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30| La "cita"

«Para cuando necesites a alguien con quién hablar.»

Eso es lo único que se lee en la nota que, estratégicamente, está situada a un lado del "regalo" para que yo pueda leerla sin hacer mucho esfuerzo. ¿Qué rayos?

Dejo la nota donde estaba al mismo tiempo que trato de encontrarle una explicación a lo que está pasando.
¿Quién me dejaría lo que parece ser un papagayo en mi habitación? Está claro que esto era lo que menos esperaba; es decir, nunca me he declarado amante de las aves ante mis amistades ni mucho menos ante mis padres. ¿Qué se supone que significa esto? Miro con recelo al animal en la jaula e intuyo (por lo nueva y brillante que se ve la jaula y el lazo que tiene en lo más alto de esta) que acaba de ser comprado recién hoy, así que al menos podría considerarse un buen regalo. El plumaje del animal es de color verde, aunque sus alas poseen cierto vestigio de celeste, por lo que todo indica que es un...

—Presidente.

Doy un respingo del susto al escucharlo hablar de manera extraña otra vez. A este paso este animal me va a matar antes de siquiera poder asignarle un nombre.

—¿Quién te dejó aquí, pequeño? —le pregunto como si fuera a responderme, mientras busco en los alrededores alguna otra nota que resuelva mi duda.

Se hace silencio en el ambiente. Comienzo a pensar que todo esto puede ser obra de mi hermano. Zach disfruta molestándome y no me sorprendería si fuera él quien ha ideado todo esto para subir mi reacción a YouTube y causarme una vergüenza monumental. Una vez más la palabra "Presidente" se escucha en mi habitación y hace que olvide por un momento a mi principal sospechoso. Sitúo mi vista en el regalo y entrecierro los ojos. Está claro que el animal me está ignorando, como suele hacer la mayoría últimamente.

Doy un resoplido alejándome de la jaula que reposa sobre mi escritorio.

—Bah, eres igual que él —pronuncio con decepción al recordar a cierto sabelotodo que siempre suele ignorarme. Luego, viene a mi mente el hecho de que este solo se puso de pie para acercarse a la insoportable de Sabrina y no a mí, y me lanzo en mi cama—. Raph es un tonto.

Mi nueva mascota repite mi última frase.

—¿Sabes? Empiezas a caerme bien.

Una genial idea se me viene a la cabeza.

Las siguientes horas de la tarde me dedico a adiestrar a Presidente (claramente, no me rompí la cabeza para escogerle un nombre) sobre cómo responder de diversas maneras cuando interactúe con otros seres humanos. Por lo que puedo notar, gracias a mí él ya sabe saludar educadamente, despedirse e incluso insultar (a Raph, claro). Además de eso, me he dado cuenta de que repite casi todo lo que escucha, de que le gustan las semillas y que, sobre todo, disfruta cuando le acarician la cabeza.

Parece que no está resultando tan mal como pensé que sería. En mi cabeza había ideado la imagen mental del animal haciendo mi vida imposible con su manera peculiar de hablar, pero no. Nada de eso. Es como si Presidente y yo nos entendiéramos, ya que en todo el rato que ha pasado conmigo me ha estado prestando atención. Entre todo el lío de enseñarle frases decentes, las horas dan paso a la noche cuando finalmente escucho el motor del auto de papá afuera de la casa. Bajo con celeridad las escaleras para recibirlos, siendo seguida por Zach quien no muestra tanta emoción como yo. Él solo baja porque no quiere quedar mal ante nuestros padres.

—Pecas, ¿te gustó el regalo? —pregunta papá apenas abro la puerta. Mamá aparece tras él con una enorme sonrisa en el rostro.

—¿Regalo? —Zach y yo decimos al unísono. Después de un segundo, todo tiene sentido para mí como una explicación para la dudosa procedencia de Presidente y su aparición en mi habitación de repente—. Oh, sí. Presidente es un amor.

Papá rueda los ojos, quitándose el saco.

—¿Sigue repitiendo esa palabra?

Esta vez es mamá. Afirmo con la cabeza.

—¿Lo ves? Te dije que no prendieras las noticias en el auto, Mike —se queja ella—. Ese animal escuchó casi en todo el camino noticias sobre el presidente.

Papá se encoge de hombros.

—Faltan menos de tres días para tu cumpleaños, Nad —manifiesta mamá mirándome. Vaya, hasta yo había ignorado el detalle—. Tu padre quiso adelantar el regalo de nuestra parte.

¿Qué? ¿Dónde está la superfantástica cámara fotográfica profesional que pedí como próximo regalo cuando cumplí 16?

A pesar de que por dentro quiero gritar de frustración porque definitivamente un ave parlante no era lo que esperaba, por un lado me digo a mí misma que no está tan mal, ya que Presidente y yo nos hemos llevado bastante bien, así que en vez de decir lo que pienso, determino agradecer por el regalo y mostrarme lo más contenta posible. Zach sabe perfectamente lo que pienso, él estuvo presente en mi cumpleaños pasado y escuchó mi clara petición, por lo que no escatima en burlarse de mí en mi propia cara frente a mis padres.

Después de unos minutos, regreso a mi habitación para alimentar a Presidente y darle agua. Luego, bajo las escaleras saltando, pero al llegar a la cocina encuentro a mamá en silencio pensando qué hacer. Su semblante es cansado, así que sugiero a todos que como mamá está muy cansada por el trabajo al igual que papá como para preparar la cena, la opción más factible es pedir pizza. Mi sugerencia es aprobada. Esta se tarda unos treinta minutos en llegar, pero la espera vale la pena.

Concluida la cena, me despido de mis padres y de Zach y subo al baño para cepillarme los dientes. Al terminar, apago las luces para después dirigirme a mi habitación.

Apenas pongo un pie adentro, mi preciado Presidente me saluda. Parece como si los dos fuéramos compatibles después de todo. Le sonrío, camino hasta mi cama, me meto en ella y cuando apago las luces dispuesta a dormir lista para los exámenes que se van a llevar a cabo mañana, escucho una peculiar voz:

—Raph es un tonto.

Definitivamente Presidente es mi nuevo mejor amigo.

•••

Cierro el cuaderno sobre la carpeta antes de recostarme sobre ella. Acabamos de terminar los exámenes y quise comprobar si mis resoluciones estaban bien checando las clases explicadas por el profesor.

—¿Pasas? —pregunta Ale.

—Espero que sí.

Ella se recuesta en la carpeta al igual que yo. No necesito hacerle la misma pregunta a ella porque sus calificaciones son buenas, mucho mejores que las mías, debo aclarar. Además, en este momento mi única preocupación es nuestra obligada participación en la obra teatral que se presentará ante toda (cuando digo toda es TODA) la escuela dentro de dos semanas. Tal vez eso no sería grave para mí si es que interpretara algún papel secundario y femenino, pero... ¡Voy a ser Gastón! ¿El odioso que quiere matar a la Bestia (en este caso Stephen, aunque el asunto en la vida real es al revés)? Exactamente. Es la primera vez que actúo de un personaje masculino, así que ni siquiera sé muy bien cómo es que lo voy a lograr.

—Odio el Teatro —pronuncia Ale, seguramente recordando lo que hace varios minutos lleva carcomiéndome la cabeza y así interrumpe el lío existencial que estaba formándose en mi mente—. Es decir, ¿por qué Hopkins tuvo que elegirme a mí? ¡No me gusta actuar! Y mucho menos si será al lado del Locutor de Radio ese...

Vaya, parece que ya le tiene un apodo oficial a Stephen.

—Al menos serás Bella —le recuerdo, haciendo una alusión al desdichado final que me tocó.

A ella le importa muy poco qué papel le hayan dado, por lo que se encoge de hombros con el mismo gesto de fastidio que antes. En ese momento entra Stephen al salón y, al notarlo, la expresión relajada de Ale cambia drásticamente. Cualquiera que los viera en este instante pensaría lo mismo que yo: se odian a muerte. Tener a la morena como enemiga es gravísimo, pero tener a un miembro de El Triángulo (que tiene muchísima influencia dado que posee un gran número de fans por toda la escuela) como enemigo es el doble de grave. Dirijo mi vista hasta el castaño y lo veo sonreír a una enojada Ale. Al parecer, él es el causante de todo el embrollo de la obra de Teatro y por eso es que si por Alessandra fuera en este momento le borraría la sonrisa de un golpe. Aunque... un momento, ¿dijo la señorita "distancia inadecuada"?

Como si de una respuesta se tratara, ella se vuelve hacia mí antes de hablar:

—Casi pasa algo entre nosotros, algo de lo que sin duda me habría arrepentido.

—¿Qué? —pegunto alzando la voz sin poder evitarlo. Ale me pide que cierre la boca, razón por la que empiezo a susurrar—. ¿Cómo? Cuéntameeeee.

Mi mejor amiga bufa.

—Bueno, la verdad fue que me acerqué a él para intimidarlo mientras le reclamaba por qué se comportaba como un idiota todo el tiempo, pero, para mi sorpresa, él no se alejó. —La morena se agarra la cabeza con gesto exasperado—. Todas las personas con las que había probado el mismo truco retrocedían, pero él no. ¿Por qué no lo haría?

Ay, Ale.

Si bien es cierto, ella puede ser muy hábil para cosas como matemáticas y fórmulas físicas, pero para temas como estos que requieren pensar en los sentimientos de los demás, reprueba. ¿Tendrá Stephen algún tipo de interés en Ale? Porque si así fuera, sería la primera persona de la escuela en la que pone sus ojos tan abiertamente.

Desde el momento en que Alessandra termina de hablar, ya estoy formando en mi cabeza ideas alocadas y preguntándome cómo sería todo si estos dos terminaran juntos. Sería de hecho algo realmente increíble, que de solo imaginarlo sonrío. Pero la realidad me golpea cruelmente y destruye todas mis expectativas cuando escucho decir a Ale que lo único que siente por el castaño más hermoso del salón es repulsión, que en su vida estaría con alguien como él que no le llama ni siquiera un poco la atención. Conociéndola, sé que tal vez eso sea verdad. Es decir, no tiene motivos para mentir. Ella desde antes no soportaba a Stephen inlcuso cuando nunca había tenido la oportunidad de hablar con él, mas ahora que sí lo conoce y han intercambiado algunas palabras el sentimiento no ha cambiado.

Tan inmersa estoy en mis cavilaciones que no oigo cuando el timbre de salida suena. Todos mis compañeros salen con prisa sintiendo las vacaciones más cerca que nunca, ya que terminado el periodo de exámenes tenemos un corto descanso de las clases. Salgo acompañada de Ale con el mejor humor del mundo, puesto que hasta el momento he aprobado todas las pruebas de conocimiento. ¡Todas! Después de todo, las clases que recibí de parte de Raphael no fueron un desperdicio de tiempo. En este momento solo espero que mis notas se mantengan incrementándose como hasta ahora.

La sonrisa en mi rostro no desaparece hasta que noto en la entrada de la escuela a cierta persona que no me hubiese gustado encontrar hoy. Ale también nota su presencia, pero como a ella le va y le viene su existencia, hace como si nada hubiera pasado antes de despedirse de mí. No obstante, al pasar por su lado le da un codazo que hace que este evoque una mueca de dolor.

—Siempre tan cariñosa —masculla con una mano sobre su flanco derecho (expresión cortesía de las clases con Raph), que es donde recibió el golpe.

Cuando Ale se aleja, intento hacer lo mismo, pero él se interpone en mi camino.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a hablar contigo —Intento irme. Lo que tenga que decirme o no está fuera de mis intereses, así que le resto importancia hasta que vuelve a hablar—. Es urgente y es sobre Zach.

Me detengo.

Aunque Zach no haya sido el mejor hermano del mundo conmigo, eso no significa que sus asuntos y lo que tenga que ver con él no me importe en absoluto, de modo que me doy la vuelta y acepto escuchar lo que tiene para decir el rubio que tengo frente a mí. Aidan Neeson es un siatelita con raíces holandesas de parte de su padre (por lo que su piel es extremadamente blanca, sus ojos azules como dos diamantes y su cabello dorado como el oro) que me gustó casi toda mi infortunada infancia y pubertad. Es el mejor amigo de mi hermano desde siempre y por siguiente fue el chico categorizado por Zach como "prohibido" para mí. Este, a pesar de todo, nunca pareció corresponder a mis sentimientos; sin embargo, una noche de vacaciones de la escuela estando en la sala de mi casa frente al televisor intentó acercarse a mí para besarme estando bajo los efectos del alcohol cuando ya mis sentimientos habían desaparecido.

Yo me negué, pero él insistió. Casi sucedió. Felizmente no fue así. Por ello, aunque no le tengo la confianza suficiente, sé que es inofensivo mientras está sobrio, de manera que le manifiesto que tiene mi entera atención para lo que sea que tenga que decirme.

—¿Puede ser en otro lado?

Miro a mi alrededor.

Unos minutos después estamos en el concurrido Jenny's Café. Varios de mis compañeros y compañeras me ven entrar con Aidan y se sorprenden tanto como si nunca me hubieran visto caminar con un chico en toda mi vida. Las chicas que son más cercanas a la bruja de Sabrina escanean de pies a cabeza al rubio que tengo por acompañante y al ver que es lo suficientemente atractivo para ellas, no escatiman en intentar llamar su atención. Aidan las ignora a todas, y en lo único que se concentra es en colocar una de sus manos en mi hombro derecho.

—Buscaré una mesa para ti.

Su pronta cercanía hace que dé un paso atrás asintiendo torpemente. Él solo sonríe al ver mi reacción. Unos segundos después lo veo avanzar entre las mesas que están ocupadas. Mientras lo espero, una del grupo de esbirros de Sabrina camina en mi dirección. Aunque dudo que se vaya a dirigir a mi persona, no puedo evitar reparar en que se ha detenido justamente frente a mí.

—Veo que ya tienes novio —comenta con tono casual, repasando al rubio de espaldas. Vamos, Nadia, puedes sobrevivir a esto—. Así por fin dejarás en paz a Raph.

¿Dejarlo en paz? Ni que lo estuviese atosigando.

—Yo no...

—Si tienes un poco de consideración por él, deberías alejarte. Estás arruinando su imagen —rebusca algo en su bolso y, cuando parece encontrar lo que busca, me sorprende ver frente a mis ojos la primera plana del periódico escolar de Midtown dirigido por los chicos de octavo grado. En él se ve una imagen de ambos cuando estuvimos en el comedor con la frase de "¿La caída de Thompson?" asiendo alusión al hecho de juntarse conmigo.

Separo mis labios con la intención de responder a la acusación alegando que no es mi intención perjudicar a Raph ni nada por el estilo, pero ella al ver mis intenciones, levanta una mano, callándome. Ah, no. Eso sí que no. Justo cuando me interpongo en su camino para hacer que me escuche, Aidan regresa hasta donde estoy. Cuando me giro para verlo, la otra chica aprovecha para escapar.

El rubio me observa sonriente ante mi gesto de molestia.

—Encontré una mesa con el mejor ángulo.

—No veo la necesidad de...

—Callada, vamos —me interrumpe guiándome hasta una mesa que da al exterior y que queda relativamente cerca a la entrada. Me sorprende no hallarme reprochándole nada, pero en este momento no tengo ganas de hacer tanto esfuerzo.

Al sentarnos, apoyo mis codos sobre la mesa mirándolo directamente.

—Y bien, ¿qué es lo que me querías decir sobre mi hermano?

—¿Entonces es cierto que sigues siendo la misma ingenua que conocí hace diez años? —pregunta riéndose al darse cuenta de que me tragué una más de sus mentira. Una vez más. Hago un ademán de levantarme, pero él me detiene posando su mano sobre la mía—. No seas aburrida, hace mucho que no hablamos.

Aparto mi mano. Cielos, sí que ha cambiado. La última vez que estuvimos en una situación parecida era un tarado que se creía la última Coca Cola del desierto.

—¿De qué se supone que deberíamos hablar?

—No lo sé, háblame de tus cursos de idiomas.

Una sonrisa aparece en mi rostro. Ha dado justo en el clavo. Ese es el mejor tema para hablar que pueda existir para mí, así que olvido por un momento a quien me estoy dirigiendo y comienzo a relatarle mi destacada posición en las notas de los exámenes de francés e italiano tomados ayer. Mi voz desprende entusiasmo por el solo hecho de estar hablando de algo que me gusta y Aidan parece escucharme atentamente; no obstante, mi entusiasmo se va apagando de manera lenta al oír el sonido de la campana de la puerta del Café que indica que alguien ha entrado.

Desde donde me encuentro, que es casi frente a la entrada, logro distinguir la imponente figura del atlético Stephen Boward quien viene acompañado de Raph. 

Este último parece estar dando su opinión sobre el lugar, ya que sus labios están moviéndose mientras mira el lugar de arriba a abajo, como si nunca hubiera estado aquí. Cuando se percata de mi presencia, se calla al instante, aunque su expresión sigue siendo relajada. Al parecer, le sorprende verme en un sitio como este, mas eso no impide que haga un ligero movimiento de cabeza hacia mí a modo de saludo.

¡Me ha saludado! Sonrío como tonta solamente por eso.

Sin embargo, cuando Aidan chasquea los dedos delante de mi cara y lleva dos de ellos hasta mi cuello para hacerme cosquillas y hacer que reaccione, sé por la expresión del sabelotodo que ha vuelto a ser el Raphael Thompson de siempre.

Aquello no me sorprende. Esos cambios de humor son normales en él.

•••

En fin, espero que les haya gustado el capítulo. No olviden votar y comentar. Lo aprecio un montón. <3

Nos leemos :)

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