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04| Él me odia

Al día siguiente, todo el trayecto hacia la escuela lo paso sin fijarme por donde camino, estoy bastante distraída como para hacerlo. Mi mente aún no termina de procesar por completo las palabras de Raph del día de ayer. Él sugirió que me sentara a su lado hasta que empezaran los exámenes bimestrales, y ni siquiera me dio tiempo a negarme. De hecho, no me dio tiempo a nada; apenas había procesado lo que dijo cuando lo vi alejarse.

Me dejó en la sala de su casa con mil y un preguntas en la cabeza, las cuales se resumen a una sola: ¿por qué?

¿Acaso no recuerda el protocolo de su propio grupo? Se supone que sentarse conmigo incumple una de sus reglas, y además será el catalizador de una serie de comentarios maliciosos de nuestros compañeros cuando nos vean juntos. No me quiero ni imaginar la cara que pondrá la bruja de Sabrina al vernos en el sitio de adelante, sobre todo al verme a mí, una simple mortal, al lado de su inalcanzable mejor amigo. Por un lado, espero ese momento con ansias; por otro, deseo que no nos note.

Por muy poco alentador que suene, ayer antes de dormir estuve meditando los pros y contras de tal escenario y llegué a la conclusión de que quizá haya algo bueno en todo esto. Si me siento junto a Raphael, tengo muchas más probabilidades para que nos volvamos cercanos, para ganarme su confianza. Así quizá deje de ser tan amargado con las personas que no son de su grupo.

Mientras todavía sigo caminando por la acera tranquilamente, levanto la vista al oír desde afuera el timbre de la escuela. Al igual que los demás estudiantes, corro hasta adentrarme justo antes de que la puerta principal sea cerrada. Mi respiración se agita y apoyo mis manos con guantes en mis rodillas mientras intento acompasar mis latidos. Hace mucho frío, pero no encontré otra cosa más que estos guantes negros.

Correr sí que me ha agitado. A este paso, quedaré última en la carrera del torneo de Midtown que siempre suelen hacer a fines de año.

¿Qué fue lo que pasó?

—Yo juraba que era temprano —enuncio en voz alta mientras respiro ahora menos agitada.

A mi lado, un chico que, al parecer, ha llegado casi tarde al igual que yo, está en la misma posición con sus manos sobre sus rodillas. Se acomoda la bufanda oscura y levanta la vista. Por un segundo, su mirada y la mía se conectan. ¿Por qué siento que me está mirando como un bicho raro?

—Ah, también llegaste tarde.

¿Se... se está dirigiendo a mí?

Si soy sincera, soy muy mala socializando con gente del sexo opuesto. Con Raph es distinto, porque a él lo conozco desde que llegué a esta escuela, aunque nunca habíamos hablado, y de alguna u otra manera me siento un poco más en confianza con él, pero con este no. Es la primera vez que lo veo.

Miro a ambos lados comprobando si es a mí a quien se dirige y no veo a nadie más cerca, así que no me queda más remedio que decir algo. Él se ríe de mi acción.

—Eh, sí —río nerviosa yo también—, la verdad es que...

—Es la primera vez que llego tarde, Richards me va a matar —interrumpe negando con la cabeza. Richards es nuestro profesor de música, conocido por ser estricto con el tema de la puntualidad. Por ese lado, me compadezco de él. Lo observo con más atención y veo que tiene, además de su mochila, un estuche de un instrumento musical colgando de uno de sus hombros. Parece ser más pequeño que una guitarra, como un violín o un saxofón. Cuando levanta la vista, repasa en mi aspecto antes de despedirse—: Bueno, me voy, chica de los guantes.

Dicho eso, se da media vuelta y se marcha.

Compruebo, al igual que él, la hora en mi celular antes de emprender mi camino hacia el salón, no sin antes dirigirme primero a mi casillero para sacar mis libros.

Después de haber hecho eso, recorro de vuelta al aula el desolado pasillo de Midtown mientras medito sobre todo lo que ha pasado hoy. A esta hora ya todos deben estar en sus asientos, ya todos deben estar en silencio escuchando la clase del profesor. Le avisé a Ale por mensaje que me sentaría con Raph, pero no pensé que llegaría tarde, pues la hora en mi reloj decía que era temprano.

Bueno, pues mi lección de hoy será: nunca confíes en un reloj como el mío.

No quería que esto pasara, quería llegar temprano para evitar ser el centro de la atención de mis compañeros, porque sé que todos me verán al entrar. 

¡Toda la clase lo va a notar!

Vale. De todas formas, esto iba a suceder tarde o temprano. ¿Y qué si me siento con Raphael Thompson? No tiene nada de malo, ahora que lo pienso con más calma. No es como que esté cometiendo un delito o algo por el estilo, pero el club de fans de Raph podría acabar conmigo si malinterpretara mis intenciones para con él.

Bueno, supongo que debo dejar de pensar negativamente.

Dejando todos esos pensamientos atrás y con todas las energías del mundo, empujo la puerta más fuerte de lo premeditado ocasionando un estruendoso golpe en la pared que hace que toda la clase me mire. Incluido el profesor.

Muy bien, Nadia. Un aplauso para ti.

Genial. Tengo sesenta y dos ojos puestos sobre mí. Lo de "no llamar la atención" definitivamente no es lo mío. Mis ojos recorren a todos los presentes y se detienen en Raph, quien está sentado solo. Oh, al parecer iba en serio.

Pero si no hay nadie a su lado... ¿Dónde se supone que está su mejor amigo?
Busco a Stephen por el aula encontrándolo sentado al lado de Ale.

Mi gesto de sorpresa es muy evidente.

—¿Señorita Hussel? —La voz del profesor rompe mi nube de pensamientos—. ¿Tiene usted pensado anotarse en el equipo de Lacrosse, acaso?

Ante esto, se escuchan varias carcajadas. Mi frente comienza a sudar. ¿Lacrosse? Al principio, no entiendo a lo que se refiere, pero ya cuando lo hago es muy tarde y solo me queda disculparme.

—Disculpe.

El profesor Smith, aquel que más me aborrece, me permite la entrada porque no le queda más remedio. En silencio, camino hasta el pupitre situado al lado de Raph. En donde debería sentarme está su mochila y sus cosas invaden completamente mi sitio en el escritorio.

Un momento, ¿lo habrá hecho para guardarme sitio? Ya sabía yo que este día llegaría. Una sonrisa aparece en mis labios cuando lo veo retirar sus cosas para que me pueda sentar.

A todos parece sorprenderles cuando lo hace, incluso al profesor. No es muy normal que él acepte que cualquier persona se siente a su lado. No si esa persona es una total desconocida como lo era yo para él hace unos días. Aunque, si supieran el verdadero motivo posiblemente se volverían a reír de mí.

A medida que pasan los minutos desde que llegué me doy cuenta de que prestar atención a la clase de matemática no está saliendo tan bien como esperaba. Apoyo mi cabeza en un brazo y lentamente mis ojos se van cerrando mientras escucho la voz del profesor Smith como fondo; sin embargo, un leve codazo en mi brazo me levanta.

Frunzo el entrecejo y abro los ojos solo para comprobar que ha sido el sabelotodo que tengo al lado. Le recrimino con la mirada, pero vuelve a poner su vista al frente, ignorándome por completo. A este paso creo que voy a volverme loca. No puedo cerrar ni siquiera cinco segundos los ojos, porque Raph se encarga de levantarme. Pero, por Dios, descansar los ojos no le hace daño a nadie.

Bueno, tal parece que él no lo sabe o lo ignora.

Bufo resignada.

Lucho con todas mis fuerzas para mantenerme despierta, aun cuando la voz de Smith es tan aburrida que funciona como canción de cuna. Pasadas las horas de sufrimiento, el timbre que indica descanso suena permitiendo a los demás estudiantes salir del aula. Como era de esperarse y sin mediar palabra, Raph se levanta y se aleja. Me quedo sentada viéndolo salir del salón hasta que escucho la voz de Ale.

—Nadia, ¿qué fue todo eso?

—Ah, se me hizo tarde. —Me excuso pasando mis manos por la cabeza—. Ahora me siento con Raph... —Me mira seria—, pero deberías agradecerme, eh. Tú te sientas con...

Mi mejor amiga niega con la cabeza, lo cual me recuerda al chico de la bufanda. El extraño tipo de la mañana.

—Por tu culpa ahora me siento junto a Stephen, ¿debo agradecerte por eso? —Se queja cruzándose de brazos—. Es molesto, habla demasiado.

Me río compadeciéndome de ella, pero parece no hacerle mucha gracia que lo haga. Ale es ese tipo de chica bipolar que puede ser un amor de persona, pero a la vez la reencarnación de la niña del orfanato. Sé que no suele soportar mucho a tipos como Stephen; primero, porque no le gusta relacionarse con personas que, como él, están rodeadas de tipas como Sabrina Accio, una de las chicas más bonitas —calificada así por los otros chicos de mi aula— de la clase que no tiene la mejor personalidad de todas; y segundo, porque no le agrada la personalidad del puesto número dos en la lista de los sabelotodo, pero estoy consciente de que todo lo hace por ayudarme.

No es mi intención que se sienta incómoda, solo será por dos semanas. Dos semanas en que debo conseguir tres cosas: aprender matemática (en primer lugar, obviamente), ganarme la confianza de Raph y hacerlo mi amigo. Triunfar en mi plan es mi meta. 

—No te quejes, Ale. No debe ser tan malo.

De hecho, sentarse al lado de Stephen es el sueño de muchas.

—Como sea. —Voltea su rostro en una dirección contraria—. Iré a comprar a la tienda, ¿vienes?

En ese preciso instante, veo a Raph entrar al aula junto a Stephen. La oportunidad perfecta.

—N-no, voy a... —busco una excusa—... terminar de copiar la clase.

Ale asiente y se marcha. No es de las que ruegan por compañía y eso lo tengo muy claro desde hace años.

Me acomodo en mi asiento y finjo leer el libro de trigonometría. Aun cuando solo estoy leyéndolo sin tomarle atención, puedo notar que es complicado. ¿Acaso está cifrado? ¿Por qué no entiendo estos signos? ¿Por qué Raph sí puede entenderlos?

—¿Hasta cuándo dices que estarás con ella? —escucho preguntar a Stephen como si yo no estuviera aquí escuchando todo lo que dice. Su mirada se desvía para verme, para comprobar que en verdad su estoico amigo cedió a sentarse con alguien más que no es ni él ni Sabrina.

No puedo creer que el chico más codiciado de la clase esté justo frente a mí. Ojalá Ale sepa aprovecharlo.

—Dos semanas.

La sucinta repuesta de Raph obliga a Stephen a dirigirme la palabra. Apoya sus manos sobre mi carpeta y me observa con detenimiento por unos segundos antes de decir algo.

—Hola, soy Stephen. ¿Y tú eres?

Qué social es. No tiene problemas en dirigirse a personas que no conoce. ¿Por qué no me da unas clases de socialización?

—¿Eh? —miro a Raph como pidiendo su aprobación para contestar, porque conozco las reglas de El Triángulo y sé que así nomás no empiezan una conversación con gente desconocida, como lo soy yo para ambos; al menos, de momento. Un segundo luego me doy cuenta de lo absurdo de mi intención. ¿Qué estoy diciendo? Tantas órdenes de su parte me están afectando. Ya sabía yo que algo malo iba a traer mi repentina sumisión frente al sabelotodo—. Soy Nadia Hussel...

—¿Eres amiga de Alessandra Turner? —inquiere, esta vez con interés. Asiento lentamente—. Entonces nos llevaremos bien. Si eres capaz de soportarla a ella siendo tan enojona, entonces también serás capaz de soportarme a mí. Además, todos los amigos de Raph son lo míos también.

—No es mi amiga —Salta él, frío como un iceberg. Lo miro enojada, pero este luce con semblante aburrido—. Creí haberte dicho que solo era un favor mutuo.

Resoplo mirando en la dirección contraria. De verdad que es molesto cuando quiere. Está bien que no seamos amigos, pero no tiene que ser tan frío ni gritarlo a los cuatro vientos cada vez que alguien insinúe lo contrario.

¿Qué tiene de malo que seamos amigos? No soy mala, mi reputación es buena, no tengo mal aspecto, es más, me distingo de los demás porque soy la única pelirroja de la clase. Constantemente mencionan mi apellido los profesores y ahora estoy al lado del chico más inteligente de penúltimo año. Entonces, ¿qué está mal y por qué no le caigo?

Stephen me pide que no le haga caso antes de salir del aula. Qué va, ni siquiera pensaba hacerlo. Está haciendo todo esto para que me rinda, pero no lo haré.

Serás mi amigo, Raph, voy a derretir tu corazón de hielo, quieras o no.

El recreo finaliza y los demás estudiantes empiezan a entrar, no obstante, extrañamente la mayoría se dirige a nosotros. Al sitio de Raph, para ser más específicos. Entre ellos, una chica trae en mano un papel que agita mientras intento descifrar que es lo que dice, pues todas están hablando al mismo tiempo, lo que hace que no se les entienda. Mi compañero toma el papel y lo lee, acto seguido lo arruga para después tirarlo hacia mí. A duras penas consigo agarrarlo en el aire antes de que caiga al suelo.

Lo despliego y leo:

«Raphael Thompson está ofreciendo ayuda con los cursos de la escuela a cambio de aprender idiomas a cualquier estudiante que se lo pida. ¡No desaproveches la oportunidad! Ve y pídele ayuda

—¡Hussel! —Su grito, que resuena en mi cabeza a pesar de las voces de los estudiantes que han venido a pedirle ayuda, provoca que dé un respingo. Está realmente enojado—. ¿Qué es esto?

Miro a todos lados buscando una respuesta. ¿Cómo responderle si no tengo idea? Por alguna razón, mi vista se detiene en la puerta del salón. En el marco de esta, está apoyado Stephen, quien me guiña un ojo.

No puedo creerlo.

Fue él.





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Capítulo dedicado a una maravillosa lectora <3 gracias por tus comentarios.

¿Me extrañaron?
Yo sé que sí.

¡Nuevo capítulo!

¿Qué les está pareciendo la historia?

¡No olviden votar y comentar!

Gracias por leerla :)

Los hamo.

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