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0 3 - Asegurando quemar a su sabio

El erotismo era una cosa verdaderamente supersticiosa y casi utópica. La sociedad, en ese entonces, tornaba el tema en un cúmulo de susurros. La hipocresía estaba en la práctica, pues la actividad igual se llevaba a cabo entre nos. El arte de la seducción, el toque, los gestos y el sexo era un tema guardado bajo llave para unos. Sin embargo, ¿qué sería del mundo sin ello?

Han Jisung no se catalogaba como parte de la comunidad que batallaba por hacer relucir la castidad. A Han Jisung no le quedaba la talla de "santo", absolutamente no. Pero aquello era un detallito que se guardaba para él mismo.

De hecho, él era todo lo contrario. Gustaba de pulir sus excelencias en cada cosa que hacía: perfección, disciplina, constancia, paciencia, valores. Ello daba cabida a sus vicios.

Por ello, cuando su chofer le insistió con repetir la noche pasional que alguna vez tuvieron hace mucho tiempo atrás, Han Jisung se negó, pensando en que el hombre y su poco rendimiento no le eran de utilidad. Su tiempo y su rédito no daban para soportar a otro hombre o mujer que no cumpliera sus expectativas.

Pero, ¿cuáles eran las expectativas de Han Jisung en el flirteo? ¿Cuántas vivencias tuvo que pasar para continuar acarreando esa decepción aún? 

Pensaba que, si la gente que se le acercara tuviera un poco más de osadía, su vida sería un poco más jubilosa.

Hace media hora había salido de la reunión en Londres que tuvo con su padre presente. Estresado en demasía y exhausto, iba caminando por las calles hasta arribar en el café que frecuentaba, esperando encontrarse con Seungmin.

Tomó asiento en las sillas de la barra y, al minuto, llegó el primo.

—Señor Han —le saludó risueño. Al parecer, estaba de buen humor.

Jisung rio y tiró sus cabellos hacia atrás.

—¿Por qué me llamas así? —puso los ojos en blanco— Hola, Minho. ¿Cómo ha ido tu día? ¿En dónde está Seungmin?

—¿Quieres hablar con él?

—Algo así, supongo —descansó una mejilla en su palma abierta.

—Bueno, él está recogiendo encargos por ahí, así que no volverá hasta más tarde. ¿Quieres que te sirva algo entretanto lo esperas? —ofreció amable el rubio.

—Mm... Dame un café, y unas galletas simples.

—Bien~

Minho rápidamente sirve el café humeante en una taza, le agrega tres terrones de azúcar y desaparece un momento para traerle unas galletas al castaño.

—Gracias, Minho —le vuelve a regalar una sonrisa—. ¿Cómo ha ido tu día? —vuelve a consultar.

—Oh, en la mañana fue bastante atareado. Muchas personas venían a pedir porciones de pasteles y a mi me pone nervioso tener que cortar dispareja cada porción, pero Seungmin las dividió por mi, por lo que estoy menos tenso con su ayuda. Sin embargo, deberé aprender a manejar todas estas cosas en las que soy inexperto.

Jisung asiente y le da un sorbo a su café.

—Nadie nace siendo experto en algo, así que toma tu tiempo y verás los buenos frutos de tus prácticas. Serás muy bueno.

Jisung observa a Minho encantado con sus palabras y sonriendo cabizbajo, pareciendo apreciar el consejo.

—Gracias —atina a decir—. ¿Hay algo en lo que usted sea bueno?

—¿Por qué siento que me tratas como alguien mayor a ti? ¿Cuántos años tenías? ¿Veinte, veintiuno?

—Veintiuno.

—Bien, veintiuno. ¿Y cuántos años crees que tengo yo?

—¿Treinta? —adivina.

El castaño se atraganta con su propia bilis y el mesero se preocupa, manteniendo las manos inquietas al no saber cómo acudirle.

—No-No tan así, aún no quiero llegar a los treinta —Han busca su estabilidad—. Solo tengo veintiséis.

—Oh.

—Así que no me hagas sentir tan viejo, y no me llames "señor" —le advierte seriamente—. A los treinta, probablemente, estaré lanzándome del último piso del edificio de mi padre.

—¿¡Por qué dice eso!? —se alarmaba el mesero, inclinándose un poco más al cliente— No diga eso, señ- Han Jisung.

—Dime Jisung.

—Jisung —repite.

Han Jisung toma un poco más de café y toma una galleta para ofrecérsela al mesero, quien la acepta después de fijarse que nadie más los observaba.

—Mi padre me utiliza como quiere y así lo hará hasta que cumpla los treinta, porque no seré el heredero de su compañía (ese será mi hermano). Por lo que viviré en la agonía de continuar siendo su empleado a tiempo completo por ser el hijo menor, con menos privilegios e intereses —explica con decaímiento. El rubio mesero masticaba la galleta mientras le oía con atención—. Si te preguntas por mi madre, ni siquiera yo sé de ella, así que solo me queda la odiosa figura paterna como apoyo que, por obvias razones, no tomaré en cuenta. Mi hermano es el familiar más ausente que tengo, de tal manera que termino solo en esta vida. No hay nadie más que Seungmin y mi conciencia.

—También me tiene a mí —comenta el mesero, con dulzura en la curva de sus labios—, si es que ya me he ganado su confianza.

Han Jisung deja la taza en su lugar y mira al hombre de arriba abajo (desde lo que la barra le permitía ojear). Veía a alguien joven y noble, con pinta de ser alguien inocente en el mundo, inexperto en ciertos ámbitos, por lo que Lee Minho no podría entregarle auras malignas o de desconfianza.

Lo meditó por unos segundos.

«Pero parece alguien osado» pensó.

—¿Qué crees que podrías hacer para ganarte mi confianza? ¿Y por qué la quieres? Me conoces hace solo un mes, soy casi un extraño.

—No es usted un extraño para mí —niega con firmeza.

—Tutéame, por favor.

—Eh- —relame sus labios y rebusca en sus palabras la mejor oración para brindarle— Ya no eres un extraño para mí. De hecho, me pareces una persona muy interesante a la cual me gustaría conocer en profundidad, si no te molesta.

Jisung ríe enternecido. —Eres muy franco con gente que apenas conoces; puede que sean las personas incorrectas.

—¿Me estás llamando ingenuo? —el mesero finge ofenderse con diversión en su rostro— Además, tengo un sexto sentido para diferenciar a las personas correctas de las incorrectas, y yo opino que tú eres alguien a quien deseo mantener a mi lado.

Jisung no puede evitar continuar sonriendo, complacido. «Este chico es insaciable.»

De pronto, mira la hora, le echa un ojo a la puerta de entrada y vuelve a posar sus ojos en el rubio.

Saca unas pequeñas bolsitas cuadradas del bolsillo interno de su gran abrigo y se las tiende al confundido mesero.

—Filtra esas hojas de té, sírvelas en tazas distintas y veré si podrás quemar a mi sabio —propone.

Minho parpadea en desconcierto y hace lo pedido, esfumándose así por unos quince minutos.

Al regresar, deja las tres tazas de distintos tés en la barra y mira a Han Jisung guardar unos papeleos que lo mantenían distraído, apartando la taza vacía y el platillo en el que solo una galleta permanecía.

—Esta galleta de mantequilla significará mi confianza —la toma entre sus dedos y la muestra frente al mesero, quien le mira expectante—. Para ganártela, deberás probar cada té y escoger el que más te deleitó —arrastra uno de los taburetes a su lado y lo palmea, llamando al joven a que se sentara en este—. Ven aquí —le incita. El mesero vuelve a estudiar el lugar, esperando a que nadie lo mirase tomar asiento con un cliente, y obedece. Ahora, a su lado, ve al castaño señalando con gracia las tres tazas—. Adelante —le indica.

Minho agarra la primera taza a la derecha, la acerca a su nariz y percibe un olor diferente al del té corriente. Estudia el color del agua hirviente y luce amarillenta, no marrón. Sopla un poco por el borde y se atreve a darle un sorbo a lo que parecía ser una infusión. 

Parpadea un poco más al acabar de degustar.

—¿Qué te parece? —consulta el otro.

Minho deja la taza en su lugar. —Es una infusión muy mentolada, demasiado para mi gusto, pero no me es desagradable —inicia su opinión—. Se percibe muy poco el sabor original del té y mucho más las notas de menta. Es algo molesto cuando deseas primordialmente un té, mas, si vienes con la idea de probar la menta premeditadamente, no lo es. El aroma es muy fuerte, también.

—Bien —asiente el mayor. Toma la siguiente taza desde el platillo y se la ofrece al rubio, quien toma la taza con cuidado.

Lo primero que hace el joven es sentir el aroma dulzón llegar a sus fosas nasales, dándole una expresión complacida a primera vista. Pero al darle un sorbo al té, la cara se deforma.

Jisung se carcajea.

—¿Qué es esto? —Minho aleja la taza.

—Té con ligeras notas de rosa mosqueta —apunta a la taza antes de depositarla en su lugar de la mesa—, por eso el color rosáceo del agua.

—Sabe a culo.

—¿Has probado un culo? —pregunta juguetón, logrando avergonzar al mesero— Prueba la última taza —él mismo toma posesión del té, tomándolo del platillo y soplando por los bordes de la taza, especialmente dedicado al disfrute del rubio.

Minho no supo porqué ese amable gesto le pareció tan atractivo, y su mano tembló al dirigirse hasta la taza. Miró el color amarillo verdoso con algo de desconfianza, pero, inmediatamente, el aroma que se desprendió del agua lo dejó curioso. 

Dio el primer sorbo y abrió grande los ojos.

—¿Y esto? —dio otro sorbo, por si las dudas.

—Té con notas de limón, jengibre y moringa —explica el castaño—. El color verdoso da mucho que pensar, pero el aroma es distintivo.

—Lo es —deja la taza y el platillo en su lugar—. Nunca había probado algo así. No es como la primera muestra, y menos como la segunda. Es algo nuevo y muy llamativo. Es excéntrico.

—¿Te ha gustado?

—Me encantó.

Esa fue respuesta suficiente para que Han Jisung llevara su mano hasta la galleta y se la diese a Lee Minho.

—Has ganado —le sonríe resplandeciente.

El rubio boquea incrédulo, intercalando su mirada entre la galleta y el hombre.

—¿Cómo...?

—Estas son las propuestas de la empresa para sacar versiones limitadas de nuestros nuevos productos en la empresa de té de mi padre. La primera taza contenía la propuesta de té con menta saborizada de mi hermano —apunta con su dedo cada taza que va describiendo—; la segunda taza lleva la propuesta de té con notas de rosa mosqueta de mi archienemigo —la cara de asombro del rubio le fue todo un poema—; y la tercera muestra es mía, con té y notas de limón, moringa y jengibre.

Minho muerde su labio inferior y asiente, de algún modo, sintiéndose victorioso.

—Entonces elegí tu opción —mira al castaño asentir—, y me gané tu confianza.

—Tuviste suerte —afirma, llevándose la taza con su muestra a su boca para beber un poco.

El rubio no puede evitar pensar que Jisung tomaba de su misma taza.

—Ahora que tienes mi confianza, ¿harías algo por mí?

A Minho le brillan los ojos como estrellas.

—Lo que sea —asiente.

—¿Y te gustaría recibir algo a cambio a fin de cuentas?

El mesero se tuvo que detener a pensar por un minuto antes de replicarle: —Depende de qué será lo que reciba al final de la tarea.

—Bien pues —Jisung deja la taza en su lugar y se acomoda mejor en el taburete, dejando cruzar una pierna sobre la otra—, ¿qué te parece un trabajo de secretario a tiempo completo?


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