SALVADA
NARRA ANAT
Cada día era una nueva tortura, desde abrir los ojos hasta volver a cerrarlos, concebida desde el inicio para ser reemplazo de alguien más. Vaya destino o lo que sea que fuere y dicta como será tu vida.
-Anat... hija- llamó mi madre.
-Aquí- dije tan seca como siempre había sido con todos.
Sentí abrirse la puerta de mi habitación y su negra cabellera asomarse, Tania, mi madre era una mujer hermosa, realmente maravillosa, no puedo quejarme de ella y es verdad que ella cargó con mis malos ratos y reproches todo el tiempo, jamás replicó nada de lo que decía o hacía simplemente se dedicaba a mirarme y al hacerlo me perdía en ese océano azul que tenía por ojos, su abrazo y calidez eran todo lo que calmaba la ira y el dolor que cargaba por dentro, no deseaba que me vieran débil o se compadecieran de mí.
-Tu padre nos espera mi niña- dijo suavemente mientras terminaba de peinar mi largo cabello negro.
-No madre- supliqué girando y tomándola de la cintura -no puedo más, por favor, no me envíes con él otra vez-
-Hija, ¿sabes cuántas veces he ido y hasta he cometido miles de errores con tal de obtener tu libertad?- murmuró besando mis cabellos.
-Zion madre, él...- negó con la cabeza separándome de ella.
-Hija, Zion te ama y...-
-ZION AMA LO QUE YO LE RECUERDO MADRE- grité interrumpiéndola.
-No seas injusta hija, no sabes lo que dices...-
-CLARO QUE LO SE Y TÚ MADRE DEBERÍAS DE SENTIRTE USADA TAMBIÉN PO...- sentí la mano de mi madre sobre mi mejilla.
-NO TE ATREVAS ANAT... NO TE ATREVAS A HABLAR DE COSAS QUE NO SABES Y DAÑARNOS A LOS QUE SOLO TRATAMOS DE AYUDARTE- gritó furiosa.
-SI REALMENTE QUIERES AYUDARME MADRE... MA... TA... ME- grité en su oído.
-¡ANAT!- la oí gritar pero era tarde.
La odiaba a ella, a Zion, a la maldita Gina... a todos, por qué diablos debía pagar yo por algo que ni siquiera había pedido por hacer, yo no quería vivir.
-MALDITA SEA- grité destrozando el tronco de un árbol frente mío.
El odio era mi arma personal, era mi especialidad, cuando éste afloraba no había nada que quedara con vida en mi camino. Continué marcando mi camino de destrucción hasta que llegué a la cascada, era el único lugar alejado y tranquilo para mí. Sentí unos pasos detrás de mí y me puse en guardia en un segundo.
-NO ESTOY DE HUMOR, SI NO QUIERES MORIR, MEJOR Y SAL AHORA- gruñí fastidiada.
La cabellera rubia se movía a paso lento frente a mí, Zion, justamente lo que necesitaba, a veces no soportaba tenerlo cerca, el simple hecho de recordarme que sería tan solo un mísero reemplazo de Gina durante toda mi vida era totalmente frustrante.
-¿Por qué ese mal humor?- preguntó acercándose.
-¿Debo recordártelo?- ironicé dándole la espalda viendo hacia la cascada.
-Últimamente este lugar se ha vuelto un sitio para desahogar penas, no sólo eres tú, también tu madre, yo y Gabriel vienen aquí por el mismo motivo- comentó sentándose a orillas del barranco frente a nosotros.
-¿Gabriel?- oír su nombre hizo que mi corazón se disparara.
-Sí, lo has visto varias veces aquí ¿no?- se volvió hacia mí con su mirada serena.
-Sí, bastante turbado, perdido en el horizonte- susurré.
-¿Sabes Anat?- comenzó a decir tomando mi mano -Sé que siempre has creído que eres un reemplazo de alguien que perdimos hace tiempo, pero, no lo eres, tú eres una persona completamente independiente y te amamos y luchamos para que Marcus pueda dejarte ir y ser libre, hemos intentado todo hasta ahora, pero...- su silencio turbó su mirada y la alejó de mi rostro.
-¿Pero qué Zion?- pregunté.
-¿Marcus te ha contado alguna vez el origen de toda esta locura?- preguntó serio.
A decir verdad lo único que había dicho Marcus una y otra vez, repitiendo hasta el cansancio es que necesitaba de Gina para desaparecer a Gabriel, para culminar con su venganza y calmar su odio hacia Atis.
-Ha contado su versión, pero no he oído nada más- dije esperando oír el resto de la historia de sus labios.
-Anat, lo que voy a contarte necesito que confíes en mí y escuches atentamente todo lo que voy a decirte es...- un golpe lanzó a Zion lejos de mí contra un árbol.
-¿Pensabas romper tu parte del trato Zion? ¿Acaso no me crees capaz de cumplir con la mía?- gruñó Marcus acercándose a él furioso.
-Ya basta de tanta locura Marcus, estás acabando con todo lo que te rodea- veía como Zion intentaba reponerse y enfrentarlo.
-¿Y tú quien demonios te crees que eres para decirme que debo hacer?- dijo Marcus al tiempo que golpeaba a Zion haciéndolo caer nuevamente.
Demonios, iba a saber la verdad y Marcus lo interrumpe, porque Zion iba a decirme la verdad, no sólo las mentiras para utilizarme de Marcus.
-¡TÚ! CONMIGO AL CASTILLO, VIVIRÁS ALLÍ DE AHORA EN MÁS, TE ALEJARÉ DE ESTOS MEDIOCRES QUE LO ÚNICO QUE HACEN ES ENTORPECER MIS PLANES- gritó.
-NO IRÉ- gruñí rabiosa.
-¡¿TE ATREVES A DESAFIARME MALDITA ESCORIA?!- dijo volviéndose hacia mí.
-ESCORIA O COMO ME LLAMES, PERO ASÍ ME NECESITAS MALDI...- sentí su puño contra mi mejilla y probé mi propia sangre como muchas veces antes lo había hecho.
-HARÁS LO QUE YO DIGA Y COMO YO LO DIGA- tomó mi cabello y tironeando de él me arrastró hasta alejarnos de Zion.
Lo había dejado inconsciente, intentaba removerme y soltarme del agarre de Marcus pero era imposible.
-¡ZION!- gritaba pero no conseguía respuesta -MALDITO SEAS MARCUS- bufé.
Sus brazos tiraron más fuerte de mis cabellos dejando mi rostro a la altura del suyo.
-PUEDO SER AÚN MÁS MALDITO Y DESPIADADO QUE ESTO Y SI QUIERO PUEDO TAMBIÉN MATARTE SIN NINGÚN REMORDIMIENTO- gruñó sin soltarme.
-PUES MÁTAME MALDITO, ES LO QUE DESEAS HAZLO- desafié viendo sus ojos carmesí ardiendo de rabia.
-NO TE DEJARÉ LIBRE TAN FÁCILMENTE, TE MATARÉ PERO CUANDO CUMPLAS TU COMETIDO, AHORA...- me arrojó contra el suelo húmedo del bosque -... BÚSCALA Y DILE LO QUE DEBES, TORTURALA Y JUEGA CON SU MENTE, HAZLA SUFRIR ASÍ COMO TÚ SUFRES POR SU CULPA-
-SI LO HAGO NO IRÉ AL CASTILLO- volví a desafiarlo.
-SI NO QUIERES VER A TANIA Y ZION MUERTOS HARÁS LO QUE YO DIGA MALDITA- bufó golpeando mi estómago con su pie -AHORA HAZ LO QUE TE DIJE Y LUEGO IREMOS AL CASTILLO-
No pude evitar retorcerme del dolor sintiendo el frío y húmedo suelo del bosque bajo mi cuerpo, la sombra de los árboles hacía casi imposible que entrara la luz del sol. No podía dejar que matara a Zion y mi madre, ellos me amaban, mi libertad debía pagar ese precio. Cerré los ojos e intenté contactarme con Gina, era muy difícil contactarla a veces, su mente estaba hecha estragos por los últimos acontecimientos, podía ver imágenes de Gabriel, de sus amigos y sus padres, ella llorando viéndose reflejada en un espejo.
-DIABLOS MARCUS- bufé fastidiada -DÉJALA EN PAZ MALDITO-
La vi llorando lágrimas de sangre frente a un espejo donde reflejaba su verdadero ser, el monstruo que reía de una Gina atormentada soltando alaridos de dolor. Sentí el brazo de Marcus rodear mi cuello y presionarlo fuertemente.
-Tú eres fuerte, llevas mi sangre y esto no te matará, pero recuerda que Zion y tu madre son meros juguetes para mí- murmuró en mi oído -Ahora... termina tu trabajo-
Me soltó y caí de bruces al suelo, no quería hacerlo, sentía tanta pena ahora por ella, yo era fuerte y soportaba las torturas y amenazas de Marcus, pero ella, parecía perderse en la desesperación ahora, el odio y envidia que sentía por ella desaparecían ahora frente al dolor y tristeza que sentía al entrar en su mente.
-Gina...- llamé intentando aliviar un poco al menos la tortura que Marcus realizaba a través de mí.
-¿Quién eres?- preguntó con temor.
-No hables, sólo déjame estar contigo...- me acerqué a su yo atrapado en su mente y la abracé fuertemente.
Creía que ella necesitaría ese abrazo, pero estaba equivocada, era yo la que lo necesitaba, la que quería ayudarla y ayudarme a salir de este maldito infierno.
-Pronto Gina, pronto acabará todo, sólo aguanta un poco más y entenderás el por qué de todo esto- susurré saliendo de su mente.
-MALDITA IDIOTA- fue lo último que oí antes de que se me nublara la vista por el golpe que había recibido de Marcus.
Vi su mano alzar su espada y sus ojos ardientes de furia, sabía que había llegado el momento que tanto había esperado, morir, descansar, dejar de sufrir a diario. Sentí el viento que provocó el movimiento de la espada al tiempo que unos brazos me tomaban en ellos y cubrían con un magnífico par de alas.
-¿Gabriel?- susurré acomodando mi cabeza contra su pecho.
-¿Estás bien?- bajó la mirada hasta verme y sonreí.
-Gracias- fue todo lo que dije antes de perder la consciencia.
Un aroma agradable y cálido llenaba mi ser, menta y canela, podía distinguir aquellos que alguna vez había sentido al preparar mi madre su té. Había vuelto a casa, había escapado del castigo de Marcus esta vez.
-¡MAMÁ!- desperté gritando sobresaltada.
Un par de fuertes y cálidos brazos me sostuvieron y trataron de calmarme, los conocía, sabía perfectamente de quien eran pero, que hacía él aquí y yo con él.
-Ya pasó, ellos están bien, Zion pudo llevar a tu madre a un lugar seguro- susurró en mi oído.
-¿Cómo? ¿Por qué?- pregunté nerviosa.
-Fui hasta la cascada, al igual que tú...- dijo girándome para quedar frente a él -... voy allí cuando estoy realmente agobiado, me encontré con Zion lastimado y me contó lo que había pasado, lo ayudé a recuperarse y seguí el rastro que tu cuerpo iba dejando hasta dar con ustedes-
-Mamá, Zion, Marcus va...- me calló colocando su dedo contra mis labios.
-Están bien, oí lo que Marcus decía y las amenazas que te dio, ellos están bien, créeme- sonrió para tranquilizarme.
-¿Cuánto tiempo estuve dormida?- dije mirando a mi alrededor.
Era una pequeña habitación, con sólo lo necesario, un gran ventanal que dejaba ver todo el bosque desde ella, las paredes gastadas de madera pintadas de un color blanco y un viejo armario, en una de las esquinas pude alcanzar a ver un par de armas colgadas, espada, bastón y una capa. Un par de dagas sobre una mesa cargada de papeles. Tomó mi mano y ayudó a levantarme.
-Lo suficiente para que tu apetito se haya despertado, vamos, Elena ya ha preparado la cena- evadió mi pregunta y abrió la puerta de la habitación.
-¿Es tu...?- me ruboricé y bajé la mirada al preguntar.
-Mi cama, mi habitación...- levantó mi mentón haciendo que lo vea -... mi ropa- terminó de decir sonriendo.
-¡¿TU QUÉ?!- grité sorprendida.
-Oh, veo que ya despertó- una sonriente mujer de cabellera rubia se acercaba hacia nosotros subiendo las escaleras.
-Elena, ella es Anat...- dijo Gabriel aún sonriendo -... la persona que te cuidó y cambió cuando llegué contigo-
-Un placer Anat- sonrió acercándose más hacia mí Elena.
-Gracias por todo y disculpe por las...-
-Ay niña, no me hables de usted que me pones más años de los que realmente tengo- me interrumpió al tiempo que Gabriel soltaba una sonora carcajada.
-Creo que los aires comenzarán a cambiar por aquí- susurró en mi oído tomando de mi mano y bajando las escaleras.
Elena me llevó hasta la sala, era cómoda y cálida, la pequeña chimenea humeante daba una sensación de hogar que realmente deseaba sentir, la cocina era igualmente pequeña pero en ella había un aroma a familia que realmente me encantaba. No pude evitar sonreír y disfrutar de aquello que tenía frente mío. El sonido de la puerta de entrada me sustrajo de mis pensamientos.
-¿Atis?- alcancé a murmurar.
Era él, el gran capitán de quien todos hablaban, estaba frente mío y su rostro sombrío realmente haría temblar a cualquiera, a su lado estaban otros dos hombres, uno de aspecto similar a Atis y otro más menudo, más humano.
-¿Gi...- comenzó a decir avanzando hacia mí.
-Yo... lo siento capitán... mi nombre es Anat- dije tendiendo mi mano.
Y aquí vamos otra vez, a explicar y evitar confusiones con Gina, nuestro parecido era innegable, realmente éramos hermanas.
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