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C A P Í T U L O 13


"Uy Dan... ¿Qué escondes botánico rockero?"

— No me puedo creer que acabamos de vivir eso. — Exhala Celia mientras camina agarrada al brazo de Dan.

Estoy tan agotada que camino sin prestar atención a mi alrededor, ya tendré tiempo para ponerme nostálgica. Estábamos casi a las afueras, pero reconocía este lugar. En pocos minutos llegamos y nos quedamos mirando el piso que habíamos alquilado para estos días.

No parecía hacerle mucha ilusión especialmente a Celia, pero todo esto sería por una tapadera.

Se veía algo viejo y desgastado con los años. Tampoco parecía que hubiera habido mucha vida en él desde hace mucho. Sin muchas ganas subimos los escalenos de madera que crujían bajo nuestro propio peso. Marco encaja la llave y con muchas dificultades logramos entrar.

El olor a cerrado y muchos años nos dan la bienvenida entre toses y algunos estornudos, además de protestas que prefiero ignorar.

— Bueno... Pues a dormir. — Bosteza Marco mientras desaparece por el pasillo con la maleta sin preocuparle lo mas mínimo la vivienda.

— Nosotros también nos vamos.— Jared decide ignorar el "nosotros" mientras Celia me guiña un ojo con malicia y desaparece por un pasillo oscuro.

Yo prefiero quedarme a observar la pequeña entrada decorada con algunos cuadros. La pequeña cocina que no está separada del salón y los muebles antiguos con polvo.

Ya podrían haberles pasado un paño.

Tampoco había mucho que destacar. Todo estaba iluminado por la luna que se asomaba por la ventana con cortinas relativamente finas, casi podrían desaparecer. Empiezo a caminar por el salón y reviso un marco de fotos y algunas decoraciones que se encontraban por ahí.

— ¿Por qué crees que nos pidió que nos quedáramos aquí? — Rompe el silencio Jared.

Fuera quien fuera que nos mandó los billetes también nos pidió alojarnos aquí. Un poco peligroso si lo piensas bien, pero estando ya aquí hay que acabarlo aunque ni siquiera recuerdo cuando empezó todo.

— Tal vez nos quiere tener controlados. — Me encojo de hombros aun dándole la espalda para investigar entre tantos recuerdos.

— Eso no suena bien.

— Nada suena bien, pero ya decidimos hacer esto.

Un fuerte ruido suena detrás de mí y para cuando me giro una masa de aire y polvo invaden el salón junto a nuestras toses. Jared se hace a un lado para poder apreciar el sillón cama mientras yo la miro con algo de hastío. ¿No pensará en dormir ahí verdad?

— Espero no ahogarme mientras duermo. — Agrega mientras intenta deshacerse de las motas de polvo.

— Sería una lástima. — Agrego aunque me mira con humor y no con hastío como solía hacer.

— Veo que esto está empezando a ser rutina. — Agrega echándose en la cama mientras miles de muellecitos suenan bajo su cuerpo. — ¡Wow!

De camino a mi respectiva habitación algo me hace girarme y despegar mis labios.

— ¿Quiéres dormir en mi cama?

Se había quedado paralizado mientras dejaba las cosas sobre la mesita y yo sentí la necesidad de seguir hablando.

Gran error.

— Quiero decir... Ósea... No se te ve muy bien ahí durmiendo. Bueno olvídalo, pero como ya lo habíamos hecho... Digo dormir. Que bueno eso. Adiós.

Apenas termino de despedirme emprendo mi camino a la puerta avergonzada e intentando entender por qué acaba de decir eso, mientras varios muelles se oyen de fondo y alguien caminando rápido.

La puerta se abre rápidamente y yo solo quiero creer que no acababa de decir eso.

Pues sí, cielo.

— Ehhh. — Es lo único que sé decir en ese momento en que atraviesa el umbral algo agitado o juraría que teñido de color carmesí.

— ¿Te importa? Aprecio a mi espalda. — Indica señalando de manera vaga sus lumbares.

Asiento con la cabeza y en silencio nos preparamos para meternos en silencio a la cama.

Pasan bastantes horas y siento los ojos pesados, pero es que soy incapaz de conciliar el sueño.
Hace tiempo que he abandonado la cama y Jared no parece quejarse porque parece cómodo aprovechando todo el espacio que permite esa camilla.

Tampoco se me hacía tan raro esto, me siento cómodo compartiendo mi espacio con él, tal vez porque ya sabe todo lo que tenía que saber de mi, ni Marco sabe tanto y eso es alarmante porque no debería de confiar en nadie así de fácil y en tan poco tiempo.

Me coloco en las sillas del salón que está abierto a la cocina con el portátil en las piernas. No paro de pasar páginas y más páginas de noticias con las que pueda relacionarme con mi familia.

Antes me daba miedo no recordarles, pero tampoco me sentía con la suficiente fuerza para querer saber más de ello. El cerebro es muy inteligente y si ha querido que olvide eso no se lo voy a refutar, aunque siempre habrá esa espinita.

No sé si es por la adrenalina o por el momento, pero me vi a mi misma escribiendo mi nombre junto a mi apellido en el portátil. Al principio no encontraba nada, y la frustración era mayor.

¿Es que no existen o qué?

Sigo bajando entre links agotada de no encontrar nada.

Tanatorio de ... Leo rápidamente, sin embargo alguien se cruza delante de mí y una fuerte luz ilumina la sala que hace que aparte la mirada para visualizar a alguien trasteando en el frigorífico encorvado por su prolongada altura. Molesto se aparta y se reposa en la encimera dándome la espalda.

Desde mi sitio puedo distinguir como una fina línea recorre desde el omoplato derecho hasta la cadera. Alarmada llamo su atención con un balbuceo por la impresión y Dan se gira rápidamente pensando que estaría solo.

— Dan...

Creo que sabía que le iba a preguntar por cómo clavó su espalda contra la pared contraria y así no dejarla a la vista. Sin razón alguna un sentimiento de culpabilidad me invadió.

— ¿Qué ha pasado en tu espalda?

Me acerco a su lado en pocos pasos y parece no estar muy cómodo con la pregunta. La verdad es que le he notado un poco tensos desde que hemos llegado, pero lo dejé pasar.

— Ya sabes... Cosas de mayores. — Intenta disimular bromeando con una amplia sonrisa algo nervioso, pero sé que vi como ya estaba cicatrizada y puedo jurar que tuvo que necesitar puntos por la forma en la que cicatrizó. Mi vista en la noche a veces me aterraba.

— Los dos sabemos que así no fue—.Mientras yo avanzaba hacía él y poco a poco se estaba quedando con menos espacio a no ser que saltara por la isla que separaba sutilmente con el salón. — Has estado muy raro desde que llegamos.

— No sabía que estaríamos por aquí.

— ¿No te dijo nada Celia? — Negó tenso.

— ¿Y por qué no querías venir? — Pregunté alarmada.

— ¿Y a tí que te importa?

El tono en su voz me dejó perpleja, lo que aprovechó para pasar por mi lado, sin embargo aproveché para tomarle de la muñeca con algo más de seguridad. Esto empezaba a olerme mal y prefería asegurarme de que no nos traería ningún problema, todo era muy sensible ahora y no nos lo podíamos permitir, había que descartar, solo por si acaso.

— Yo que tú me quitaba. — Me amenazó, pero su tono de voz le pasó una mala jugada.

— Te lo volveré a preguntar ¿Por qué no querías venir? No estamos para tonterías. — Aunque él no supiera nada, porque así acordamos, entendió rápidamente mi amenaza.

Cerró lo ojos agotado y me devolvió una mirada que hizo que se me tensaran los músculos, pero permanecí en mi sitio segura de mi misma.

— ¿Qué buscabas en tú portátil?

Desconcertada le hice saber que nada de su importancia. ¿Cuándo habíamos pasado de preocuparme a este aire de tensión y de sucios secretos?

— No puedes pedir algo si tú no das nada a cambio.

— Eso no es justo.

— Tampoco que tengáis tanto secreto ¿Qué te creías que no me enteraría?

En ese momento mi estómago se contrajo al pensar que podría saber Dan y en la mucha rabia que crecía por momentos por haber confiado en Celia.

Y con eso Dan se deshizo de mi agarre y volvió por donde había vuelto. Intenté no pensar mucho en él y en lo ocurrido, pero me vi a mi misma cerrando la página del tanatorio y reemplazandola por una búsquedas intensas sobre Dan, que a pesar de que su nombre era abreviado pude hacerme con información un poco insignificante. Todo esto era agotador.

¿Qué escondía Dan y por qué me daba mala espina?

. . .

— ¡Mamá!

Me deshice de las dos coletas de nuevo mientras me pasaba el cepillo adolorida.

— ¡MAMÁ!

— Ya te escuché, cielo... No tienes que ir tan arreglada, solo será una comida de vecinos.

Lo sabía y nunca me había importado tanto mi aspecto, pero lo que no sabía mi madre es que en la comida del vecindario claramente vendrían los vecinos, y entre ellos la familia de Ash.

Quería verme impoluta y perfecta a sus ojos, nunca unos ojos tan celestes me habían mirado de aquella manera.

— Quiero ir bien.

— Ya, ya te he escuchado, cielo, pero tenemos que irnos y todavía no te has vestido.

El cuarto de baño estaba lleno de colitas de gomas rotas, maquillaje, pinzas , toallas ... Todo un caos a los ojos de mi madre. Tampoco la veía con muchas fuerzas de discutir, se la veía con mucha impaciencia por salir.

— Todavía hay tiempo, además lo bueno se hace esperar.

Parece divertirle por que me regala una dulce risa que me endulza lo más seco de mi.

— ¿¡Diablos, quién eres y qué has hecho con mi niña !?

Avergonzada le doy las gracias y le hago saber que pronto saldré mientras admito la trenza que me ha hecho.

Mamá es una mujer luchadora a la que admiraba mucho. Papá casi siempre estaba fuera, pero se encargaba muy bien de nosotros.

Retoco mi maquillaje y me visto rápidamente. Antes de salir me doy media vuelta en el espejo viendo mi reflejo y deseando que vuelva a mirarme como aquella vez.

— Mamá, ya podemos irnos.

Animadas emprendemos el camino y no puedo parar de juguetear con mis dedos. Ya casi estábamos en el sitio acordado, la música era cada vez más alta y a lo lejos podía distinguir con facilidad los farolillos que decoraban las mesas con manteles.

— Nos vemos luego, cielo. — Mamá se despide de mí con un beso en la frente y me hace prometerle que no me alejaré mucho.

Alegremente marco el número de Ash que me sé de memoría y acordamos un lugar en donde vernos. Muy feliz le espero mientras veo como el resto de vecinos se lo están pasando en grande con cometas o comida de la barbacoa, cuando alguien desde atrás me tapa los ojos y alguien por delante atrapa mis piernas alzándome del suelo.

— ¡El vestido, el vestido! — Les recuerdo aunque tampoco doy mucho hincapié cuando mi piel recuerda el contacto de sus manos y fácilmente reconozco quién es.

Ethan me deja en el suelo de nuevo y Ash me saluda con su dulce sonrisa como siempre, pero no puedo despegar los ojos de Ethan, son absorbentes y no es que el empieza a hablar cuando consigo deshechizarme.

— ¿Qué tal, princesa?

Nunca me ha gustado ese apodo, me ha parecido de lo más cursi y empalagoso, pero cualquier cosa me valía si me prestaba atención.

— Se llama ...

— Ya sé cómo se cómo se llama, Ash. — Dice aburrido.

Los hermanos tampoco es que se lleven a la perfección, pero cuando estamos los tres parece que se olvidan de todo.

Ethan por fin había vuelto de su último viaje, él era mayor que Ash y yo, y ya había comenzado con los "negocios" como solía decir mi padre. Hacía mucho que no le veía y aunque él y su hermano eran idénticos, Ash nunca me miraba como lo hacía su hermano. Me prometí quererlos de la misma manera pero era más complicado cuando me trataba de forma distinta que a las demás.

Nos divertimos por un rato, comimos y Ethan nos contó lo que había visto aquella vez. No estaba permitido hablarle a los menores sobre los negocios que hacían los expertos, pero no se le veía muy afectado por incumplir las normas. En un momento Ash se perdió entre la gente y Ethan aprovechó para indicarme un lugar ...

.
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— ¿¡BUENOS DÍAS!? — El grito de Marco se escuchó hasta en la Conchinchina, tuve que taparme los oídos y cubrir mi cabeza sobre la mesa, y no sabía si el zumbido en mi cabeza era por el mal despertar o por el nuevo recuerdo— .Mira que sabía que eras rara, pero dormir en la silla teniendo camas... ¿Café? — Me ofrece felizmente.

— Pasame tú teléfono, rápido. — Digo ignorando su propuesta.

Algo confundido lo desbloquea y lo deja en mi manos. Cuando empiezo a teclear sobre la pantalla lo notaba como si fuera automático, como si siempre hubiera estado ahí esa capacidad. El silencio en la otra línea me desesperaba y nadie respondía. Ante la insistencia volví a marcar hasta cuatro veces donde una voz rasgada me saludó por fin y yo no podía creérmelo, por fin avanzabamos, no sé a donde, pero me sentía satisfecha.

•••

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