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18- Su debilidad.


So-jung




—A veces, cuando una persona comete un error tan grave, como lo hizo tu madre, hay que hacer lo necesario para que paguen. Estoy seguro, que una chica inteligente como tú puede entender eso.

Cerrando mi chaqueta, me retuerzo en el borde del colchón rígido y desconocido, pero dos manos fuertes agarran mis rodillas y me mantienen en su sitio.

—Me alegra que tú y yo hayamos podido llegar a un acuerdo en el
que ambos pudiéramos remediar ese error de alguna manera. Un trato muy raro y especial. ¿Te explicaron las demás lo que eso significa?

Tragando, sacudo la cabeza.

—No, por supuesto que no. Eres una buena niña, ¿no?

No puedo dejar de mirar el delgado camisón blanco tendido sobre la
silla cercana. Parece de mi talla.

¿Por qué es de mi talla?

Un firme agarre sujeta mi barbilla, inclina mi cabeza hasta que estoy
mirando a sus ojos más vacíos. Tan vacíos que veo directamente a través de ellos. Su pulgar roza el nuevo moretón que tengo bajo el ojo, el único recordatorio visible de que a uno de sus hombres no le gusto que me defendiera de su ataque.

—Te diré exactamente lo que significa —susurra—. Que ahora me perteneces.

Abro los ojos y parpadeo con fuerza, tratando de alejar el recuerdo.

Las sombras se deslizan por la ventana de mi habitación, cortando la luna con oscuridad. El cristal de la ventana vibra bajo el torrente de viento y lluvia.

Nunca he temido a las tormentas, pero esta noche, me pone la piel de gallina. 

Cada rayo es un ojo azul helado, el golpeteo en la ventana son sus susurros chirriando en mis oídos, y la electricidad en el aire es un toque no deseado arrastrándose por mi espina dorsal. 

Deslizo mi mano debajo de mi almohada, pero por primera vez, la pistola que Jimin me obsequió no me tranquiliza.

¿Qué pasa si está ahí fuera? 

¿Buscándome? 

¿Qué pasa si la próxima vez, nadie me salva?

Cierro los ojos, estúpida y débil. 

Estoy tan asqueada conmigo misma 
que el sabor de la bilis me quema la garganta.

Ya no soy la misma chica ingenua que era a los seis años. La he enterrado tan profundamente que nunca saldrá a respirar. 

Ahora soy fuerte. 

Más fuerte que nunca.

Lo suficientemente fuerte como para abrir mis malditos ojos y enfrentar la tormenta.

Él no está aquí.

Pero no puedo. 

Mis ojos están cerrados.

Sola en mi cuarto, no soy fuerte. Soy jodidamente patética.

Mi aliento se escapa en jadeos cortos y rápidos. Cada exhalación persiste y se funde en el aire para formar una manta gruesa y oscura. Una manta lo suficientemente pesada como para asfixiarme.

Una vez leí que todo el mundo reacciona al trauma de diferentes maneras. Los cerebros de algunas personas toman todo el incidente y lo guardan cuidadosamente en una caja, escondiendo la llave durante años, o a veces para siempre. Para otros, no hay caja, y el incidente queda a la vista, como un espectáculo de terror que se reproduce en un bucle constante para atormentarlos.

Luego hay gente como yo.

Las personas que tienen una caja, pero la caja está rota, y el contenido se derrama por la parte superior como si fueran tripas. 

Esta categoría puede ser engañosa. La caja puede fingir ser agradable y estar 
contenida durante años, hasta que un día, se abre como una caja de sorpresas con un fantasma controlando el mango.

Tal vez esto solo es mi caja rota actuando. 

Tal vez me estoy volviendo loca. Creo que tengo que estarlo.

Los truenos rugen y me pongo de pie como un rayo, con la manta pegada al pecho. Tengo la piel húmeda y la frente fría por el sudor.

Con el siguiente estruendo del trueno, me quito la manta y me dirijo a la puerta. Mi mano se detiene en el pomo, pero con el próximo relámpago, abro la puerta. 

Mis pies descalzos cruzan la madera fría hasta que estoy frente a la puerta cerrada de Jimin.

Desde que César no está, él ha pasado las noches en la mansión, durmiendo en una habitación al lado de la mía.

El trueno grita, y me tapo los oídos, pero no se detiene, para, para, para. 

No se detiene.

Fuera, fuera.

¡Suéltame!

Me meto en la habitación de Jimin y cierro la puerta de un portazo, como si la acción pudiera cerrar los recuerdos. 

Estoy jadeando cuando me alejo de su puerta y me doy la vuelta.

Un rayo brilla por la ventana, proyectando esporádicos destellos sobre la oscura habitación. 

Jimin se pasa una mano por su rostro y se sienta en la cama. Con el cabello cayendo desordenadamente sobre su frente, sus ojos están entrecerrados por el sueño cuando me ve. 

— ¿So-jung? —Se encuentra con mi mirada, se sienta un poco más recto—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?

Sacudo la cabeza, tratando de esconder mis manos temblorosas detrás de mí. Por muy nerviosa que esté, una extraña combinación de calidez y vergüenza me inunda ante su actitud protectora.

—Estoy bien.

Me observa atentamente.

—¿Puedo… —Me muerdo el labio, forzando las palabras—. ¿Puedo 
dormir aquí esta noche? ¿Contigo?

No responde durante mucho tiempo. El silencio y mis nervios se extienden por la habitación. No había considerado la posibilidad de que dijera que no. 

¿Y si dijera que no?

Doy un paso atrás, toco la perilla con los dedos. 

—Olvídalo. Estoy siendo estúpida.

Jugueteando con la manija de la puerta, hago una pausa cuando él lanza su edredón hacia atrás y me ordena: 

—Quédate.

Lo miro fijamente.

—Por favor. —Es suave y convincente.

Mis dedos se desprenden del pomo. Me muevo hacia él y me limpio las palmas de las manos en mis pantalones de pijama.

Yo soy la que vino aquí, quien le preguntó. Pero él dijo, por favor, como si fuera él quien quiere que me quede. Como si yo fuera la que le hace un favor.

Me meto en su cama, con su mirada en mi piel. Tumbada boca arriba, mi corazón late rápidamente mientras miro el techo. Un edredón me cubre. Ha sido calentado por su cuerpo, y huele como él.

—No dejes que lo maten—me oigo decir—. Por favor.

—No puedo hacer eso.

Parpadeo, giro la cabeza para mirarlo.

Me está mirando, su cara tan cerca que no hay más que líneas duras, labios suaves y ojos fáciles. Las mariposas bajan en mi estómago, y rápidamente vuelvo a apartar la mirada. Si los relámpagos resaltan su 
confianza sin esfuerzo, mi incertidumbre debe brillar con luces de neón.

—¿Por qué no puedes? —susurro.

—Porque también te traicionó a tí—Su declaración me quema la piel, llevando el calor a mis mejillas— y eso, no tiene perdón.

Mis labios se separan, y un suspiro se me escapa. Mi pulso baila entre mis muslos.

Su voz suave patina sobre mi piel. 

—Mírame, So-jung.

—¿Por qué? —Estoy sin aliento. 

Aparentemente, no soy la única con 
el poder de distracción.

—Porque estás en mi cama.

Casi me doy un golpe.

—Porque quiero asegurarme de que esos recuerdos se vayan y en su lugar sea el único en tu cabeza cuando te duermas. 

Mis ojos se cierran cuando sus palabras se hacen sentir. 

«Sabes lo suficiente como para decidir si quieres quedarte con el demonio que conoces o correr hacia uno que no».

Abro lentamente los pesados párpados y me pongo de lado para enfrentarme a él. Jimin me observa  cuidadosamente, una mano bajo su cabeza.

Exhala un cálido aliento sobre mis labios.

Nuestra respiración constante llena la habitación, profunda y lenta. 

Los sonidos son hipnóticos. Me consuelan y alivian porque son de Jimin.

Finalmente, sus párpados comienzan a bajar. Su respiración se hace más profunda. La mía sigue su ejemplo, y mis ojos se cierran. 

Empiezo a perderme, mi cuerpo derritiéndose en la comodidad de su cama. 

Antes de dejar que la oscuridad me hunda, susurro: 

—Gracias.

Pasa un minuto, y luego otro.

Su voz es áspera cuando murmura:

—Buenas noches, silenciosa.









Taehyung

Caminando directamente hacia Elenai en la mesa, rompo el sello en la botella de agua y la destapo.

—¿Tienes sed? —pregunto sin ninguna emoción en mi cara y dejo un cenicero sobre la mesa.

Elenai sonríe ligeramente y solo levanta la vista hacia mí. La sangre manchando su cara y pelo rubio. Se había puesto la blusa de seda de regreso, a pesar de los cortes en su espalda.

—¿Estás jugando al policía bueno? —pregunta con burla—. ¿Quieres saber algo más antes de matarme y por eso juegas esta última carta?

—No estoy aquí por eso en absoluto —digo imperturbable y entonces 
suavemente ondeo la botella de agua de un lado al otro en mi mano—. ¿La quieres o no?

Elenai mira de mí y hacia la botella sospechosamente, pero entonces se rinde.

—Sí, una bebida estaría bien.

Coloco la abertura en sus labios y la inclino cuidadosamente de tal manera que no se vacíe toda de una sola vez. Cuando ya se ha saciado, pongo la botella en la mesa y entonces me siento frente a ella.

Me recuesto hacia atrás y cruzo una pierna sobre la otra, alisando las arrugas invisibles en la pierna de mis pantalones negros, tomándome mi tiempo.

—Solo estoy siendo tu niñera toda la noche. Y esperaré hasta verte con una bala en la frente.

El pecho de Sullivan, atado a la silla por una cuerda, se eleva lentamente mientras inhala una respiración profunda y concentrada.

—Estoy esperando eso—dice, perdiendo la confianza y reemplazándola por frustración—. No tengo miedo de morir.

Estira y curva sus dedos sobre los 
brazos de la silla para aliviar algo de su malestar.

—No resultaría que tienes un pañuelo o algo en esos bolsillos tuyos, ¿verdad? —sonríe ampliamente, la sangre está seca en un costado de su boca.

Empujo la mesa junto a la pared, dejando a Elenai expuesta en el centro de la habitación. Sólo ella, la silla, la cuerda y las esposas; una prisionera sentada debajo de la brillante luz fluorescente con los dientes manchados de sangre, el largo cabello rubio, los pantalones de cuero y la sonrisa malvada.

Saco un pequeño pañuelo blando de mi bolsillo que a veces utilizo al abrir las puertas para evitar dejar huellas dactilares y doy un paso hacia adelante, hacia Elenai. 

Empujo su cabeza hacia atrás con la otra mano, limpiando con cuidado la sangre de su rostro.

Vuelvo a mi asiento. Echo un vistazo breve a su dedo meñique estropeado a la vez que enciendo un cigarrillo.

—Entonces, ¿qué otras partes de 
tu cuerpo tu padre, Solis, mutiló cuando descubrió que habías sido comprometida?

Un destello de ira cruza sus ojos, pero logra contenerlo antes de que le haga más daño a su autocontrol. En lugar de ello sonríe y luego le echa un vistazo momentáneo a su dedo como si fuera algo insignificante.

—Estaría encantada de mostrártelo —dice seductoramente—, si deseas ver el resto de mi cuerpo.

Una ligera sonrisa aparece en un costado de mi rostro.

—Apuesto a que lo estarías —digo.

―Sabes, Taehyung ―dice―, después de que te habías ido, pensé mucho en nuestro encuentro un poco peculiar.

―¿Y? ―Doy una calada a mi cigarrillo.

Sonríe débilmente.

―Y me gustas―dice―. Nunca he conocido a nadie como tú, y creo que 
podríamos haber aprendido mucho del otro si me hubieran dado la oportunidad de unirme a ustedes.

Sólo la miro, admirándola en silencio tanto como quiero matarla.

―¿Aprender del otro? ―pregunto, sospechosamente, sonriéndole―. Eso no es lo que realmente te interesa, ¿verdad?

Ella sonríe. 

―Bueno, hay muchas cosas que podemos aprender.

La miro con intriga, pero no digo nada en respuesta porque hay algo en su oferta que parece extraño. Incluso peligroso.

—Te he estado observando durante mucho tiempo —comienza— y aunque eres un hombre muy difícil de encontrar y de seguir, mucho más del cual conseguir información, eres por mucho el más fascinante.

—¿Se supone que sea conmovido por eso de alguna manera?

—No —dice—, no eres realmente del tipo de ser capaz de ser demasiado 
conmovido por nada, Maggi puede postergarlo, pero de nuevo, ¿cuánto tiempo va a durar en el aire tus sentimientos por ella?

—¿Cuál es tu punto? —digo, volviéndome más intolerante cada vez que hace de Maggi un tema.

—Mi punto es —baja la voz hasta un susurro; en un intento de evitar que el 
micrófono incorporado recoja sus palabras, aunque dudo que sepa que estamos solos, por qué yo decidí que así sea—, que nunca he estado intrigada por ningún hombre antes y creo que tú y yo podríamos ofrecernos mutuamente una especie muy interesante de relación.

La miro con una mirada sospechosa de reojo.

Sonríe enigmáticamente y dice: 

—Podríamos follarnos entre sí tanto como quisiéramos, y nunca tendrías que preocuparte por las cargas de amarme, porque yo nunca te correspondería. Conmigo podrías ser quien solías ser, nunca teniendo que preocuparte por mi seguridad, o por mis… sentimientos —su risa se hace más profunda—, podrías volver a hacer el tipo de misiones de las que alguna vez disfrutaste, las que solías tomar, intimando con tu objetivo, jodiéndola hasta que grite tu nombre y regresando a mí sin repercusiones. Porque no me pongo celosa.

Niego con la cabeza, riéndome en voz baja.

—Te voy a decir algo, Sullivan—. Coloco el cigarrillo en el cenicero en la mesa. Me paro de la silla y enderezo mi camisa, metida dentro de mis pantalones.— Voy a soltarte y jugaremos esto a tu modo. 

Sus ojos se arrugan con curiosidad.

—¿Vas a soltarme? 

―Bueno, dijiste que hay muchas cosas que podemos aprender. ¿Qué es exactamente lo que quieres aprender? ―pregunto, teniendo una buena idea.

Camino hacia ella, tomándome mi tiempo en desatar sus cuerdas. Meto la mano en el bolsillo de mi pantalón y abro sus esposas, arrojandolas lejos de su alcance.

Vuelvo a mi asiento, los dos pies en el suelo, con las piernas separadas.

Elenai camina hacia mí en sus pies descalzos–sus tacones altos han sido 
arrojados contra el suelo–, y ella hace una mueca ante el dolor en la espalda y en cualquier otro lugar en el que JungKook la hirió, discutiendo su decisión de moverse.

—¿Por qué piensas que no voy a romper tu cuello una vez que me acerque a ti? —pregunta.

Una pequeña sonrisa aparece en su rostro. 

—Hazlo—digo con confianza—, aun así conseguiré por lo que vine a buscar aquí, de cualquier manera.

—¿Y qué sería eso? 

—Lo sabrás cuando te quites la ropa—digo.

Lentamente y con un poco de dificultad comienza quitarse sus pantalones. Tomo mi cigarrillo del cenicero y doy una calada a la vez que la observo desnudarse. 

Se acerca a mi mientras dejo mi cigarrillo de nuevo en el cenicero. Da un paso entre mis piernas abiertas, al alcance de la mano, y coloco mis manos sobre sus muslos desnudos, rozando con mis dedos su suave piel.

—Así que… sobre lo de aprender algo de mí. —Le guiño un ojo.

―Quiero saber ―dice―, lo que te apetece.

Deslizo mis manos de sus muslos exteriores al interior, las muevo hacia 
arriba y abajo de la carne sensible, sintiendo el calor bajo mis palmas. 

―¿Eso es todo? ―digo, y muevo mis dedos entre sus labios húmedos, sin entrar en ella, cierra los ojos, saboreándolo―. ¿Hay algo más?

―Sí ―dice―, pero podemos hablar de eso más tarde, tenemos toda la noche.

―Me gustaría hablar de eso ahora, si no te importa.

Hace una pausa. 

―Está bien ―dice―. Seré directa entonces, tengo una propuesta para ti.

―¿Qué tipo de propuesta?

Ella gira mi cabello entre sus dedos, su brazo alrededor de la parte de atrás de mi cuello.

―Trabajemos juntos, armemos nuestra propia organización. ―Con la otra mano gira mi cabeza hacia ella plenamente―. Sé que puedes hacer las cosas de la manera que deberían ser. Es lo que has anhelado siempre, ¿no?―Sonríe.

Asiento y beso sus dedos, y luego aparto su mano de mi cara. 

―Me conoces demasiado bien, ya ―le digo, y toco con mis labios una esquina de su boca.

―Conmigo ―me seduce con esa voz sedosa―, tendrás el respeto que te 
mereces. Nunca vas a vivir a la sombra de otra persona; esa persona que asesinó a tu padre, esa persona que aún no ha pagado por aquello―mira profundamente mis ojos―, y harás lo que quieras, follar a quien quieras follar, desfigurar a quien quieras desfigurar, y nunca se me ocurriría quitarte algo que es legítimamente tuyo.

―Suena prometedor ―le digo, y luego apago el cigarrillo en el cenicero.

Aparto la mirada de Sullivan, a la pared, y pienso en JungKook. 

Pienso en todo lo que hice por él desde que me inicié en su organización: las muertes que acepté por él, la vida que podría haber tenido si no lo amara como un hermano que decidí quedarme con él en una vida que me robó lo que estaba destinado a ser; pienso en las mentiras que le dije a La Orden para cubrirlo las muchas veces que desobedeció a Hye Lee y elegí hacer las cosas a su manera, JungKook siempre tuvo sangre rebelde, sangre de líder; no me sorprende que con el tiempo dejara La Orden y comenzara la suya. Y creo que lo peor que he hecho, la única cosa en mi vida por la que nunca podré perdonarme. 

La muerte de Valerie. 

Tomo un puñado del cabello de Elenai en mi mano, tirando su cabeza hacia 
atrás con fuerza de su cuello.

He odiado a esta perra desde esa tarde. 

No la odié antes, cuando me había 
golpeado en la cara en el auditorio; ni siquiera la odié la primera vez que me senté en la mesa con ella cuando era mi turno de confesar, honestamente, la perra me había dado un infierno de erección. 

Tenía todo el jodido espectáculo y francamente estaba impresionado con ella. Pero entonces tuvo que tener éxito en meterse bajo mi piel; tuvo que romper el sello de mis emociones, me hizo quebrarme; me hizo desear quebrarme y eso me enojó casi más que todo. La única cosa peor es que ella alteró más mi autocontrol. 

Habría preferido seguir viviendo la mentira, creyendo que César nunca nos ha traicionado. Porque era de nuestra familia.

―Sabes ―digo, deslizando una mano entre los muslos de Sullivan y apretando la carne―, tengo que admitir, tu oferta es tentadora. 

Suelto su cabello rudamente, la cabeza de Elenai se balancea sobre su cuello 
por un breve segundo.

Sonríe. Se extiende en mi regazo, y sin siquiera pensar en ello me llevo un pezón a la boca, apretando firmemente su pecho en una mano; la otra mano todavía entre sus piernas. Empujo dos dedos dentro de ella.

―¿Qué pasa con JungKook? ―pregunto, y luego tiro de su pezón con los dientes.

Sus manos están en la parte de atrás de mi cabello; está lentamente comenzando a montar mis dedos.

―Debes matarlo ―dice, con los ojos todavía cerrados.

―No hablaba de eso ―le digo, y luego le beso la garganta―. Estoy hablando, 
¿pensé que querías estar con él?

Arrastra la punta de su lengua por un lado de mi cuello; el movimiento de sus caderas es como una pequeña ola en mi regazo.

—¿Lo hice? —dice jadeando—. ¿O puede ser que lo que viste solo era una mentira?

Está tratando de confundirme ahora, porque me dijo más de lo que tenía 
previsto.

Abre los ojos y mira a los míos.

Entonces me besa, a fondo; sus manos agarran mi cabello, tirando de mí hacia ella. Giro mis dedos dentro de ella y gime, empujando sus caderas contra ellos.

―Y, ¿qué pasa con Maggi? ―dice con voz entrecortada en mi boca―. ¿Supongo que entiendes la línea entre el amor y la lealtad?

Mi boca cubre la suya, nuestras lenguas se enredan.

―No la quiero ―le digo, rompiendo el beso brevemente―. Le tengo afecto. ―La beso de nuevo, vorazmente, obligándome a sacar la cara de Maggi de mi mente, y en silencio condenando a esta perra por ponerla allí.

Con las piernas de Elenai envueltas alrededor de mí, su culo en mis manos, me levanto con ella a horcajadas sobre mi cintura, y le doy la vuelta sobre su estómago contra la mesa, tirando de su cuerpo hacia abajo así sus pies tocan el suelo. Quiero hacerle daño; quiero descargar mis frustraciones en ella, y lo haré.

Ella grita cuando la penetro rudamente; sus manos agarran el borde de la mesa, pero está demasiado lejos de su alcance así que presiona sus dedos contra la madera plana para un mejor agarre. 

Envolviendo la parte trasera de su cabello alrededor de mi mano, tiro de su cuello hacia atrás, y la follo desde atrás con abandono violento.

―Eso es todo, Taehyung ―Oigo su voz entrecortada en algún lugar en medio de la rabia en que mi mente se ha convertido―. Eso es… descárgate en mí. Toda tu ira, tu odio, así es como me gusta, violento y cruel.

Empujo más duro, no sabía que era posible y ella grita mi nombre, una y otra vez; su voz ahogada por el placer y el dolor y se queda sin aliento lentamente cuando tiro de su cabeza hacia mí.

―Fóllame como si quisieras matarme, Taehyung.

Agarro la parte posterior de su cabeza y presiono el lado de su rostro contra la mesa; presionando todo mi peso sobre ella, mi espalda contra la suya. Ella grita por las heridas de su espalda pero me importa una mierda. No puedo ver bien; todo lo que veo es de color rojo.

Y el rostro de César.

Y el rostro de Valerie.

Una lágrima cae por mi mejilla. Aprieto mis malditos dientes y empujo más fuerte. 

Elenai grita, y no me detengo hasta que me vengo. Y cuando he terminado, salgo y me echo encima de ella; su espalda subiendo y bajando con respiraciones pesadas; empuja su culo hacia mí, con ganas de más.

Pero tengo mejores planes.

―Tenías razón ―susurro en su oído, tumbado encima de ella, mi pecho 
sudando contra su espalda―. Vengarme de Daimon es la única manera en que voy a poder conseguir superar lo que hizo.

―S-si… ―susurra con voz sedosa, empujando su culo hacia mí con más 
fuerza, como si mi charla de venganza, castigo y muerte la excitara―. Debes matarlo.

Beso la parte posterior de su cuello, arrastro mi lengua por su carne sudada, muerdo la piel.

―Voy a acabar con él ―le digo, y muerdo el otro lado de su cuello―. En donde le va a doler más. Pero nunca lo voy a matar porque es mi hermano y lo amo.

―Tan leal ―dice Elenai como si se burlara de mí―. ¿Qué vas a hacer 
entonces? ―pregunta―. ¿Dónde le harás más daño?

Pienso en Maggi y digo con honestidad:

―Su debilidad.

Saco el abrecartas que escondí con anterioridad debajo de la mesa y se lo clavo en la parte posterior del cuello 
de Elenai.

Su cuerpo se pone rígido debajo del mío; se ahoga y empujo el metal en 
lo más profundo hasta que oigo un pop

La sangre brota de la comisura de su boca en una pequeña piscina en la mesa; una corriente de carmesí corre por la parte posterior y los lados de su cuello, empapando su cabello blanco. 

—Te dije que te mataría por principios—le susurro.

Un poco más de respiraciones forzadas y la vida deja sus ojos.

—Fin del juego, Sullivan.








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... Y vamos cerrando más etapas.

Dios, creo que esta tercer temporada será extensa por las cosas que se vienen.

En fin, ¿les va gustando este tercer libro?

Sus teorías, comentarios y opiniones, para mí, siempre tienen un gran valor así que no duden en dejarme saber lo que piensan.

Agradecida como siempre, con aquellas personas que se toman en el tiempo en leer, votar y comentar.

¡Nos leemos pronto!

Ciao~•





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