i. please, change the prophecy
․⠀๋⠀᳝ 🎨🥀) CHAPTER ONE ↺ POR FAVOR, CAMBIEN LA PROFECÍA 🌾
❝ El problema de los cuentos de
hadas es que la mayoría empiezan
con una tragedia ❞ ━━━ 🐞+ 🐝 Cinder y Ella ;; Kelly Oram
LOS MITOS GRIEGOS TIENEN TANTAS INTERPRETACIONES y versiones que, realmente, pueden llegar a ser un auténtico dolor de cabeza. Sin embargo, no importa la historia que escuches ni la voz que la cuente. Puedes leer unos versos de la Ilíada o un cantar cualquiera de la Eneida. En todas ellas, en cada una, Atenea es la diosa de la sabiduría.
El nombre de Athenea estaba motivado por la mismísima diosa arcaica. Su madre, una hábil profesora de griego y latín en sus ratos libres, había sido responsable de inducir a su hija en el mundo de los mitos. Ahora, ¿es esta pequeña niña tan inteligente? ¿Es poseedora de la audacia e ingenio de una deidad romana?
Bueno, puede que estemos a punto de averigüarlo.
—Por Dios, Vanélope, tu pronunciación es un desastre. —regañó su tía Ethel estrellando una varilla sobre el buró de estudios de su hija. —Resta menos de una semana para que nos vayamos a Inglaterra y aún no dominas el latín.
Thena suspiró viendo a su tía ser cruel con Vanélope. Por lo general, solo era cruel con ella. Tras el accidente de sus padres le dejó bien claro que no era más que una carga en su casa. Ante los ojos de la sociedad parisina la trataba como la pobre niñita que había quedado huérfana tras el incendio, fingía ser amable y presumía de su buen corazón al acogerla en su casa y brindarle educación.
Pero de puertas para adentro, Thena era una criada más en aquella casa.
En algún momento se acostumbró. Sobrellevaba el maltrato de su tía y estudiaba a escondidas entre descansos o se desvelaba para devorar los libros de la biblioteca.
Aquellos años destruyeron muchos de sus sueños, pero su amor por los libros y su hambre de conocimiento siempre permanecieron intactos.
—Pero, madre...
—¡Otra vez! —masculló, estrellando la vara de nuevo contra la mesa. Vanélope pegó un salto, asustada recitó de nuevo un texto latino. —En Londres está muy de moda que las jovencitas sepan latín y no sé cuantas lenguas muertas más. Más te vale aprenderte todo eso antes de que nos vayamos.
Espetó y salió dando pisadas fuertes del salón.
El ambiente en la casa estaba muy tenso. Hacía pocas semanas el señor Baxter, esposo de la tía Ethel, había perdido su empleo en la imprenta. Los recursos de la casa comenzaban a escasear y el inminente temor de la señora por perder su prestigio ante la sociedad la carcomía por dentro.
—Si quieres puedo ayudarte. —ofreció con voz trémula Thena.
Pero Vanélope ignoró su presencia y enterró aún más de ser posible la nariz entre sus libros.
La relación entre ambas siempre fue nula. En parte Thena no podía culparla. A fin de cuentas ella era solo una intrusa en su vida. Athenea suspiró con fuerza y fingió no haber dicho nada.
»Bueno, estaré en la cocina por si necesitas algo.
Se marchó pasándose las manos sudadas por la falda. Por alguna razón, por encima de todo se sentía nerviosa.
—Buen día, mademoiselle, la estaba buscando. —tropezó con Arisia en su camino a las cocinas de la casa. La castaña sonriente amplió su gesto amable cuando la vió.
Arisia era lo que se conocía en París como demoiselles de compagine, la dama de compañía de Thena. Pero más allá de todo aquello eran bunas amigas. En algún punto de su amistad perdieron la costumbre de referirse la una a la otra de maneras formales. Arisia entendía los afanes rebeldes de Thena, nunca la instó a abandonarlos, en cambio sabía muy bien cubrirle las espaldas en cada una de sus aventuras.
—¿Sucede algo o...?
—Solo quería saber si ya terminó de empacar todas sus pertenencias para su regreso a Londres.
Thena hizo un gesto cansino. Echó la cabeza hacia atrás y rió a medias.
—¿Por qué estás tan ansiosa por este viaje? A nadie en Mayfair le interesa mi regreso, estoy segura de que será un viaje muy aburrido.
—¡Pero la bruja de su tía le permitirá debutar! —Arisia entornó los ojos remarcando lo más importante. —Debías hacerlo el año anterior pero la señora Ethel se lo negó, ¿no te emocionas por poder hacerlo esta vez? ¡Y en Londres! —suspiró dramáticamente arrancándole una risotada a Thena.
—Tomando en cuenta que casarme es la única forma de huir de aquí, sí, sí me entusiasma un poco. Pero hacerme expectativas sería una causa perdida. Conoces a mi tía, saboteará cualquier cosa que me haga feliz. —Thena esbozó una sonrisa triste que de inmediato reemplazó por un gesto ágil. —Pero deja todo eso, ahora tenemos mucho trabajo que hacer en la cocina, ¿me echas una mano?
Arisia asintió con pesar. No dispuesta a zanjar así el tema, añadió.
—No merece nada de esto, mademoiselle.
Athenea la miró ocultando un destello opaco en sus ojos. En el fondo, a veces, solía pensar que Arisia estaba atrapada con ella en aquella vida tan injusta.
—Algún día vas a cansarte de verme ser un desastre, Arisia.
Ella la recibió con una sonrisa de compañerismo.
—Ta vez. Pero ese día no es hoy.
El último día en París llegó.
La tía Ethel avazaba abanicando con frenesí a Vanélope. Al parecer el viaje la tenía preocupada. El señor Baxter caminaba un paso detrás de ellas, en sus ojos se anunciaba la tempestad de preocupación. Thena no sabía si lo que más les preocupaba era encontrarle un buen esposo a su hija o que sus planes de negocios fueran fructíferos esta vez.
—No puedo creer que unos vestidos pesen tanto. —se quejó Arisia quien cargaba con dos cuartos del equipaje de la familia. Thena llevaba el resto. —¿Es la primera vez que viaja en barco? Se la ve algo pálida.
Athenea respiró con fuerzas. El aire salino y típico del muelle le trajo recuerdos grises.
No.
La primera vez fue cuando vino de Londres. Pero no fueron buenos días así que todo estaba revuelto y borroso en su cabeza.
No obstante, Thena estaba segura de que no era la travesía en barco lo que la tenía nerviosa.
Tal vez era el reencontrarse con su viejo hogar lo que la preocupaba.
Arisia dejó las maletas en el suelo para tomarle el brazo.
—No permitiré que la señora Ethel arruine su felicidad, señorita Thena. Si la encuentra, prométame que no dejará que se la arrebaten.
Un fuerte ruido provino de uno de los motores de vapor. Pero ninguna se movió a pesar del ajetreo del muelle.
Por un segundo, durante un pestañeo, Athenea juraría que estaba escuchando hablar a su madre.
—Lo prometo.
—Bien. —la otra sonrió conforme. Justo antes de torcer el gesto por el grito airado de la señora Baxter.
—¡Arisia levanta nuestras cosas del suelo! ¡Si algo se ensucia ustedes lo van a limpiar y tendrán que saludar a todos en Londres con las manos llenas de hollín!
Las chicas asintieron hasta que la señora les dió la espalda y abordó el trasbordador. Una vez que nadie las veía, rompieron a reír.
Subieron por la tabla ahogando los restos de sus risas, dejando atrás la ciudad parisina y preparándose para todo lo que venía.
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BUT DADDY, I LOVE HIM
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