpresa y todo eso.
So-jung se sienta a la izquierda de Jimin, luciendo más fuerte estos días; se autoimpuso no hablarle a nadie más que a Jimin y ciertamente no me molesta.
El asiento de JungKook está vacío.
Tap‐tap‐tap‐tap-tap. Meñique a pulgar. Tap‐tap‐tap‐tap-tap.
Los nuevos participantes en la mesa me miran cuando estrello el borde de mi puño sobre esta.
—¿Te importa?
Leslie me gruñe en respuesta, pero sus dedos se detienen; se reclina contra su silla, cruzando sus piernas, y deja colgar la mano al borde de la mesa.
Comencé de nuevo a follarme a Les, y aunque cada vez que nos miramos solo queremos sacarnos los ojos, terminamos follando de nuevo.
Leslie es como emborracharse tanto que vomitas las tripas toda la noche y le juras al Dios de porcelana que nunca volverás a beber, solo para recuperar la sobriedad y comprar una quinta parte de whisky el próximo fin de semana.
Mujeres.
Ese es mi problema. Las amo, aunque son geniales para meterse debajo de mi piel. No puedo vivir con o sin ellas y todo ese cliché. Pero es verdad. Tal vez tengo problemas de mamá. Debería ver a un psiquiatra. El único problema es que nunca le hablaría a un hombre sobre mi mierda, y si tuviera una mujer, probablemente también me la follaría.
Sullivan fué un gran ejemplo.
—De cualquier modo, ¿dónde están ellos? —pregunta Leslie, mirando hacia la entrada de la mansión—. Veinte minutos tarde, no es una buena primera impresión.
—Dudo que vengan a impresionarnos —señalo.
—Sabes —habla Yoongi— no recuerdo haber sido notificado para qué exactamente están viniendo aquí.
—Y sin Maggi—agrega So-jung con una cautelosa vista de soslayo.
—Maggi es quien lo arregló —digo, y luego miro hacia Yoongi—. Y todo lo que sé es que se supone que deben darle el mismo respeto que al resto—Así es como sé que lo que pensemos de nuestros visitantes, sin importar cuán poco impresionados quizás estemos, no hará ninguna maldita diferencia.
—Quieres decir nosotros se supone debemos darle —me corrige Leslie —. También tú, no solo nosotros. Y no me gusta a dónde se siente que está yendo esto.
—Tampoco a mí —secunda So-jung. Luego baja sus ojos—. Quiero decir, no es como que importe lo que me gusta o no me gusta. No soy parte del equipo pero…
—Nos importa, cariño. Eres de la familia—afirma Leslie, luego estira su brazo sobre la mesa y toma la mano de So-jung.
Los otros dos operativos que envió JungKook—nuevos en la mesa, y probablemente temporales— solo se sientan y escuchan.
La mujer de traje, sentada toda tensa, tiene este molesto hábito de morderse el interior de su boca, con su boca abierta: pop‐click‐pop‐click‐pop.
El agente Marion Kessler, de rostro redondo, cabello oscuro rizado y una nariz chata, respira muy audiblemente para mi gusto; suena como un jodido Pug subiendo un tramo de escaleras: Exhala, hisss‐sooo, exhala, hiss‐sooo.
—Espero que esto no tome mucho —dice Yoongi.
Harto por su notable desinterés, aprieto la mandíbula y me inclino más cerca de él, mi boca a meros centímetros de la suya.
—Creo que esto es importante, Yoongi. ¿Siquiera te importa saber qué carajos le pasó a Nam? —Por favor no digas algo que me enfade, Yoongi; no estoy de humor.
Yoongi me mira directamente, sin pestañear, desafiandome a hacerlo enojar, lo cual espero malditamente no hacer.
—Me importa —dice, su aliento fresco golpea mi rostro—. Pero lo que está hecho, está hecho, Tae. Y tenemos que continuar, ¿quieres llenar las putas calles del pueblo con la foto de Nam y la palabra desaparecido? Bien, hazlo. No me necesitas para sostenerte el culo mientras lo haces.
Se recuesta nuevamente en la silla, entrelazando las manos detrás de su cabeza.
Está bien, creo que eso apenas rozó la línea entre la aceptación y un puño en su rostro. Además, puedo decir que el sujeto está minimizando la manera que en realidad se siente.
—De cualquier forma, ¿quiénes son? —pregunta Leslie.
Todos me miran ahora, esperando.
Tap, tap, tap, tap. Meñique a índice.
Pop‐click‐pop‐clik‐pop. Exhalar, hisss‐soo, exhalar, hiss‐sooo.
Voy a perder mi mierda en cualquier minuto.
—No lo sé —digo, irritado por los ruidos y la verdad—. Maggi les brindó la ubicación, informó a todos los guardias de afuera que no eran una amenaza, y que si tenían armas podían conservarlas.
Todos los pares de ojos se balancean de un lado al otro en un movimiento aturdido y nervioso.
—No me gusta esto —dice Jimin—. ¿Por qué Maggi haría eso? Especialmente después de lo que pasó en su casa—se levanta de su silla, motivando sus pasos alrededor de la mesa— ¿Qué si está perdiendo su cabeza? Como si toda esta cosa finalmente ha llevado a Maggi al límite.
No digo nada. Siento que Maggi ha
cambiado, no necesariamente por esto, pero no es la misma Maggi que una vez conocí.
Quiero decir que está rota, pero... no, creo que tal vez finalmente se ha recompuesto.
La gente a menudo confunde la conciencia con el quebrantamiento: a una mujer le arrancan el corazón, ¿y las jodidas lágrimas interminables deben significar que está rota? No. Significan que está despierta probablemente por primera vez en esa etapa de mierda.
—Estos tipos misteriosos…—continúa Jimin— podrían ser de otra organización de su pasado. O, que si son de la interpol. Infiltrados. Acaso no fué suficiente con…
Se detiene. Probablemente notando una enfurecida So-jung que ahora lo observa desde su lugar. Jimin se pasa las manos por su cabello, inhalando profundamente y vuelve a tomar asiento.
—Entonces creo que mejor esperes que sean más como César ―dice ella con ácido en su voz.
—¿Dónde está Maggi? —pregunta Yoongi—. Tiene que haberte dicho
eso, al menos.
Asiento.
—Está en camino a la casa de seguridad nueve con Daimon, al menos hasta donde sé.
Nadie dice nada, sabiendo lo que significa eso.
Treinta minutos después,compruebo el cargador de mi arma mientras avanzo a la entrada de la mansión pero me detengo cuando visualizo sombras pasar por los ventanales.
El sonido de zapatos repiqueteando contra el suelo fuera se vuelve evidente, y todos los ojos se giran hacía las puertas; armas salen de sus pantalones fijadas en sus manos, listas para disparar si es necesario.
Admito, incluso yo estoy conteniendo mi aliento un poco. Porque Jimin podría estar en lo correcto sobre Maggi finalmente siendo empujada al límite. También tengo que estar de acuerdo con él sobre no gustarme nada de esto, o a dónde se siente que está yendo. Diablos, estoy muy de acuerdo con Jimin en un cien por ciento en toda esta horrible experiencia, pero maldita sea si le doy la satisfacción de hacérselo saber.
La puerta se abre y cuatro hombres vestidos con botas negras de estilo militar, ropa y chalecos se precipitan rápidamente en una línea recta, armas levantadas hacia nosotros.
Me quedo helado. Pistola en mano, el dedo cerca del gatillo. Miro a mi alrededor viendo al equipo con sus armas en alto.
Dos hombres vestidos casualmente, uno rubio y otro castaño, aparecen detrás de la fila de guardias. En silencio dan unos cuantos pasos hacia adelante, los cuatros hombres que entraron primero, se mueven hacia atrás despejando el camino pero manteniendo sus posiciones.
Permanezco en donde estoy, audaz e imperturbable a medida que los observo de arriba a abajo.
A pesar de tener varias armas en su dirección, uno de ellos—el de cabello castaño—camina casualmente hacia nosotros.
—Oh, qué… encantador recibimiento.
Miro a mi alrededor y me encuentro con los ojos de Yoongi, mirándolos expectante, esperando el resto, pero eso parece ser todo.
El tipo a su lado se inclina y roza el borde de la boca del castaño con sus labios. Le susurra algo al oído y cuando se aleja lentamente, sus ojos se mueven hacia mí con una mirada de reojo; una sonrisa baila en sus labios.
—Tú debes ser Kim Taehyung—dice el rubio.
El resto del equipo nunca se mueven, no hacen ningún sonido, y tengo que preguntarme si están esperando un movimiento para actuar o están tan aturdidos cómo yo por la demostración de afecto que estos dos acaban de darse delante de todos.
—Realmente no me importa quienes sean—digo—. Se me informó de dos operativos. Aquí cuento seis—Redondeo mi barbilla y me burlo—Puedo cargarme cuatro aunque no hay promesa. Soy un poquito impulsivo y tal vez te deje viudo antes de tiempo.
Él sonríe. Hijo de puta.
Se acerca aún más hacia adelante y se detiene a solo unos centímetros de mi cara, desafiándome, probándome, esperando que cometa un error.
Está bien, no soy idiota.
Sé que todo acerca de esto es incorrecto y sospechoso. Pero lo peor es que ya sé, no muy por debajo de la superficie, que estamos en un montón de mierda. Ellos están demasiado serenos. Esas sonrisas en sus rostros demasiado confiadas.
—Sé que tienes esa habilidad, Taehyung—dice el rubio—. Sabes que puedes hacerlo sin una gota de sudor. Sin un puto esfuerzo. Francotirador y todo eso—Vuelve a sonreír y ladea su cabeza —Pero también sabes, muy en el fondo de tu mente, que eso no sería muy inteligente de tu parte—su tono nunca cambió pero sentí la pizca de amenaza en cada palabra.
No me inmuto. Mantengo mis ojos en este hijo de puta, sin pestañear pero en mi visión periférica, veo al castaño, su mirada se vira bruscamente de mí a So-jung, que está parada justo detrás de mí. La única sin un arma en sus manos.
Un blanco fácil.
Mierda.
Apunto mi arma directamente a su cara, con el dedo en el gatillo; dos de sus guardias avanzan hacia nosotros, pero se detienen cuando él levanta la mano. Su mirada nunca se mueve de la mía, y en ella, no veo nada más que una explosión de confianza y una valentía total y absoluta.
Sabe que no voy a dispararle, es por eso que no me he movido hacia atrás o hacia adelante; por qué no he apretado el gatillo y puesto una bala en la cabeza de cada uno ya, porque sé, sin tener que verlos ni oírlos, que hay más de ellos aquí dentro.
Él da un paso adelante y yo también lo hago, para evitar que se acerque más a So-jung. Mira directamente a mi cara, retándome a dispararle.
—Inteligente de mi parte o no, meteré una bala en tu frente si lo intentas―le advierto.
El rubio no se ve tan ofendido por estar apuntando a su amante como esperaba que lo hiciera.
El castaño levanta las manos en forma semi-rendida.
—¿Te importa si saco un cigarrillo de mi bolsillo?
Miro su bolsillo. Sin arma. Solo la pequeña forma rectangular de un paquete de cigarrillos.
—Prefiero que dejes tus manos dónde están—respondo.
A juzgar por la mirada enfurecida de sus ojos, no es del tipo paciente, pero
sabe que no tiene otra opción.
Entonces, algo oscuro destella en sus ojos.
—Tienes que saber que en este juego, hay dos mitades, Taehyung. El ejemplo—mira a So-jung y de vuelta hacia mí—y la amenaza—se inclina hacia adelante, empujando su frente contra la mirilla de mi arma, como para igualarme, todavía tan confiado y valiente como lo era en el momento en que entró en la mansión—. Estoy jugando este juego porque me gusta y puedo durar más que tú. Pero no confundas mi reticencia con debilidad.
Mi mandíbula se aprieta rechinando mis dientes; mi nariz se ensancha; mis ojos le disparan con desconfianza. Enseñándole los dientes, bajo mi arma.
No estoy seguro de por qué lo hago, tal vez la sonrisa que siguió tiene algo que ver con eso.
Figurativamente mordiendo mi lengua, lamo la sequedad de mis labios y digo con un asentimiento:
—Muy bien, tienes mi atención ahora. Pero te advierto, sé jodidamente cuidadoso porque si la tocas—señalo a So-jung— te moleré a palos hasta la muerte.
El castaño me sonríe, mostrando sus dientes. Tengo la sensación que él sabe que no haría promesas donde So-jung esté contemplada, incluso si pudiera.
No digo nada más. En su lugar, me doy la vuelta y me dirijo hacia la mesa.
—¿Vienen o no?
Ambos se miran y luego caminan detrás de mí.
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