C A P Í T U L O 3
¿Té? O ¿Sobrecillos de azúcar?
Alcé mi pulgar al lado de la carretera con la esperanza de que algún coche se parara. Tal vez estaba a un par de horas de mi ciudad, pero prefería no arriesgarme a caminar sin rumbo y terminar perdiendome más de lo que estaba.
Había conseguido salir de lo que parecía una fábrica en mitad de la nada. Detrás de la puerta de la habitación había un mapa con un gran punto rojo que decía "Aquí estás tú", no había mucha pérdida.
Cuando salí no había rastro de ellos dos, tal vez se habrían ido a buscarme por ahí y por alguna extraña razón no me los había cruzado hasta la salida. Como sea, había logrado pasar por un montón de hierbas altas y secas que aún seguía teniendo pegadas al pantalón de mi pijama, que pena ...
El brazo se me empezaba a cansar y con ello mi paciencia. En un arrebato me senté en el suelo de arenilla, justo al lado de la carretera, y me cubrí la cara con las manos frustrada para tapar un grito sordo que salió desde lo más profundo de mi. Solo quería irme a casa, estaba cansada y aún me dolía la cabeza, notaba como me palpitaba.
Me costaba pensar con claridad por todo lo que había pasado, no me sentía nerviosa por el hecho de que me hayan traído hasta aquí para saber que, era el echo de que había estado delante del hombre que dice haber matado a mi familia, y me lo había dicho tan... Sereno. Cualquiera se lo habría creído, incluida yo.
Ash y Morte... Saber sus nombres puede haberme beneficiado más de lo que creía, pues me daba la posibilidad de tal vez investigar algo sobre ellos, más allá de que soy su objetivo, o más bien el de Ash.
El corto tiempo en el que habíamos coincidido los tres, a Morte casi ni le importaba mi existencia, en cambio a Ash se le notaba un brillo en los ojos cuando me maniobraba de manera violenta la mandíbula y me quejaba, realmente le gustaba la situación, me lo había dejado claro un par de veces.
Eché la cabeza hacía atrás, viendo las nubes como pasaban sobre mi y de pronto todo era negro. Escuchaba a los pájaros de fondo, la hierba balanceándose de un lado a otro, el ruido de unas ruedas sobre el asfalto....
¿Ruedas sobre el asfalto?
Abrí los ojos como platos para comprobar si lo que había oído era cierto y efectivamente un coche amarillo estaba pasando justo en ese momento por delante de mí, mi única manera de volver a casa estaba pasando justo por delante de mis narices.
Me levanté torpemente tropezando un par de veces con mis pies y empecé a correr lo más cerca a la carretera moviendo mi mano de un lado a otro mientras gritaba que se parara, pero no paró él, sino yo. Era inutil, no pararía y yo ya estaba sentada sobre mis rodillas con lágrimas amenazando con salir.
Me volví de espaldas al coche y caminé arrastrando los pies levantando un molesto polvo amarillo tras ellos que me hacía toser, y me senté en el mismo sitio en el que había dejado pasar mi oportunidad de tumbarme de nuevo sobre mi cama, y cerré los ojos de nuevo para volver a escuchar el alrededor para tranquilizarme ...
Pájaros...
Hierba...
No ruedas sobre el asfalto ...
Una puerta cerrando ...
¿Una puerta cerrando?
— Oye, ¿estás bien?
Abrí los ojos mirando a la menuda chica que se había parado frente a mi preocupada.
— ¿Hola?— Saludó ella.
— Celia, ten cuidado. — Le advirtió el chico que iba al volante como si tuviera pulgas.
— ¡Callate, Jared! — El chico giró la cabeza molesto y se apoyó en la ventanilla con el codo esperando.
¡Toma!
— Soy Celia — Extendió su mano y se la estreché con cuidado. —.¿Estás bien?
Asentí y como si me hubiera leído la mente me preguntó:
— ¿Necesitas que te llevemos o ....?
— Sí, porfavor. — Interrumpí antes de que pudiera terminar la pregunta y no pude evitar la sonrisilla que me apareció. — Soy Verónica por cierto.
Me ayudó a levantarme aunque podía perfectamente, pero preferí dejarla ver que estaba débil y que necesitaba de su ayuda. Me dejé caer en el cómodo asiento y como si estuviera hecho a mi medida me quedé dormida antes de que Celia se pudiera sentar al lado mia.
***
— ¡¿Y dónde la dejamos Celia?!
— ¡No lo sé, Jared! — Gritó bajito a mi lado la chica de cabello castaño que me había ayudado, Celia. — Y baja el tono que la vamos a despertar.
— Pues justo eso quiero. — Resopló
Me incorporé después del incómodo silencio que se había producido. La verdad es que haberme dormido en un coche con unos extraños no era lo más debido, pero estaba tan cómoda...
— Buenos días... — Bostecé.
— ¿¡Buenos días!? — Gritó Jared alterado desde delante girando la cabeza entre los dos asientos. — .Oye mira, no tenemos porque estar cuidándote el culo, yo creo que ya tienes una edad así que ahora en cuanto pueda te bajas de mi coche.
— ¡Jared!
— ¡Qué!
— ¡Qué te calles!
Jared murmuró algo pero preferí ignorarlo a él y a su malhumor. Menudo conflicto y solo porque había dormido una media horilla...
— Victoria ¿Te puedo preguntar qué te ha pasado?
Celia me miraba con curiosidad. Parecía un ratoncito con su cara redonda y sus claros ojos con unas gafas reposando sobre su pequeña y achatada nariz. No pretendía contarle lo que en verdad había ocurrido, prefería mantener al margen a estos dos extraños.
— Fiesta con amigos. — Me encogí de hombros.
— Ah.
Jared me miró por el retrovisor indicandome con una fría mirada que no se lo creía, en cambio Celia solo seguía preguntándome cosas sobre mi perdida en la carretera.
— ¿Y cómo acabaste ahí?
— Pues... Esto.. Yo...
— Celia, deja de ser una cotilla —.Le advirtió Jared desde alante y Celia sólo arrugó su nariz molesta.
El resto del camino en carretera fue en silencio con el ruido de fondo de las ruedas sobre el gastado asfalto. Aunque me tuviera que bajar prefería aprovechar estar sentada un rato más hasta entonces mirando el paisaje y pensando en que haría luego después.
Tal vez podría pedirle el teléfono a Celia para llamar a la cafetería donde estaría trabajando Marco hasta tarde, ella parecía preocuparse por mi, no paraba de preguntarme si estaba bien o cómoda, incluso me había ofrecido comida y agua. Sin embargo automáticamente descarté esa idea cuando vi como Jared me estaba mirando desde el retrovisor ...
Hicimos un contacto visual muy intenso mientras él alternaba la mirada entre la carretera y el retrovisor. Su mandíbula estaba tensa al igual que sus músculos de los brazos mientras giraba y ponía los cuatro intermitentes.
No dijo ni una palabra pero yo ya sabía lo que tenía que hacer. Celia me había intentado coger del brazo para regresarme al asiento pero la miré negando con la cabeza y le di las gracias moviendo mis labios.
En cuanto puse un pie sobre el asfalto noté como Celia me metía algo rápido en el bolsillo de la chaqueta y se despidió con la mano antes de poder poder preguntarle.
Vi cómo se alejaban a lo lejos en la carretera haciéndose cada vez más pequeñitos. Por suerte me habían dejado en un pueblo que gracias a Dios lo reconocía y tan solo estaba a unas horas de mi hogar.
Me adentré en el pueblo, la última vez que vinimos Marco y yo fue a recoger con una camioneta un montón de sobrecitos de azúcar para la cafetería que no habían podido traer...
No tardé mucho en encontrar una pequeña casita con un cartel que ponía en amarillo con una decoracoración floral "Abierto". Abrí despacio la puerta de madera pintada de verde botella y una campanita en el techo sonó y un rico aroma a té me dieron la bienvenida.
— Bienvenida. — Me saludó una amable señora.
Tenía un pelo canoso largo recogido en una pinza a un lado de su cabeza, y una sonrisa que no pude resistir la mía cuando la ví.
— ¿Buscas algo niña?
— ¿Podría dejarme su teléfono?
Me sonrió de nuevo y alargó la mano. — Ten cielo.
Me dejó sobre la mesa un móvil de tapa rosa y empecé a marcar el número de la cafetería donde debería de estar trabajando hoy Marco.
Esperé y esperé hasta que la voz de Marco apareció en la otra línea, mis lágrimas estaban amenazando con salir, pero me mordí la lengua.
— Buenos tardes cafetería ...
— Marco necesito ayuda — .Interrumpí antes de que me empezara a contar el discurso.
— ¿Veronica?¿Por qué no me estás llamando con tu teléfono? ¿Qué pasa?
Sonaba alterado, tal vez no debería haber sido tan directa, Marco tendía a preocuparse mucho.
— Estoy bien... Bueno en verdad más o menos... — Después le contaría todo, era peor si se lo contaba por teléfono. — ¿Te acuerdas del pueblo al que vinimos a recoger los sobrecitos de azúcar?
— ¿Si?
— ¿Puedes venir a por mi?
— ¿¡Al pueblo ese!?
— Luego te lo cuento todo, cuando estés llama a este número.
— Veronica pero...
Colgué. Colgué porque sabía que empezaría hacerme preguntas y entonces yo empezaría a llorar. La señora que se había metido tras una cortina cuando había empezado hablar con Marco, aparecía ahora entre las manos con una tetera.
— ¿Té?
Le sonreí a modo de respuesta y me puso entre las manos el vasito que echaba humo, más que sed tenía hambre, pero me daba vergüenza pedirle algo de comida.
La señora insistía en que me quedara con ella hasta que viniera Marco y la estuve ayudando a atender a unos clientes. Le había contado que había discutido con mi novio y que en un arrebato me había cogido un autobús para irme muy, muy lejos, pero que en una estación de parada se habían olvidado de mí y me había quedado divagando por la carretera sola hasta que había llegado aquí.
Estaba terminando de llenar otro vasito de té para el cliente que estaba ella atendiendo muy amable como lo había hecho con el resto cuando su teléfono empezó a vibrar sobre la mesita de cristal.
Me adelanté a alcanzarlo y suspiré cuando escuché a Marco preguntándome dónde estaba exactamente y que después de todo iba a matarme, tan encantador como siempre.
Al cabo de unos minutos Marco había entrado por la puerta haciendo sonar la campanita. Me giré y casi salté por encima de la mesa para ir a abrazarle cuando paré para ver como la amable señora cogió la escoba y le dió en la cabeza.
— ¡Auch! — Se quejó Marco tocándose la cabeza.
Estuve a punto de intervenir al ver que se había quedado con ganas de darle otra vez cuando alguien entró por la tienda.
— ¡Bienvenido! Ven niño ...
Se fue a hacer otras bolsitas con té mientras me acercaba con cuidado a Marco.
— Marco... Yo...
Antes de poder terminar mi intento de disculpas Marco me había rodeado con sus brazos apoyando su barbilla en mi cabeza.
— No vuelvas a darme estos sustos ¿Que hubieras hecho si no hubieras encontrado un telefono? ¿Y qué has hecho con tu teléfono? ...
— Marco...
— ... Y pensar que había estado a punto de colgar porque me parecía un número muy raro...
— Marco, que me estás...
— ... No, no , no ¿¡Cómo puedes darme estos sustos !?
— ¡Marco que no puedo respirar!
Me apartó de él y con las manos en mis hombros me miró de arriba abajo asegurándose de que estaba bien superficialmente.
— ¿Qué haces con el pijama ...? —De pronto todo encajó en su cabecita y me miró aún más preocupado. — ¡Llevas por ahí sola desde anoche! ¿¡Pero qué te ha pasado!? ¿¡Estás bien!?
Volvió abrazarme fuerte contra su pecho y me sentía fatal porque sabía que se estaba echando toda la culpa por no haberme acompañado hasta casa como solía hacer. Seguro se estaba imaginando el peor de los escenarios posibles.
— Marco, ahora te lo cuento todo, de verdad que estoy bien. — Le dije con una sonrisa para intentar que se tranquilizara.
Me costó al final convencerle y nos fuimos con un vasito de té en cada mano que nos había regalado la señora amable de la tienda, le había preguntado por su nombre, pero siempre me sonreía y volvía a sus cosas.
— Cuidaros niños. — Se despidió echándole una mirada a Marco un tanto amenazante.
Nos subimos en la camioneta del trabajo de Marco y a los pocos minutos sobre la carretera me quedé dormida.
• • •
Hi!
Quiero demasiado a Marco :(
🌟
¡¡Graciiiaaas por llegar hasta aquí!!
<33
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