No siempre estas solo
¿Cómo puedes caer rendido tan rápido a los pies de alguien?
¿Cómo puedes llegar a depender tanto?
El silencio se mantenía por todo su alrededor, la nada vibraba por sus oídos pues la incesante intranquilidad recorría su cuerpo sin sonido alguno. Palpitares, punzaban en su pecho, dolorosos y lentos. El abandono no siempre se toma de la misma manera, no era la primera vez y tampoco quería ser ese momento el segundo.
No era tiempo de deprimirse, echarse a llorar. Sabía que no era el único demacrado en aquel momento, no entendía muy bien lo que había pasado, pero de tan solo ver correr lejos, sin ni siquiera mirar atrás. ¿Has sentido alguna vez esa sensación? La persona que amaba, a aquella persona que aprendió a conocer, a querer, aquel que se había convertido en su adicción. Quien le enseño de todo, a convivir con su entorno, a sobrevivir en ese mundo tan mórbido. Todo menos vivir sin él.
Sucesos que nunca acaba, desgracias que no solo le suceden a uno. Aguantar y guardar era lo que el joven siempre hacia, pero ¿Cuándo descargaba todo ese peso? Simple, no lo hacía del todo, pues lo malos tratos era la manera de sentirse bien o era lo que él creía, la sensación que solo podía falsamente gustaba disfrutar.
Nuevamente el frío del ambiente lo envolvía, lo acobijaba una última vez antes de motivarse a levantar y emprender su camino de regreso. Con los recorridos de las lágrimas derramadas en su rostro y sin arrepentimiento, tomo impulsos a descubrir el causante de provocar su abandono.
...
Tras la llegada del Sottocapo, una reunión fue forzada a tomar precauciones. En medio de un comedor iluminado rodeados de cuadros y ventanas. Solo cuatros jóvenes se encontraban discutiendo, el jefe quien se encontraba sentando en una silla de gran tamaño, acolchonado y con el entorno de madera detallado en la encima con un gran oso imponente, escuchaba todos los reclamos que iban dirigidos hacia su persona mientras con la cabeza baja y su manos entrelazadas sobre su frente, analizaba su situación. Varios exclamaban con desagrado los acontecimientos, al instante solo uno destaco después de tanto gritos en la habitación.
-¡¡Ya cállense!! –Grito con euforia, haciendo que los demás callaran en silencio sobre sus asientos.
Todas las miradas, incluso la del Don fueron dirigidas al Capodecime que con solo mirar su pecho agitado al igual que su rostro despavorido, dejaba a todos perplejos.
-¡Tenemos que ir a buscarlo ahora! ¡No tenemos mucho tiempo!- volvió a exclamar en dirección a su jefe.
-Debemos guardar la calma e iniciar un plan de contraataque. –respondió con palabras inmutadas el Consigliere, que a pesar de tener que ser tan fríos con sus palabras, se encontraba más atento e informado que nadie.
Sottocapo chasqueo con su boca al mismo tiempo que alzo su mirada cabreada y antes de protestar en contra el Don se levanto y asintió, hacia sus familiares.
-Vámonos entonces. Pues Tougou no es un hombre paciente.
La mirada de impaciencia del Capodecime se dirigió rápidamente hacia sus manos temblorosas agregando con sus palabras el susurro que solo el Karamatsu, alcanzo a oír.
-Ya iré por ti
Totty-
Don, Consigliere y Capodecime se retiraron del comedor en busca de sus cosas antes de salir al rescate de su integrante. Solo Karamatsu Sottocapo apoyado sobre la gran mesa de madera oscura, saco su celular de su bolsillo, realizando una llamada que solo logro ser desviaba por la fallida señal del receptor.
-No debí dejarte atrás... ¿Por qué no has vuelto aún? –murmuro al finalizar la llamada, levantando su mirada a una de la ventanas que lograba divisarse el afuera, lleno de copas de arboles oscuros sacudidos por el viento intranquilo y el cielo iluminado por la luna menguante.
...
-¿¡Estás seguro de que quieres ir sin ningún plan!?- exclamo el Consigliere sosteniendo del hombro a su jefe. Oso se mantuvo un tiempo en esa posición antes de dar media vuelta y con una mirada aterrada pero decidida asintió.
-No dejare que vuelva a lastimar a alguien. Voy a protegerlos a todos. –
Un pulsante golpe dio en el pecho de Choromatsu al ver la mirada de quien amaba, su fuerte agarre se volvió una dulce caricia subiendo a la mejilla de su jefe.
-No te preocupes, yo cuidare de tu espalda. Yo te protegeré.– musito al acercar sus labios a los del mayor, cerrando un dulce beso.
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