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Capitulo 10: La Isla Kanon

Después de meses, soportando las consecuencias de aquel trágico suceso. Con todo tipo de insultos y ofensas, no solo a Asmita, sino también a Sísifo, Degel e incluso Defteros, y él sacando la cara por su amigo y aquel rubio en cada ocasión que escuchara a alguien mofarse, estaba ahí.

¿Por qué rayos había aceptado? Ni idea. Realmente comenzaba a cuestionarse qué tan buena idea había sido.

¿Qué pretendía encontrar yendo a aquella isla, y específicamente, a ese volcán? No lo tenía claro.

— No me digas que ya te arrepentiste.- Escuchó la voz de Asmita, con un pequeño aire de burla.

Hasgard tomó un pequeño respiro, tratando de hallar las palabras adecuadas.

Asmita pareció notarlo, y se acercó a él, tomando su mano con suavidad, ofreciéndole una pequeña sonrisa.

— Sé que es difícil, pero necesitas hacerlo.

— No entiendo cómo me convenciste de que esto era buena idea.- Admitió.- A duras penas sé su nombre. Y de seguro no va a querer ni siquiera verme después de todo lo que pasó.

— ¿Y crees que a mí me recibió con flores y cartas de amor la primera vez que vine a buscarlo?- Rió Asmita.- Después de todo ese desastre, cuando vine a buscarlo una semana después, me sacó a patadas, y poco le faltó para arrojarme al volcán de paso.

Asmita se mostró muy relajado, incluso riéndose mientras contaba aquella anécdota. Pero Hasgard no pudo siquiera sonreír al imaginar tal escenario: Dos buenos amigos peleando y actuando como enemigos. Demasiado triste y doloroso a su parecer.

— Oye, está bien.- Le sonrió Asmita al notar su reacción.- Sí, no me salvé de un puñetazo, pero está bien. De cierto modo, supongo que me lo merecía por descuidar tanto el entrenamiento físico.- Añadió.- Pero el punto es que una vez pasó el calor del momento, pudimos sentarnos a hablar como personas civilizadas y aclarar las cosas.

— No entiendo cómo estás tan tranquilo.

— A pesar de todo, sigue siendo mi amigo.- Sonrió el blondo.- Además, descuida. Hiciste caso en no traer tu armadura, y él está mucho más tranquilo ahora, al menos lo suficiente para hablar y responder tus preguntas.- Afirmó.- Y sino... Seguro que esos músculos no los tienes solo de adorno.

— ¿Eso debería tranquilizarme?

Asmita sonrió y se encogió de hombros, para después continuar su escalada por la cumbre del volcán.

Quizás iba a terminar arrepintiéndose, pero ya estaban ahí. Era muy tarde para echarse atrás. Ahora solo le quedaba ir al encuentro del "demonio" de la Isla Kanon, con la esperanza de obtener algo de paz y dejar sepultado aquel fantasma de una vez por todas.

Conforme subían, el aire se hacía cada vez más espeso y caliente, haciendo casi imposible solo respirar. En el punto más alto, tuvieron que hacer una parada para recuperar el aliento, así como deshacerse de algunas prendas, en busca de soportar el asfixiante calor. Pero después de una Odisea, finalmente consiguieron llegar a esa oscura cueva.

Al estar frente a ese tétrico escenario, el guardián de Tauro no pudo evitar tragar grueso. No había un peligro frente a sus ojos, pero su instinto de supervivencia le ordenaba no bajar la guardia.

— Oye, estoy bien. No necesito que me cuides.- Escuchó reír ligeramente a Asmita, notando sus acciones.- Así que, ¿podrías soltarme y dejarme anunciar nuestra llegada, por favor?

— Lo siento.

En un movimiento inconsciente, había terminado sujetando a Asmita de la cintura, pegándolo a él, buscando protegerlo con su cuerpo de algún posible ataque.

Asmita solo sonrió, negando divertido, una vez libre del protector agarre en su cintura. Avanzando hasta la entrada de la cueva, seguido por su acompañante.

Bastó sentir el cosmos de Asmita elevarse por unos segundos, haciendo bailar sus cabellos dorados cuáles rayos de sol, para escuchar ruidos provenientes de la caverna, y segundos después, ver al habitante del lugar.

Piel canela, expuesta y cubierta por varias cicatrices, largos y alborotados cabellos azulados, afilados ojos grisáceos, y una dentadura decorada por un filoso colmillo sobresaliente. Todo combinado en un solo ser, dándole un aire salvaje e imponente.

— Asmita...

— Me alegra escucharte, Def.- Sonrió tranquilamente el rubio.- Gracias por recibirnos.

El moreno dirigió una mirada sutil al otro presente, y bufó. Hasgard no supo interpretar aquella reacción, si sería fastidio, quizás molestia, o resignación tal vez... Definitivamente, había sido una mala idea escuchar a Asmita.

— ¿Nos dejarás pasar, o nos harás desmayarnos por el aire de aquí afuera?- Sonrió Asmita a Defteros, pasando a su lado directo al interior de la cueva, como si de su templo se tratase.

Defteros solo rodó los ojos y suspiró, yendo detrás de Asmita.

— ¿Qué esperas?, ¿una invitación?- Gritó Asmita a Hasgard desde el interior de la gruta.- ¡Entra!

Al ver la entrada oscura, nuevamente sintió el temor invadiendolo. Pero tomó un profundo respiro, y se internó en ella, siguiendo a los otros dos.

Las entrañas de esa caverna eran bastantes diferentes al exterior. Ahí, el aire se hacía cada vez más fácil de respirar, y la oscuridad se mitigaba poco a poco, conforme avanzaban. Hasta descubrir la razón: estaban en el corazón del volcán.

Defteros solo se sentó sobre un montón de rocas, siendo iluminado por la luz del torrente de lava. Mirando a Hasgard por el rabillo del ojo solo un par de veces.

— Bien, creo que ustedes tienen cosas de qué hablar, y yo no tengo espacio en esa conversación.- Habló Asmita, captando la atención de ambos.- Los dejo solos.

— ¡Asmita!

Ambos exclamaron el nombre del rubio al mismo tiempo, viéndolo desaparecer entre las grutas del volcán, escuchando solo su típica risa a lo lejos.

Desde su llegada, el ambiente era tenso, pero ahora, sin Asmita enmedio, la tensión se podía cortar con un cuchillo, igual que un trozo de pan.

El silencio se adueñó de la cueva, siendo ambientado únicamente por el suave sonido del correr de la lava, y un goteo lejano, probable de algún nacimiento de agua.

Los dos tenían tantas cosas qué decir, pero las palabras se quedaban atoradas en sus gargantas. ¿Cómo debían iniciar una conversación en una situación como esa?

— Así que...- Tartamudeó con nervios Hasgard.- Defteros, ¿cierto?

El peli-azul asintió, sin dirigirle la mirada, manteniendo esa eterna expresión de fastidio en su rostro.

— Sé que no nos conocemos. Y que seguramente no sabes nada de mí, pero-

— En eso te equivocas.- Interrumpió Defteros.- Sé quién eres. Todos estos años, siempre estuve ahí...- Añadió, con dificultad.- Pero eso no importa. Ve directo al grano.

— De verdad, lamento todo lo que pasó. Yo...

— Ninguno de los dos quiere continuar más tiempo del necesario con esta conversación.- Volvió a interrumpir el moreno.- Así que solo dí lo que tengas que decir y vete. Así ninguno de los dos tendrá que volver a verse nunca. Ni tú a quien te recuerda a quien consideras un traidor, ni yo a quien me recuerda a los culpables de la muerte de mi hermano.

Las palabras de Defteros, a pesar de poder ser percibidas como agresivas, lograron tocar un punto sensible en su ser. Pudo darse cuenta al instante de que esa agresividad era solo un intento desesperado de un pobre corazón destrozado por protegerse de recibir más daño.

Al ver las pequeñas lágrimas en los ojos grises, y su mandíbula tensa, seguramente, intentando contener el llanto, supo qué debía hacer.

— Aunque no lo creas, no pienso nada de eso de Aspros.- Se sinceró con él.- Era mi amigo, lo consideraba casi un hermano y lo apreciaba muchísimo... Y sus acciones me dolieron demasiado.- Añadió, sintiendo un nudo formarse en su garganta, al igual que unas lágrimas en sus ojos.- Jamás lo creí capaz de hacer todo lo que hizo... Y quizás soy un completo idiota, porque a pesar de todo, no puedo odiarlo. No puedo odiar y abandonar a un viejo amigo.

Hasta entonces, Defteros se atrevió a alzar la cara, y ambas miradas se encontraron por primera vez. Notaron las lágrimas en los ojos contrarios, la sinceridad en sus palabras, y el dolor que compartían.

— No tengo intenciones de justificar a Aspros, ni de minimizar sus malas acciones... Pero tampoco de abandonar a quien claramente necesita ayuda.- Añadió Hasgard, mirando a Defteros.- El pasado ya se nos fue de las manos, y no podemos hacer nada para cambiarlo. Pero sí podemos tomar el control de lo que hacemos ahora, y dirigirnos a un mejor futuro para todos.

— ¿Por qué te importa un demonio como yo?

— No eres un demonio.- Sonrió suavemente el peli-blanco.- Solo eres un alma solitaria, en busca de su lugar en el mundo.

— Yo tenía un lugar...- Murmuró Defteros, mordiéndose los labios.- Hasta que Asmita me demostró que no era así... Yo fui la sombra de mi hermano toda mi vida, así debía ser... Pero esa noche, Asmita dijo que no debía ser así.

— No creí que diría esto, pero Asmita tiene razón.- Suspiró Hasgard con tristeza, al escuchar tan crudas palabras.- No eres la sombra de nadie, ni tienes porqué serlo. Eres Defteros, un hombre valiente, fuerte y con un corazón noble.

Defteros bajó la mirada nuevamente, abrazándose a sí mismo. No estaba acostumbrado a recibir palabras tan cálidas, mucho menos dejando en el olvido cualquier título como Santo.

— Sé que no quieres tener nada que ver con los Santos de Athena, especialmente los de la orden dorada.- Añadió Hasgard, acercándose para palmearle el hombro con suavidad.- Y por eso no mencionaré nada al respecto. Considero que es una decisión completamente personal, y si tal llamado no está presente en tu corazón, no es posible forzarlo.

Defteros no dijo nada, sintiendo las pequeñas lágrimas traicioneras resbalar por sus lastimadas mejillas. Era la primera vez que alguien se acercaba a él sin la más mínima intención de convencerlo de aceptar esa maldita armadura.

— Solo quiero que sepas que cuentas con todo mi apoyo, sea lo que sea que decidas. Cómo Santos, o como hombres. Nadie merece quedarse sólo.- Le sonrió suavemente el guardián de Tauro.- Y no es porque seas hermano de quién consideré un amigo, sino porque no pareces una mala persona. Mereces una segunda oportunidad, para conocer la compañía, la amistad, el amor y el calor de un hogar. Y estoy dispuesto a ser yo quién te brinde esa segunda oportunidad, y estoy seguro de que Asmita y todos los demás también.

Defteros guardó silencio por unos segundos, para seguidamente, limpiarse las lágrimas y alzar su vista con timidez al segundo custodio, hallando una reconfortante sonrisa.

— Entonces, ¿podemos ser amigos, Defteros?

El moreno sonrió con timidez, asintiendo ligeramente. Quizás era ridículo, pero el simple hecho de no ser mencionado como el Santo de Géminis, y solo por su nombre, era agradable.

¿Era así como se sentía ser tratado como un igual?, ¿ser solo un hombre y nada más?, ¿tener una identidad y un lugar en el mundo?

Definitivamente, había un largo camino por recorrer, pero por algo se empezaba. El primer paso siempre era el más difícil de dar, y ya lo había logrado, así que el resto surgiría a su debido tiempo.

Quizás sería el comienzo de una agradable y tierna amistad.

Hasgard pudo darse cuenta de la bondad y nobleza existentes en el gemelo menor. Solo necesitaba algo de compresión y calidez para sanar las heridas de su pobre corazón. Pero en definitiva, no era alguien malvado, en ningún sentido.

Y Defteros, pudo darse cuenta de la gentileza y calidez del guardian de Tauro. Era fácil notar el enorme corazón que poseía, su facilidad para ver a través de otros, y su disposición a ayudar al más necesitado, en cualquier sentido.

— Ahora entiendo porqué cautivaste a ese desgraciado.- Rió ligeramente Defteros, después de varios minutos hablando, captando la atención de Hasgard.- Eres totalmente opuesto a Asmita. Cómo la lava y el agua, pero eso los hace congeniar.

— ¿Qué?- Sonrió nervioso, sintiendo un leve sonrojo.

— La tierra cercana a las faldas de un volcán, es rica en minerales y mucho más fértil que cualquier otra.- Explicó Defteros, divertido por la reacción de Hasgard.- Pero, aunque la lava les brinda de forma indirecta aquellos nutrientes, su presencia reduce cualquier planta a cenizas. Sin embargo, el agua la hace crecer... Se necesitan ambas, en balance para conseguir que algo nazca y crezca fuerte.

— Qué lindo de tu parte compararme con un desastre natural mientras no estoy, Def.

Al escuchar la voz y la risa de Asmita, ambos dirigieron la mirada al frente, viendo al indio en la entrada de la cueva.

— Te comparé con la lava, no con una explosión volcánica, tonto.

Asmita solo sonrió, negando con la cabeza, siendo correspondido por Defteros. Ambos se conocían, y sabía que no se trataba de una ofensa.

— Lamento interrumpir su cátedra sobre mí, pero debemos volver al Santuario.- Sonrió Virgo.- Además, tienes una visita, Def.

En cuanto dijo eso, la presencia de cierto castaño, avanzando con algo de timidez, se hizo notar en la caverna, captando la atención de ambos hombres.

— ¿Sísifo?

— Lo encontré en la entrada del volcán.- Rió Asmita, al escuchar a ambos exclamar sorprendidos el nombre de Sagitario.- Deberías considerar seriamente hallar una ruta mejor, Def. El pobre llegó casi desmayándose.

— Asmita...

Ante el murmullo del castaño, Asmita solo sonrió, encogiéndose de hombros.

— En fin. Nosotros no queremos molestar, ¿verdad, Hasgard?- Sonrió Asmita.- Mejor nos vamos.

El peli-blanco correspondió la sonrisa cómplice del rubio, mirando discretamente a Sísifo y después a Defteros. Ambos con un suave rubor en las mejillas, sin atreverse a mirarse mutuamente.

— Me gustaría quedarme más tiempo, pero tengo tres aprendices por evaluar.- Sonrió Tauro.- Pero, si algún día vas a Rodorio, podríamos ir por unos tragos.

Defteros asintió, correspondiendo la sonrisa.

— Suerte soportando a ese dolor de cabeza rubio hasta Grecia.

— Gracias, pero ya me acostumbré.- Bromeó Hasgard, despidiendo de Defteros.

Asmita solo sonrió, esperando a Hasgard para finalmente retirarse, dejando atrás la cueva del volcán a cada paso que daban.

— ¿Y bien?- Preguntó Asmita con una sonrisa, mientras descendían.- ¿Más tranquilo?

— Sí.- Admitió Hasgard.- Supongo que tenías razón.

— Siempre la tengo.

Hasgard sonrió, rodando los ojos. Asmita seguía siendo el mismo hombre arrogante y sarcástico que conoció aquel día en la India, pero lejos de molestarle, amaba esos rasgos. Ya le había tomado aprecio a su peculiar personalidad y sentido del humor.

— ¿Y es necesario ser tan arrogante siempre?

— ¿Te molesta?- Preguntó Asmita, con una sonrisa, acercándose a su rostro.

— No en realidad.- Admitió Hasgard, manteniendo su sonrisa.- Además, tienes una linda sonrisa.

— Lo sé. Me lo dices todo el tiempo.- Rió el blondo, acariciando sus mejillas, sintiendo sus alientos chocando.- Pero, ¿no crees que merezco una recompensa por traerte hasta aquí?

— Lo que quieras.

Una sonrisa cómplice por parte de los dos, y un beso sellaron ese trato, para después, continuar su camino de retorno al Santuario, manteniendo sus manos enlazadas.

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