1- Rompecabezas
Hace dos años atrás....
Acerco mi silla a la línea marcada a un metro del hombre encadenado en la sala con pelo oscuro que no ha levantado la vista ni una sola vez.
El zumbido de la pecera llena el súbito y descarnado silencio.
Sin levantar la vista, abro la carpeta que tengo sobre el regazo y escudriño los detalles.
-Preso número siete-uno-seis. Jeon JungKook, sé que no quieres que diga tu nombre. Asique... ¿Cómo te gusta que te llamen?
El silencio se alarga, obligándome a levantar la vista. Ya no está mirando al suelo; sus ojos están fijos en mi cara. Con esta luz, no puedo decir si son grises o café, pero sus brillantes y acerados iris son cautivantes. Su pelo corto es el corte estándar de todos los reclusos, dejando su rostro libre, donde se pueden ver varias cicatrices blancas.
-Tendré que referirme a usted por algo -le digo.
El hombre que tengo delante no responde.
Aprovecho su falta de comunicación para leer rápidamente su expediente.
Normalmente me dan una semana para conocer a mis pacientes; me gusta tener un plan de tratamiento antes de la presentación. Pero teniendo en cuenta las circunstancias, tendré que evaluarlo primero.
Bien. Cierro la carpeta y la dejo en el reposabrazos.
-No tenemos que hacer presentaciones, pero debe saber que mi nombre es Dra...
-Sé quién es usted. -El sonido de su voz me golpea el pecho.
Se cierra de nuevo con la misma rapidez, esos ojos sin pestañear que me atraviesan con una confianza desinhibida. Hacía mucho tiempo que un paciente no me inquietaba.
Me aclaro la garganta.
-Entonces has tenido el privilegio de investigarme antes de que yo pudiera investigarte. Eso me pone en desventaja, JungKook -. Elijo llamarlo por su nombre, algo distinto a como se refieren a él el director y los guardias.
No es una gran reacción, pero un músculo salta a lo largo de su mandíbula cuando uso su nombre.
-Tu expediente dice que has sido condenado por varios asesinatos, eras un sicario profesional-continúo, manteniendo el contacto visual-. Has cumplido tres años de cadena perpetua.
No niega los asesinatos. Al menos es un comienzo. La mitad de los condenados que llegan a mi despacho siguen alegando sus casos.
Investigando la ley y acosando a los abogados.
-No había cuerpos -dice.
Asiento con la cabeza.
-Así que tienes la esperanza de una
apelación.
-Sólo digo los hechos, Dra. Sullivan.
Mi nombre sale de su lengua con una cadencia suave. Estoy demasiado tiempo observando su boca cuando una duda me viene a la mente y ladeo la cabeza.
-Estuviste un largo tiempo internado en Italia, con lesiones múltiples en ambas piernas, costillas rotas, contusión cerebral y marcas por descarga eléctrica por tu pecho y columna vertebral-digo, recordando los detalles-. ¿Puedes decirme por qué te abandonaron en un hospital casi muerto y con una nota que citaba "Deuda saldada,Chacal"?
Sus fosas nasales se encrespan.No responde asique continúo.
-¿Se cuestionó alguna vez que quizás le estuviera arrebatando la vida a alguien inocente?
Emitió una pequeña risotada.
-No hay nadie libre de culpa en mi mundo, doctora.
«Interesante juego de palabras», pensé.
-Me resulta curioso que siga considerando ese mundo como suyo. No quiero sonar frívola, pero usted está en la cárcel. Y seamos realistas, no creo que pueda salir nunca de prisión.
La mirada de JungKook se estrecha. Me estudia con la misma atención que yo a él.
Si es cierto, y el sicario profesional "El pequeño Chacal " es realmente el hombre que está sentado aquí ahora, entonces tengo la oportunidad de analizar una de las mentes psicopáticas más confusas.
Su identidad fue ocultada a los medios de comunicación durante el juicio. Un intento de evitar que la prensa lo convirtiera en una leyenda.
Intenté sin éxito durante meses conseguir una entrevista. Un zumbido emocionante me sube a la sangre. Acalorado y electrizante. Hacía mucho tiempo que un tema no me entusiasmaba.
Saco mi teléfono y le envío un mensaje a Lacy:
Cancela el resto de mis citas de hoy.
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Ajusto la grabadora de video, centrando el marco en la cara de Jeon como lo he hecho durante meses.
-Cuéntame lo que estás pensando.
Cuando no dice nada, me doy la vuelta y me aparto de la vista.
-Voy a probar algo diferente -digo-. No voy a hacer preguntas. Solo quiero que hables de lo que tengas en mente.
Se pasa las palmas de las manos por la parte superior de la cabeza.
Su cabello ha crecido bastante. Les había ordenado a los agentes penitenciarios que no le afeitarán la cabeza hasta que le diera el alta de la terapia. Quería ver si ocultar sus cicatrices tenia algún efecto en su comportamiento general y reacciones hacia mí.
Hasta ahora, no ha revelado la fuente de quién o quiénes lo entregaron. Y él por qué no desea que alguien sepa que está aquí.
-¿Recibo mi diagnóstico oficial hoy, doctora? -La voz de Jeon es pesada esta mañana. Suena cansado.
Después de seis meses, aumenté las sesiones hasta dos veces por semana.
Debería terminar las sesiones... pero soy codiciosa. El asesino profesional del corredor de la muerte sin presencia en los medios lo convierte en un caso interesante de estudiar, sí, pero es más que eso.
Tiene respuestas.
Antes del descubrimiento de la carnicería que implicaba la Red Wolverine, pudo combinar a la perfección en la sociedad.
El disfraz era el de un joven normal y funcional.
Varias veces le pregunté si había mantenido alguna relación romántica, pero nunca respondió.
Tiene la respuesta y se las guarda para sí mismo.
Cruzo mis brazos sobre mi pecho.
Después de meses de intensas entrevistas, todavía estoy recia a darle una etiqueta.
-¿Te haría un diagnóstico marcar la diferencia durante nuestras sesiones?
Él chasquea con un movimiento de cabeza.
-Hiciste una pregunta.
Mantengo mi expresión severa en su lugar.
Últimamente he disfrutado demasiado de mi trabajo. Una especie de tranquilidad se ha asentado entre
nosotros, donde cómodas bromas comenzaron a desarrollarse.
El encanto de Jeon es desarmador. Es parte de su artimaña. La meca de su personalidad. Pero es superficial; solo la punta del iceberg.
Quiero excavar debajo de esa superficie. Incluso si tengo que cincelar el hielo poco a poco.
-No preguntaré más. Puedes seguir adelante y empezar donde quieras.
-¿Qué es lo que más quieres saber?
Un respiro me revela lo mucho que quiero preguntarle algo en particular. Su mirada se arrastra por mi cuerpo, lenta e intensa.
Si no lo hubiera estudiado tan de cerca, podría suponer que es una lectura sexual, pero esto es cómo Jeon lee a las personas. Les da una pizca de lo que desean para analizar sus relatos.
Él hace esto de manera tan intuitiva, estoy en un estado constante de conciencia tratando de controlar mis micro-expresiones. Es como un partido de ping pong ya que continuamente rebota su enfoque fuera de mí y de nuevo en él.
-¿Qué tal si empiezas con tu carrera? -Sugiero.
Parece desinteresado en mi elección de tema, pero solo necesito que él se relaje en la conversación. El propósito de esta sesión es registrar sus expresiones faciales. Quiero una comparación base para su nivel de comodidad y señales emocionales. A medida que nos sumerjamos más profundamente en su psique, tendré que ser capaz de leerlo tan fácilmente como él me lee a mí.
Sus cadenas repiquetean contra el suelo de madera mientras se acomoda en la silla.
-Trabajé con mis manos -afirma simplemente.
Tengo que contenerme para no pedirle que dé más detalles sobre ese punto.
Sus labios se curvan en una sonrisa de complicidad. Jeon no sonríe; él mira.
Estoy segura en el mundo exterior donde su encanto es un arma, su sonrisa puede derretir las bragas de una mujer. He visto un pliegue aparecer a lo largo de su mejilla en ocasiones que lo tomé con la guardia baja, y puedo imaginarme que esa sonrisa puede ser la mayor arma de Jeon.
Creo que derretir las bragas es el término que la mayoría de las mujeres usan.
Sus ojos viajan por mi cuerpo de nuevo y esta vez, siento su intrusión.
Seleccioné meticulosamente una falda lápiz ajustada que acentúa mis curvas. Mi blusa está desabotonada hasta la hinchazón de mis pechos. Me paré en la puerta de mi armario durante mucho tiempo, pensando en qué atuendo distraería a Jeon.
Ésta es una táctica estrictamente psicológica; para engañarlo con la
esperanza de que revelará más durante la sesión de hoy. Y sin embargo, no detiene el calor que se reúne entre mis muslos mientras su mirada me devora con avidez.
Se toma su tiempo. Cuando su mirada se posa en mi cara, dice:
-Pintar.
Espero que continúe, que me brinde algo más que una simple palabra, pero me estoy impacientando.
¿Por qué un hombre con un coeficiente intelectual de 152 elige trabajar con las manos?
Lanza un suspiro pesado.
-Sí, me gustó -responde a mi tacita pregunta, y dejo que una pequeña sonrisa se escape.
Espero.
Observo su lengua viajar sobre su labio inferior. Una sonrisa recorre la esquina de su boca.
-Mira lo tensa que estás -dice-. La necesidad de preguntar tus pequeñas preguntas tensa cada músculo de tu cuerpo. Especialmente aquellos muslos. -Su mirada cae a mis piernas, y me deslizo detrás de mi silla, quitando mis piernas de su línea de visión-. Adelante. Pregunta.
-¿Por qué pintar?
-Quieres decir, ¿por qué no fui a la universidad y seguí una carrera más adecuada a mi nivel de inteligencia?
Levanto la barbilla.
-De hecho, eso es exactamente lo que quiero decir. ¿Tu madre no animó tu educación? -Se ha negado a hablar de su madre conmigo, así que vamos. No dejaré de presionar por las respuestas.
Rueda los hombros.
-Mi madre solo intentaba protegerme de mi padre.
Arqueo una ceja, anticipando más del tema, pero él mira hacia otro lado.
-Los paisajes me tranquilizan -dice en cambio-. Cuando mezclas los colores ni siquiera tus pensamientos son ruidosos. Todo se desvanece en el fondo de ese tranquilo paisaje.
Echo un vistazo al cuadro en la pared, los bosques que imitan el lugar donde nací.
-Creo que anhelas lo mismo -dice, llamando mi atención sobre él.
No confirmo ni niego su afirmación.
-¿No va a preguntar, doctora?
Niego con la cabeza lentamente.
-Esto no se trata de mí. No estoy interesada en que mis pensamientos
estén en el asunto, solo los tuyos.
-¿Pero no te mueres por saber lo que creo que anhelas?
Si.
La respuesta me quema, incendiando la parte posterior de mi garganta mientras la mantengo ahí.
Se sube los pantalones hasta los muslos mientras se sienta hacia adelante.
-Apuesto a que te quedas viendo ese cuadro porque anhelas transportarte a ese lugar y a esa soledad.
Se me escapa una risa ligera.
-¿Entonces eres el doctor ahora?
Su expresión se abre, robándome el aliento.
-Me encantaría hacerte preguntas. Me gustaría mucho ese juego.
Si esto es lo que le dejará caer la guardia, aunque sea por una fracción de segundo, entonces puedo capturarlo, entonces jugaré.
-Está bien, acepto-. Me muevo en mi silla y cruzo las piernas a la altura del tobillo-. No, JungKook. Prefiero no recordar el pasado. Y no anhelo la soledad, porque me tomo mi tiempo a solas todos los días.
Alzó las cejas desafiante.
-No es lo mismo -responde-. Estar solo y la soledad son dos cosas diferentes.
Obligo a mis pulmones a expandirse más allá de la opresión. Intento hablar pero él me corta.
- Anhelas sentarte a armar ese rompecabezas que tanto te gustaba y dejar de fingir que no oyes esos gritos.
Agarro los brazos de mi silla y me levanto para ponerme de pie.
-No estoy jugando tus juegos mentales, JungKook. El tiempo de la indulgencia ha terminado.
-¿Quién te hirió? -Se levanta de su asiento tan rápido que reacciono retrocediendo y veo como sus cadenas se tensan.
Mi mirada va a mi escritorio, donde está el botón de pánico oculto colocado debajo del borde. Jeon sigue mi línea de visión, luego me mira.
-Adelante. Presionalo -me reta.
Levanto la barbilla, controlando mi respiración.
-Si lo hago, entonces esta será nuestra última sesión.
El abatimiento llena sus ojos antes de que pueda enmascarar su expresión, me recuerdo que no es una verdadera emoción; es un manipulador.
Lo demuestra cuando da un paso atrás y se frota el cuello.
-Extrañaría nuestro tiempo juntos, Dra. Sullivan. Me estás ayudando.
¿Quieres saber cuándo te están mintiendo? Busca en el manipulador:
un tirón de oreja, un toque de cabello.
Frotando el cuello. Solo con Jeon,
estoy indecisa si miente acerca de que lo ayudé o que va a extrañarnos,
extrañarme.
-¿Quieres que crea que no lo hiciste a propósito?
Intenta un semblante confuso, pero no puede mantenerlo por mucho tiempo. Su sonrisa se ensancha, ese pliegue tallando su mejilla. Mis piernas tiemblan bajo su hechizo.
-Tal vez quiero que te lo preguntes.
-Tengo entrenamiento en las mentiras. Puedes ser experto en el arte del engaño, pero yo soy experta en detectarlo, JungKook.
-Mentirle no me beneficiaría. Quiero que experimentes la verdad. -La forma en que dice esto... la fraseología: experimentes la verdad, en lugar de simplemente querer que lo sepa, es deliberado.
Me hormiguea la piel.
-¿Disfrutaste haciendo sufrir a tus víctimas? ¿Disfrutaste de su tortura?
¿Sus muertes? -Mis palabras son igualmente selectivas. Necesito entender si es un sádico o si es una fachada. Con sus defensas bajas, obtendré una lectura clara.
-Lo hice -admite-. Me gustó mucho. Para mí, su dolor y su miedo eran como el buen vino.
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Me doy el tiempo suficiente para ponerme en guardia, luego levanto la barbilla cuando entro en la habitación y saludo con la cabeza al oficial que lo encadenó, mientras sale.
El chasquido hueco de la puerta del despacho al cerrarse me tensa la espalda, el sonido es fuerte y definitivo, como si me sellaran dentro.
Renunciando a la grabadora, me acerco al borde de mi escritorio y me apoyo en la madera maciza. Una distancia mayor que cuando estoy sentada en mi silla, y la fuerza que necesito para soportar mi peso.
-No hay cámara hoy-comenta Jeon.
No es una pregunta, pero puedo oír la pregunta en su voz. Me aclaro la garganta.
-Cuando realizo un examen psicoanalítico, prefiero no grabarlo. Me parece que al practicar la asociación libre, los pacientes responden mejor cuando no se les vigila tan de cerca.
Jeon me observa atentamente, su mirada sigue mis movimientos.
Está esperando mi reacción a sus brazos expuestos. Antes no le respondí lo suficiente, cuando estaba demasiado absorta en mi propia atracción emocional.
Sé que él también sintió esa conexión.
Podría esperar a que abriera la discusión, para descubrir su razonamiento en cuanto a por qué eligió hoy revelar sus cicatrices a mí, o puedo empezar la sesión justo en el medio del extremo profundo.
Me estoy ahogando.
-¿Por qué ese cambio repentino de método? -Me pregunta, obligándome a encontrar su fría mirada-. ¿No estaba cooperando, doc?
Me humedezco los labios. Tomo aire para tranquilizarme.
-La asociación libre es una herramienta más que podemos utilizar para descubrir cualquier emoción o recuerdo reprimido. Su propósito no es que trates, sino aprendas.
Su cabeza se inclina.
-¿Qué queda por aprender? A menos que esta técnica de aprendizaje funcione en ambos sentidos. Hay tanto que me gustaría aprender sobre ti, Enelai. Quiero aprender cómo te sientes debajo de mí. Quiero aprender cómo se siente tu pelo enredado en mi mano...
-Para.
Lo hace. Presiona sus hombros contra la silla, sus brazos a la vista. Me
equivoqué 'y rara vez me equivoco' al pensar que escondía sus cicatrices por vergüenza. La inteligencia de JungKook siempre ha sido mi mayor obstáculo. Fui vanidosa al creer que podía ser más lista que él. No me ha
ofrecido nada de su pasado ni de sí mismo.
En los últimos doce meses, él ha sido el que ha reunido y recogido información. Sobre mí.
-También vas a aprender sobre mí durante esta sesión -le digo-. Este método funciona en ambos sentidos, entre el paciente y el psicólogo.
Se sienta hacia adelante.
-No necesitamos estos métodos evasivos. Cualquier cosa que quieras
saber, sólo tienes que preguntar. Te lo diré.
-Bien. -Me alejo del escritorio y subo mi asiento más allá de la línea amarilla-. Esto requiere confianza, JungKook. Confianza entre el paciente y el médico, y yo confío en que no me harás daño con tus acciones o tus palabras, y tú puedes confiar en que yo no haré lo mismo.
Se queda quieto, sin un movimiento muscular o un tic facial que indique que mi proximidad le provoca. Pero es en su quietud donde leo su ansiedad. Luego, cuando apoya la mano en la silla, la cierra en un puño y dice:
-Puedo oler tu loción corporal. -Sus ojos se cierran mientras inhala-. Lilas. -Una sonrisa inclina la esquina de su boca hacia arriba.
Ignorando el comentario provocador, mantengo la calma.
-Pareces estar a la defensiva hoy.
Su sonrisa cae.
-Eso no es una pregunta.
-Estamos practicando la asociación libre. Soy capaz de expresar mis pensamientos igual que tú, sin tener que guardarlos.
Vuelve a mirar a la cámara.
-¿Te preocupa lo que puedas revelar?
Me miro los tobillos cruzados.
-La verdad es que sí. -Cuando levanto la vista, su comportamiento es notablemente diferente. Más intenso. Más serio. Como si no sintiera la
necesidad de actuar.
-Podemos empezar con una simple asociación de palabras -empiezo-. Yo diré una palabra, y tú dirás lo primero que se te ocurra. La cuestión es que no te demores demasiado ni pienses tu respuesta. ¿Puedo confiar en que lo harás?
-Puedes confiar en que haré todo lo que me pidas.
Trago con fuerza, manteniendo la mirada fija en él. Sin que me afecte.
-Empecemos de forma sencilla. Animal.
-Cerdo.
-Sal.
Mira a los peces.
-Tanque.
-Flores.
-Lilas.
-Dedo.
Mira mi dedo anular donde llevo la tinta negra.
-Tatuaje.
-Juego.
-Rompecabezas.
Hago una pausa.
-Estás asociando cada palabra conmigo.
Él arquea una ceja.
-¿Lo estoy haciendo mal?
-No. No si es tu respuesta natural.Nuestro objetivo es que transfieras tus emociones y deseos a mí. Se llama transferencia. A menos que estés seleccionando a propósito palabras que crees que me incomodan...
-Me pediste honestidad. No dudes de que te estoy dando algo menos.
Aprieto los labios.
-De acuerdo. Dinero.
-Profesión.
-Hambre.
-Hambruna.
Cruzo las piernas, notando cómo su mirada sigue mi acción.
-Equivocado.
-Correcto.
-Muerte.
-Pena.
-Sexo.
Sus fosas nasales se agitan.
-Duro.
-Pecado.
-Salvación.
-Amor.
Se lanza hacia delante. No tengo tiempo de reaccionar. Estoy paralizada, esperando lo que suceda a continuación. No me toca, pero está lo suficientemente cerca para que pueda oler su loción masculina.
-¿A dónde quiere llegar, doctora? Deja de hacer tus putas preguntas de psicólogo y obtén tus malditas respuestas.
Me mantengo en mi sitio, sin retroceder.
Estoy temblando, pero no es por miedo. Cada molécula de mi cuerpo lucha por acercarse.
Tocarlo.
Suelto el aliento que he estado conteniendo, y la inhalación aguda
de JungKook, como si la estuviera robando para sí mismo, provoca un
estremecimiento primario en mi interior.
-Una respuesta por una respuesta -digo finalmente.
Esto le arranca una sonrisa.
-De acuerdo. -Se acomoda en su silla sin haberme tocado.
No sé si estoy aliviada o decepcionada.
Ambas reacciones son desconcertantes. Cruzo las manos, orientándome.
-¿De dónde eres?
No duda.
-De Garden Barón.
Arqueo una ceja.
-¿Es donde se formó la Red Wolverine?
-Son dos preguntas, doc. -Subraya mi error.
- ¿Qué significa el tatuaje en tu dedo?
Miro el dibujo de una llave en mi anular.
- Tuve un accidente automovilístico hace unos años-agito mi mano quitándole importancia-. Solo intenté tapar una fea cicatriz.
- ¿Por qué una llave?
Mi corazón late erráticamente, el pulso en mis sienes dispara una aguda red de dolor a través de mi cabeza.
-Te pasas de la raya -interrumpo-. Me toca a mí.
- ¿Fue eso lo que usaste para terminar con él?
Alarma. Curiosidad. Embelesada, el rincón oscuro de mi mente me llama para que me acerque.
-No sé de qué hablas. Continúemos.
-Necesito saber cómo te sentiste -susurra-, en ese momento. Cuando lo mataste... ¿qué sentiste?
Me pongo de pie.
-Ya hemos terminado.
Pero el desafío en sus ojos brilla, un reto para desenmascarar esos oscuros deseos que acechan bajo mi superficie. El traqueteo de sus cadenas me obliga a cerrar los ojos. Los recuerdos se despiertan.
-Lo veo en ti, Elenai. Quieres decírmelo.
-Eso es todo por nuestra sesión de hoy -anuncio.
Me enderezo la falda mientras comienzo a ir hacia el pasillo, olvidando mi proximidad al recluso en mi oficina.
Pero Jeon no lo ha olvidado.
Mi marcha hacia el otro lado de la habitación se ve frustrada cuando me agarra de mi falda. Cada músculo de mi cuerpo se tensa, los pelos de mi piel se erizan, todos los sentidos son capturados por él y su agarre en mi falda.
En un instante, me doy cuenta de que me ha irritado a propósito para este resultado exacto.
El tintineo de las cadenas aumenta mi ansiedad, y luego me tiran hacia atrás.
Obligada a ponerme de pie ante él, miro fijamente el lugar donde me agarra el dobladillo de la falda, apretando la tela en un puño.
-Suéltame -exijo, controlando de algún modo el temblor de mi voz.
Su mirada recorre deliberadamente mi cuerpo hasta encontrarse con mis ojos.
-Quieres tocarme.
El calor de su piel toca mi muslo desnudo, sus ásperos nudillos son una fricción abrasiva y tentadora.
Trago saliva.
-Eso sería inapropiado.
-Pero sigues queriendo. -Suelta la tela de a un dedo cada vez, hasta que me libera de él. Pero no lo estoy. El desafío en sus ojos todavía me mantiene cautiva-. Quiero que lo hagas.
Deberíamos ser como dos polos similares de un imán; deberíamos repelernos el uno al otro. Pero nuestros campos magnéticos se atraen, chocando con fuerza.
Como si temiera que fuera una criatura a la que asustar, apoya suavemente sus manos en mis caderas, y un escalofrío me sacude.
-Pero si lo haces, podré tocarte -me desafía.
Esto es más que prohibido. Es peligroso.
Respiro profundamente, inhalando su aroma masculino, torturándome por lo que estoy a punto de hacer. A pesar de que mi corazón late con una clara advertencia, coloco mi mano sobre la suya.
Dejo que mi palma recorra sus ásperos dedos hasta su muñeca y su brazo. Donde las cicatrices biseladas envuelven su carne.
Como si se tratara de bandas nervudas insertadas bajo su piel, el tejido de las cicatrices es suave y cruel.
Algunas son más recientes que otras, y la idea de que se haya infligido las heridas mientras estaba embelesado...
Se me corta la respiración cuando sus dedos entran en contacto con el interior de mi muslo.
Cierro los ojos ante la avalancha de emociones: la forma ilícita y erótica que me hace sentir mientras su tosca palma me roza el muslo, mi falda se amontona contra su muñeca.
-Mírame.
La demanda corre por mi sangre, abrasando mis venas. Abro los ojos por impulso.
La mirada eléctrica de JungKook me mantiene prisionera mientras su mano marca mi piel. Sube un poco, las abrasivas yemas de sus dedos me exploran, me cartografían, mientras calibra mi respuesta.
Un músculo salta a lo largo de su mandíbula, y luego se desplaza más
arriba, con una lentitud tortuosa.
Tiemblo bajo su contacto íntimo.
Cuanto más fuerte es su contacto, más deseo clavar mis uñas en su carne. Mis dedos forman garras en sus brazos.
Como si supiera lo que estoy pensando, se lame los labios y dice:
-Hazlo.
El desafío se desliza por mi cuerpo, el calor palpitante entre mis muslos invitándole a tocarme, y cuando me rindo, sus dedos rozan la costura de mis bragas.
Una descarga de conciencia me arrebata el aliento y doy un paso atrás, rompiendo la conexión.
No dejo de caminar hasta que estoy a salvo detrás de la línea amarilla.
La mirada acalorada de JungKook me sigue, su pecho sube y baja con sus
respiraciones irregulares. Sus rasgos se tensan.
Estoy perdiendo la cabeza.
Nerviosa, le doy la espalda y me paso las manos por la falda. Apoyo mis manos sobre mi escritorio intentando tranquilizarme.
-Esta sesión oficialmente se ha desviado, así que esto se acabó.
Escucho el ruido de las cadenas y sé que estoy segura, que no puede alcanzarme, solo para ser arrojada contra el borde del escritorio mientras me agarra por detrás.
Mi espalda se aplasta contra su pecho y siento una mano sellar mi boca.
Alcanzo el botón, pero su otra mano está ahí primero. Su agarre se enreda en mi muñeca hacia atrás y luego planta mi palma en la madera, inmovilizándome contra el escritorio. Mi aliento abrasa mi pecho.
-Estás equivocada. Nunca se acabará-. Su cálido aliento toca mi cuello. Su boca descansa contra mi oído-. Por qué para que esto acabe, uno de nosotros tiene que morir.
El miedo me quita el aliento. Parpadeo con fuerza mientras deja una fina pieza de metal sobre el escritorio. Lo reconozco como un cierre de plata de la hebilla de un cinturón.
Me maldigo mentalmente estaba tan embelesada en ese momento me
mantuvo cautiva.
Su mano deslizándose por mi muslo... su otra mano anclada a mi cintura.
Joder, me usó. Estaba ciega. Ingenua.
-Nunca habrías sido tan descuidada a menos que quisieras estas cadenas fuera. -Me aprieta, dejándome sentir la cadena aún esposada a sus muñecas. El frío metal de los eslabones me roza la espalda-. Ahora di la verdad.
Entonces su mano se ha ido. Jadeo en un suspiro, mis uñas se clavan en el escritorio.
-Deja que me vaya.
-Los dos no podemos cargar con tu secreto, Elenai. Es decir, a menos que podamos trabajar juntos-. Me pasa la cadena por la cabeza y la asegura alrededor de mi cuello, forzando mi espalda más fuerte contra su pecho.
-¿De qué estás hablando? -Los eslabones pellizcan mi piel mientras hace lo suyo. Pero entonces de repente, afloja la cadena, lo que me permite tomar un aliento.
-Puede que sea difícil para los pueblos pequeños ser lo suficientemente abiertos de mente, ser objetables con uno de los suyos. Nadie quiere pensar que un asesino se esconde entre ellos.
Gimo y niego con la cabeza contra él.
-No sé de qué hablas, JungKook. Estás equivocado con...
-¡Cierra la puta boca! -Clava su mano en mi cabello y tira. Mi cabello se suelta y me presiona más cerca para inhalarme-Toda tu charla de control y moralidad...-Él agarra mi garganta con fuerza-Eres una descarriada, Elenai. Sé dónde vives, ese rincón oscuro donde te escondes.
Trago saliva.
-Voy a gritar.
-Adelante -desafía-. Voy a conseguir la primera entrevista de un periodista que pueda para anunciar que tu padre era un monstruo al que tú has sacrificado.
El aire de la habitación es aspirado mientras sus dedos me presionan la tráquea. Las luces fluorescentes parpadean y zumban.
-Las piezas del rompecabezas estaban todas ahí, Elenai... -susurra en mi oído. Él aprieta el agarre alrededor de mi garganta, forzando mi cabeza contra su hombro-,sólo había que unirlas. ¿Y sabes lo que descubrí? -Niego lentamente-. Estás tan jodida como yo.
A continuación, afloja su mano de mi cuello. Solo cuando el miedo a ser estrangulada se desvanece, uno nuevo se apodera de mí. JungKook me toma de la cintura y me voltea.
Nuestros ojos se encuentran.
Se inclina sobre mí. Me quita el pelo de los ojos y esa acción tan suave me roba el aliento.
-Asesina.
Lucho por aferrarme a mi último control, negándome a admitir cualquier cosa ante él.
-Estás loco... estás alucinando... Has construido una realidad alternativa... a mí alrededor qué está tan lejos de la verdad...
Se mueve por encima de mí, su mano encuentra mi cuello y me obliga a mirarlo.
-Por suerte para ti, el forense era un borracho. No podía distinguir entre las lesiones peri y post-mortem. Ese accidente de auto no mató a tu padre. Ya estaba muerto cuando decidiste estrellarte con un árbol.
Tiemblo ante sus palabras. Las paredes de la habitación blanca se agitan en la esquina de mi visión. Las costuras rojas delimitan los bordes. Cierro los ojos.
-Nada de lo que tienes es un hecho.
Se lame los labios.
-No hace falta que lo sea. La sola especulación será suficiente para destruirte.
Tiene razón.
Una investigación sobre mi padre ahora, con tecnología avanzada y procedimientos policiales, puede demostrar que él era el Segador. Un hombre que se rumoreaba que robaba chicas jóvenes en medio de la noche. Lo que las madres les decían a sus hijas para que no vagaran por el pueblo solas.
-Convertir mi vida en un circo mediático te haría salir, ¿no?
-Es tentador-Una sonrisa brutal sesga su rostro-, pero tengo algo mejor para proponerte.
La ira me sube a la sangre, alimentando una descarga de adrenalina. Intento darle un rodillazo, pero él está ahí para bloquear mi intento. Gruñe y me agarra el pelo con fuerza. Veo una jeringuilla en la bandeja y me lanzo por ella, ignorando el dolor que me cuesta zafarme de su agarre.
Oigo el desgarro de mi pelo al ceder.
Tengo la aguja en mis manos temblorosas, apuntando a su cuello.
-Te destrozaré la yugular antes de que puedas dar un solo paso más, lo juro por Dios.
Me observa atentamente, sus dientes capturan su labio para contener una sonrisa.
-Y sé lo buena que eres en eso. Así fue como mataste a tu padre- cierra los ojos y truena su cuello-¡Ah! Estoy deseando jugar más tarde contigo-dice, y luego su mano cubre la mía, forzando mi brazo hacia atrás. Un dolor agudo se extiende hasta mi hombro y me obliga a soltar la jeringa-. Pero ahora mismo, sólo quiero que hagas una cosa.
-Si me matas, nunca tendrás la forma de salir de aquí. No puedes destruir a una persona muerta, imbécil.
JungKook me agarra de la nuca. Su boca se acerca a la mía, saboreando mi respiración desesperada.
-Ojalá hubieras hablado así de sucio durante nuestras sesiones.
Su dedo recorre mi mandíbula. Vuelvo la cabeza hacia otro lado.
-Mierda, JungKook ¿qué demonios quieres de mí?-Una pregunta simple, pero la respuesta determinará todo.
JungKook me sujeta y me obliga a acercar mi cara a la suya. Sus rasgos se endurecen
-Necesito verla. Necesito revivir al chacal.
Me separo de la pared.
A través del miedo, hago la conexión. Se desliza como una pieza de rompecabezas encajando en su sitio. Y soy la pieza del rompecabezas que él ha moldeado para asegurar su libertad.
- Me has utilizado. -le acuso.
-Para ser justos, nos hemos utilizado mutuamente. Ahora enciende la cámara y confiesa tus sucios pecados, doctora Sullivan.
Suelto una risa burlona.
-No haré eso. Es una puta locura. Estás loco.
-¿Esa es tu opinión profesional, doctora?
Con la mirada perdida en la grabadora, sacudo la cabeza.
-No puedo hacerlo. No puedo confesarme.
Respira profundamente.
-Tienes menos de un minuto para elegir-me dice-. En diez minutos, entrará el guardia para llevarme a mi celda. Luego otros diez para tener a un periodista famélico por una declaración mía. Así que tienes uno de esos minutos. Decide.
Sus pies se mueven hacia atrás.
Trago saliva.
Avanzo temblorosa hasta la grabadora y la enciendo. Su mirada me sigue atentamente.
La forma en que sus ojos brillan con anticipación. Está ansioso por presenciar cómo revivo el pasado, por experimentar la muerte a través de mí.
Me siento en mi lugar y apoyo mis manos sobre mis rodillas.
-¿Cómo lo descubriste? -Pregunta.
Me llevo la mano a la frente, cierro los ojos y me apresuro a alejar el dolor de mi cabeza.
-Sería una idiota si confiara en ti.
-Pero eso es parte de la terapia -dice-. Confianza. Paciente y doctor. Confiar el uno en el otro.
Una risa débil cae de mis labios.
Los detalles son insignificantes. Los
recito como si estuviera leyendo una lista de la compra. Eliminando cualquier rastro de emoción de mi voz que pueda ser de su agrado.
Lleno de aire mis pulmones por qué una vez que empiezo no paro hasta que no me queda aliento para contarlo a otra alma. Veo la luz roja y entonces comienzo:
-Llevaba una llave alrededor del cuello...
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¡Hola bellezas!
Así comenzamos con la tercera y última temporada de Blood Sweat and Tears.
COMUNICADO: Algunos capítulos serán largos otros más cortos.
Quiero decirles que estoy dando lo mejor que puedo en esta última parte de ésta trilogía.
Dejando de lado esa duda que tuve en las dos historias anteriores de no poner ciertas cosas por el miedo a que no es lo que esperaban.
Pero ahora quiero hacerlo y sentirme completamente satisfecha con el resultado.
¿Qué les pareció este primer capítulo?
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Gracias a todos los lectores que se toman el tiempo en leer, comentar y votar.
¡Nos leemos pronto!
Ciao·•
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