euphoria
Jungkook estaba nervioso y no podía disimularlo. Lo delataban la mirada ansiosa, el ir y venir de un lado a otro, la forma en la que se mordía el labio inferior y se arrancaba trocitos de piel y el movimiento errático de sus manos, de las que secaba el sudor al frotarlas a los costados de su pantalón de vestir. Por supuesto que a las personas que iban entrando, llenando poco a poco las salas de la galería, no parecía importarles mucho el chiquillo inquieto medio oculto en el rincón detrás de las columnas en la entrada. Y si acaso alguien lo veía así, podrían atribuir los nervios al hecho de que esa era su primera exposición de fotos y eso tendría todo el sentido del mundo. ¿No era normal, después de todo? Un fotógrafo joven e inexperto, exhibiendo sus fotografías en una galería de renombre...
Claro que, en realidad, no era eso. Namjoon había logrado quitarle los nervios por la exhibición hacía rato con sus palabras de aliento, pero también había logrado causarle una nueva clase de nervios con otras palabras, unos que nunca antes había sentido en toda su vida. O al menos no desde los 18 años. Eran esos nervios que le hacían temblar las piernas y le secaban la garganta, lo dejaban sin habla y le alborotaban el corazón tanto que podía sentir lo acelerado y fuerte que bombeaba sangre por los latidos retumbándole en los oídos como un tambor. Pum-pum, pum-pum, pum-pum.
La clase de nervios que uno sentía cuando el amor de su vida le decía "te amo" por primera vez, se imaginaba. Y si bien Jungkook estaba nervioso, también estaba tan feliz como nunca antes lo había estado.
—Jungkook, cálmate —pidió Eunwoo risueño, ajeno a sus pensamientos, parándose frente a él para detenerlo—. Tus fotos son geniales, te irá bien hoy. Y mira, ya están llegando los demás.
En efecto, cuando Jungkook dirigió la vista hacia la entrada vio a algunos de sus amigos llegar a su sección. Todos lo saludaron y pronunciaron felicitaciones antes de dirigirse directamente a la serie de fotografías colgadas en las paredes, lo cual implicaba que a Jungkook le tocaba intentar apartar de su mente los últimos mensajes que había intercambiado con Namjoon para así tratar de mantener la compostura y concentrarse en ser el fotógrafo profesional que debía ser ese día. Al menos por un rato, el tiempo suficiente para sobrevivir hasta el final de la exhibición, ya que recién entonces tendría oportunidad de hablar con Namjoon. Mientras tanto, lo único que tenía que hacer era fingir que más o menos sabía lo que estaba haciendo y esperar.
Aunque al principio fue extraño, poco a poco logró deshacerse de la incertidumbre al notar que la reacción a su trabajo parecía ser positiva, algo bastante reconfortante para un novato. Si bien había más gente de la que Jungkook había imaginado, aquellas personas que se acercaban a él para hacerle preguntas sobre sus fotografías o para simplemente felicitarlo estaban inflando su ego poco a poco. Se sentía agradecido porque exponer su trabajo no era algo a lo que estuviera muy acostumbrado, al menos no con fotos tan personales como las que había elegido para la ocasión, muy diferentes a las que tomaba en los eventos familiares en los que era contratado por conocidos de Seokjin y su familia.
Y al pensar en Seokjin de repente, estando allí, parado frente a aquella serie de fotografías que eran una oda a su amistad con aquellos seis chicos tan especiales, notó que ninguno de ellos había llegado aún. Le parecía extraño, suponía que ya habrían entrado y, por ende, ya tendrían que haber pasado por su sector, uno de los primeros. Al menos Hoseok, Seokjin y Namjoon que habían ido juntos y que estaban afuera incluso antes de que abrieran las puertas de la galería. Justo cuando pretendía revisar su teléfono, por si acaso tenía noticias de alguno de ellos, una mano tocó su hombro.
—¡Hyung! —exclamó al darse la vuelta, aliviado al ver a uno de sus amigos.
—Buenas tardes, señor fotógrafo profesional —saludó Taehyung con aire solemne, dándole un apretón suave antes de apartarse—. ¡Felicitaciones por tu primera exhibición! ¿Cómo te sientes?
—Tan feliz que podría morir ahora mismo.
—Teatrical, me gusta —respondió el mayor sonriendo, luego se aclaró la garganta—. Tengo algo para ti.
—¿Qué cosa?
De repente, una flor morada apareció frente a sus ojos. Hasta ese momento ni siquiera se había dado cuenta de que Taehyung llevaba una mano en la espalda, escondiendo el regalo todo ese tiempo. Sorprendido por el gesto, Jungkook aceptó la flor y la acercó a su nariz para percibir el dulce aroma, luego agradeció con una sonrisa.
—No tenías que molestarte —dijo.
—No es molestia —le aseguró Taehyung—. Ahora, con tu permiso, iré a ver tus fotos. Hablamos luego, Kookoo.
Y así, tan rápido como había llegado, Taehyung le dio la espalda y se alejó de él. Claro que así era Kim Taehyung, siempre espontáneo y misterioso, por lo que Jungkook aceptó lo que acababa de suceder sin pensarlo demasiado.
La flor era muy bonita, grande y de muchos pétalos. Jungkook no sabía mucho sobre plantas, por lo tanto no sabía qué tipo de flor era, pero el perfume se le hizo muy similar al de las rosas. Podría haber pasado varios minutos contemplándola, tanto por su belleza como por lo mucho que le había conmovido el gesto, pero no tuvo el tiempo para hacerlo: cuando levantó la vista por un momento, notó que Jimin se acercaba hacia él con una sonrisa enorme. Sonriéndole él también, esta vez sí notó que su amigo traía también los brazos a la espalda.
—¡Googie! —soltó Jimin con entusiasmo, llegando rápidamente a su lado.
—Jiminie hyung, al fin llegas —saludó el con tono de reclamo, decidido a no perder el tiempo—. ¿Qué tienes ahí?
—Estoy bien, Capitán destruyó cinco cosas diferentes, almorcé con Taehyungie y Yoongi hyung hoy, ¡gracias por preguntar! —ironizó su amigo, para luego revelar que lo que traía escondido era otra flor morada, idéntica a la anterior—. ¡Felicidades por tu exhibición!
—¿Fue una coincidencia de almas gemelas o eligieron juntos? —preguntó mientras aceptaba la flor y la juntaba con la otra—. Gracias. Es muy bonita, ¿qué tipo de flor es?
—Voy con Taehyungie —informó Jimin en lugar de responder sus preguntas, alejándose sin darle mucho tiempo de reclamar—. ¡Nos vemos después!
Eso fue un poco raro, pensó Jungkook. Claro que Jimin estaba muchísimo más feliz ahora que había aclarado las cosas con Yoongi y Taehyung, no era de extrañar que actuara un poco tonto. Sin darle mucha más importancia que esa, se encaminó hacia la columna que le había servido de escondite un rato antes, llevándose las flores al pecho en una especie de abrazo. Y si acaso en ese preciso instante entraba Min Yoongi con otra flor morada, no se sorprendería. Sin embargo, sí se sorprendió cuando el que entró con una flor morada en manos no fue Yoongi, sino Hoseok. Por mucho que creyera que los siete tenían una rara conexión espiritual de almas gemelas y que estaban hechos con el polvo de la misma estrella, dudaba que fuera posible que eso fuera una coincidencia.
—¡Wow, Jeon Jungkookie! —exclamó Hoseok casi en un grito, tan ruidoso como siempre había sido, apenas lo vio—. ¡Qué nivel!
Sin importarle nada la delicada flor que traía en la mano, tampoco las miradas sorprendidas de las pobres personas que pasaban cerca y acababan de asustarse por su grito repentino, Hoseok se abalanzó sobre Jungkook para abrazarlo con fuerza. Jungkook correspondió al abrazo con la misma intensidad, porque esa era la primera vez que se veían en mucho tiempo.
—¡Qué impresionante todo esto, Jungkookie! —decía el chico, aparentemente más emocionado que él—. Jinnie me habló del dueño de la galería y de todas las personas importantes que van a estar aquí hoy, ¿cuán genial es eso?
—No... había pensado en eso, pero es muy genial —logró decir él, contagiándose del entusiasmo excesivo de Hoseok.
—¡Muy genial! —hizo eco el mayor, separándose un poco—. Lo siento, te estoy arrugando toda la ropa.
—Descuida, no importa.
—¡Sí que importa! Tienes que verte impecable cuando haces contactos —dijo Hoseok mientras le alisaba la camisa con una mano—. Ya, ahora sí. Y con esto, te verpas incluso mejor —agregó, ofreciéndole la flor—. ¡Felicidades!
Jungkook aceptó la flor, un tanto aturdido por la efusividad de Hoseok, pero sintiéndose por completo renovado, como si hubiera recargado toda su energía. El castaño no se quedó mucho tiempo más a su lado, sino que se alejó risueño para ir al encuentro de Jimin y Taehyung, que se encontraban parados frente a una secuencia de cuatro fotos de la piscina abandonada que solía frecuentar con sus amigos titulada Prólogo, una por cada año que había pasado desde la última vez que estuvieron los siete juntos allí. No estaba seguro sobre qué pensar, si en verdad era una casualidad que Hoseok le regalara lo mismo que Jimin y Taehyung, o si los tres se habían puesto de acuerdo para hacerlo.
Cuando entró Yoongi, estuvo seguro. No, no era una coincidencia.
—¿Tú también, hyung? —preguntó ni bien tuvo al mayor lo suficientemente cerca para ser oído, señalando la flor en las manos ajenas—. ¿Qué es esto?
—¿Una flor? —preguntó Yoongi con tono burlón, entregándosela—. Dime qué piensas.
—Que nos parecemos más de lo que pensaba —dijo él, juntando las cuatro flores—. O que todos compartimos una sola neurona.
—Tú nunca tuviste acceso a ninguna neurona, Kook —bromeó el mayor, sonriendo con afecto—. Felicidades por tu exhibición, por cierto. Estamos todos muy orgullosos de ti, ¿sabes?
—Gracias, hyung.
Tras esbozar una sonrisa amable, de esas que le ablandaban la mirada usualmente intensa e intimidante, Yoongi se alejó para ir con los demás. Jungkook se permitió observarlos por un minuto, alegrándose porque al fin, después de tanto tiempo deseándolo y pensando que era algo imposible, los veía a todos juntos. Lo había anhelado tanto los últimos cuatro años que le costaba un poco creerlo, aunque nunca había perdido la esperanza. Era aún más significativo porque habían dejado de lado cualquier diferencia o malentendido para acompañarlo a él en un momento así de importante para su carrera.
Tuvo que apartar la vista, porque sentía el nudo en la garganta y el ardor en los ojos; no se vería muy bien que el fotógrafo comenzara a llorar de repente.
—Debo estar soñando —susurró, bajando la vista hacia las flores, muy reales, con una pequeña sonrisa en los labios.
—¿Crees que estás soñando? —preguntó de repente alguien a su lado, sobresaltándolo—. Sabes que hyung siempre está dispuesto a ayudarte, ¿quieres que te pellizque para sacarnos la duda?
Jungkook se rió por el chiste tan bobo, tan Seokjin. En lugar de molestarse en responder a algo tan tonto, se limitó a darle un golpe en el brazo al mayor, que se rió también.
—Todo esto es muy bonito —comentó Seokjin, pasando una mano alrededor de su hombro—. Y eso de allá es aún más bonito —agregó, señalando a los demás, ahora frente a otra fotografía—. Todos juntos de nuevo, tal como tú querías, ¿no?
—Ahora están parados frente a la última foto que tomé de todos juntos —informó él luego de asentir con la cabeza—. Da un poco de miedo.
—¿Somos nosotros siete? —inquirió el mayor, esforzándose por ver la foto desde esa distancia—. ¿Cuándo tomaste esa foto?
—Se las saqué a ustedes seis cuando volvíamos del puente la última noche del viaje a Busan —le explicó—. No se dieron cuenta de que la saqué. Estábamos caminando y simplemente quise una foto de ese momento, de todos ustedes.
—Sería más bonita si tú estuvieras en ella también —dijo Seokjin, luego suspiró—. Siempre quise que los siete estuviéramos juntos de nuevo, pero creo que les fallé al no hacer más por salvar al grupo. Siendo el mayor ese era mi trabajo, ¿no?
—Era trabajo de todos, creo. Pero Namjoonie hyung necesitaba tiempo... y sin él no iba a ser lo mismo.
—Pero ahora está aquí de nuevo y ya no quiere irse, ¿cierto? —se burló el mayor, levantando las cejas de forma sugerente mientras le daba un codazo—. Y hablando de Namjoonie, tengo algo para ti.
Seokjin se apartó y abrió su chaqueta, revelando una flor violeta en su interior. Jungkook nada más atinó a resoplar para no reírse mientras aceptaba la sexta flor del día, juntándola con las demás.
—¿De quién fue la idea de darme estas flores? Dime la verdad.
—Uno pensaría que a estas alturas ya habrías entendido lo que está pasando, Jungkookie. ¿No que siempre estás viviendo como en una película?
—Como en una... película...
—Te dejaré solo para que lo pienses, niño bonito —dijo Seokjin por último, guiñándole un ojo antes de encaminarse hacia donde estaban los demás.
De repente, Jungkook al fin se dio cuenta de lo que estaba pasando. Por supuesto que no había sido una coincidencia que cada uno de sus amigos le llevara exactamente la misma flor morada y por supuesto que se habían puesto todos de acuerdo para hacerlo... orquestados por un muy buen líder. El mejor líder, de hecho. Y ahora que había llegado a la conclusión correcta, lo único que quería hacer era ver a Namjoon. Afortunadamente, no tuvo que esperar mucho para ello.
Cuando se dio la vuelta, completamente dispuesto a correr por toda la galería hasta que pudiera encontrar a Namjoon, lo vio allí, parado en la entrada. La camisa a cuadros con el pantalón de vestir y las zapatillas blancas impecables, el nuevo corte y el nuevo color de cabello, una bolsa de regalo en una mano y la séptima flor morada en la otra... en ese preciso instante, Jungkook supo que nunca, jamás, en todo lo que durase su vida había visto algo tan especial como Kim Namjoon sonriéndole así, como le sonreía a medida que se acercaba a él. Ningún reencuentro, ninguna confesión, ningún primer abrazo o beso, ningún diálogo de ninguna escena de ninguna película podría superarlo. Simplemente nada ni nadie podría ser mejor que Namjoon.
—Hey —lo saludó el chico una vez que estuvieron parados frente a frente.
—Hey —repitió Jungkook, sintiendo que le faltaba el aliento de repente.
Por un momento que se hizo interminable, los dos se miraron sin decir nada. Namjoon parecía expectante, tal vez esperando que Jungkook dijera algo más, mientras que él no podía articular palabra de lo emocionado que estaba. Por eso optó por hacer lo más elocuente: dejar que sus acciones hablasen por él. Primero pasó un brazo por encima de los hombros de Namjoon y otro alrededor de su cintura, entonces lo atrajo hacia sí y lo abrazó con todas sus fuerzas. Namjoon no tardó en corresponder el abrazo, ante lo cual Jungkook aprovechó para hundir el rostro en el cuello ajeno, embriagándose con el leve aroma a jabón de su piel inundándole los sentidos.
—¿Te gustaron las flores? —preguntó Namjoon en un susurro.
—Me encantaron —respondió él también en susurros—. Estoy clavándotelas en la espalda ahora mismo, ¿verdad?
—Sí, pero no importa. Yo debo estar clavándote la bolsa en una costilla, ¿no?
Jungkook nada más asintió con la cabeza a modo de respuesta y los dos comenzaron a reírse de nuevo. Y aunque en verdad no quería hacerlo, Jungkook terminó por separarse para poder mirar a Namjoon de nuevo, que también lo miraba a pura sonrisa y hoyuelos.
—Deberíamos completar la familia con esto —indicó Namjoon, entregándole la última flor—. No podemos separarlas nunca a estas siete, ¿no crees?
—Nunca, no.
—Y también te traje esto —agregó el mayor, enseñándole la bolsa con un moño encima.
Con curiosidad, Jungkook le entregó las rosas (ahora sabía lo que eran las flores) a Namjoon para tomar la bolsa, luego la abrió para encontrarse con una tortuga de peluche. El simpático animalito le pareció adorable y no pudo evitar abrazarlo.
—Un amigo para Copito —balbuceó—. ¡Y es muy suave y esponjoso!
—Un esposo, querrás decir —lo corrigió Namjoon—. Tortuga y koala, tú y yo... ya sabes, esposos.
—Tienes toda la razón, sí. Ahora entiendo.
A Jungkook le dio la impresión de que el corazón se le estaba por salir del pecho por lo feliz que estaba. La exhibición ya no podía importarle menos, lo que más quería en ese instante era salir de ese lugar, escabullirse para huir con Namjoon hacia cualquier parte donde pudieran estar los dos solos. Quería hablar sobre todo lo que sentía, abrazarlo y besarlo, ver películas juntos toda la noche... simplemente quería estar con él para siempre, y que ese para siempre comenzara lo más rápido posible. Pero no podía hacer eso, no todavía; tenía que contentarse con agradecerle por los dos regalos tan especiales que le había hecho.
—Esto es tan lindo, hyungie —comenzó a decir, sonriendo tanto que le dolían las mejillas—. No sé cómo agradecértelo, en serio.
—No es gran cosa —dijo tímidamente Namjoon, llevándose una mano a la nuca—. No es nada comparado con tus escenas de película, pero no podía dejar pasar este día sin hacer algo más o menos especial para ti.
—¿Más o menos? ¡Pero si me encantó! —aseguró él, sincero—. Las flores y el peluche, las dos cosas me encantaron, de verdad.
—Está bien, me alegra muchísimo oír eso —aceptó entonces el mayor, indicando que se rendía al levantar las dos manos—. Ahora iré con los demás, pero ya hablaremos mejor cuando termine tu exhibición. Por cierto, todavía hay algo más en la bolsa...
Antes de darle tiempo de responder, Namjoon prácticamente huyó hacia donde se encontraban todos los demás. Intrigado, Jungkook volvió a abrir la bolsa y notó que, en efecto, todavía había algo dentro. Parecía ser un papel. Al sacarlo notó que era un sobre, tal vez contenía una carta en la que Namjoon le escribió algo que no se atrevería a decirle en persona... y de alguna manera, eso fue lo que se encontró en aquella hoja de papel, más o menos.
Era un poema, y su título era Euforia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro