SED DE SANGRE
NARRA STEVE
Ardía, quemaba, me sentía perdido y todo era oscuridad, no entendía lo que pasaba conmigo, veía el rostro lloroso de Hana sobre mí y yo...
-Muerto- dije luego de dar una gran bocanada de aire.
Alrededor mío olía a tierra húmeda y muerte, muerte... pero ¿qué demonios sucedía conmigo? Una punzada en mi cuello comenzaba a doler como nunca, llevé con un poco de dificultad mi mano hasta donde se hallaba y sentí como un líquido manaba de él. Abrí obligando a mis ojos que respondieran a mis órdenes y lo que vi fue lo último que hubiera creído que vería, siquiera y creí que volvería a abrir mis ojos, menos para ver...
-Marcus- dije viendo como se relamía los labios dejando entrever sus colmillos cubiertos de sangre, mi sangre -MALDITO- pude mascullar.
-Te dije que serías mi juguete y siempre consigo lo que quiero, a cualquier precio- masculló contra mi rostro levantándome de mi ataud.
Mi ataud, con un demonio, me revivió de los muertos, eso significaba...
-SUÉLTAME MALDITO- grité intentando soltarme de su agarre.
Hizo lo que pedí y caí sobre la tierra, pero caí agazapado, de una altura de al menos 30 metros, él aún permanecía con la vista fija en mí, con una maldita sonrisa que estaba volviéndome loco, no quería vivir, no quería ser uno de estos monstruos, eran escoria, me han quitado lo que tanto amaba, me han quitado a Hana y ahora mi vida.
-NOOOOOO- bramé furioso mientras golpeaba la tierra con los puños una y otra vez.
-¿Tienes sed?- preguntó Marcus acercándose a mí.
-TE MATARÉ- dije tratando de lanzar un golpe.
-DETENTE- ordenó y mi cuerpo respondió al instante.
-QUE BRUJERÍA HAS HECHO EN MÍ- gruñí intentando moverme nuevamente.
-Ninguna brujería, soy tu creador y tenemos un vínculo, tú me debes obediencia por la eternidad o hasta que el vínculo sea roto- explicó acercándose victorioso frente a mí.
-¿PARA QUE ME QUIERES?- pregunté nervioso.
-Gina o Hana... ahora Gina ha regresado, pero sé muy bien que en el fondo de su ser, Hana aún permanece con vida y tú...- me tomó por el cuello y me puso a su altura -... serás mi señuelo para hacerla caer y acabar con ella-
-NO LO HARÉ, BÚSCATE OTRO SEÑUELO- escupí con odio.
Miré hacia mis manos y estaban pálidas, delgadas y con una especie de garras que eran imposible de existir en un... humano... lo que yo era, quería ser un humano, no un maldito monstruo como lo era ahora.
-Aún no comienzas a cambiar, en breve comenzarás a sentir sed y será imposible calmarla hasta que bebas la sangre de otra persona- dijo dando vueltas a mi alrededor con las manos atrás de su espalda.
-No lo haré- susurré, de verdad que no pensaba beber sangre de ninguna manera, moriría de nuevo antes de hacerlo.
-No tienes alternativa Steve, no la tienes para nada... si quieres sobrevivir al menos- dijo quedando frente a mí.
-No quería sobrevivir, quería seguir muerto, es el ciclo de la vida, era un humano... CON UN DEMONIO- gruñí intentando moverme.
-Tú lo has dicho, eras un humano, ya no lo eres, y si quieres salvar a tu querida Hana al menos debes intentar cooperar conmigo- insistió tomándome del cuello.
-No me volverás loco con tus... NOOOOO- grité cayendo al suelo, el dolor que me consumía por dentro era horrible, quemaba y ardía como los mil demonios -¿Qué me has hecho maldito?- preguntaba una y otra vez ante la risa irónica de Marcus.
-Es la sed la que te está llamando, eres un vampiro, uno de mis creados, uno de mis juguetes- dijo tomando mi cabello entre sus dedos y haciendo que lo viera -Vamos... te enseñaré a beber y a ser lo que eres ahora-
Me cargó en su hombro y se alzó al vuelo yendo por sobre el bosque que había cerca de la ciudad, era impresionante ver toda la ciudad que tantas veces había recorrido, a estas alturas, era todo más que extraño, como había cambiado mi vida en tan sólo días y horas, no solo la mía, así también la de Hana... Gina, no puedo entender que sucederá al verla nuevamente. Este dolor nuevo y este nuevo ser en el que me había convertido el maldito Marcus podrían hacerla morir.
Llegamos hasta un claro y camino entre un par de árboles que al minuto siguiente ya no se encontraban allí, en su lugar se divisaba una enorme cascada y un bosque aún más verde y bello que aquel en el que estábamos minutos antes.
-¿Qué lugar es este?- pregunté siendo arrojado al suelo por Marcus.
-Mis dominios, sígueme- ordenó, por supuesto que mi cuerpo volvió a fallar en el intento de huir de él.
Caminamos por el bosque viendo con asombro un sin fin de raras especies que creía que jamás vería en mi vida y allí estaban, hadas y duendes escondiéndose del Rey de los Vampiros en su paso hacia el castillo, oí pasos frente nuestro y levanté la mirada divisando un caballero acercarse rápidamente en un caballo.
-Mi Señor- saludó descendiendo del caballo y colocándose de rodillas.
-Galor... encárgate de mi nueva creación, llévalo con Anat, ella será su alimento- sentenció al tiempo que subía en el caballo y se largaba de allí.
-Sí Señor- afirmó el caballero volviéndose hacia mí dejando entrever sus ojos carmesí y sus colmillos -Lo siento, pero debo hacerlo antes que su vínculo se rompa y puedas huir-
-¿Qué?- fue lo que dije antes de sentir un golpe seco en la cabeza y perderme en la inconsciencia.
Sentía como me cargaban y caminaban hacia algún lugar, el olor a tierra húmeda y hedor humano eran insoportables, sabía que había llegado al castillo, pero no en qué lugar del mismo, intentaba abrir mis ojos y recuperarme para escapar pero estaba atado de pies y manos, el ruido de unas puertas abriéndose me hicieron abrir por completo los ojos al tiempo que caía sobre el mugroso lugar en el que pretendían encerrarme. Mis gemidos se oían en aquel lugar en el que me hallaba tirado. Unos gemidos acompañados de gruñidos comenzaron a salir de mi garganta y retumbaban en todo el calabozo acompañado por golpes secos que daba con mis puños contra el muro, sed, sentía tanta sed que iba a enloquecer. Parecía una bestia que se había despertado malhumorado de su sueño.
Me puse en pie con la respiración fuerte y agitada me dirigía hacia donde se hallaba la silueta de una persona encadenada y sin poder hacer nada para defenderse, no entendía cómo se suponía que sentía tanta sed de sangre, olfateaba a mi alrededor y la sangre provenía de esa persona, debía beberla, debía tenerla, maldición.
-¡NO!- oí gritar a una mujer mientras subía sobre mi espalda intentando inútilmente deshacerse de mi agarre.
La luz del maldito calabozo era prácticamente nula y no podía distinguir más que la roja cabellera de la mujer moviéndose de un lado a otro por la agitación de mi espalda, quienes eran y por qué estaban allí también, yo no quería hacerles daño, por qué me hacían esto.
-¡ANAT!- gritó -INTENTA QUEBRAR LOS GRILLETES, TÚ PUEDES HACERLO- dijo intentando sostenerme aún con lo pequeña que era.
-¿Cómo?- dijo desesperada la que ahora sabía y era una mujer quien estaba encadenada.
-ERES PODEROSA ANAT, ERES FUERTE, CONCENTRA TU ENERGÍA EN LOS GRILLETES Y LOGRARÁS ROMPERLOS, RÁPIDO, NO PODRÉ SOSTENERLO MÁS TIEMPO-
Anat... "Anat será su alimento", eso había dicho el maldito, lo hizo a propósito, me encerró junto a ella para que bebiera de ella, pero ni siquiera podía ver más que su silueta tratando de deshacerse de los grilletes que la sostenían.
-LOS ODIO- gritó al tiempo que caían los grilletes hechos añicos.
No lo dudó ni un segundo y la sentí venir hacia mí, entonces a pesar de ser una mujer arrojé a la persona que tenía sobre mí tratando de detenerme sin pensar en segundas oportunidades. La oí gruñir y maldecir pero no podía ver nada más, sólo sentía aquel maldito olor a óxido y sal que manaba de ella y mi sed me enloquecía aún más y más.
-Anat, cariño, recuerda, no debe ganar...- decía entrecortada, la voz apenas entrecortada de la otra mujer que ella tenía en brazos, iba a morderla, era un monstruo igual que yo, pero no podía permitir que hiciera daño.
-MALDITOS- gruñí y las golpeé a ambas, intentaba salvar a esa mujer del suplicio, del dolor que significaba volverse uno de nosotros.
La mujer desapareció en una de las sombras del calabozo y aproveché el descuido de Anat para saltar sobre ella y descargar mi ira y odio.
-¿POR QUÉ MALDITOS, QUÉ DEMONIOS ME HICIERON?- gruñí sobre su rostro.
-LO MISMO QUE ME HAN HECHO A MI Y NO INTENTO ASESINARTE- logró patear mi estómago y lanzarme hacia atrás -ENCIENDE UNA LUZ, HAZLO O NOS MATARÁ A AMBAS- gritó a la mujer.
Unas pequeñas antorchas se encendieron en unos puntos del calabozo dejando a la vista a los que estábamos en ese momento luchando por sobrevivir y seguir existiendo a pesar de lo que cargábamos sobre nuestras espaldas. Monstruos éramos, convertidos a imagen de un Rey loco de poder.
-No te acerques- dijo Anat intentando detenerla.
-Me acerqué a ti, ¿no lo recuerdas?- sonrió continuando su camino.
-Estaba atada- intentó convencerla nuevamente.
-ALÉJATE DE MÍ- gruñí nuevamente.
-No te tengo miedo, si ella no te tuvo miedo, yo tampoco lo haré- susurró estando a un paso de mí.
-DE ELLA...- ella... se refería a... Hana, me volví tratando de hallar algo que me dijera que era de ella de quien se refería.
-Gina... su aroma está en ti- dijo ella arrodillándose frente a mí.
-Ha... na...- mascullé tomando mi cabeza entre las manos -No... ella...-
-No lo hagas...- insistió queriendo detenerla pero ya me había abrazado e increíblemente aquel monstruo ya no estaba frente a ella, parecía más un pequeño cachorro abandonado -Me hubieras dicho que eras una domadora de bestias y hubiera ahorrado todo el drama- suspiró Anat dejándose caer en el frío suelo del calabozo.
-¿Dónde estoy, cómo es que estoy convertido en esto?- dije enfocándome en mis manos viendo las malditas garras que crecían frente a mí.
-En un vampiro...- dijo la mujer haciendo que la viera -...Marcus... es su manera de castigar a sus enemigos, convierte a aquellos a quienes sus enemigos aman en uno de sus creados, así los utiliza en el campo de batalla para aumentar su debilidad- explicó.
-ES UN MALDITO... VOY A MATARLO- gritó Anat poniéndose de pie.
-QUIERO VERTE INTENTARLO- gruñó en la puerta.
-MALDITO- gruñó Anat intentando lanzarse contra él.
-DETENTE- dijo y al igual que reaccionó en el bosque mi cuerpo y mi mente, los de Anat dejaron de obedecerle y se detuvo al instante.
Su maldita carcajada de victoria retumbó en todo el calabozo, intentaba y se obligaba a moverse hacia él y no podía, vi como Anat se volvía hacia él con tanta o más ira que la que yo sentía en ese momento.
-ERES UN MONSTRUO- grité intentando acercarme a él.
Marcus sólo levantó su mano y mi cuerpo se detuvo una vez más, peleaba por moverme pero era imposible, ninguno de los podíamos hacerlo, Marcus me había creado y debía obedecerlo.
-¿Me atacarás tú también cariño?- dijo tomando el rostro de la mujer en sus manos.
-Eres despreciable Marcus- escupió con odio la mujer.
-Victoria, Victoria, todos estos años no sirvieron para que aprendas tu lección- gritó mientras lanzaba a la mujer contra uno de los muros.
-DEJALA- gritó Anat -ERES UN MALDITO MENTIROSO MARCUS Y PAGARÁS POR ELLO-
-¿Quién lo hará? ¿Tú?- ironizó llegando frente a ella.
-Alguien lo hará, no eres eterno, todo esto acabará- dijo Anat en su rostro enfurecido.
-Eso mi querida hija, estoy esperando por verlo, por lo pronto ustedes son mis armas contra esa maldita Gina, no se lo llevara tan fácil como cree- dijo sonriendo complacido -Ahora tú... bebe-
En sus manos traía una pequeña vasija Anat se revolvió en su sitio intentando no beber lo que Marcus pretendía darle.
-No lo haré- sentenció.
-Oh sí lo harás- dijo y su boca y sus manos volvieron a desobedecerle bebiendo todo el contenido de la vasija.
El vínculo era realmente algo poderoso, podía destruir lo creado en un segundo, vi como Anat caía desplomada en el suelo y Marcus apartaba los cabellos que cubrían su cuello y bebía de ella extasiado y perdido.
-Detente Marcus, la matarás- susurraba la mujer llamada Victoria.
-Tú...- dijo volviéndose hacia mí -... bebe-
-No lo haré...- me negué frenéticamente e intente no obedecerlo, pero todo fue en vano.
Me vi a mí mismo avanzar hipnotizado por ese maldito vampiro, el olor a sangre se colaba entre mis poros y cada vez era más difícil evitarlo.
-Bebe- ordenó.
Caí rendido sobre el cuerpo dormido de Anat, los hilos de sangre que abandonaban su cuerpo lo hacían todo más difícil.
-No te pierdas muchacho...- oí susurrar a Victoria.
-Perdóname Anat...- susurré mientras la acuné en mis brazos antes de clavar mis colmillos en su cuello.
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