Capitulo 7: El significado de "amor"
El inclemente tiempo había seguido su curso, forzandolos a volver a sus labores en el Santuario y retomar sus deberes tras el pequeño descanso por Navidad.
Los días transcurrían con tanta paz como se podría teniendo la inminente llegada de la guerra santa cada vez más cerca. Aprovechando y atesorando los momentos felices tanto como pudieran, conscientes de que podría ser el último.
— ¿Te pasa algo, Asmita?
— No, ¿por qué lo dices, Kardia?
— Desde que volviste de tu escapada con Hasgard y sus discípulos, estás de mucho mejor humor, sin contar que te la pasas jugando todo el día con ese collar de mariposa.- Señaló el peli-violeta con una sonrisa pícara en los labios.- ¿Qué no me has contado, eh?
— Nada de tu incumbencia, Escorpio.- Respondió Virgo con una ligera sonrisa.
— Anda, quiero saber.- Insistió el griego.- ¿No se supone que somos amigos?
— ¿Y eso te da derecho a meterte en mi vida?- Replicó con una pequeña risa el rubio.
Kardia estaba por decir algo, cuando una presencia que ambos reconocieron al instante, se hizo presente en el templo de la Virgen.
Los dos se pusieron alerta, listos para esperar al intruso, escuchando sus pasos cada vez más cerca, hasta que estuvo frente a ellos.
— ¿Qué quieres, Aspros?- Interrogó Kardia al peli-azul.
— Si no te importa, Kardia, no es tu templo, y tampoco tengo la más mínima intención de hablar contigo.
El peli-violeta gruñó ante las palabras del tercer custodio. Nunca habían sido particularmente cercanos, y por momentos su arrogancia y evidente hipocresía llegaban a hartarlo.
— ¿Qué se te ofrece, Aspros?- Cuestionó Asmita, manteniéndose tranquilo, pero firme.
— El Patriarca me mandó a llamar.- Respondió el mayor.- Necesito pasar por Virgo.
— Por si no lo notaste, ya estás a más de la mitad de mi templo. Un poco tarde para pedir permiso, ¿no lo crees?.- Se burló descaradamente el rubio, haciendo rabiar al contrario, y sonreír a Kardia.
— Lo lamento, compañero.- Sonrió sereno el peli-azul, haciendo saltar las alertas de Kardia.- Quizás si no hubieras estado tan distraído conversando con cierta obra de caridad de Athena, y jugando con la basura que tienes colgando del cuello, me habrías notado cuando estaba en la entrada.
— ¡¿Qué dijiste, cabrón?!
Kardia, como era predecible en él, no tardó en buscar contraatacar con cuantos improperios conociera.
— Por favor, Kardia. No niego que tienes cierta fuerza, pero tenemos que ser sinceros. Estás aquí por un mero golpe de suerte.- Repuso con una sonrisa el mayor.- Si Krest no te hubiera traído al Santuario, y ayudado a controlar el calor de tu corazón, jamas habrías conseguido nada.- Añadió, haciendo a Kardia rechinar los dientes.- Es más, sin Degel, literalmente, te mueres quemado.
Eso fue el colmo para el octavo guardián, que intentó asestarle un golpe al recién llegado. Aspros parecía esperar dicha reacción, ya que rápidamente rompió su guardia y soltó un golpe en respuesta.
Habría sido una pelea inminente, si alguien no hubiera detenido ambos golpes, apretándoles los puños y forzandolos a separarse.
— Hasta dónde sé, los tres aquí somos adultos. Así que comportense como tal por favor.- Sentenció Asmita, dirigiendo su mirar a Aspros.- Lamento mucho si tuviste un mal día, o estás nervioso, Aspros. Pero no es razón para desquitarse con los demás.- Añadió con una sonrisa tranquila, apretando su agarre alrededor del puño de Aspros, antes de soltarlo después de unos segundos.
El Santo de Géminis se mordió los labios, y cuando su mano de nuevo estuvo libre, la sujetó dando un masaje sobre ella, al ver las marcas rojas de los dedos de Asmita sobre su piel.
— Tienes mi permiso para terminar de pasar por Virgo.- Añadió Asmita.- Así que por favor, sigue tu camino.
— Tienes razón, Asmita. Disculpa mi comportamiento.- Suspiró Aspros con una pequeña sonrisa burlesca, que no pasó desapercibida para Kardia.- En fin, Asmita. Te dejo con tu... Amigo, y tu... Baratija.
— ¿Eso es una ofensa?- Cuestionó tranquilamente el rubio, tomando el collar y quitándolo de su cuello para sostenerlo en su mano.- Fue un regalo de una niña que conocí cuando acompañé a Hasgard. Era de una muñeca, así que es normal que no sea ostentoso.- Añadió con una suave sonrisa, mostrando el dije.- No es más que un simple trozo de madera con forma de mariposa, usado como decoración para el cuello de una muñeca. Pero, en él, puedo sentir un poco del cosmos de esa pequeña. Son sus buenos deseos, su cariño, y la pureza de su alma lo que hacen de este simple trozo de madera, un objeto valioso para mí.
— Dudo mucho que una simple niña sea capaz de hacer algo como impregnar su cosmos en un objeto.
— Un buen guerrero jamás subestima a nadie, aunque sepa que es el mejor de su clase.- Repuso el rubio, permitiéndole apreciar de cerca el dije.- Incluso el más enorme de los árboles, inició siendo una pequeña semilla. No deberías olvidarlo.
Aspros, por orgullo y decidido a refutar semejante afirmación de una vez por todas, le arrebató el objeto de la mano. Sorprendentemente, Asmita no mentía, ese pedazo de madera sí tenía una pequeña esencia de cosmos, uno cálido, amoroso, puro, bondadoso, libre de malas intenciones... Se parecía tanto a...
— Vaya, parece que Hasgard tiene talento para encontrar candidatos a futuros Santos.- Soltó, devolviendo con desprecio el dije a su dueño.- Pero aún le falta demasiado para ser capaz de hacer algo útil. Esa cantidad de cosmos es una miseria insignificante, no mataría ni una hormiga.
— Tiene apenas tres años, no está mal para su edad y no tener ningún tipo de entrenamiento.- Rió Asmita, volviéndose a colocar el collar.- Con gusto seré su maestro en el futuro si ella lo desea. Tiene talento, ¿no lo crees?
— Suerte entrenando una futura santo de bronce, como Dohko y Kardia.- Se burló Aspros del guardián de Escorpio.- Ya debo irme. Suerte con sus asuntos.
Kardia quiso ir detrás de él, pero Asmita lo detuvo, sujetándole el hombro.
— Déjalo.
Kardia solo gruñó, pero escuchó a Asmita y le permitió marcharse al Santo de Géminis.
— ¿En serio semejante imbécil es candidato a Patriarca?
— Déjalo, Kardia. El Patriarca Sage tomará la decisión correcta.
El guardián de Escorpio solo bufó con enojo, pero asintió y decidió no darle más vueltas al asunto, retomando su rutina habitual. Hasta que llegó la hora de despedirse un rato después.
Asmita, al encontrarse solo, siguió su meditación habitual. Estaba por ocurrir un evento decisivo que podría cambiar por completo el curso de la guerra santa venidera, el más mínimo error podría salir muy caro, y debía estar listo para todo.
No quería adelantarse a asumir sucesos ni reacciones, pero todo apuntaba a que lo que el Patriarca tanto temía, sucedería.
Sabía que el precio a pagar era elevado, que era mucho lo que estaba en juego, y seguramente iba a ganarse el odio de muchos... Pero no había opción. Su misión era más importante que lo que pasara con él o su reputación.
— Asmita, ¿estás en casa?
Al escuchar la voz del guardian de Tauro, no pudo evitar perder su concentración.
No comprendía qué sucedía. Porqué su presencia era capaz de sacarlo de su más profunda concentración, más no de alterarlo o ponerlo a la defensiva. Porqué no tenía problema en mostrarse vulnerable con él, como no hacía con nadie más. Porqué... Le importaba lo que pudieran causarle sus acciones.
— Sí, pasa.- Respondió, tratando de ahuyentar aquellos pensamientos.
Pudo escuchar sus pasos, y poco después, sentir la calidez de su cosmos frente a él.
No podía verlo, pero podía sentir la sonrisa que, como cada día, estaba dibujada en sus labios. Y le fue imposible no contagiarse de aquella alegría.
— Qué sorpresa tenerte por aquí.- Sonrió el rubio, recibiendo a su invitado.- ¿Está todo bien?
— Sí, todo en orden.- Asintió Hasgard con una sonrisa.- Veo que aún tienes el collar que te regaló Calliope.
— Fue un gesto adorable de su parte.- Admitió virgo, jugando con la pequeña mariposa de madera entre sus dedos.
— Desde que te conoció, no deja de preguntar por tí cada vez que voy a verlos.- Contó el peli-blanco.- Y sigue insistiendo en que quiere que la entrenes como yo a Teneo, Salo y Celintha.
Asmita bajó la cabeza, en un inútil intento de ocultar la sonrisa enternecida que se formó en su boca, y el suave rubor en sus mejillas.
— Aún es muy pequeña, pero reconozco que tiene talento.- Respondió, aclarandose la garganta.- Si tuviéramos tiempo suficiente, con gusto habría aceptado recibirla como pupila.
— Cada vez que voy a verlos, la encuentro meditando al menos una vez durante el día. Y los niños dicen que desde que le enseñaste cómo hacerlo, lo practica a diario.- Comentó Hasgard, mirando con ternura la expresión de Asmita.- Creo que ella ni siquiera se ha dado cuenta, pero su cosmos se hace cada vez un poco más fuerte y parece ir tomando control sobre él poco a poco.
— Es de los privilegiados que nacen con el cosmos despierto. Algo de entrenamiento y estoy seguro de que llegaría lejos.- Señaló Asmita aquel detalle que había notado en la niña desde el primer momento que la conoció.- Quién sabe, quizás tú habrías conseguido al siguiente Santo de Tauro, y yo a la siguiente de Virgo.
— No ha habido muchas mujeres con el título de Santo dorado... No puedo recordar alguna a decir verdad.
— Mejor, yo habría entrenado a la primera que nadie olvidaría.
Ambos rieron ligeramente. Estaban totalmente conscientes de que era una simple fantasía, sin la más mínima posibilidad de cumplirse algún día. La guerra santa estaba a la vuelta de la esquina, no había tiempo para recibir nuevos cadetes, ya estaban redoblando esfuerzos para terminar la preparación de los que ya estaban en formación. Pero era un buen escape de la amarga realidad.
— Si hubiera tiempo suficiente, ¿me permitirías entrenarla?
— No soy dueño de su vida.- Se encogió de hombros el mayor.- Si ella eligiera seguir el camino de una guerrera y a tí como su maestro, no podría hacer más que aceptarlo y desearle la mejor de las suertes. Seguramente, contigo la necesitaría.
— No exageres, no es como si la fuera a torturar o a matar de hambre.- Bromeó Asmita.- Aunque si me sacara de mis casillas, podría considerar enviarla con mi amiga la serpiente.
— Me pregunto quién mataría del estrés primero a quién.- Le siguió Hasgard la broma. Ya se había acostumbrado al peculiar sentido del humor de Asmita.
— En teoría, es como una hija para tí, ¿no?- Inquirió Asmita con una pícara sonrisa.- Entonces, ¿seríamos una enorme familia feliz?
— ¿Por qué tengo la sensación de que me estás insinuando algo?
— Porque lo estoy haciendo.
— Espera, ¿me estás coqueteando?
— Sí, desde hace meses. Gracias por al fin notarlo.
Por un par de segundos, ambos se quedaron en silencio, únicamente mirándose, hasta que simplemente, estallaron en una risa conjunta.
Hasgard ni siquiera había notado exactamente en qué punto, pero había aprendido a diferenciar cuando Asmita decía algo bromeando, y cuando hablaba en serio. Y con esa frase en específico, no estaba bromeando.
Aún así, le hacía gracia lo descarado y a la vez, discreto que el rubio podía llegar a ser. Sus coqueteos a veces eran tan obvios, que fácilmente podrían ser confundidos con bromas. Pero eso le daba cierto encanto.
— Lamento no haberlo notado, pero a veces eres tan descarado que genuinamente parece una broma.- Confesó, una vez que la risa pasó.
— ¿Quieres que sea más explícito entonces?
Esa pregunta, acompañada con la tranquila sonrisa de Asmita, le hizo plantearse una pregunta que le rondaba la cabeza desde que lo conoció.
En su mente, había formulado posibles respuestas, pero se había prometido a sí mismo no dar por sentado nada y preguntar directamente. Ya había asumido mal con el punto en su frente, y con otro puñado de cosas, hasta que Asmita le explicó.
Si preguntar había dado buenos resultados, y ahora podía comprender un poco mejor a Asmita, ¿por qué retroceder?
— Recuerdo que dijiste que en el budismo no existen las bodas, ni ningún ritual parecido.- Inició, buscando la forma correcta de expresar su duda.- Que bastaba con que dos personas desearan estar juntas. Pero entonces, ¿qué es el amor para tí?
Asmita mantuvo su tranquila expresión, se incorporó de su lugar, y procedió a acercarse a su visitante.
— El budismo entiende el amor verdadero como un sentimiento universal que debe prodigarse a todo lo existente. El amor verdadero no encuentra diferencias. Surge en el interior de cada ser y si realmente es amor verdadero, será igual para la familia, la pareja, incluso personas que podrían ser consideradas enemigas, para todos por igual.- Explicó tranquilamente la definición con la que había crecido al pasar tantos años de su vida en el monasterio.- Eso es el verdadero amor, y llenándote de verdadero amor alcanzas el equilibrio y, con éste, la paz espiritual.
— La verdad... No entiendo mucho de lo que dices.- Admitió con una pequeña sonrisa nerviosa el Santo de Tauro.
— No te preocupes, permíteme explicarte.- Rió el rubio.- El amor se basa en cuatro pilares centrales: La bondad, la compasión, el gozo y la libertad.- Explicó.- Si lo que sientes, tiene esos cuatro pilares, entonces es amor verdadero.
Bueno, viéndolo de esa forma, tenía sentido. Aunque la parte de la compasión le generaba intriga. ¿Qué significaba eso?, ¿sentir lástima por las demás personas?
— Nada de eso.- Negó Asmita cuando expresó su hipótesis.- La compasión no significa sentir pena por la otra persona, ni verla como alguien inferior o limitado.
— ¿Y entonces?
— La misma palabra lo indica, se trata de compartir la pasión. La aceptación del sufrimiento con el otro, de comprender su dolor y llegar a sentirlo como propio. Es fundamentalmente un acto de empatía.- Explicó Asmita.- La compasión es una parte vital del amor, porque significa una compenetración con los sentimientos de la otra persona, así como la aceptación y validación de sus vulnerabilidades y limitaciones.
Definitivamente, había entendido todo mal de ese punto. Lo que entendía por compasión, no tenía absolutamente nada que ver con lo que significaba en realidad.
— La compasión hace que en lugar de cuestionar las vulnerabilidades y limitaciones, logremos comprenderlas y lleguemos a sentirlas como nuestras.- Añadió Asmita, tratando de explicar lo mejor posible aquel punto.- Para cultivar la compasión es necesario observar al otro, cultivar la conexión con el ser amado al estar presente y atento a sus necesidades. Implica dejar el egocentrismo y el egoísmo, y prestar atención al otro, y eso, es un acto de amor, necesario de ambas partes.
— Vaya que no estuve ni cerca de acertar en el significado de la compasión.- Admitió con vergüenza Hasgard.- ¿Podrías explicar los demás?
— Por supuesto.- Accedió Asmita, esbozando una sonrisa.
Asmita se tomó el tiempo de explicarle a detalle cada uno de los pilares del amor según el budismo. Brindándole una mejor perspectiva al respecto de cada uno de ellos.
— Hay amor cuando una persona disfruta de la existencia y de la compañía de otro. Lo que a su vez, supone el deseo de concederle tiempo y estar verdaderamente presentes en los ratos que se pasan con esa persona. Enfocar nuestra atención hacia ella cuando conversamos, o cuando compartimos alguna situación en común. Estar dispuestos a entender a la otra persona, su forma de ser y actuar, su carácter, sus debilidades y fortalezas. Estar dispuestos a comprenderle.- Explicó.- Dice el Buda que no se puede amar a alguien si no se le comprende. Eso es la bondad en el amor.
En esa, había estado más cerca de acertar, pero había dejado fuera un par de cosas. Aún así, quería saber todas.
— La alegría es una manifestación de regocijo interior. Significa que estamos conformes y felices con la realidad y que ésta nos genera entusiasmo y gozo.- Prosiguió Asmita con su explicación.- Sin embargo, no quiere decir que esa emoción se mantenga constante o con la misma intensidad en todo momento. Más bien, se trata de una disposición. A tratar de ayudar al otro a recuperar su alegría y satisfacción cuando las pierda, y recibir el mismo trato.- Añadió.- Creo que este es el más sencillo de entender de los cuatro. Si gozas y haces gozar, amas. Si sufres o haces sufrir, no.
— Creo que en esta ocasión logré acertar.
Asmita le felicitó silenciosamente con una sonrisa, y prosiguió con el último punto a aclarar:
— El budismo señala que no se puede ser libre si no hay previamente un equilibrio interior. Uno que se expresa como calma y compostura frente a todo tipo de situaciones.- Empezó a explicar Asmita el último punto.- Para poder amarnos a nosotros mismos y a los demás, primero es indispensable calmar esas tormentas interiores que, a veces, nos invaden e impiden el afloramiento de los sentimientos más positivos.
— ¿Te refieres a los celos?
— Me refiero a conflictos internos en general, pero acabas de señalar la manifestación más común.- Respondió Asmita.- Es perfectamente normal sentir cosas como los celos, pero no por ello se debe dejar que tomen el control. Si el vínculo es verdadero y fuerte, es a su vez flexible para dejar al otro ser y hacer.
— Supongo que tienes un punto.- Admitió Hasgard.- Aunque me llama la atención porqué no existen las bodas en el budismo, y porqué se te hacen tan raras.
— En las relaciones humanas en general, se actúa como si se tratara de un contrato. Siempre con pensamientos como: "Si haces esto, te amo. Si no haces esto, dejo de amarte."- Trató de explicar Asmita aquella cuestión.- Y otras veces se actúa como mártires, con pensamientos como: "Amar es sufrir", "el amor aguanta todo", "el amor perdona todo."... Y dentro de esta segunda situación puede existir maltrato.- Añadió.- Y el budismo no concibe el amor como nada de eso. El amor no debe causar ningún tipo de sufrimiento, atar, restringir ni herir. Si dos personas desean estar juntas, para acompañarse mutuamente en el sufrimiento y aliviarlo, solo deben estarlo y ya. Y si en algún momento, desean irse, deben tener toda la libertad de hacerlo, porque sin libertad, no puede haber amor.
— Bueno, no puedo argumentar mucho contra eso.- Admitió Hasgard.- Desgraciadamente, muchas veces es solo una moneda de canje entre familias. Casi nadie logra casarse por amor.- Añadió.- Pero entonces, ¿qué consideras necesario para amar?
— Para poder amar, debes ser libre de tus tormentas interiores, para que puedas amarte a tí mismo y a la vez dejes ser libres a las personas que amas. Una vez que tú seas libre de tí mismo, podrás comprender y acompañar en su aceptación del sufrimiento a las personas que amas, y así, ayudarles a obtener gozo y alegría, que a su vez te será retribuida por ellas.- Respondió con una sonrisa Asmita.- Todo está conectado. Si uno de los pilares no está presente, todo colapsa. El amor es una reverencia, una comunión. Y, aunque une y funde, también motiva al vuelo, a ser libres, a vivir gozosamente la vida sin miedos ni angustias.
— Vaya que tienes una visión compleja. Casi me haces sentir tonto.
— Aunque no lo creas, eres un vivo ejemplo del amor verdadero.- Expresó Asmita, sorprendiendo a Hasgard.- Solo piénsalo. Con todos los niños a los que cuidas, no los sacaste de las calles para recibir un reconocimiento o algo así, lo hiciste porque deseabas brindarles alegría y gozo. Eres cercano a ellos, y los acompañas en su sufrimiento, buscas brindarles alivio y calma, y protegerlos. Pero a la vez, sabes que ellos son seres completos y libres.- Añadió Asmita.- Si eso no es amor, entonces no sé lo que es.
— Definitivamente, debo prestar más atención a mi entorno.- Bromeó Hasgard.- Realmente me impresiona que te percates de tantas cosas, que pasan desapercibidas para todos.
Asmita solo esbozó una suave sonrisa en respuesta.
— Ahora, tengo otra duda, Asmita.
— Dime.
— ¿Amas a alguien?
— He amado a varias personas en toda mi vida, aunque de diferentes formas.- Asintió Asmita.- Los monjes que me acogieron e instruyeron, siempre tendrán un lugar muy especial en mi corazón. Lo mismo para mi único amigo de la infancia, y ahora, para Athena, el anciano de Jamir, el Patriarca, y muchos de por aquí.- Añadió.- Pero... Creo que hay una forma más especial, si es a lo que te refieres.
— ¿Puedo saber de quién se trata y de qué forma?
— Para ser sincero, aún no termino de comprender el momento exacto, pero sí sé el porqué.- Respondió el blondo.- La primera impresión que tuve de tí, fue de alguien bastante ingenuo, despistado, algo torpe, y demasiado confiado. Y realmente, no me equivoqué.- Añadió.- Pero tampoco me equivoqué en que eres una persona fuerte, valiente, persistente, bastante transparente, bondadosa y lleno de alegría y amor verdadero. Y es eso lo que me hace sentir tanta fascinación, atracción y admiración por tí.
Las palabras de Asmita hicieron surgir en sus mejillas un notorio sonrojo. En ese momento, realmente agradecía internamente la ceguera de Asmita, aunque por la sonrisa coqueta en sus labios, seguramente ya intuía su reacción.
— Entonces, ¿esto es una declaración de amor?
— Sí.- Confirmó el sexto custodio.- Pero tranquilo, no espero una respuesta. Solo fuí sincero con tus preguntas.
— Realmente me halagas, aunque fue algo sorpresivo.- Decir que no sentía absolutamente nada por el rubio sería mentir. Pero no quería dar un paso en falso sin estar completamente seguro de lo que quería.- No quiero jugar contigo, Asmita. No niego que me interesas, pero-
— No necesito una respuesta, pero si tú necesitas dar una, tómate el tiempo que necesites.- Interrumpió con una calmada sonrisa.- Yo soy responsable de mis sentimientos, no tú. Justamente por lo que siento, estoy consciente de que no me perteneces. Así que no estás forzado a corresponder de ninguna forma.
— Jamás dije un "no".
— Los dos sabemos que tienes dudas.- Señaló tranquilo Asmita.- No me voy a morir por un rechazo, ni por esperar un poco por una respuesta. Puedes estar tranquilo por eso.
— Gracias.
— El amor no se agradece. No me lo pediste, soy yo quien decidió brindarlo por mi propia voluntad.- Le sonrió Asmita, antes de alejarse un poco.- Ya está por atardecer, ¿no?
— Sí. ¿Estás ocupado?
— El Patriarca me pidió ayuda con algo.- Asintió.- ¿Te molesta si dejamos esta conversación para otro día?
— Descuida. El deber es primero.
Ambos intercambiaron una sonrisa, antes de despedirse y emprender cada uno un rumbo distinto. Hasgard hacía su templo, y Asmita a la sala del Patriarca.
Cada uno se encontraba absorto en sus propios pensamientos.
Hasgard replanteándose una vez más, qué sentía exactamente por el guardián de Virgo, y qué deseaba. No le gustaba en absoluto jugar con los sentimientos de las personas, mucho menos herir a alguien que se había sincerado con él de esa forma. Debía poner en orden sus pensamientos y darle nombre a sus sentimientos antes de dar una respuesta definitiva.
Asmita, por otro lado, sabía que cada peldaño que avanzaba, lo acercaba más a un evento que podría hacerlo objeto del más profundo odio de todos en el Santuario... Bueno, al menos había podido ser sincero con el único de quién le podría importar su opinión sobre él. Aceptaría lo que pasara de ahora en adelante.
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