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Capitulo 6: Navidad

Luego de varias horas de viaje, y tantas aventuras en un solo día, por la tarde habían logrado llegar a su destino: Una casa en una pequeña ciudad.

— ¡Señor Hasgard!

Apenas lo vieron, todos los niños saltaron directo a los brazos del Santo de Tauro, buscando demostrarle la alegría que su llegada les causaba.

— ¿Siempre son así de efusivos?- Preguntó Asmita con una sonrisa a Teneo.

— Sí, realmente le tienen mucho aprecio y estima al maestro Hasgard.- Asintió sonriendo el peli-azul.

— En ese caso, espero no ser una molestia.

— Por supuesto que no. Estoy seguro de que para los niños será interesante conocer a alguien como usted.

Asmita solo sonrió suavemente, y asintió. Realmente no era muy bueno tratando con niños, y no sabía cómo acercarse sin ser invasivo, además de que a quién todos esos infantes habían esperado era a Hasgard, no a él. Por eso prefirió permanecer a un lado, sin hacer mayor ruido. Hasta que una de las niñas se acercó a él.

— Qué bonito cabello.- Escuchó la dulce voz de la pequeña, que no pasaría de los tres años.- Se parece a los rayos del sol.

— ¿Eh?

Asmita definitivamente no esperaba un comentario así. No sabía si era por el hecho de que se tratara de una niña tan pequeña, lo inesperado, o simple nerviosismo de principiante, pero no supo cómo reaccionar ni qué responder.

Afortunadamente, Hasgard apareció en su auxilio, acercándose a la pequeña, para explicarle su condición.

— Verás, pequeña, Asmita es un poco diferente.- Explicó el peli-blanco.- Él no sabe cómo luce el sol, ni los colores.

— ¿Por qué?

— Bueno, sus ojos no pueden percibir imágenes de las cosas como nosotros.- Añadió.- Pero eso no significa que no pueda apreciar las cosas del entorno a su modo. Digamos que tiene una forma especial de ver las cosas.

La niña miró al joven rubio, que permanecía tranquilamente inmóvil, mientras el viento hacía bailar sus largos mechones dorados. Su tierna mente no era capaz de comprender lo que Hasgard le quería dar a entender.

— No puedo verte, pero sí sé que acabas de tomar un baño, llevas un perfume de lavanda, y tu ropa es nueva.- Sonrió suavemente el rubio, acercándose a la pequeña.

— ¿Cómo es que lo sabe?

Ante las palabras de Asmita, la niña no era la única que se preguntaba eso. Todos los demás niños también lo hacían.

— Ya te lo dije, no puedo ver, pero sí oler, oír y sentir.- Respondió Asmita, agachándose a la altura de la menor.- De hecho, tocando tu cara, puedo darme una idea de cómo luces.

— ¿De verdad?- Cuestionó emocionada la infante. Asmita rió conmovido, asintiendo.- ¡Házlo!

— De acuerdo, pero no grites.- Bromeó el indio.

Asmita se tomó unos segundos para palpar con sus manos todo el rostro de la niña. Desde sus mejillas hasta sus labios, hasta lograr sentir cada facción a detalle.

— Tienes una cara delgada, nariz respingada y pequeña, pómulos ligeramente pronunciados, una frente mediana, ojos grandes, y pestañas frondosas.- Describió Asmita a detalle la apariencia de la menor, sorprendiendo a todos.- De seguro pareces una muñeca de porcelana, y cuando seas mayor, muchos pelearán por tu atención.- Añadió.- Espero que Hasgard esté listo para lidiar con eso para entonces.

— Puedes estar seguro de eso.- Respondió Hasgard con una pequeña sonrisa.

La niña había quedado realmente asombrada por las capacidades y la apariencia de Asmita. El rubio se parecía demasiado a cómo varios cuentos describían a las hadas, las princesas encantadas o las reinas buenas, y a su joven mente le fue imposible no relacionarlo con tales personajes. Fascinandose aún más por él, especialmente con la cercanía que parecía tener con Hasgard.

Los demás niños también estaban asombrados, pero una vez pasado ese pequeño impacto inicial, se atrevieron a acercarse a Asmita e integrarlo.

Aún quedaban algunas cosas por hacer, como preparar las guarniciones, el postre y comprar algunas cosas. Así que todos se pusieron a trabajar en eso, incluso Asmita decidió ayudar.

— Eh, señor Asmita...

— ¿Pasa algo, Teneo?

— Bueno, es que...

— Es que lo estás haciendo mal.- Se adelantó a responder la pequeña niña por Teneo, haciendo dar un respingo al aprendiz.- Las manzanas no se cortan así.

Teneo estaba por llamarle la atención a la niña por ser tan irrespetuosa, pero Asmita no se molestó.

— ¿Entonces es así?- Preguntó el rubio, cambiando la dirección del corte.

— Inclina un poco más el cuchillo, y haz los trocitos más delgados.

Asmita esbozó una sonrisa enternecida, y siguió las indicaciones de la pequeña, hasta obtener la aprobación de esta, ante la incrédula mirada de Teneo.

Hasgard logró observar a lo lejos dicha escena, y le fue imposible contener la sonrisa divertida que se formó en sus labios. ¿Quién lo diría?, el arrogante Santo de Virgo, siguiendo sin cuestionar las órdenes de una niña de tres años, incluso llevándola en sus hombros a todos lados y dejándola jugar con su largo cabello por el resto de la tarde, hasta que todo estuvo listo, y la hora de cenar llegó.

Todos sabían sus lugares, así que no hubo ningún tipo de problema con ello. Los niños, a pesar de sus cortas edades, sabían organizarse bien.

— ¿Estás segura de que está libre este lugar?

— Sí.- Respondió la niña, después de guiar a Asmita hasta una de las sillas.- Quiero sentarme junto a ti.

— Bueno, si insistes...- Sonrió Asmita.- ¿Alguien podría pasarme las verduras?

— ¡Yo!

Hasgard no pudo evitar reírse por lo bajo, captando la atención de varios de los pequeños.

— Maestro, ¿le pasa algo?

— No, Teneo. No te preocupes.- Respondió, luchando por contener la risa al ver de reojo como varios de los más pequeños discutían por pasarle un simple tazón de verduras a Asmita, y como el rubio comenzaba a ponerse nervioso por tales atenciones.- ¡Oigan, niños!. Estoy seguro de que Asmita agradece sus buenas intenciones, pero a ese paso, probará los vegetales para el desayuno.

Finalmente, decidió apiadarse de él y detener la pequeña revuelta, levantándose para tomar el tazón, y servirle una porción.

— ¡No es justo!

— El que termine primero su cena puede pasarle el tazón por segunda vez.

Esas simples palabras bastaron para que los infantes corrieran de vuelta a sus lugares, y comenzaran a comer.

— Gracias.- Susurró Asmita.

— No fue nada. Termina tus vegetales o no te tocará postre.- Bromeó, antes de volver a su lugar.

En el transcurso de la noche, fue evidente la dificultad de Asmita para usar los cubiertos, pero también el esfuerzo que estaba haciendo por adaptarse.

— ¿No sabes usarlos?

— En realidad, hasta que conocí a Hasgard, jamás había tenido la necesidad de usar nada de esto.- Respondió con una calma sonrisa el indio.- En el lugar de donde vengo, la comida se come con las manos.

— ¡¿Eso es posible?!

— Sí, pero no lo hagan o Hasgard va a querer arrojarme a un volcán.

El mencionado solo rió por aquella evidente exageración del rubio.

— Supongo que experimentar un poco no va a matar a nadie.- Habló el guardian de Tauro.- Si Asmita hizo el intento, creo que nosotros también podríamos. Solo por hoy coman como quieran.

Los niños asintieron emocionados, siendo los primeros en tomarle la palabra a su tutor y dejar los cubiertos de lado.

Asmita no lo dijo en voz alta, pero la relajada expresión en su rostro reflejaba perfectamente el agradecimiento que sintió en ese momento.

Hasgard aún tenía sus dudas, pero con Asmita guiando a los niños y enseñándoles algunos trucos para evitar terminar con toda la comida encima, todo salió bien. Al final, resultó que algo a simple vista sencillo, tenía más trucos, pero a la vez, siendo más práctico de lo que imaginó.

La hora del postre siempre era la más esperada y disfrutada por todos, pero en esa ocasión, con el té de jazmín que Asmita había preparado, el pastel tuvo un toque aún más especial.

— Este té está muy rico.

— Sabe dulce, y es calientito.

— Es té de jazmín, una flor del lugar de donde vengo.- Contó Asmita sobre la flor para elaborar ese brebaje.- Tiene un aroma muy suave y dulce, muy parecido al del té. Crecen en enredaderas, y son pequeñas y sus pétalos suaves.

Todos escuchaban curiosos las historias que Asmita les contaba sobre la India. Desde cosas tan pequeñas como las flores de jazmín, hasta los animales que había ahí, como los elefantes o las pitones.

— Señor Hasgard, ¿nos puede llevar un día a la India?

— Es un largo viaje, ¿creen que resistirían?

Los niños, como era esperado de su inocencia y entusiasmo, no dudaron en afirmar que podrían con el desafío.

— Mientras no intenten usarme de comida para serpiente como su maestro, yo los guío personalmente.- Bromeó Asmita.

— Ya te dije que fue un accidente.- Rió el peli-blanco, siguiéndole el juego.- Aunque no creo que la serpiente quisiera comerte.

— ¿De qué hablas?, seguro que soy delicioso.

— Si tú lo dices...

— ¿Qué es ese punto que tienes en la frente?- Preguntó uno de los niños de pronto, cuando el largo flequillo de Asmita accidentalmente dejó su frente al descubierto por unos segundos.

— ¿Esto?- Señaló el rubio el pequeño punto, descubriendo su frente.

— ¿Te pegaste?

— ¿Te picó un mosquito?

Cada uno de los niños expuso su hipótesis del origen de aquella mancha rojiza.

Asmita escuchó con una sonrisa cada una de ellas, hasta que no pudo más, y soltó una carcajada.

— No, no es nada de eso.- Explicó, después de calmar su risa.- Es simple pigmento rojo.

— Y ¿por qué lo tienes?

— Niños, no sean irrespetuosos.- Intervino Hasgard, pero Asmita negó.

— Está bien. Es normal que sientan curiosidad, déjalos preguntar.- Intervino el rubio.- Verán, este punto se llama Bindi, y representa el agñça-chakra, el tercer ojo. Por eso está en medio de las cejas.

— ¿Un tercer ojo?

Cómo era de esperarse, algo así avivó la curiosidad de los más jóvenes, que volvieron a interrogar a su invitado.

— El tercer ojo, es otra forma de llamar al agñça-chakra, y representa la sabiduría, y la capacidad de ver más allá de lo evidente.- Explicó.- Por eso se le considera el ojo invisible que ve lo que está oculto para los ojos físicos. Por eso lo llevo.

— ¿Entonces por eso eres capaz de notar tantas cosas a pesar de que eres ciego?

Hasgard no pudo evitar prestar toda su atención a la pregunta que una de las niñas le hizo a Asmita.

Jamás le había preguntado por ese punto en su frente, ni si representaba algo o era simple estética. Pero, ahora que sabía el significado que tenía, realmente parecía tener sentido al menos en Asmita.

— Así es.- Respondió el rubio la pregunta de la menor.

Vaya que, a pesar de todo, aún le quedaba mucho por conocer de Asmita. Y ahora, sus niños le habían demostrado que asumiendo sin preguntar, nunca iba a conseguir comprenderlo completamente.

El resto de la velada fue igual de ameno y alegre, proporcionando un ambiente cálido, como el de un hogar.

Finalizando con todos reunidos frente a la chimenea, bebiendo más de ese té de jazmín, y comiendo manzanas horneadas, envueltos en mantas. Riendo y conversando, hasta quedarse dormidos, uno a uno.

— Vaya que resultaste ser bastante bueno con los niños.- Susurró Hasgard, acercándose a Asmita para colocarle una manta.

— Esta pequeña muñeca andante no se me despegó ni un segundo.- Bromeó el sexto custodio, usando la manta para cobijar a la pequeña niña que se había dormido en sus brazos.- ¿Cuál es su nombre?

— Calliope.- Respondió Hasgard, sonriendo enternecido por aquella escena.- Como la musa de la elocuencia y la poesía. Los otros son Maya, Lorenzo y Fiore.

— No puedo memorizar tantos nombres en una noche.- Bromeó Asmita.

— No te preocupes, lleva tiempo memorizarlos correctamente.

— No esperes mucho de mí, incluso en el Santuario confundí a el Cid con Degel en un par de ocasiones.

— No te culpo.- Rió bajo, imaginando cuál hilarante debió ser dicha confusión.- Los dos tienen manías y comportamientos algo parecidos.

Asmita le devolvió la sonrisa, y juntos se encargaron de arropar a todos los niños para protegerlos del frío de la madrugada. Antes de levantarse, y escabullirse en silencio hasta el escondite secreto para extraer los regalos y llevarlos hasta el árbol.

En silencio, ambos se encargaron de colocar los paquetes a los pies del pino decorado, hasta que hubo un regalo para cada uno de los presentes. Y después se dispusieron a volver a sus posiciones iniciales para dormir un par de horas.

— ¿Qué tal tu primera Navidad?

— Si te soy sincero, no tenía muchas expectativas al inicio.- Respondió Asmita.- Pero me sorprendieron gratamente.

— Me alegra escuchar eso.

— Gracias, Hasgard.- Le sonrió Asmita.

Esa corta frase logró remover algo en el pecho del peli-blanco, tanto como para hacerlo cuestionar al rubio.

— ¿Por qué?

— Quizás te suene estúpido, pero no recordaba un momento así de cálido y reconfortante en toda mi vida.- Respondió Virgo.- Jamás tuve una familia como tal. Incluso en el monasterio y el pueblo, todos me veían como un maestro, un consejero, un guía... Nadie como un igual.- Añadió.- ¿Es así como se siente tener una familia?- Preguntó, acariciando los cabellos de la niña en sus brazos.

— Estos niños son mi familia, mi vida entera, Asmita. Así que para mí, sí.- Respondió con una sonrisa el peli-blanco.- Eres bienvenido si deseas unirte. Ellos ya te aceptaron.

— Yo encantado.- Le devolvió Asmita la sonrisa.- Felíz Navidad, Hasgard.

— Felíz Navidad, Asmita.

Esa breve, pero significativa conversación dió por finalizada la velada, permitiéndoles a ambos perderse en el mundo de los sueños por lo que restaba de la noche.

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