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12- El tiempo se agota.


Jimin



Salgo para encontrarme con Maggi en el pasillo mientras ella regresa; escuchando el sonido de sus botas golpeando contra el piso mientras se acerca. Da vuelta en la esquina al final del pasillo, pero no va a mirarme a pesar de que sé que está consciente de mi presencia. 

Su cabello castaño rojizo está despeinado por la pelea, alejado de sus hombros y descansando contra su espalda. Hay un corte en su pierna izquierda, justo encima de la cima de su bota, y vetas rojas que tal vez sean 
sobras de las uñas de Elenai a lo largo de sus muslos desnudos por su vestido negro.

No importa lo que Elenai le haya hecho físicamente, sé solo con mirarla que lo que le hizo emocionalmente fue mucho peor. 

Tengo muchas ganas de entrar a esa habitación y matar a esa mujer yo mismo, pero por el bien de Maggi, por la vida de Gyeong y Leslie, no puedo.

—Rubia—digo cuando se acerca a mí. Ella frunce sus cejas— Lo siento, es la costumbre.

Intenta sonreír pero fracasa notoriamente.

—Lo siento, Jimin… no hay nada en este momento que pueda decir —Comienza a caminar, pasándome, lejos de la sala de vigilancia. 

La alcanzo lentamente y engancho mi mano sobre su codo. 

—Tae ordenó apagar el audio —digo—. Nadie más que Elenai escuchó lo que confesaste.

Le toma un momento, pero finalmente se gira para mirarme, algo indescriptible reposa en sus brillantes ojos. No es alivio, como esperé que fuera, pero es algo más, ¿arrepentimiento, tal vez?

Moviéndome para estar frente a ella, levanto mi mano y la pongo en un lado de su rostro. Cierra sus ojos por un momento mientras encuentra confort en el gesto, sus largas pestañas oscuras barriendo su rostro. 

—¿No escucharon nada? —pregunta con una débil incredulidad.

Sacudo mi cabeza—. No —digo y pongo ambas manos sobre sus codos—. Taehyung demandó apagar el audio en el momento en el que vió que te tenía donde quería. Fuiste inteligente cuando fuiste ahí, Maggi; hiciste bien en poner todo contra ella. Puede que no haya dado los resultados que esperabas, pero hiciste bien.

Maggi mira el pasillo detrás de mí por un momento y luego dice—: ¿Taehyung protegió mi secreto? —se burla—. Estoy segura que solo era un espectáculo. 

—No lo creo —le digo, pero dejo el tema porque no es importante. Doy un paso y me acerco—. Maggi, sé que aún no confías en mí y lo entiendo. Pero antes que toda esta mierda pasara entre todos nosotros siempre te consideré una amiga.  Lo que sea que hayas dicho allá dentro —digo, regresando al tema— no tienes que decirme, o a alguien más hasta que estés lista. Y si nunca estás lista, también puedo aceptar eso. El pasado puede quedarse en el pasado.

Su mirada se desvía hacia el piso.

—Algunas veces no —dice, más para ella misma que para mí.

Sus ojos encuentran los míos de nuevo y el momento cambia.

—Pero sí conseguí algo de ella —dice—. No tengo idea de si estaba siendo sincera sobre eso, pero si me guio por mis instintos, diría que sí.

Hoseok aparece al final del pasillo de repente, caminando hacia nosotros 
con una hoja de papel en sus manos. 

Espero que sean noticias prometedoras. 

—¿Qué te dijo? —pregunto, girándome hacía Maggi.

La puerta de la sala de vigilancia se abre y Tae aparece en la entrada. 

—Ella está hablando mierda ahí dentro ahora —anuncia, inclinando su cabeza a un lado para indicar a Elenai en las pantallas—. Más demandas. Digo que solo entremos y pongamos una bala en esa linda cabeza suya. O mejor aún, primero sacar sus rótulas.

Taehyung mira a Maggi, tomando nota de cómo está, pero se abstiene de ser él mismo con ella, probando que se preocupa por ella más de lo que deja entrever. 

Miro a Hoseok. Sacude su cabeza.

—Nada —dice, levantando la impresión y se la extiende a Nam, la toma en su mano, mirando el texto—. No hay historial. No hay coincidencia de huellas dactilares, los resultados de sangre no los sabremos hasta mañana. Pasé su nombre y descripción por mi base de datos y lo único que salió fue una remota semejanza de ella con una mujer de Tallahassee. Veintiséis años. Elenai Elizabeth Sullivan. Y unas cuantas otras, pero ninguna de ellas era ella. 

—Así que estamos más o menos en el nivel uno —digo— mientras ella 
está en el nivel diez y sabe más sobre nosotros de lo que nosotros sabemos. Odio decirlo, pero eso es un poco perturbador considerando nuestra profesión. 

—Hay una de dos respuestas a esa pregunta —dice Nam—. O no es “una mujer” y es parte de una organización, o es realmente buena y está jugando con nosotros como piezas de ajedrez. 

Mis instintos me dicen que esta mujer no es parte de ninguna organización, al menos ya no. Sus habilidades indican que alguna vez pudo haber estado en una, pero este juego que está jugando es más personal que profesional. 

Si Maggi no estuviera involucrada, las cosas estarían yendo muy diferentes para esta “Elenai Sullivan” de lo que van ahora. 

Maggi camina, pasándonos y entra a la habitación. Hoseok y yo la seguimos.

—Bueno, puede que no sepamos quién es o algo sobre ella —dice Maggi,
cruzando sus brazos y mirando la pantalla grande—, pero me dijo que su padre fué el que le cortó la punta de su anular. 

Elenai está sentada en el mismo lugar, ahora con sus pies sobre la mesa, con los tobillos cruzados, sus tacones negros meciéndose de lado a lado, sus largas piernas como pistas de aterrizaje estiradas ante ella vestida de cuero negro.

—No es mucho, pero es algo —añade Maggi.

—Así que tiene problemas con papi —canturrea Taehyung, sentándose frente a la pantalla con una pierna sobre la mesa. Una taza de café de papel está a su izquierda, vapor sale de la abertura.—Tal vez es hija de César —dice Taehyung con risa en su voz.

—Bueno, estaba pensando lo mismo cuando dejé esa habitación —dice Hoseok—. Creo que todos deberíamos comparar muestras de sangre con la de ella.

—Por mi está bien —dice Nam con un encogimiento—. Estoy muy seguro que yo no tengo hijos. Además, incluso si pudiera tener hijos, ¿ella no puede tener más de veinticuatro, veinticinco años? No puede ser mía. 

—Nadie en esta sala pensó que podría ser hija tuya—Hoseok palmea a Nam en el brazo con el dorso de su mano, una sonrisa deslizándose de su rostro— Para eso debiste haber estado follando a su madre a los qué, ¿nueve años? —Niega con la cabeza— Todavía jugabas con las armas de plástico.

Las cejas de Nam se juntan.

— De hecho, no —dice naturalmente—. Estaba muy ocupado siendo golpeado casi hasta morir por mi padre y La Organización mientras era entrenado.

El silencio llena la habitación por un breve momento.

Luego Nam ríe y Hoseok también.

Su falta de atención sobre la situación actual es desconcertante.

—Miren —hablo— si ella no es hija de César, podría ser la hermana oculta de alguien. Solo veamos lo que dicen las pruebas de sangre. No tiene sentido que especulemos.

Maggi asiente hacia mí en privado, dándome las gracias por no llevarlo más lejos y se gira de nuevo hacia las pantallas.

—Había algo más —dice Maggi—. Cuando le dije lo que quería saber, parecía… —hace una pausa, buscando la palabra correcta—. No lo sé, solo parecía como si se sintiera mal. Pero sé que es pura mierda.

—Sí, claro que es pura mierda —dice Taehyung—, justo como dije. Puede que no sepamos nada sobre ella excepto que es hermosa y follable, que tiene un gancho derecho peligroso y una boca peor que la de Maggi, pero no dejen que esa perra se meta bajo su piel. —Mira a Hoseok y luego a Maggi con acusación—. Ustedes dos 
renunciaron a sus secretos muy fácil, si quieren saber mi opinión. 

—Nadie pidió tu opinión —dice Hoseok amargamente.

—De hecho, no sabía nada hasta que tú le dijiste —dice Taehyung—. Estuviste diciendo todo dentro de los cinco minutos que estuviste solo con ella.

—La vida de Gyeong y Leslie está en juego—acusa Hoseok—No ví ninguna razón para resistirme.

—Aun así, cediste muy rápido —dice Taehyung y mira las pantallas—. Mil dólares a que ella no sabe nada. Es una artista del engaño.

—De hecho, Taehyung —dice Maggi, girando su cabeza en un ángulo y mirándolo—, sabe bastante. 

Escucho en silencio, mirando el dolor regresar a las facciones de Maggi mientras recuerda el momento con Elenai. 

—Fui a esa habitación con las mismas sospechas que tú, Taehyung—continúa—. No iba a decirle nada hasta que ella pudiera probar que al menos tenía algo contra mí. Si no podía, solo iba a inventar algo. Jugar con ella en su propio juego. Soy una buena actriz, podría haberlo logrado. Ponerme a llorar y hacerle creer que el “profundo y oscuro” secreto que estaba confesando era real. —Pausa y mira de nuevo a Elenai en la pantalla. Sus hombros suben y bajan con una respiración preocupada—. Pero ella sabía. Sabía…

La habitación se pone silenciosa de nuevo.

Finalmente, Taehyung levanta sus manos, rindiéndose, y dice:

— Voy a ser el siguiente. Porque todavía digo que es pura mierda. Y si no lo es, si en serio es verdad lo que dice, entonces es mejor que nos aseguremos malditamente bien que no salga de este edificio con vida.

En silencio, acuerdo. 

Pone un cigarro entre sus labios y camina hacia la salida. 

—Pero ella no sacará nada de mí porque no hay nada que sacar. Así que esto debería ser interesante.

Sí. Esto debería ser interesante.

La puerta se abre, inundando la sala de vigilancia con la luz brillante del pasillo.

—Y deja el audio encendido —dice Taehyung con el cigarro sin encender colgando de sus labios.

La luz brillante parpadea y nos baña el brillo de las pantallas de nuevo cuando la puerta se cierra detrás de él.

Los ojos de Maggi me miran, manchados por el significado detrás de las palabras de Taehyung y luego se voltea nerviosamente a la pantalla.

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Taehyung



Mi cigarrillo está encendido en el momento en que entro en la habitación con Elenai, quien coño sea, en este momento ella es sólo un bonito trasero con un deseo de muerte.

El sonido de mis zapatos golpeteando a través de la baldosa es el único sonido mientras hago mi camino hacia ella, pero esa sonrisa dueña de sí misma que lleva es más fuerte. El rubio sedoso pelo descansa sobre sus hombros, cayendo sobre las pequeñas hendiduras entre sus brazos y sus pechos, que son agradables a la vista, lo admito. 

Lleva una blusa transparente de seda negra, de manga larga, con un sujetador negro exhibiéndose debajo, usando unos... no sé, seguramente grandes C.

Me importa una mierda lo que Maggi dijo acerca de los hombres y lo que les gusta de una mujer y lo que dice sobre ellos, no tengo preferencia, me gusta todo.

Humo se escapa de mis labios mientras me siento en la silla vacía frente a ella. 

Me encorvo hacia adelante con mis piernas abiertas, apoyando los codos en la parte superior de mis muslos justo por encima de mis rodillas. Las cenizas del cigarrillo caen al suelo cuando me doy cuenta que no hay cenicero en la habitación.

Elenai sonríe, y aunque su lápiz labial de color rojo ha sido borrado, sus carnosos labios siguen siendo rojos y puedo imaginarlos alrededor de mi polla bastante bien.

Sonrío de vuelta con ese pensamiento y levanto el filtro a mis labios una vez más.

—Estaba segura de que Kim Namjoon sería el próximo —dice mientras me echa un vistazo.

—Insistí. 

—Eso me sorprende —dice ella.

Tomo otra calada y luego me inclino hacia atrás en la silla, encorvándome contra ello. Cruzo mis brazos sobre mi pecho, el cigarrillo sigue ardiendo entre mis dedos situados por encima de mi bíceps izquierdo.

—¿Y por qué es eso? —pregunto, pero realmente no me importa.

Elenai se levanta en su altura, las piernas cubiertas de cuero y zapatos negros de tacón y comienza a caminar de ida y vuelta lentamente detrás de su silla.

Su culo es redondo y perfecto en esos ajustados pantalones, y me toma un segundo sacudirme la distracción y darme cuenta de que sus tobillos ya no están atados.

—La mejor pregunta sería ¿por qué tienes las esposas desbloqueadas? ¿Tienes una llave escondida dentro de ti en alguna parte? —Tomo otra rápida calada—. Podría hacer una búsqueda de huecos. Aquí mismo, en este momento con todos mirando.

Sonríe débilmente y mira fuera de la pared por un momento.

—Y probablemente lo disfrutarías —dice—, ¿verdad? —Sus ojos se posan en los míos, mezclados con implicación.

—Sí, no voy a mentir, me gustaría como no tienes idea. —Tomo la última calada y mantengo el humo profundamente en los pulmones, y añado con voz tensa—: Pero 
no malinterpretes que soy algún ingenuo cabrón enamorándose fácilmente de tu mierda. Podría follarte todo el día y aun así encadenarte de regreso a la habitación y dejar que te pudras. —Pongo el cigarrillo en la suela de mi zapato y tiro la colilla en el suelo—. Ahora sienta tu pequeño culo antes de que te siente yo. 

Mi arma, sacada de la parte trasera de mis pantalones, está apuntando en ella.

La sonrisa en sus ojos se desvanece un poco, lo suficiente para que sepa que le molestó. Pero ella se sienta de todos modos, cruzando una larga pierna sobre la otra, extendiendo el cuero negro incluso más apretado sobre sus muslos. 

Cruza los brazos y apoya su espalda contra la silla, inclinando la cabeza suavemente hacia un lado. La piel debajo de su ojo izquierdo está hinchada y descolorida. Hay un pequeño corte a través de su cuello, justo por encima de su hombro. Tiene un par de cicatrices que no había notado antes —una en la barbilla, una a través de su garganta— pero la punta que falta de su dedo anular es lo que no puedo dejar de mirar. Es probable que siempre sea la única cosa en ella que cualquiera mira cuando no están mirando su culo o sus piernas o sus tetas.

—No empieces con el dedo —dice ella, dándose cuenta—. Maggi te ganó la 
partida en eso y es un tema viejo.

Sonrío y le digo:

—Oh, es un tema delicado.

Elenai pliega sus manos en la parte superior de la mesa y se inclina hacia adelante.

—El tiempo se acaba, Kim Taehyung—dice, dejando caer la sugerente sonrisa y la actitud juguetona y poniéndose a trabajar—. Entonces, ¿Cómo obtenemos tu confesión?

Sonrío ligeramente, sacudiendo la cabeza.

—Bueno seguro, eso es por lo que he venido aquí —respondo, mi voz teñida de sarcasmo—. Pero sobre todo estoy ansioso por ver cómo tu plan va a hacerme confesar algo que no existe. Ya ves, no soy como Hoseok, que sopla su carga al segundo en que las bragas caen. O Maggi, que todavía tiene mucho que aprender.

—¿Es eso lo que piensas de ella? —dice Elenai con un dejo de acusación—. Que ella es sólo una niña, tratando de hacer un nombre por sí misma en este mortal mundo subterráneo que… —sus ojos se endurecen con énfasis—. No-Pertenece-Totalmente.

Ella sonríe y levanta un delgado dedo.

—Oh, ¿hay algo más en juego?

Me río.

—Déjame que te detenga ahí —digo, apuntando a ella—. Si estás  acusándome de estar enamorado de ella o alguna estúpida mierda como esa, entonces vas a estar muy decepcionada. —Niego con la cabeza ante el absurdo de ello.

Elenai sólo se sienta allí, sonriendo hacia mí, y me incomoda tanto como me irrita hasta la mierda.

—No, por supuesto que no —dice finalmente, también con sarcasmo—. No quiero decir eso en absoluto. La desprecias, ¿verdad? —Hay 
desafío en su pregunta—. ¿Y por qué?

—No sé —digo, más irritado cuanto más habla—. Se supone que debes ser la única que lo sabe todo; ¿por qué tú no me lo dices?

—Celos —dice ella—, o tal vez la palabra más adecuada sería despecho.

Siento mis cejas arrugándose en mi frente. 

Levanto el brazo con aire ausente y 
rasco mi mejilla.

—¿De qué demonios estás hablando?—En verdad, no tengo ni puta idea.

Los ojos de Elenai me ablandan por un momento, causando una mayor confusión.

—Estás celoso de tu amigo porque él tiene su corazón. —Aprieto los dientes detrás de mis labios cerrados—. Porque tiene algo que alguna vez tuviste. Y todavía te mata pensar en ella el día de hoy.

Redondeo mi barbilla, mi respiración cada vez más gruesa.

— Estás empujando los botones equivocados, perra.

—Oh, lo sé —dice con total naturalidad y sin miedo—, pero eso es el punto, ¿no es así?

Mis dos manos van abajo de la mesa, una fuerte explosión resuena dentro de la habitación.

—Por qué no sólo llegas al punto. —Arranco las palabras, moliendo mi 
mandíbula—. De hecho, déjame explicar esto para ti, no voy a empezar a hablar voluntariamente mierda de mi pasado; no estoy preocupado acerca de tus amenazas. Y todavía no tengo secretos. Mierda de la que no me gusta hablar, todos tenemos eso, pero secretos, algo de lo que se supone que debo estar avergonzado o cohibido; no hay nada.

—Esto no tiene que ver con la vergüenza o la cohibición o la culpa, Taehyung, se trata también de dolor.

De repente, Elenai ya no es la confabuladora puta rubia sentada al otro lado de la mesa frente a mí; algo cambia en sus ojos y no puedo evitar sentir como si estuviera tratando de ser... reconfortante.

Pero no voy a caer por ello.

Me levanto, empujando la silla hacia atrás un poco por el suelo, y empiezo a caminar. Mi ira se convierte en risa suave.

—Eres una buena manipuladora —digo, sonriendo—. Te daré eso, pero soy el hombre equivocado para estar tratando esa habilidad.

—La amabas tanto —dice ella, ignorándome—. Un hombre que, tan 
sorprendente como parece, incluso la pasó peor enamorándose que el mismo Jeon JungKook. JungKook no deseaba el amor en toda su vida. Lo quería porque estaba solo en su oscuro y brutal mundo, y siempre había sido, ese hombre que  necesita amor para sobrevivir. —Se levanta y comienza a caminar hacia mí lentamente—. Pero tú, Taehyung nunca quisiste alguna parte de ello. Te quedaste fuera de ello a toda costa, ¿no?

—¿Estás preguntando? —digo, mis enojados ojos siguiéndola en cada 
movimiento—. ¿Es aquí donde pescas la información para utilizarlo en mi contra, pretendiendo saberlo, pero realmente no sabes a ciencia cierta?

—Di lo que quieras —continúa—, pero es la verdad y no lo estás negando.

Tal vez debería haberlo negado inmediatamente, porque ahora, mierda; ella sabe lo que está haciendo.

—Siéntate —le digo, señalando mi arma hacia ella de nuevo.

—Oh, Taehyung—dice con un suspiro—. Te puedo decir que no vas a ser tan fácil de convencer.

Doy un paso hacia ella, el arma apuntando a su cabeza, pero se queda de pie. 

Trago un enojado nudo, pero tres más lo reemplazan.

—Siéntate. Mierda. Abajo. —Presiono el cañón de mi pistola contra su frente, empujándola hacia atrás, hacia la mesa. 

Su culo se presiona contra el borde del metal y no puede ir más lejos. Consumido por la ira, cierro el espacio entre nosotros y presiono mi cuerpo contra el suyo, moviendo el cañón de la pistola debajo de la barbilla, empujando su cuello hacia atrás.

—No me vas a disparar —dice y puedo sentir su aliento en mi cara—. Y me dirás lo que quiero oír antes de que dejes esta habitación.

Meto el arma más profundo en su garganta, obligando a su cabeza hacia atrás más lejos. Mi sangre está en llamas, bombeando a través de mis venas como ácido. Me duelen los dientes; he estado moliéndolos en los últimos intensos minutos.

Inclino la pistola, mi dedo en el gatillo.

—Su tía morirá si no cooperas.

—Me importa una mier…

—Sí lo haces —dice, cortándome—. Das una mierda porque te preocupas por Maggi. Y porque te preocupas por JungKook, ella también es como una madre para él. Lo haces, a pesar de que tiene el amor de la mujer que amas. 

—¿Quién eres en realidad? —pregunto, mirando en sus rasgos aparentemente imperturbables.

—No cambies el tema.

Mis manos se acercan y agarro sus hombros, empujándola fuera de la mesa y poniéndola violentamente contra la pared más cercana. Su cabello rubio cae alrededor de su cara. Ella se entrega a mí, levantando ambos brazos hacia su lado, presionándolos contra el ladrillo pintado. 

Sus ojos buscan los míos cerca, y los míos buscan los suyos; una extraña sensación de familiaridad en ellos.

Niego y pienso en Maggi por un momento, y entonces el acto que he estado poniendo desde que se convirtió oficialmente en parte de nuestra organización se desvanece y me deja de pie en un charco de verdad.

—Y qué si me preocupo —digo con frialdad, mi cara a meros centímetros de la de ella—. Se ha hecho adulta para mí; ¿qué puedo decir? Ella malditamente me odia porque traté de entregarla, dos veces. Pero realmente no puedo culparla por eso, ¿verdad? —hago una pausa, inhalando su aroma natural, no porque la quiera, sino porque somos todos jodidos como animales en nuestro interior y… está bien, la quiero, sólo para demostrar que ella no es la que tiene el control aquí. Quiero follarla y luego quiero dejarla, desnuda, e inclinarla sobre la mesa, sólo por ser una perra.

—¿Qué quieres saber? —pregunto, y luego la empujo y la alejo. Escucho la parte posterior de su cabeza golpear suavemente la pared—. Esto es estúpido. No tengo secretos, como dije. Pero lo que quieres que “confiese” dilo, maldita sea. No puedes obligarme a confesar algo que no tengo idea de lo que es.

—Quiero que mires para arriba a esa cámara —dice Elenai con suave voz, 
decidida voz—, y cuéntale cuánto significa ella para ti. —Todo mi cuerpo se pone rígido—. Dile que la amas y que la desprecias a la vez por qué si ella no hubiera aparecido, Valerie estaría con vida— Me paralizo escuchando el nombre de Valerie saliendo de la boca de Elenai—Si, Valerie. El verdadero amor de Kim Taehyung.

Su garganta está en mi mano antes de que sepa lo que estoy haciendo; mi arma desaparece detrás de la cintura de mis pantalones. Inundado por la ira, levanto a Elenai de sus pies y la llevo la corta distancia de regreso a la mesa, golpeando su espalda contra ella.

—¡Te mataré maldita sea! —rujo en su cara, mi mano derrumbándose alrededor de su garganta.

—¡Hazlo! —desafía; luchando para 
encontrar todo de su voz—. ¡Mátame! ¡Hazlo, Taehyung! ¡HAZLO!

El aliento en mis pulmones es tan pesado como el cemento; mis ojos muy abiertos y salvajes mientras miro hacia abajo a su rosa y sombreada cara púrpura. Sus dos manos luchan para separar mis dedos; sus largas piernas están envueltas alrededor de mi cintura, apretando a mí alrededor como una boa constrictora, pero 
para nada. 

Porque no puedo ser estremecido en este momento. Ella podía tomar mi arma de la parte posterior de mis pantalones y empujarla debajo de mi barbilla y no le daría una mierda, la ahogaría antes de que ella consiguiera un disparo.

Finalmente, justo antes de que ella pierda el conocimiento, libero su garganta y grito algo indescifrable a la habitación; cada parte de mí consumido por la rabia y el odio.

Jadea y se ahoga, luchando para llenar sus pulmones con aire otra vez, con las piernas colgando precariamente sobre el borde de la mesa.

Recorro el suelo, de ida y vuelta en una marcha enfurecida, mis ojos mirando hacia abajo a las marcas de arañazos en la baldosa, hacia las desnudas paredes, nada excepto Elenai, o las cámaras ocultas en la habitación con los ojos en el otro lado de ellos buscando hacia mí con sus juicios y conjeturas.

Pero la única cara que veo, la única persona en la que puedo pensar es en Valerie. 

—Taehyung... —oigo a Elenai decir en voz baja desde atrás, pero el resto de lo que ella podría haber estado a punto de decir se desvanece en el silencio de la habitación.

Me doy la vuelta sobre mis talones y marcho de nuevo hacia ella. Se estremece, pero sólo un poco, no lo suficiente como para hacerla parecer asustada. Agarro la parte posterior de la silla en la que había estado sentado y la deslizo hacia fuera más o menos antes de dejar caer todo mi peso en ella.

Elenai me mira por un momento, todavía yaciendo parcialmente sobre la mesa, pero finalmente su cuerpo se desliza y se pone de pie en posición vertical, ajustando su blusa de seda.

Señalo su silla.

—Siéntate.

Lo hace sin discutir, y es una buena cosa porque en este punto podría ir en cualquier dirección a la más mínima como soplar sus sesos contra la pared.

Saco un paquete de cigarrillos del bolsillo de atrás y los lanzo sobre la mesa.

No miro directamente a cualquier cámara, mierda, lo que voy a decir es lo que quiere saber, pero lo estoy haciendo a mi manera. Si a ella no le gusta puede irse a la mierda. 

Y así también Gyeong y Leslie.

—Llegué a odiarla y despreciarla con toda mi alma. Quise matarla sin siquiera conocerla. Varias veces tomé mi arma decidido a hacerlo, tuve muchas oportunidades de acabar con su vida.— Me detengo por un momento— Pero te equivocas, Valerie no terminó muerta por su culpa —señalo—. Había otras personas tras ella. Habría muerto incluso si no la hubiera conocido nunca.

—¿Por qué Valerie estaba con ustedes? —pregunta Elenai.

Vuelvo la mirada hacia ella, sentada al otro lado de la mesa.

—¿Pensé que lo sabías todo? —digo sarcásticamente.

—Esto no lo sé—dice—. Y quiero que me lo cuentes.

Sacudo la cabeza con burla—. Eso no era parte del trato.

—Lo es ahora —dice ella—. Estoy curiosa por saber.

Quiero ser esa enojada y desafiante versión de mí con esta perra ahora mismo, pero a este punto ya ni siquiera me importa. Me siento tan malditamente vencido, no por Elenai, sino por mí mismo.

—Valerie fue una asignación. No un objetivo, solo una asignación. No era como si nunca hubiera hecho esa clase de trabajos antes: hacerme cercano a una mujer, salir con ella por un tiempo, pretender que todo era normal, que solo era como cualquier otro hombre buscando encontrar una chica agradable con la cual sentar cabeza. La mayoría de ellas eran objetivos. Perras homicidas, mujeres a las que les gustaba demasiado meter sus lenguas en azúcar, que hacían lo que tenían que hacer para obtener las herencias de sus maridos. Lo que sea. En ese entonces yo nunca trabajaba 
en el campo como Jungkook y Namjoon lo hacían, no era tan experimentado como ellos, y tampoco era el enlace de alguien. Trabajaba al interior, encantando mujeres para obtener información, y algunas veces, si el trabajo lo requería, salía con ellas después.—Hago una pausa, aceptando aquella información. Y luego digo—: pero Valerie no era un blanco. Era un señuelo. Mi misión era llegar a conocerla, hacer que confiara en mí y así poder entregar información sobre la traición de su padre a la Organización—digo, e incluso ahora, me siento como si estuviera cometiendo traición por contarle a esta mujer dicha información tan libremente. Nuevamente, me importa una mierda; una parte de esto se siente extrañamente liberador— Él había sido el blanco por un año, y la única pista que teníamos sobre él era Valerie. 

Señalo severamente a Elenai.

—Pero una cosa que tuve por segura una vez que llegue a conocerla era que Valerie era una buena mujer, ella no sabía una mierda sobre su doble vida. No era parte de ella y no merecía serlo, así que en cuanto sus padres fueron eliminados la traje conmigo. Me gusta pensar que los últimos años de su vida conmigo fueron mi manera de desquitarme de ellos. Porque era bueno con ella. Y lo que sentía por ella era real.

Me detengo abruptamente. 

—Después de su muerte, ¿por qué dejaste que Maggi siguiera en el equipo? —pregunta Elenai—. Quiero todos los detalles. Quiero saber porque  no la mataste.

Bufo y aprieto los dientes, pero cedo.

—Había un fuego peligroso dentro de Maggi, pero lo cubría con compasión y amor, cosas que soy incapaz de poseer. Estaba considerablemente llena de defectos; a veces actúaba demasiado rápido, era demasiado impaciente para su propio bien; hablaba antes de pensar, lo sigue haciendo de hecho; y lo admito, llega a enloquecerme en ocasiones. Pero a pesar de eso, Maggi es valiente, amable y …humana. Y admiro eso de ella. Ella fué la única mujer que me hizo abrir los ojos ―Me detengo el tiempo suficiente para mirar hacia las cámaras y luego miro de nuevo a Elenai— …ella me dijo una vez que debía dejar la culpa y ser útil. Me dijo…— Mierda, ¿realmente voy a hacer esto?— Me dijo que tratara de ser yo mismo, quitar esa costra de mi corazón y lo hice…— Trago el nudo en mi garganta. Ni siquiera puedo decirlo; no puedo porque… no sé. ¡Que se vaya a la mierda! ¡No me conoce! — Me di cuenta que sigue siendo una bocazas que no deja de meterme en problemas.

Vuelvo la mirada a Elenai y sonrio. Sus ojos se estrechan con rabia. 

Si, casi lo logras perra pero soy tan bueno en esto como tú.

— Valerie habría muerto de todas formas, ya sea por La Organización, o 
eventualmente por estar en el equipo—continúo—. Me alegra de haber sido la última persona que sus ojos vieron antes de morir, porque joder, la amaba.

Me levanto de la silla y bajo la mirada hacia Elenai.

—Cuando esto haya terminado —le digo con voz calmada—. Te mataré. 

—Esas son palabras audaces —dice ella sin emoción en su rostro—. Amenazas como esas…

—Oh, no es una amenaza —corto. La señalo—. No se jode con los seres queridos de alguien; gente inocente que nunca pidió ser involucrada, o relacionada a alguien no-tan-inocente como el resto de nosotros. Solo los cobardes disparan a alguien por detrás. Si querías algo de alguno de nosotros, entonces debiste llamar a esa persona desde un comienzo y tratar con ella de frente.

Tomo mi paquete de cigarrillos de la mesa, llevando uno a mis dedos y deslizando la caja en mi bolsillo trasero. Sacando mi encendedor de un bolsillo delantero, enciendo la punta y doy una calada rápida.

—Buena suerte con JungKook—digo, humo saliendo de mis labios—. Realmente espero con ansias ese show. 

Y luego salgo, después de oír el bloqueo hacer clic desde el interior de la gigantesca puerta.




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