Capitulo 2: Travesía
Comenzó a despertar al sentir los rayos del sol chocar contra sus párpados, sintiendo la molestia en la delgada piel que le recubría los ojos. Vaya noche...
— Buenos días, dormilón.
Al escuchar la voz de Asmita, se incorporó lo suficiente para sentarse, notando que el rubio se encontraba de pie frente a él, vestido, peinado y con una bolsa de tela a la espalda.
— Buenos días.- Respondió con un bostezo.
— ¿Listo?
— ¿Qué?
— Para volver al Santuario.- Rió Asmita.- Aproveché la mañana para despedirme de los monjes y terminar todos mis asuntos pendientes. También preparé el desayuno.- Añadió.- Vístete y come algo. Iré a comprar algunas provisiones para el camino, y nos vamos. ¿De acuerdo?
— Vaya que eres organizado.
— Alguien tiene que tomar el timón del barco, ¿no?
— De acuerdo, tú mandas entonces.- Expresó correspondiendo la sonrisa del rubio.
Asmita, tal y como dijo, se marchó en busca de provisiones. Hasgard se tomó unos minutos para estirarse un poco y finalmente ir a comer algo.
Asmita tenía habilidades para la cocina, eso no lo iba a negar, aunque extrañaba la comida a la que estaba acostumbrado. En fin, dentro de un par de días estarían en el Santuario.
El aroma del té era dulce y relajante, junto al del sutil olor a incienso. Era una buena forma de iniciar el día. Debía preguntarle a Asmita de qué estaba hecha la infusión, quizás llevar algunas de aquellas hierbas al Santuario.
— ¿Todo listo?
— Claro.- Asintió, terminando el té.- Por cierto...
— Es té de jazmín.- Dijo Asmita, adelantándose a su pregunta.- Una planta trepadora, que da flores blancas. Llevo algunas y también conseguí unos brotes para tratar de que crezcan en el Santuario. Te daré unas y te ayudaré a cultivarlas si quieres.- Añadió.- ¿Algo más que quieras llevar de recuerdo?
— Creo que ya te adelantaste a todo lo que se me podría ocurrir.- Admitió con una ligera risa.- Parece que me leíste la mente.
— ¿Y qué te garantiza que no lo hago?
— ¿En serio lo...?
— Solo bromeo.- Rió Asmita.- Eres bastante transparente y fácil de predecir. Ayer estabas asombrado por todo, y mencionaste que te había gustado el sabor del té. Fue simple lógica.
Hasgard solo correspondió la ligera risa. Por un momento pensó que hablaba en serio.
— Creo que te llevarás bien con Aspros.- Mencionó, incorporándose.- Parecen tener un sentido del humor bastante similar.
— Eso está por verse, porque soy un odioso insoportable.
La cercanía repentina de Asmita, al punto de casi rozar sus labios, lo hizo sobresaltarse ligeramente. Pudo sentir su corazón acelerarse por unos segundos, y un sutil rubor teñir su rostro.
— Tal vez, pero no eres tan insoportable una vez que te conocen.
— En ese caso, gracias por el cumplido.
Ambos intercambiaron una pequeña sonrisa, y se separaron lo suficiente para continuar los preparativos del viaje que les esperaba.
Alrededor del mediodía, ya estaban listos para partir. Con provisiones suficientes para los días que les llevaría llegar a su destino, ropa, y algunas mantas para las noches.
El recorrido de un solo día fue bastante interesante, por decir lo menos. Asmita le hablaba de todo lo que les rodeaba, desde los animales, hasta las plantas.
Los elefantes eran realmente asombrosos, su lealtad a sus jinetes era admirable, como salida de un cuento para niños.
Aunque, el susto de ver una serpiente enorme cerca suyo por la noche, fue horrible.
— Acostumbrate. Es temporada de lluvias y estamos en zona alta.- Rió ligeramente Asmita al escuchar su respingo, que apenas contuvo su grito.- Solo sigue caminando, y no te les acerques. Las pitones no son venenosas, y ya te dije que no eres su platillo favorito, pero si se sienten amenazadas o tienes la mala suerte de encontrar una muy hambrienta, se te va a enredar y apretarte hasta matarte de asfixia para comerte de un bocado.
— Gracias por la imagen mental.
— Estarás bien.- Afirmó el rubio con una sonrisa.- Son agresivas, pero no tontas. Incluso la más grande de ellas, se la pensaría mucho antes de ir por una presa tan grande, aún estando muriendo de hambre.
— Creo que prefiero seguir avanzando que dormir en este lugar.
Asmita rió ligeramente, pero accedió a la petición. No estaba agotado, y entendía el miedo que una serpiente así podría generarle a un extranjero. Incluso para los nativos eran una amenaza temible.
Entre conversaciones, bromas y algunas anécdotas, al amanecer lograron llegar a otra ciudad, dónde, para fortuna de Hasgard, las serpientes no aparecerían.
Aún había un largo camino que recorrer, así que dormirían unas horas, comerían algo y después seguirían su camino, hasta la noche. Y así lo hicieron, aunque al avanzar por la ciudad, Hasgard no pudo evitar asustarse al notar cierta práctica, en la que habría intervenido de no ser por Asmita.
— No te metas. Es un funeral.
— ¿Qué?
No entendía qué quería decir con eso. ¿Un funeral?, ¿por qué una mujer vestida de blanco se encontraba sentada en una pira funeraria, sosteniendo el cadáver de un hombre, para ser quemada viva?, ¿por qué nadie hacía nada?
— Es una viuda que acaba de perder a su esposo.- Aclaró Asmita.- Nadie la obliga, ella ha decidido acompañarlo como la diosa Dakshayani. No te preocupes por ella, será enaltecida como es debido.
— ¿Por qué alguien aceptaría algo así?
— Los hinduístas creen que el satí es la máxima prueba de amor y devoción de una mujer a su esposo. A menudo, las esposas de un mismo rey suelen disputarse ese honor.
— ¿Esposas?
Al observar a Asmita hacer un gesto pidiendo silencio, supo que estaba haciendo demasiado ruido. Así que se esforzó por calmarse, respirando profundo.
— Aquí está permitido que un hombre tenga hasta cuatro esposas. Siempre y cuando pueda sostenerlas y hacerse responsable de ellas y los hijos que le den.- Explicó el rubio.- Así que no te preocupes, no es tan común como podrías pensar. Es difícil mantener a una sola mujer, solo los nobles y militares tienen la capacidad de tener más de una.
— Pero...
— Tampoco es un desenfreno sexual, exhibicionismo, ni nada de eso.- Añadió, mientras seguían avanzando.- Todas son esposas de un mismo hombre, pero no están obligadas a tener una relación entre ellas. Todas están de acuerdo en compartir un esposo, así que nadie traiciona a nadie. Las mujeres incluso se cuidan y apoyan entre ellas durante el embarazo, el parto y crianza de los hijos.
Vaya estilo de vida más extraño. No se asustaba de algo como aventuras de una noche, o amantes casuales sin una relación formal de por medio. Pero ¿estar casado con más de una mujer al mismo tiempo, y que ellas estuvieran de acuerdo?
No solo eso, sino que también, ¿aceptar ser quemada viva para acompañar a alguien en la otra vida?... Sí, estaba de acuerdo en qué perder a alguien podía ser doloroso, un trago difícil de pasar, y algo que quizás nunca se superaba por completo. Pero ¿morir con esa persona, y peor aún, de una forma tan dolorosa, y de forma pública?. Era demasiado extremista a su parecer.
— Entiendo que sea algo difícil de procesar.- Interrumpió Asmita sus pensamientos.- No te culpo. Supongo que todo esto debe ser lo opuesto a lo que estás acostumbrado.
— Vaya que lo es...- Admitió, fijando su vista en el suelo. Suficientes choques culturales por un día, pero una pequeña duda surcó su mente.- Por cierto... ¿Tú...?
— No, yo no estoy casado y jamás lo he estado.- Se adelantó Asmita a su pregunta.- Soy budista, no hinduísta. Y en el budismo no existe un rito de matrimonio ni nada que se le asemeje.
— ¿Entonces?
— En el budismo no existe un rito como el matrimonio, porque no lo considera necesario.- Explicó el rubio.- Pero tampoco somos unos puritanos. Creo que tienes constancia de eso, ¿no?
La sonrisa de Asmita, recordándole lo ocurrido la noche en que se conocieron, provocó un sonrojo en las mejillas del segundo custodio.
— Solo los que aspiran a ser monjes o maestros deben guardar voto de castidad.- Explicó Asmita, después de soltar una pequeña risa.- Yo soy solo un seguidor, así que no estoy forzado a mantenerlo si no quiero.
— Con esa respuesta bastaba.
— Lo sé. Pero es divertido ponerte nervioso.
Hasgard solo suspiró y negó con una pequeña sonrisa. En su viaje de ida se enfocó en pasar los lugares lo más rápido posible, pero ahora que iba acompañado por Asmita, varias cosas le resultaban increíbles. Tanto en el buen, como mal sentido.
Era una cultura y una tierra desconocidas para él, totalmente diferentes a las que estaba acostumbrado. Pero con alguien guiandolo y explicándole todo, era un poco más llevadero.
— Y si en el budismo no existe el matrimonio, ¿qué pasa si dos personas quieren estar juntas?
— Lo están, y ya.
Esa respuesta se le hizo demasiado extraña. ¿Solo lo estaban?, pero, ¿cómo sabían que estaban juntos?, ¿cómo sabían las demás personas que estaban juntos?, ¿qué los unía?
— En el budismo, si dos personas se aman y desean estar juntas, simplemente lo están y ya. No es necesario nada más que exista amor, armonía, compasión, gozo y respeto entre ellos. El resto de reglas las ponen ellos.
— Eso es extraño.
— Si en eso estamos, me parece más extraño que un ritual y un anillo simbolicen un lazo irrompible, aún si no hay amor de por medio.
— Sinceramente, nunca lo había visto así.- Admitió, meditando la respuesta de Asmita.- Puede que tengas un punto.
Intercambiaron una sonrisa, y ambos continuaron su andar, hasta salir de la ciudad.
La noche volvió a alcanzarlos, afortunadamente, cada vez más cerca de su destino. Sin embargo, esa noche decidieron buscar hospedaje en una posada para descansar y dormir más cómodamente.
— ¿Todo en orden?- Preguntó Asmita, sentado en una de las camas.
— Sí, solo estoy algo cansado.
— Suenas algo abrumado.- Señaló con calma el rubio, rompiendo su pose de loto para acercarse a la cama de al lado.- ¿Qué te aqueja, Tauro?
No sabía bien qué responder a eso. No sabía bien cómo se sentía en realidad. Ese viaje lo estaba maravillando, como asustando por igual. Era fascinante, y a la vez aterrador.
— Eres alguien que no teme mostrar sus emociones, pero a la vez, te abrumas con ellas.- Señaló con calma Asmita, acariciando su mejilla.- Realmente me intriga saber qué pasa por tu mente y tu corazón.
— Para serte sincero, no estoy muy seguro de qué responder.- Suspiró Hasgard.- En estos días he visto cosas que desconocía. Es como un mundo nuevo para mí, y no sé exactamente qué actitud tomar ante él.
— Bueno, supongo que lo desconocido nos asusta un poco a todos.- Sonrió comprensivo, sentándose en el borde de la cama.- Hace años, cuando el anciano de Jamir me pidió unirme al ejército de Athena, como Santo de Virgo, tuve demasiadas dudas... ¿Sabes?, al haber nacido ciego, durante toda mi vida he sentido el sufrimiento del mundo. Desde que tengo memoria, soy capaz de sentir todo, el dolor, tristezas y pesares presentes en los seres vivos de este mundo como si yo los estuviera sintiendo. Por eso me pregunto ¿porqué Athena lucha por un mundo así?
— ¿Sigues dudando?
— Así es, pero le daré una oportunidad.- Respondió.- Sé que el sufrimiento es inevitable, y necesario para alcanzar la iluminación. Pero si hay una razón, quiero entender porque Athena quiere proteger un mundo lleno de seres despreciables que no merecen compasión.
— ¿Y te parece justo permitir que paguen inocentes por pecadores?
Por primera vez en esos días, fue el turno de Asmita para arquear una ceja en señal de confusión.
— Quiero decir, es verdad que existen humanos despreciables, hombres y mujeres malvados, capaces de los crímenes más horribles, y que no dudan en lastimar a otros...- Siguió el peli-blanco con su planteamiento ante el silencio de Asmita.- Pero, también hay personas buenas, capaces de todo por proteger a los demás. Niños y personas que no han cometido ningún mal, incapaces de protegerse por su cuenta. ¿Te parece justo dejarlos a su suerte a ellos?, ¿o permitir que todos paguen por los errores de unos pocos?
Asmita guardó silencio por unos segundos, antes de finalmente mostrar una suave sonrisa, y hacer una sutil reverencia.
— Lo tendré en cuenta. Gracias por tus puntos de vista.
— De nada, supongo.- Rió ligeramente el peli-blanco.- Por cierto, ¿no se te hace extraño que el encargado nos ofreciera una habitación con una sola cama como primera opción?
Asmita soltó una carcajada ante aquella pregunta, causando la intriga de su compañero.
— No sé cómo sea en Grecia, pero aquí no son raras las relaciones homosexuales entre hombres.- Respondió el rubio.- Sí, es cierto que no son tan bien vistas en todas las religiones, pero en el budismo, que es la más común en esta ciudad en específico, no son rechazadas ni condenadas.- Añadió, calmando su risa.- Seguramente pensó... Ya sabes.
Hasgard no supo exactamente cómo reaccionar o sentirse ante esa respuesta. En el Santuario ese tipo de relaciones eran todo un caso...
— ¿En el Santuario están condenadas?
— No precisamente... El tema de las relaciones es complicado en general.- Intentó explicar.- En resumen, los santos de Athena tienen prohibido relacionarse o sostener relaciones amorosas entre ellos. Nuestra única prioridad debe ser Athena.- Añadió.- Pero... Los encuentros casuales son una realidad, un secreto a voces del que todos saben pero nadie habla.
— Ya veo.- Asintió Asmita.- Bueno. Mañana nos espera otro largo camino. Así que, mejor trata de dormir al menos un poco. ¿O vas a decir que necesitas otro masaje?
— Gracias, pero creo que por esta ocasión estoy bien.- Rió ligeramente ante la broma del indio.
Asmita correspondió la risa, y después de darse las buenas noches, volvió a su cama para recostarse y cerrar los ojos.
Mañana sería otro día. Quién sabe qué aventuras y sorpresas les esperaban.
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