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Capitulo final: Un día con viento suave

Finalmente, lo inevitable había sucedido. Hades había resucitado en el cuerpo de un mortal, los espectros se habían alzado de nuevo, y la batalla decisiva por la humanidad había comenzado.

En cuestión de días, varias villas, pueblos y ciudades alrededor del mundo habían sido arrasados por los espectros, sin dejar un solo superviviente tras su paso. Simplemente, no tenían forma de defenderse, y para ellos, como santos, era imposible cubrir todos los lugares.

Sabían que algunos lugares, de momento, no habían sido atacados. Hades y su ejército sabían qué lugares debía pensar dos veces antes de atacar, ya que estarían protegidos por sus propios ejércitos de guerreros. Como los nahuales, ahora bajo el mando de la representante de Quetzalcóatl.

Pero era cuestión de tiempo para que incluso ellos terminaran arrastrados a una guerra que no les concernía, forzados a tomar un bando, y todo se complicaría aún más. Debían ponerle fin a esa guerra cuánto antes.

Asmita lo sabía bien, y sabía que nuevamente, una enorme responsabilidad que podría cambiar de forma decisiva el curso de la historia, recaía sobre sus hombros.

— ¿Todo en orden?- Preguntó tranquilamente, al sentir la presencia del guardian del segundo templo.- Siento tu cosmos algo agitado.

— Eso quería preguntarte a tí.- Respondió el más alto, sentándose frente a él.- ¿Qué sucede?

Vaya que no podía ocultarle nada en ese punto. Hasta el más mínimo gesto podría delatarlo, y era lo que menos deseaba en ese momento.

— Así que era eso.- Sonrió tranquilamente, levantándose para acortar la distancia y acariciar la mejilla del contrario.- No te preocupes, todo está bien.

— Las cosas están cada vez peor.- Suspiró el guardián de Tauro, tomando la mano de Virgo en la suya.- El ejército de Hades está avanzando, perdemos cada vez a más aliados, y los espectros no dejan de resucitar... Y...

— Sé que es duro para tí.- Susurró el rubio, besando sus lágrimas.- No tienes que contener tus lágrimas conmigo.

Asmita sabía que la llegada de la guerra santa estaba siendo demasiado dura para Hasgard. Ya había perdido a uno de sus discípulos y a otro chico de nombre Tenma al que le tenía mucho aprecio, en uno de los primeros ataques de los espectros.

Los dos sabían que al aceptar el puesto como guerreros, estaban aceptando también todo lo que ser uno implica. El dolor de perder a seres amados, seguir adelante con la misma fuerza a pesar de perderlo todo, entregar su alma a su causa, olvidarse de todo en el campo de batalla y concentrarse únicamente en vencer, hacer lo necesario por conseguir un bien mayor... Pero no dejaban de ser humanos.

No dejaban de sentir dolor, no dejaban de amar, no dejaban de sentir frustración, y no dejaban de tener miedo.

— ¿Mejor?- Preguntó Asmita, después de permitirle llorar en su hombro, mientras acariaba sus cabellos.

— Eso creo.

Asmita le sonrió suavemente, para después besar sus labios con ternura, mientras limpiaba los pequeños rastros de lágrimas de sus mejillas, siendo correspondido fácilmente.

Más pronto que tarde, los pequeños besos comenzaron a tomar fuerza e intensidad, volviéndose poco a poco más demandantes y hambrientos. Rápidamente, la temperatura corporal de ambos comenzó a subir, buscando con deseo el calor del otro.

— ¿Te quedas a dormir hoy?

— Creo que aún si me negara, no me dejarías ir, ¿cierto?- Bromeó el albino, acariciando la pálida mejilla del sexto custodio.

— Qué bien me conoces.- Rió suavemente Virgo, volviendo a besar sus labios.

Una pequeña risa cómplice por parte de los dos fue suficiente para levantarse e ir a una cámara oculta del templo de Virgo.

El sexto templo tenía varios secretos, entre ellos, una cámara con aguas termales que conectaban con algún manantial.

El estanque natural era bastante amplio, espacio más que suficiente para los dos, dónde disfrutaban pasar un momento agradable, para relajarse un poco.

— Tienes demasiada tensión acumulada.- Susurró el rubio, mientras le daba un suave masaje en los hombros, sentado en su regazo. Pero le fue inevitable sentir una profunda melancolía al recordar aquellos días, anhelando revivirlos, solo una vez más.- Déjame hacerme cargo.

— Siempre que te dejo hacerte cargo, terminamos durmiendo con suerte un par de horas.

Los dos se rieron por aquella broma. Mentira no era, al fin y al cabo. Pero era algo que ambos disfrutaban.

— ¿Recuerdas aún la primera noche que "me dejaste hacerme cargo"?- Susurró Asmita en su oído, comenzando el suave masaje en los fuertes hombros frente a él.

— ¿Cómo podría olvidarlo?

Asmita sintió un estremecimiento en su pecho. Alegría y dolor fundiéndose en una emoción que no sabía nombrar.

El día que se conocieron, era hasta la fecha, uno de sus recuerdos más preciados. Saber que para Hasgard también lo era... Simplemente no encontraba la forma de nombrar el sentimiento que lo embargaba.

— ¿Quieres repetir esa noche?

— La que sea contigo.

Tenía que decirle, lo sabía, pero... Simplemente no podía hacerlo, no quería hacerlo.

Decirle sería un adiós, pedirle que lo soltara, destrozarle el corazón, y él no quería eso.

No tenía miedo de lo que le esperaba, no le importaba lo que debía pasar. Pero no se perdonaría hacerlo llorar más de lo que ya había hecho.

— Bésame.- Pidió Asmita, abrazándose a su compañero y amante. Buscando ser rodeado por sus fuertes brazos.

Volvieron a besarse de forma lenta y pausada, tomándose su tiempo para acariciar la piel contraria, y explorar el cuerpo del otro, tan diferentes entre sí... Igual que en esa ocasión, ese primer encuentro casual, que sin saberlo, fue solo la pequeña llama que terminó por consumirlos por completo.

Al cerrar los ojos, y dejarse envolver por los recuerdos y la imaginación, casi podía sentir el árido aire de la India.

Igual que esa noche, la boca de Asmita y sus manos fueron las primeras en deleitarse con cada centímetro del cuerpo de Hasgard, desde su fuerte pecho, hasta su dura erección.

Pero tal como en esa ocasión, Hasgard tampoco quiso quedarse atrás, y no tardó en atraer al rubio hacia él, devorando con su boca el miembro del más bajo, que se aferró a sus hombros, gimiendo su nombre entre jadeos.

— Ten cuidado.

Tan dulce como siempre... No importaba si era su recuerdo de esa primera noche, cuando eran completos desconocidos, la primera que compartieron como amantes, o el presente. Hasgard siempre se preocupaba por él.

— ¿Sigues teniendo miedo por mí después de dos años?- Sonrió altanero Asmita, teniéndolo ya acostado sobre una suave cama, y con él encima, con las piernas a cada lado, como si buscara impedirle escapar.- Eres adorable.- Confesó su verdadero sentir, dejando un corto beso en sus labios, mientras acariciaba sus mejillas.- Es tan dulce de tu parte...

— Asmita...

— Pero me encanta montarte, hacerte jadear, llevarte al límite...- Encima de su regazo, el rubio comenzó a autopenetrarse, a la par que decía esas palabras.- Hasta que pierdas el control, te olvides de absolutamente todo...

Esa noche, más que ninguna otra, Asmita quería hacerle saber todo lo que sentía por él, todo lo que despertaba en su ser, demostrar todo su amor. Y no pensaba escatimar en absoluto.

— Asmita...

— Me encanta tu voz, pero oírte gimiendo mi nombre, pidiéndome más... Es para mí la más bella de las melodías.

Asmita era consciente de todos los prejuicios que todos en el Santuario tenían sobre él. Cómo lo consideraban casi una deidad, y muchos murmullos por los pasillos especulaban cómo seguro era un témpano de hielo en la cama...

No le podían interesar menos cosas tan triviales como esas opiniones de su persona. Él sabía bien cómo era en realidad, cuánto disfrutaba esos encuentros y cómo le encantaba proporcionar un intenso Nirvana de placer a su amante.

Tampoco tenía problema alguno en decir exactamente lo que quería y cómo lo quería. Era demasiado explícito cuando de la intimidad se trataba, y le gustaba motivar a Hasgard a serlo.

— Así que al fin te decidiste...- Sonrió satisfecho, con la respiración agitada, cuando Hasgard intercambió las posiciones.- Me gusta esa actitud. Ahora no seas tímido y muéstrame lo que tienes.

— No tienes remedio.- Le devolvió la sonrisa, besando el blanco cuello a su alcance.

— Puedo soportar muy bien tus proporciones...- Jadeó el rubio, siendo embestido.- No tengas piedad conmigo... Házme gritar y olvidar hasta mi nombre.

No fue necesario pedirlo dos veces. El calor de la pasión ya era insoportable, sus cuerpos se buscaban necesitados, deseosos de fundirse en uno sólo, encontrarse, acariciarse y danzar ese pecaminoso baile hasta caer rendidos por el cansancio.

Por esa ocasión, por unos minutos, realmente quería olvidarse de todo. Quería únicamente fundirse en el amor de aquel hombre y demostrarle su devoción con su cuerpo.

Quería olvidar que era Asmita, el Santo de Virgo. Olvidar su misión, olvidar su destino, y olvidar que era su última noche al lado del hombre que amaba.

¿Cuánto tiempo pasó? No le importaba a ninguno. Sus cuerpos estaban satisfechos y sus mentes aún aturdidas por el intenso orgasmo.

— Te amo.- Sonrió Asmita, acariciando el rostro de Hasgard.

— También te amo.

Escuchar esas palabras, hizo latir el pecho de Asmita de nuevo... Realmente sentía que debía decirle, pero no tenía el valor de hacerlo.

— ¿Me seguirías amando, aún si me arrepintiera de ser Santo de Athena?- Preguntó Asmita.- ¿Amarías a un cobarde?

— Por supuesto que sí.- Respondió sin dudar el Santo de Tauro, besando su frente.- Todos tenemos miedo ahora, Asmita. No te sientas mal por eso. Sé que harás lo correcto.

— Solo era una pregunta capciosa.- Rió Asmita.- ¿Sabes? Hace dos años no imaginé que algún día diría esto, pero no me arrepiento de haber aceptado unirme al ejército de Athena. Porque gracias a eso, te pude conocer.

— Hace dos años, yo tampoco creía que diría esto, pero no podría estar más agradecido con Athena y el Patriarca por haberme enviado a la India.- Respondió Hasgard.- Sino, no te habría conocido.

Ambos intercambiaron una sonrisa.

Asmita se acurrucó en el pecho de Hasgard, mientras el peli-blanco le acariciaba la espalda.

— Si sobrevivieras a esto, ¿qué harías después?- Cuestionó Asmita.

— Teneo ya es muy fuerte, podría dejarle el puesto a él, y dedicarme de nuevo a cuidar de los niños.

— ¿Me llevarías contigo?

— Por supuesto que sí.- Sonrió el mayor.- Los niños te adoran, seguro serían felices de tenernos a los dos a cargo.

— ¿Seríamos una enorme familia feliz, cómo las de los cuentos de hadas?- Bromeó el santo de Virgo, haciendo reír a su amante.

— Sí. Seríamos los orgullosos padres de cuántos niños nos enviara el destino.- Le siguió la broma Hasgard.- Yo el padre cariñoso, y tú el estricto.

— Admito que sería un padre exigente, pero también amoroso con todos... Aunque claramente Calliope sería mi hija favorita.

Los dos sabían que era una simple fantasía. Un escenario que muy difícilmente verían cumplido, pero los ayudaba a sobrellevar el dolor y seguir adelante.

Hablando sobre sus planes a futuro imposibles, cómo agrandarían la casa, la acondicionarían para tener un pequeño huerto, cuidarían juntos a todos los niños, asistirían a sus bodas, verían a Teneo y Calliope como Santos de Athena en un futuro, cuidarían de los hijos de los chicos cuando los tuvieran, y serían felices hasta llegar a viejos...

Así se quedaron dormidos, abrazados.

Sin saber lo que estaba por venir.

Por la mañana, cuando los rayos del sol que se colaban por el ventanal comenzaron a acariciar la delgada piel de sus párpados, Hasgard comenzó a abrir los ojos.

Se sorprendió al no ver a Asmita a su lado, solo la cama vacía, a excepción de un pequeño sobre de papel, con un sello de cera, con la forma de una flor de lotus.

Tenía un muy mal presentimiento, pero tomó el sobre en sus manos, y aún temblando, lo abrió, extrayendo lo que parecía ser una carta.

« Mi querido toro, lamento profundamente que sea de esta forma. Pero si estás leyendo esto, significa que no he tenido el valor de decirte la verdad frente a frente.

En este momento, me encuentro camino a Jamir, a la torre del anciano, listo para entregar mi vida.

No tengo opción. Para crear un arma capaz de sellar las almas de los espectros, y que puedan pelear en igualdad de condiciones sin que Athena exponga su vida, se necesita la esencia del octavo sentido.

Realmente lamento no poder cumplir mi promesa de vivir juntos y criar a todos esos niños. Me habría gustado envejecer a tu lado, pero solo de esta forma, podemos garantizar un futuro a las siguientes generaciones.

Athena me está ayudando a escribir esta carta, y para cuando termines de leerla, ya habré partido de este mundo. Pero quiero que sepas mi último secreto: Te amo.

Me has hecho comprender que todo el sufrimiento tiene una razón de ser. Ahora me doy cuenta, de que todo el sufrimiento que atravesé, me llevó hasta tí, a Calliope, Teneo, Salo, Celintha, todos los pequeños que a pesar de todo, eran felices. Me llevó a buenos amigos, a un propósito para mi existencia. A todo lo que más amé en mi efímera vida.

Gracias por haber hecho que este parpadeo llamado vida, valiera la pena.

Si la rueda del karma gira, solo ruego que por favor me lleve de nuevo hasta tí en otra vida. Por tí, sería capaz de volver a soportar todo este camino. »

Mientras leía todas esas palabras, sus ojos se desbordaban por las lágrimas, que caían para morir en el papel entre sus manos.

El dolor en su pecho era tal, que no pudo contener el desgarrador grito de dolor que brotó de lo más profundo de su garganta.

En ese momento, Asmita estaba yendo directo a su muerte. Dando su vida para otorgarles a ellos una oportunidad de victoria.

De nada le serviría correr para tratar de alcanzarlo. Ni siquiera obligando a Shion o Manigoldo a llevarlo con la teletransportación a Jamir, podría detenerlo.

No podía hacer nada, más que llorar con impotencia.

Sabía bien que era egoísta de su parte, pero no quería perderlo.

No supo cuánto tiempo pasó llorando en esa habitación, apretando la carta contra su pecho, hasta que vió una pequeña mariposa blanca entrar volando por la ventana, hasta posarse en su hombro.

Sin saber porqué, dirigió su mirada a la carta, notando el dibujo de una mariposa a modo de firma... Reconocería ese trazo inseguro e irregular dónde fuera. Era de Asmita.

— Asmita...

— Nunca te olvidaré.

Al escuchar su voz, dió un respingo sorprendido. Al voltear, pudo verlo frente a él, pero había algo diferente... Sabía lo que significaba, y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas.

— Al fin sé cómo te ves... Eres más bello de lo que imaginé.- Sonrió Asmita, mostrando sus ojos azules.- Gracias por todo. Ahora deja de llorar y demuestra lo bien que representas a un toro.

— Tú...

Asmita asintió, con una suave sonrisa.

— No te preocupes por mí, no sufrí en absoluto.- Mencionó Asmita, adelantándose a su pregunta... Cómo siempre.- Por cierto, ahora te toca a tí llevar esto.

Asmita colocó en su mano aquel dije de madera en forma de mariposa, que Calliope le había obsequiado años atrás. Visiblemente, desgastado con el tiempo y las misiones en las que acompañó a Asmita. Incluso pudo apreciar en él unas pequeñas manchas cobrizas.

— Bien, nos vemos en otra vida.- Sonrió Asmita, después de dejar el dije en su mano y besar sus labios.- Buena suerte.

🦋

Y así llegamos al final de este fic!

Gracias por haberme acompañado en estos capítulos 🤍

Y también, debo agradecerle a mi Beta CourSiren. Mil gracias por toda tu ayuda, y por haberme aguantado con mis mil dudas, indicaciones y crisis XD sin tí, nada de esto habría sido posible 💜

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