Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

39| A que no te atreves

Antes de leer este capítulo se recomienda a la audiencia comerse un Snicker (o tal vez dos) y buscar algo blando para morder para no provocar ningún ruido que alerte a sus familiares de que está leyendo esto en vez de estar durmiendo. También se recomienda acompañar la lectura con un café calentito o un té para el frío. (Sí, porque aquí ya está empezando a hacer frío). Sin embargo, si es de esas personas pobres que justifican su pobreza leyendo en Wattpad, no se preocupen por el Snicker xD
Ya. Sin más que decir, les dejo el capítulo para que lo lean sin ningún problema.

Desde pequeña siempre fui bastante peculiar si es que hablamos de mis reacciones ante diversas situaciones.

Para empezar, mi sentido del humor me abandonó desde que salí del vientre de mi madre hasta que terminé la escuela primaria. Cuando me integraban a grupos de amigos, todos reían haciendo bromas que según ellos eran demasiado graciosas, menos yo. Y ni siquiera entendía por qué. Sencillamente no sentía deseos de reírme y, ahora que lo pienso, no era demasiado normal. Tampoco se me consideraba lo suficientemente "divertida" ni se me hacía fácil hacer amistades; de hecho, en la mayoría de ocasiones, eran las personas mismas quienes terminaban acercándose a mí, porque si por mí hubiera sido, me habría quedado en un rincón del salón sin preocuparme por mejorar mis relaciones sociales.

Cuando entré a la pubertad esto cambió radicalmente desde que, según yo, sufrí mi primera decepción amorosa, que fue más bien, mi primer rechazo indirecto. No me afectó emocionalmente, pero claro que me hizo preguntarme por qué no había funcionado. El mejor amigo de mi hermano había atraído mi especial atención, pero no se dignaba siquiera a mirarme, por lo que al ver eso decidí darle vuelta a la página y concentrarme en otras cosas.

Continuando con mi extraña forma de ser, empecé a cuestionarme sobre lo que me apetecía hacer. Quería sentir algo por alguien, algo más allá de una amistad; esa fue la principal razón por la que empecé a salir (a escondidas de mi padres y de mi hermano) con diferentes chicos. Ninguno de ellos se ganó mi corazón, ni despertó en mí lo que yo estaba buscando. En esas circunstancias, luego de terminar con un tipo problemático que me hizo un lío por mi manera directa de decirle que no me interesaba, conocí a Ale, quien se convirtió en algo así como mi mentora. Sin darse cuenta, me enseñó mucho, y fue un poco antes de eso que decidí cambiar. No podía seguir usando a los chicos para buscar mi satisfacción; era cuestión de esperar a que alguien apareciera y derribara mis murallas con mucho esfuerzo.

Lo cierto es que ese "alguien" ya apareció en mi vida y se metió en mi cabeza sin el esfuerzo que esperaba. En realidad, podría decirse que no hizo nada en especial para que yo pudiera sentir cosas por él. Como es de esperarse, no lo tenía mentalizado de esa forma, pero ahora solo me queda lidiar con esto.

Y vaya forma de intentar lidiar con lo que se me presenta frente a los ojos en este preciso instante.

Ver la mano de Raph y la de Nadine entrelazadas provoca que de pronto, sin precedentes, me dé dolor de estómago. Esto es algo natural y a la vez poco común en mí. Cuando algo me molesta o incomoda, me da dolor de estómago. Hasta ahora no he logrado explicarme por qué; no es como que quiera ir al baño precisamente a sastifacer una necesidad, pero de repente la idea se me presenta como la excusa perfecta para dejar de martirizarme con la escenita que están montando en mis narices esos dos cerebritos. Me da igual si piensan que me afecta o si se hacen una idea errada de lo que sea que esté pasando por mi cabeza o, peor aún, si reparan en mis celos (que son más que evidentes); lo cierto es que prefiero contar los cuadrados de las paredes del baño de los Thompson, que seguir viendo a Raphael y a Nadine de la mano como unos tórtolos.

Así que sin más preámbulos, me disculpo antes de ponerme nuevamente de pie.

Casi puedo asegurar que nadie nota que me acabo de alejar; no me sorprendería viniendo de Raph, siendo sincera. No es como si él estuviera pendiente de mí o, lo que es lo mismo, al tanto de lo que haga o diga. De hecho, ni siquiera podría asegurar que me ha escuchado. Está de más decir que me he acostumbrado a que me ignore, a pesar de que hayamos pactado la tregua de ser amigos e intentar llevarnos mejor... Y aquí es cuando viene a mi mente la sensación de haber tenido sus labios, aunque haya sido solo por unos cuantos segundos, sobre la tersa piel de mi mejilla; que se lleva a otra galaxia lejana mis quejas mentales de hace un rato. ¡Por Dios! Podría haberme muerto de un paro cardíaco ahí mismo cuando su mano retiró mi cabello para darle más acceso a mi, ya de por sí, caliente mejilla, pero no iba a ponerme a mí misma en evidencia frente a todos los presentes.

Por supuesto que no. Dignidad ante todo.

Exhalo todo el aire contenido en mis pulmones antes de dar el primer paso para encaminarme hasta el baño del primer piso, que queda estratégicamente al fondo del pasillo que hay al lado de la escalera. He venido tantas veces a casa de Raph en el pasado que perderme hoy sería un sacrilegio. Mientras camino, no puedo evitar recordar la primera vez que estuve aquí; cuando paso por las escaleras, antes de adentrarme en el pasillo, me veo a mí misma de hace semanas atrás debatiéndome, al pie de las escaleras, si debería subir o no para recibir la primera clase con el sabelotodo. El «no subas» que me dirigió Raph ese día hace eco en mi cabeza y se siente demasiado real, como si lo estuviera reviviendo, incluso aunque forme parte de mis recuerdos, pero me obligo a mí misma a concentrarme en llegar a mi destino.

Cuando por fin llego, lo primero que hago es cerrar la puerta; luego me concentro en tratar de buscar el interruptor de la luz. Mis habilidades de vista en modo nocturno hacen que lo encuentre sin muchas complicaciones. No obstante, cuando intento encender la luz, esta no se prende. Pruebo intentando de nuevo, pero nada. Entonces se me ocurre la genial idea de encender la linterna de mi celular y solo así me doy cuenta de que en el techo donde debería ir la bombilla, hay lo que parecen ser rastros de cohetillos. No podría asegurarlo, pero me parece que la razón por la que no hay luz es porque alguien se encargó de hacer explotar la bombilla. Me pregunto quién habrá sido.

Al ver que no hay solución, decido salir del pequeño cuarto en penumbra con la intención de volver con el grupo; sin embargo, algo o mejor dicho alguien se interpone en mi camino. Mi pecho y el de Raph chocan sin poderlo evitar, pero me aparto a la velocidad de la luz para poder apreciarlo mejor. ¿Qué hace él aquí? Al verlo siento que me mareo y casi pierdo el equilibrio, si no fuera porque el sabelotodo me sostiene de manera involuntaria. Cuando vuelvo a estar estabilizada, me suelta.

—Raphael —pronuncio su nombre completo sin el diminutivo habitual para que sepa que en este momento, después de lo que he visto, no estoy de humor como para estar derritiéndome por él. O, al menos, eso es lo que intento hacerme creer a mí misma—. Perdona, no hay luz en este baño. Yo ya me iba.

Él no dice nada. Un clásico.

Paso por su lado para alejarme de donde está, pues su presencia es sinónimo de volverme susceptible a bajar la guardia otra vez.

—Puedes... —comienza, pero deja la frase a medias un instante que parece una eternidad—, puedes usar el baño de la segunda planta.

Vaya. Viniendo de él esperaba algo como "Puedes ir despidiéndote de todos", "Puedes ir enterándote de que ya no hay tregua entre nosotros", "Puedes marcharte y nunca volver", "Puedes desaparecer de mi vista", "Puedes no volver a dirigirme la palabra" o algún derivado. Tantas frases que pueden empezar con un simple «puedes»; pues está claro que la que me acaba de decir no es la que esperaba.

Y también está claro que mi momento de dureza y determinación dura demasiado poco, ya que, tan pronto como termina su ofrecimiento, me giro hacia él para agradecerle. Y por supuesto que acepto.

Tengo que admitir que la única vez que subí al segundo piso de su casa fue la vez que abracé a Raph apenas este me abrió la puerta de su habitación. En ese momento, al parecer, estaba de todo menos cuerda, así que recordar esa escena que protagonicé hace varias semanas atrás ocasiona que mis mejillas se pongan coloradas.

—Es la tercera puerta a la derecha.

—Sí...

Cielos. ¿Dónde diablos se meten Shakespeare y sus buenos guiones para situaciones como estas cuando se lo necesita? Nuevamente me acabo de quedar en blanco, sin nada inteligente que decir; pero esta vez tengo justificación, no es que sea mi deseo quedar como una tonta frente a él. Cuando Raph utiliza ese tono que, viniendo de él, se podría considerar "amable" no me puedo resistir. Solo le falta mostrarme una de sus cautivantes sonrisas para derretirme completamente hasta convertirme en un charco.

Definitivamente vamos Raph 1 - Nadia 0.

Obligo a mis piernas a moverse para no seguir quedando como una tonta y subo los peldaños de las escaleras con mucha diligencia. Tanto que pareciera como si esta estuviera hecha de vidrio en vez de madera. Raph no sube conmigo, por supuesto. Tampoco me quedo a esperarlo en el descanso, sino que me dirijo de frente al baño apoyando mi espalda en la puerta una vez que la cierro. Doy un suspiro pesado para calmarme y me dedico a lavarme la cara para secar el sudor frío que empezaba a hacer acto de presencia deslizándose por mi sien. Estando frente al espejo simulo darme una bofetada en cada mejilla para hacerme reaccionar. No puedo ser así de blandengue cuando de Raph se trata, tengo que tener un poco de fuerza de voluntad. Eso es; cálmate, Nadia. Activa tu modo Anti-Tono-Amable-De-Raph.

Esbozo la mejor de mis sonrisas antes de salir del baño. Todo en el segundo piso luce desesperantemente tranquilo, así que vuelvo a bajar las escaleras con cuidado. Cuando estoy a punto de poner un pie en la sala donde se encuentra el grupo, escucho un ruido que viene desde el pasillo donde estuve minutos atrás. Cualquier otra persona en mi lugar, lo habría pasado por alto considerando que es el baño el que se encuentra por ahí y que escuchar ruidos provenir de él no es algo fuera de lo común; sin embargo, ahora estoy hablando de mí y de mi infaltable curiosidad. Camino lentamente hasta que llego a la puerta, que se encuentra entrecerrada. Apenas la abro, la luz se enciende, permitiéndome apreciar la figura de Raph bajo la nueva bombilla que acaba de colocar. Lo observo alucinada mientras apaga y enciende otra vez el interruptor de la luz para comprobar si lo ha hecho bien o no.

Creo que tratándose de él, no hace falta una comprobación.

Tardo tres segundos en darme cuenta de que Raph me observa como preguntándome qué rayos hago aquí.

—Escuché un ruido y quise venir a comprobar qué era —explico, aunque no me ha preguntado. El aprovecha y baja de un salto de la encimera que está al lado del lavabo—. ¿Qué le pasó a la bombilla anterior?

—Reventó.

—¿Fue...?

—Sí —contesta antes de que haya terminado de formular mi pregunta—. Es igual de molesto que la nueva.

Escuchar que se refiera a ella me trae recuerdos de pensamientos previos a esta conversación y ni siquiera sé si estoy cien por ciento segura de lo que estoy a punto de decir.

—Ah, sí, Nadine... Deberías ser un poco más amable con ella.

Si bien es cierto, la europea de melena castaña no me ha hecho nada hasta el momento. Se ha comportado como una persona genial, no solo conmigo, sino con los demás del grupo con el que estamos reunidos ahora. Tiene buen genio y es muy divertida. Es más, gracias a su "castigo" recibí un beso de Raph. No podría estar más agradecida con ella.

—¿Quieres que sea más amable con ella?

No me corresponde a mí decidir si lo hace o no; lo que le acabo de manifestar no es más que una simple sugerencia, pero si se toma la molestia de preguntármelo, no tengo por qué guardarme mi respuesta.

Así que afirmo con la cabeza.

Varios minutos más tarde nos encontramos todos sentados en la mesa frente a un enorme pastel doble de cumpleaños, que lleva dos veces la inicial del nombre de los cumpleañeros. Cabe mencionar que estos han sido prácticamente obligados a sentarse aquí, pues no querían protagonizar la escena bochornosa de cantar el "Feliz cumpleaños" y apagar las velas delante de tanta gente. En estas circunstancias, yo me encuentro de lo más feliz agradeciendo la oportuna llegada de los señores Thompson a la casa. Ellos fueron los que trajeron el pastel y se encargaron de pedirnos que nos juntáramos para cantarles a los cumpleañeros. En este momento, tanto Ralph como Raph llevan un gorrito de cumpleaños en forma de cono sobre sus cabezas y la escena se me hace bastante cómica, además de tierna. Si ninguno de los dos se ha atrevido a quitarse el gorro es debido a la firme (por no decir aterradora) mirada que la señora Thompson les dedicó cuando osaron tocarlo siquiera. ¡Cómo estoy disfrutando en este momento! Ver las diversas expresiones de Raph me encanta.

La única razón por la que no me he burlado delante de ambos es porque la señora Thompson está aquí presente y yo la estoy ayudando a acomodar los cubiertos para degustar el pastel.

—Alguien me dijo que hoy también es tu cumpleaños —susurra la señora mientras camino con ella hasta la cocina para traer lo restante. Fue Ralph, de seguro—. Y por eso también te compramos un regalo.

—No se hubiera molestado, de verdad, pero muchas gracias.

—¡Nada de molestias! No todos los días mi hijo acepta tener una invitada en su cumpleaños.

¿Estamos hablando de quien creo que estamos hablando?

Bueno, lo más inteligente ahora es fingir que entiendo perfectamente a qué se refiere, aunque sea todo lo contrario.

—Me alegra escuchar eso.

—Créeme que incluso a Jacob y a mí nos ha sorprendido —confiesa, escogiendo unos platos pequeños para servir la torta—. Hacía mucho que no teníamos visitas femeninas desde que...

—Mamá.

Raph aparece en la entrada de la cocina en el preciso momento en que su madre estaba a punto de revelarme algo que podría considerarse interesante. Viéndolo, me habría reído del hecho de que aún lleva sobre su cabeza el gorro de cumpleaños si no fuera por la expresión seria que lleva en el rostro. Cualquiera pensaría que está molesto, pero tampoco es como si en otras ocasiones mostrara su sonrisa a todo el mundo.

La señora Thompson de dirige a él con el tono más dulce eel mundo.

—Sí, cariño. Dime, ¿qué quieres?

—A Hussel.

Mi corazón da un vuelco.

En cuestión de segundos ya estoy en las nubes, elevándome cada vez más y más aferrada a un globo imaginario. Esto, hasta que al cumpleañero se le ocurre romper mi burbuja de felicidad abriendo la boca y escupiendo sus palabras que bien podrían considerarse agujones.

—Ralph y yo necesitamos ayuda para limpiar el jugo que se acaba de derramar.

Maldito sabelotodo.

¿Por qué no se la pides a Nadine como pago por haberte tenido de la mano?

Por poco y no le tiro la bolsa de servilletas en la cabeza cuando lo veo voltearse y marcharse, pero su madre está aquí observando todos mis movimientos y no creo que le haría mucha gracia que agrediera a su hijo en plena celebración de su cumpleaños. Así que lo único que hago es obedecer y buscar algo con qué limpiar el desastre de Ralph. Me parece escuchar, por un segundo, la sigilosa risa de la señora Thompson, pero luego me convenzo a mí misma de que no es posible que hasta ella se burle de mí por causa de su hijo.

Si antes criticaba a la Cenicienta por ser tan sumisa con su madrastra y hermanastras, ahora mismo debería ponerme cinta en la boca y arrepentirme de haber sido tan juiciosa. Sucede que estoy siendo bastante (por no decir "completamente") obediente con todo lo que la madre de los gemelos Thompson dispone, lo que significa que en este momento me encuentro entre los dos gemelos intentando sonreír hacia la cámara que nos apunta. Este es el panorama que se me presenta después de haber degustado el pastel en compañía del señor y la señora Thompson y los demás del grupo. La razón por la que nos obligan a aparecer los tres juntos es porque es nuestro cumpleaños y eso, dicho en palabras de la mismísima Katrina Jenner, tiene que ser algo memorable.

Memorable... claro.

Es obvio que recordaré este día para siempre, y no precisamente por la fotografía.

Después de que termina la sesión de fotos, por fin los adultos nos dejan nuestro espacio para que podamos conversar entre nosotros, jugar o hacer cualquier cosa de adolescentes; y suben a sus habitaciones, siendo seguidos por el pequeño Nabucodonosor, a quien por cierto ya le caigo mejor. Me recuesto finalmente sobre los muebles, un poco cansada. Permanezco ahí un rato, escuchando de fondo como los demás hablan entre ellos sobre ir a comprar no sé qué hasta que creo quedarme dormida. Sin darme cuenta, empiezo a soñar con lo que ha pasado. En mi sueño, Raph aparece frente a mis ojos vestido como un príncipe que viene a rescatarme; sin decirme nada, se inclina y se va acercando lentamente hacia mí, que estoy postrada en una cama, para sellar nuestros labios y devolverme a la vida. Sí, demasiado Disney en mi infancia me ha afectado un poco. Vuelvo a concentrarme cuando visualizo de nuevo a Raph, cada vez está más cerca y más cerca. Unos milímetros más y...

—¿Qué haces?

Escuchar su voz, a pesar de que se oye en la lejanía, hace que abra los ojos de inmediato y me dé cuenta de que le estaba haciendo trompita en sueños.

Díganme si hay alguna manera de morir de vergüenza en un segundo. Porque quisiera hacerlo en este momento.

Al darme cuenta de que he sido atrapada prácticamente con las manos en la masa, teniendo un sueño que incluía un beso y a él, me incorporo y hago lo que mejor sé hacer: cambiar de tema en situaciones bochornosas.

—¿Dónde están los demás?

—Eso mismo me gustaría saber. Fui a cambiarme la sudadera y cuando bajé ya no había nadie a excepción de ti.

Y en qué situación se le ocurrió aparecer.

—Seguro fueron a comprar, algo así les escuché decir.

—Supongo —replica Raph y se sienta a un lado del sofá en donde yo estaba echada hace menos de un minuto. Bien, ahora que ha aparecido el silencio incómodo, ¿qué debería decirle? Cielos, ahora ni siquiera puedo dormir en su sala por temor a ponerme en evidencia de nuevo. Hoy solo estaba soñando, y encima con él, podría haber murmurado su nombre en sueños y eso sí habría acabado por avergonzarme. Muchísimo más, claro está—. ¿En qué soñabas?

En tus labios sobre los míos. Ves qué fácil para ti es preguntar.

—No te voy a decir.

—Era con un chico, eso está claro.

Pues sí, baboso, estaba soñando contigo. ¿Con quién más?

—Ya te dije que no te voy a decir.

—Es porque no te atreves.

—Oh, claro. Aquí el que no se atreve a nada eres tú —contesto bastante segura de mi respuesta—. Siempre piensas cuidadosamente y haces cálculos matemáticos antes de hacer algo. Eres como una máquina, nunca haces algo sin pensártelo bien antes y eso de seguro ha hecho que te reprimas muchas veces.

Raph procesa mi respuesta, y luego niega con la cabeza.

—No es así, no me reprimo.

—Sí que lo haces —lo pincho para ver hasta donde puede llegar—. A cuanto te apuesto que no te atreves a...

Ni siquiera termino de completar la frase. Lo siguiente que pasa no me da tiempo alguno de reaccionar, ni siquiera cuando creo ver todo en cámara lenta. Y es que todos mis sentidos se desconectan de mi cerebro cuando siento que Raph posa sus labios encima de los míos, esta vez sí dándome un corto y rápido beso que borra de mi mente lo que tenía planeado decirle.

—Ya me atreví.

Antes de poder mover un músculo, la puerta del departamento se abre advirtiéndonos que los demás acaban de regresar, pero yo no puedo apartar mis ojos de los de Raph.


•••

DFHSKTRBXVDNXBDWJSX... ¡ASDFKGJSJDT!

¿FHLPTBCBFNVZX? ¡ZSRTBCSGQW! :')

DKS TWLS, QGKS <3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro