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Capítulo 18. Confesión

Dos meses habían pasado, dos largos meses que Kim Taehyung solo podía catalogar como horribles, vacíos y llenos de depresión. Ni siquiera la Navidad fue lo suficientemente buena, se la pasó en su habitación, abrazando su almohada favorita e ignorando a Jung Hoseok, chico que le pedía asistir a jugar en la nieve, como si su vida dependiera de ello.

La única realidad es que odiaba todo a su alrededor y no entendía en qué momento, su existencia, se había vuelto tan oscura y desdichada. Tzuyu, su madre, decía que tenía la pubertad retrasada, pero él estaba completamente seguro de que el problema iba más allá de sus cambios hormonales y la rebeldía que nunca lo atacó en la adolescencia.

Afuera estaba nevando otra vez y aquel suceso solo empataba más y más con la manera nostálgica en que su corazón latía esa noche.

Llevaba más de media hora apreciando la llovizna de los copos blanquecinos desde la ventana de la cocina y estaba tan concentrado en ellos, que se había olvidado de la gran fiesta que se desenvolvía, habitaciones posteriores, en su honor.

—¡Taehyung!, ¡Aquí estás! —saludó Mina cuando lo hizo volver a la realidad y la música electrónica, que retumbaba entre las paredes de su casa, volvió a colarse por sus oídos—. Hoseok te ha estado buscando, quiere cantarte "Feliz cumpleaños" antes de que todos perdamos el conocimiento.

—Oh, sí —sin muchos ánimos de ser partícipe de su propia celebración, contestó. Con sinceridad, solo quería subir a su habitación y dormir hasta la semana siguiente, sin tener que pasar por todas las fiestas que el fin de año conllevaba.

—¿Todo bien? —por otro lado, Mina no era tonta. Quizá no conocía mucho a Taehyung, pero las últimas semanas había sido parte de su círculo social y ya podía identificar algunas de sus más habituales facetas: como el nadar en la luna o el estar atrapado en un oscuro pozo.

El castaño pensó en su respuesta. No entendía qué cosa le estaba sucediendo aparte de la crisis de los trece años que estaba sufriendo a sus apenas dieciocho... En realidad, solo tenía muy claro que sentía su pecho encogido y una tristeza agobiante deteriorarle.

—Sí, todo bien.

—¿Seguro?

—Sí —dijo, esta vez sonriendo en grande y esperando que la chica no volviera a insistir, saliendo victorioso al segundo siguiente.

—Bien, llevaré el pastel, ¿De acuerdo? —avisó, acercándose al frigorífico y sacando lo anunciado, riendo ante el estampado de superhéroes que lucía el fondant—. Este diseño de Spiderman es increíble, Jungkook se está perdiendo de una gran fiesta.

Jungkook.

Jungkook.

Su Jungkook.

Su Spidey.

Sí, eso era lo que faltaba, él era la causa de su depresión.

Ese torpe chico que, desgraciadamente, no le hablaba desde hace tiempo ya y, en efecto, en ese momento, también brillaba por su ausencia.

¡Dos meses!

¡Dos terribles meses sin saber de él!

Por más que lo pensaba, no sabía que cosa había sucedido, no sabía por qué Jungkook se había alejado... Simplemente, nada volvió a ser igual.

Los exámenes habían pasado, la graduación lo había hecho también y Jungkook, con honestidad, se había vuelto tan distante... tan ajeno... tan cerrado.

Recordar el tema hacía que le doliera el estómago... Se sentía desdichado.

Por Dios, ¡Jungkook no podía hacerle eso!

Entendía que estuviera muy ocupado en sus asuntos universitarios y que había mejores cosas por hacer además de abrazarlo al dormir... pero era su cumpleaños, ¡La única fecha del año en que amaba celebrar!, ¿Cómo iba a ser posible que el joven azabache olvidara la importancia de ese evento?

No, eso no podía suceder. Casi habían nacido juntos, ¿Cómo olvidar tal suceso?

Sin embargo, las cosas ya estaban hechas y en su fiesta no había un Jeon Jungkook bailando en el corredor. Tal vez no hacía falta, ¿No?, Tal vez solo debía continuar con su fiesta y con su vida, como lo hizo su mejor amigo... quizá era momento de buscar su propia razón.

¿Pero en qué cabeza cabía?

¿Cómo tener ánimos de celebrar siquiera, si lo único que lo motivaba en el mundo era sentir los brazos de su Spidey rodearle la cintura?

Quería partir el pastel, ¡Sí!, Quería reírse mucho y que Jungkook lo empujara sobre el glaseado solo para devolverle el ataque y mancharle de betún el bonito rostro blanquecino.

¡Era su cumpleaños!

¿Dónde se suponía que estaba su alma gemela?

¿Por qué ya no lo quería más?

¿Por qué ya no gozaba de estar con él?

Lo extrañaba mucho.

Extrañaba todo: sus apapachos, sus regaños, lo divertida que era cada situación cuando estaban juntos.

Lo quería de vuelta, lo quería a su lado.

Así que, armándose de valor, y quizá por las ocho cervezas que ya tenía en el sistema, soltó la lata que aún no se terminaba y salió de la cocina: sí, pero siguió de largo al atravesar la sala de estar y chocar con más personas desconocidas de las que imaginó recibir ese día.

De un segundo a otro, irse de su casa y abandonar el bullicio trajo consigo una sensación agradable de libertad y silencio, acompañado de un etéreo color blanquecino de la nieve fría que lo acunaba suavemente... Pero esas sensaciones no se mantuvieron por mucho tiempo: la voz de Hoseok lo alcanzó con rapidez, como si hubiera adivinado sus pensamientos y estuviera ahí para prohibirle enfrentar eso por lo que tanto había llorado ya.

—¡Cielo!, ¿Vas a algún lado? —la pregunta ofendía y Taehyung hubiera contestado de la manera en que pensó, si no fuera por el gran cariño que le tenía a su compañero de sueños y vida.

—No, solo necesito aire fresco.

—Pero debemos partir el pastel.

—No tardaré, ¿Sí?, dame un momento —pidió, con una sonrisa linda y enchinando sus ojitos mieles, causando que Hoseok no pudiera negarse ante su ternura: agradecía mucho tener ese poder sobre él, a decir verdad.

—De acuerdo, no vayas a resfriarte. Te esperamos con ansias.

Y dicho eso, se volvió a internar en el hogar para atender a los más de cincuenta jovencitos que bailaban enloquecidos en razón de celebrar a Kim Taehyung.

Como si eso fuera cierto, como si todos los presentes estuvieran reunidos para partir un pastel de superhéroes... como si no supiera que lo más importante para todos ellos era embriagarse gratuitamente.

No era momento de recriminar nada, sobre todo porque agradecía, al menos, tener una manera de sentirse meramente contento en su día... sin embargo, la única persona con la que podía festejar sin esperar que hubiera un mañana, estaba en la casa contigua y eso no lo iba a poder reemplazar ni Mina, ni Jimin... ni el mismísimo Hoseok.

Por eso fue que, sin desperdiciar más tiempo, salió corriendo por la acera y profanó el hogar de su segunda familia. Semanas sin entrar ahí le trajeron una sensación extraña al pecho, jamás había visto la casa tan vacía... tan abandonada.

Pero no era el caso, sabía que Jungkook no era capaz de colarse al viaje que sus madres habían organizado, no sin él... Aunque, ya no estaba tan seguro. Él tiempo sin hablar con el azabache, ahora le parecía una eternidad.

—Jungkook —lo que pensó expulsar como un grito, había salido como un extraño balbuceo inconcebible y eso le hizo replantearse su seguridad.

No obstante, la misma volvió a quebrarse cuando un objeto le pasó entre las piernas: entonces, gritar espantado ante la oscuridad y el silencio no le pareció tan mala opción, hasta que notó como un cachorro oscuro y de raza Galgo se restregaba cariñoso contra su jean, reconociendo el aroma que tanto le gustaba a su humano.

Pudo sonreír después de acariciar la peluda cabecita del canino y enseguida consiguió continuar con su misión: encontrar el paradero de su mejor amigo. Por ello, subió las escaleras rumbo al único lugar que sabía era la guarida de su Spidey: su cómoda habitación.

Abrió la puerta sin reservas e ingresó como si de su mismo cuarto se tratara, sin embargo, se quedó estático ante la quietud que ahí también encontró.

Estaba oscuro, como el resto de la casa, pero, gracias al cielo, las cortinas de su gran ventana se sostenían mal corridas y ponían en evidencia al gigantesco bulto que yacía escondido bajo los edredones de la cama.

Taehyung no supo si alegrarse o molestarse más, sobre todo cuando el cabello del azabache se acomodó entre las almohadas y dejó al descubierto los auriculares con orejitas de gatito ridículamente rosados y neones.

¡No podía ser posible!

¡Jungkook estaba faltando a su fiesta por hacer, literalmente, nada!

¡Ni siquiera estaba durmiendo!

Por consiguiente, lo decidió: molestarse más era la acción correcta... o al menos fue la forma en que sus emociones verdaderas salieron a flote: impulsándolo a echarse sobre el otro, sofocarlo y arrancarle esa estúpida diadema musical.

—¡Oye! —fue lo que Jungkook pudo soltar después del grito lleno de susto que la sorpresa de un cuerpo ajeno, sobre el suyo, le causó—, ¡Taehyung! —volvió a exclamar y trató de alcanzar sus audífonos, pero el castaño fue más rápido y se levantó, siendo perseguido por un ojigris que estaba sintiendo la cólera subirle entre los nervios—. ¡Dámelos!

—¡No! —recibió como respuesta y se quedó estático, recayendo en la situación.

Era Taehyung, era su osito bonito... otra vez frente a él, en su habitación... frunciendo el ceño y alzando sus auriculares como si él mismo no tuviera la suficiente altura para tomarlos tan solo acercándose.

Y ahí estaba de nuevo ese dolor encapsulado... su corazón no podía con tanta dulzura y amargura a la par.

—¿Qué... qué haces aquí?

—¿Qué hago aquí?, ¡¿No es obvio, idiota?!... ¡Vine a decirte que ya estoy harto, a preguntar qué jodidos está sucediendo y a obtener la respuesta a mi más grande cuestión: ¿Por qué ya no me quieres?! —y sí, inquirir aquello había llenado sus ojitos amielados de más lágrimas de las que deseaba soltar. Aun así, la gota que derramó el vaso fue el silencio dolido en el que se apresó Jeon Jungkook—... No puede ser —balbuceó una vez más—, ¿No vas a decir nada?... Los últimos meses... los últimos meses soporté todos tus desdenes, entendí que necesitabas tu espacio e hice hasta lo imposible para respetarlo porque era lo que tú querías en esta etapa tan complicada. De todos modos, estaba seguro de que luego volverías a mí, pero... ¿No eres ni siquiera para buscarme en este día?... ¡Es mi cumpleaños!, ¡Quiero a mi mejor amigo en mi cumpleaños, aunque sea! —se detuvo, sintiendo el nudo en su garganta querer explotar—... Pero no quería que fuera así, no quería pedírtelo, quería que saliera de ti: esperaba, con todo mi corazón, verte entrar en mi habitación y que me abrazaras bajo mis edredones... No entiendo que pasa, no sé por qué tú ya no tienes la necesidad de estar conmigo si éramos nuestra mutua prioridad... Me siento tan solo y tú, simplemente, no me quieres cerca ni un ins...

Pero fue imposible seguir hablando y no precisamente porque se vio obligado a romper en llanto, más bien fue porque le dio un vuelco el corazón cuando Jungkook tomó sus mejillas con fuerza y estampó sus delgados labios en los tibios suyos.

Se quedó estático, con los ojos tan abiertos que fácilmente se le podrían salir. Su respiración se cortó y cuando sintió que el ajeno presionó con más fuerza sus belfos rosados, pensó que iba a desmayarse.

¿Qué diablos estaba haciendo Jungkook?, ¿Por qué... por qué lo estaba besando?

Y el solo pensamiento le perturbó los sentidos al grado en que no supo si su pecho estaba totalmente paralizado o latiendo duramente enloquecido.

Una vibra extraña lo invadió y observar cómo Jungkook apretaba sus ojitos grises con tanto anhelo, solo lo hizo caer en la realidad... una en la que el chico le estaba transmitiendo todo su sentir por medio de un beso tan detenido e inmóvil que se llevaba su alma y su vida entera con él.

Aunque el acto era brusco por la fuerza de la desesperación ajena, no pudo evitar pensar que esos eran los labios más suaves y cálidos que jamás había sentido contra los suyos.

Más rápido de lo esperado, toda esa envoltura de sensaciones maravillosas y sorpresivas desapareció casi completamente, cuando Jungkook se alejó hasta divisar en su totalidad los preciosos ojos de su osito bonito.

—¡Te amo! —exclamó, al punto del colapso—. ¡Te amo, eso es lo que pasa!... ¡Ahora, lárgate!

Y sin dar tiempo para que nada más fuera dicho, echó al muchacho de su habitación, no sin antes obtener sus audífonos y montarlos sobre su cabeza, volviendo a su cama y dejando al pobre Kim Taehyung con el alma en un hilo.

Las lágrimas del castaño corrieron sin previo aviso y sus manos no hicieron más que ir a cubrir su boca, donde aún sentía cálido el tacto del ajeno.

No podía ser posible...

Ahora todo tenía sentido.

Pero ese mismo sentido que tenía, también era una locura...

Como las sensaciones que habían inundado su corazón y que se disponían a exprimirlo.

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